terça-feira, 30 de setembro de 2008

Fracasó la votación y los mercados se derrumbaron


Cristian Carrillo
Página 12

132 congresales republicanos se opusieron sorpresivamente a su propio gobierno y la iniciativa no prosperó. El Dow Jones cayó 7 por ciento, el mayor desplome de su historia, y el Nasdaq, 9,1 por ciento. El temblor también se sintió fuerte en Argentina y Brasil.

“Por ahora, habrá que arreglarse con lo que hay”, es el mensaje que dejó el Congreso estadounidense. El rechazo al plan de rescate financiero fue un duro e inesperado golpe para un sistema por demás vapuleado. El preacuerdo logrado el domingo hacía prever su aprobación. Sin embargo, durante la mañana de ayer quedó claro que no sería tan sencillo. El presidente estadounidense George W. Bush se dirigió temprano a los negociadores para ponerle presión al debate. Eso encendió algunas luces de alerta y las bolsas del mundo comenzaron con sus primeros retrocesos. Luego el temido desenlace se confirmó y el plan de rescate perdió el partido por 228 a 205 votos; al menos el primer tiempo, ya que se comenzó de inmediato a trabajar en un segundo proyecto para que se trate esta misma semana.

Tras el anuncio, el silencio en Wall Street fue sepulcral y sólo se interrumpió por el grito de ventas, que se multiplicaron hasta llevar a los principales indicadores del mundo a bajas que jamás habían experimentado. El resultado fue un verdadero lunes negro: el Dow Jones, principal indicador del mercado de acciones, cayó 7 por ciento, el mayor desplome en toda su historia. En la región, las bolsas de Brasil y Argentina acompañaron la tendencia mundial y bajaron 9,4 y 8,7 por ciento respectivamente.

Las imágenes por televisión arrojaron un contundente resumen acerca de la situación bursátil. Los presidentes de las bancadas republicana y demócrata explicaban el resultado de la votación y expiaban culpas, pero siempre asegurando que se contaba con las herramientas para poder sortear la crisis. En la misma pantalla, el display con la cotización del índice industrial Dow Jones se asemejaba a un cronómetro en cuenta regresiva. A cada palabra de los congresales le correspondió una baja considerable en panel de la Bolsa neoyorquina. La síntesis era clara: nadie cree que esto se pueda morigerar sin un programa de rescate del gobierno.

“Los republicanos los mataron”, exclamó Barney Frank, titular del Comité de Servicios Financieros del Congreso norteamericano. No hubo un Julio Cobos, hubo más de un centenar, 132 para ser más precisos. Esa cantidad de legisladores republicanos fue la que votó “no positivo” el proyecto de salvataje por 700.000 millones de dólares que se diseñó en Washington. Durante el fin de semana, la propuesta inicial había sufrido varias modificaciones que parecían conformar a ambas partes. Entre los puntos que se anexaron al plan: los contribuyentes recibirían derechos de compra de acciones, el dinero no se utilizaría para pagar indemnizaciones millonarias a los jefes de empresas quebradas y se establecía un consejo de supervisión del programa. Con esa carpeta comenzó la discusión, pero luego de cuatro horas de debate no se aprobó.

Las dos horas de operaciones que le siguieron a esta noticia fueron un verdadero caos. En Wall Street, el Dow Jones se hundió 7 por ciento, mientras que el índice selectivo Standard & Poor’s concluyó la jornada con un retroceso de 8,8, y el Nasdaq rescindió 9,1 por ciento. De esta manera, en promedio, el recinto neoyorquino mostraba en sus pantallas la mayor caída diaria en su historia. Las bolsas latinoamericanas se sumaron al descontento. La plaza de San Pablo perdió 9,4 por ciento, el índice porteño, 8,7, y Santiago de Chile bajó 5,5 por ciento.

Pero el rechazo al megasalvataje sólo rebasó el vaso. Desde la primera hora de ayer, las informaciones acerca de bancos que naufragaban gracias a intervención privada o estatal llegaban desde todos lados. El grupo japonés Mitsubishi UFJ formalizó ayer su entrada como accionista mayoritario del estadounidense Morgan Stanley al comprar por 9000 millones de dólares el 21 por ciento del paquete accionario de la entidad. Por su parte, el Citigroup adquirió las operaciones bancarias de Wachovia, el cuarto mayor banco de Estados Unidos y, hasta al momento, la última víctima de la crisis de las hipotecas de alto riesgo. Además, la debilidad estadounidense aceleró la crisis en Europa, llevando a la intervención de urgencia en favor de bancos del Reino Unido, Islandia y Alemania.

Todo parecería indicar que los costos de la crisis seguirán estimándose en cientos de miles de millones de dólares, con o sin aprobación del Congreso estadounidense. Con el objetivo de evitar nuevas quiebras, los principales bancos centrales del mundo realizaron una nueva intervención para brindar liquidez al sistema financiero. El Banco Central Europeo inyectó 120.000 millones de euros con vencimiento a 38 días y una tasa de interés de 4,4 por ciento.

