Lucia Magi
El País
En la Antigüedad era el lugar donde los gladiadores se reunían tras la pelea, se quitaban las armaduras, se contaban las heridas, entre trofeos y taquillas. En época más moderna, eran 80 metros cuadrados de esplendor e inestimable valor artístico, con el característico rojo de sus paredes. Ahora es una montaña de escombros. "Una vergüenza para Italia", como la definió el presidente de la República, Giorgio Napolitano. La Schola Armaturarum, uno de los milenarios edificios de la antigua Pompeya, se derrumbó el sábado por la mañana, dando paso hoy a un nuevo debate sobre si el Gobierno de Italia está haciendo lo suficiente por salvaguardar este tesoro mundial.
Las lluvias de los últimos días provocaron filtraciones en los cimientos y las paredes no han aguantado el peso del techo construido durante una restauración de la posguerra. Edificado en el año 62 d.C, apenas 17 años antes de la erupción que sepultó e hibernó la urbe romana, la Escuela de los gladiadores había resistido a la furia de la naturaleza. Nada pudo con el descuido humano. Se desplomó invadiendo parte de la calle principal de la antigua ciudad, muy temprano, cuando el área todavía estaba cerrada al público.
"Quiero explicaciones inmediatas y sin hipocresías", tronó el jefe del Estado, con los ojos brillantes por la conmoción. La respuesta del ministro encargado no se hizo esperar mucho. Sandro Bondi visitó el parque arqueológico este mediodía: "Si tuviera la responsabilidad de lo que pasó, dimitiría. El derrumbe está limitado a un sólo edificio y las causas están muy claras: la culpa es de la lluvia, las filtraciones y el techo de cemento armado. Los frescos [escenas militares sobre paneles pintados de rojo] se pueden recuperar. Hay que ponerse manos a la obra", se defendió. Al rato, sin embargo, admitió que "podrían producirse otros derrumbes" y agregó que "hay mucho trabajo que hacer". "Por eso voy a dirigirme al primer ministro Berlusconi, a Napolitano y al Parlamento", declaró Bondi que en una entrevista con el diario La Repubblica admitió que el Estado tiene un problema de recursos económicos para cuidar de un área arqueológica, patrimonio de la humanidad de la Unesco, que es visitada por dos millones y medio de personas al año.
El declive de Pompeya
Hace tiempo que Italia asiste conmocionada al declive de Pompeya, causado por una mezcla de mala gestión y descuido, y que pone en peligro de extinción una de las joyas del patrimonio mundial. Las reacciones -sintetizadas en la drástica posición del presidente de la República- son unánimes y rebotan de los periódicos al mundo de la política. "La cultura hecha añicos", titula un editorial del Corriere della Sera. "Pompeya, el derrumbe de la vergüenza", dice La Stampa en su portada. "Escándalo mundial", según La Repubblica que acusa a Berlusconi de elegir a personas poco calificadas para puestos cruciales como el del ministro de la Cultura en el país más rico del mundo en bienes artísticos e históricos.
El Pardido Democrático pide que el ministro comparezca ante el Parlamento. La Italia dei Valori amplía el foco: "Los recortes llevan a daños irreparables". Más duros aún se han mostrado los militantes de Futuro y Libertad desde Perugia donde tienen su congreso: "Bondi debe dimitir porque está destrozando la cultura", explicitó Fabio Granata, fiel de Fini. El veterano Francesco Rutelli, que fue titular de Cultura del Ejecutivo de Romano Prodi y ahora líder de una formación de centro, se une al coro: "Es una herida mortal a la credibilidad de Italia". La polémica sobre la conservación de los bienes salta a la política. Como si la lenta agonía de Pompeya fuera una metáfora de la actual situación del país.
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