Ahora el Congreso estadounidense deberá trabajar sobre un nuevo borrador para que se trate antes del fin de semana. El presidente norteamericano “se reunirá con su equipo financiero esta tarde (por ayer) para determinar los próximos pasos a dar. También estará en contacto con los líderes del Congreso”, informó anoche el portavoz de la Casa Blanca, Tony Fratto.

El secretario del Tesoro, Henry Paulson, manifestó ayer su decepción por el rechazo parlamentario a la propuesta, tras lo cual aseguró que utilizará “todas las herramientas disponibles” para enfrentar la crisis. Precisamente, mientras se trataba un plan de 700.000 millones de dólares para tales efectos, la Reserva Federal anunciaba un aumento de 330.000 millones en sus líneas de crédito acordadas a los otros bancos centrales de Europa, Japón, Canadá y Australia. El monto, elevado a 620.000 millones de dólares, permitirá a los organismos monetarios extranjeros conceder liquidez en dólares en sus respectivos países. De todos modos, para el titular del Departamento del Tesoro, estas armas son “insuficientes” para enfrentar la situación. “Hay mucho trabajo por hacer, pero lo que nos jugamos es demasiado importante como para simplemente dejarlo fracasar”, dijo Paulson.

Con más dudas que certezas

David Usborne
The Independent

Poco impresionados por días de presión y de engaños, los miembros de la Cámara de Representantes desafiaron a los líderes de sus partidos y a la Casa Blanca ayer, al rechazar categóricamente una ley histórica que hubiera dado piedra libre al mayor rescate en la historia de Estados Unidos, con la esperanza de que gradualmente se desempantane el flujo de crédito. Al final de una mañana de gran suspenso, los miembros de la Cámara votaron en contra de la ley, 228 a 205. La Casa Blanca, el Tesoro de Estados Unidos y el liderazgo de ambos partidos se quedaron preguntándose si podría ser revisada para calmar a sus oponentes a tiempo para un segundo intento más adelante, esta misma semana. Los líderes de ambos partidos se apiñaron en habitaciones privadas en el Capitolio para considerar sus opciones.

Era improbable que la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, estuviera deseosa de abandonar una ley que fue descripta como la mejor esperanza del mundo de impedir la peor recesión desde la Gran Depresión. Aun cuando comenzaba la votación electrónica, los líderes de los partidos –así como los inversores en todo el mundo– contuvieron su respiración ante el temor de que un motín de último minuto pudiera desbaratar el paquete. En el momento en que se hizo evidente que iba a fracasar, el Dow Industrial descendió 700 puntos antes de recuperarse a una pérdida de 500 puntos. Mientras que la mayoría de los votantes en contra era republicana, casi cien demócratas también se opusieron.

El fracaso de la aprobación de la ley fue una patada en el estómago al presidente George Bush, que salió al jardín de la Casa Blanca antes del desayuno para hacer un último llamado para su aprobación. Apenas menos dañados estaban el secretario del Tesoro, Henry Paulson, y la presidenta de la Cámara baja, Pelosi. La ley también había sido apoyada –aunque tibiamente– por ambos candidatos presidenciales, Barack Obama y John McCain. Más republicanos se oponían a la ley que los que la apoyaban, a pesar de un llamado emotivo pidiendo apoyo de su líder en la cámara, John Boehner. Era un “sandwich de barro”, concedió, agregando sin embargo que era mejor que no hacer nada y lanzar potencialmente la economía a una caída en picada. “He estado aquí mucho tiempo y hemos emitido un montón de votos muy duros en el camino”, dijo Boehner minutos antes de la votación. “Nadie quiere votar esto, nadie quiere estar cerca de aquí, pero tenemos un producto que puede funcionar.” El republicano Jeb Hensarling estaba entre los miembros de la Cámara de Representantes que expresaba su escepticismo antes del voto de ayer. “Me temo que no funcione. Me temo que sea demasiado rescate y no suficiente ejercicio.”

El rescate profundamente impopular entre los votantes de todo el país por su carga sobre los contribuyentes consumió las energías políticas en Washington durante 10 días y resultó una distracción de la carrera hacia la Casa Blanca. Se había esperado que su aprobación en la Cámara de Representantes le permitiera al Senado votar mañana. Los legisladores estaban ansiosos por volver a sus distritos para hacer campaña para las elecciones de noviembre. En su pedido temprano a la mañana, Bush llamó al proyecto “una legislación fuerte y decisiva que ayudará a recomenzar el flujo de crédito”. Dijo que cada estadounidense debería tomar nota de que “un voto a favor de esta ley es un voto para evitar el daño económico para usted y su comunidad”.

Más evidencia de la profundidad de la crisis en Wall Street llegó con la noticia de que Wachovia, hasta muy recientemente uno de los más brillantes bancos minoristas de Estados Unidos, había acordado ser vendido al rival Citigroup. Como tantas otras instituciones, Wachovia había sido aplastada por malas deudas relacionadas con las hipotecas. Su desaparición siguió el fracaso de Washington Mutual, adquirido la semana pasado por JP Morgan Chase.

Mientras, trascendía que los agentes policiales habían emitido citaciones para Fannie Mae y Freddie Mac, los dos gigantes hipotecarios estadounidenses rescatados a comienzos de este mes por el gobierno, como parte de las investigaciones sobre posible fraude contable en ambas instituciones. La semana pasada, el FBI confirmó que estaba expandiendo sus investigaciones sobre posibles tratos nefastos relacionados con la caída en el mercado hipotecario de Estados Unidos en Freddie y Fannie, así como en el fracasado banco de inversiones Lehman Brothers y el perjudicado gigante de seguros American International Group, AIG.

Los tambaleantes 700.000 millones de dólares hubieran sido entregado en cuotas y el Congreso estaría libre para intervenir después de los primeros 350 mil millones si considera que las demás cuotas son innecesarias. Había una supervisión más exigente del Congreso. Y también incluía pasos para frenar los salarios excesivos de los ejecutivos en los bancos participativos y ponerles fin a las indemnizaciones doradas. Pero esos cambios no fueron suficientes para convencer a los escépticos y asegurar la aprobación de la ley.

Socialismo para ricos

Joaquín Estefanía
El País

La impaciencia por saber si sería aprobado y conocer la letra pequeña del plan de rescate financiero de la administración Bush ha impedido detenerse con la atención debida en la quiebra de la principal caja de ahorros de EE.UU., Washington Mutual (WaMu). Esa quiebra –la mayor de una entidad financiera en la historia norteamericana– supone otro salto cualitativo en la naturaleza de la crisis. ¿Por qué? Porque esta vez ya no se trata de una institución mayorista, como por ejemplo Lehman Brothers, sino que su caída tiene consecuencias sobre los ahorros de decenas, o acaso, centenares de miles de ciudadanos: Main Street, no Wall Street.

WaMu no es un caso más de bancos que desconfían de bancos en el interbancario, sino de ciudadanos afectados en su confianza hacia el funcionamiento del sistema financiero minorista (como el británico Northern Rock, que hubo de ser nacionalizado). Desde el principio de la semana pasada, casi 18.000 millones de dólares fueron retirados de las oficinas de WaMu, generando una espiral de pánico. La intervención de la administración Bush facilitando la compra de WaMu por JP Morgan Chase –evitando cualquier tipo de subasta a la que hubieran podido acceder otros bancos, porque no había tiempo para la misma– ha logrado detener por el momento ese pánico de las ventanillas.

Que la crisis financiera ha traspasado directamente, por primera vez de modo tan nítido, el ámbito de la aristocracia bancaria y ha llegado al conjunto de los ciudadanos lo demuestran las primeras reacciones en la calle contra el plan de rescate de Bush. En las manifestaciones a las puertas de la Bolsa de Nueva York se ha calificado esta solución de ayuda al sector financiero como “socialismo para los ricos, liberalismo para los demás”, tan familiar a los neoliberales, como enseña la historia, en todas las mutaciones de idéntica índole. Los ciudadanos se encuentran inmersos en el clásico dilema del prisionero de la teoría de juegos (William Poundstone, editorial Alianza, 1992), un modelo de conflictos muy frecuente en la sociedad: cada jugador, de modo independiente, trata de aumentar al máximo su ventaja sin importarle el resultado del otro jugador y, sin embargo, ambos jugadores obtendrían un resultado mejor si colaborasen; desafortunadamente para los prisioneros, cada jugador está incentivado por sus propios intereses (en este caso económicos) para defraudar al otro, incluso tras prometerle colaborar. Los ciudadanos se han encontrado en el dilema de apoyar la intervención o la barbarie. Por hacer unas comparaciones cercanas: si el rescate se elevase finalmente hasta un monto total de 700.000 millones de dólares, equivaldrá a vez y medio el costo de la guerra de Irak (sin tener en cuenta los gastos colaterales de la última, estudiados por Stiglitz); la ayuda a Africa, comprometida en la ONU pero no desembolsada por las potencias donantes, será tan sólo una décima parte del monto de esas ayudas al mundo de las finanzas.

segunda-feira, 29 de setembro de 2008

Eric Hobsbawm: "La actual crisis del capitalismo renueva el interés por Marx"


"Para cualquier interesado en las ideas, sea un estudiante universitario o no, es patentemente claro que Marx es y permanecerá como una de las grandes mentes filosóficas y analistas económicas del siglo diecinueve y, en su máxima expresión, un maestro de una prosa apasionada. También es importante leer a Marx porque el mundo en el cual vivimos hoy, no puede entenderse sin la influencia que los escritos de este hombre tuvieron sobre el siglo XX. Y, finalmente, debería ser leído porque como él mismo escribió, el mundo no puede ser cambiado de manera efectiva a menos que sea entendido, y Marx permanece como una soberbia guía para la comprensión del mundo y los problemas a los que debemos hacer frente." La entrevista es de Marcelo Musto para Sin permiso.

- Profesor Hobsbawm, dos décadas después de 1989, cuando fue apresuradamente relegado al olvido, Karl Marx ha regresado al centro de atención. Libre del papel de intrumentum regni que le fue asignado en la Unión Soviética y de las ataduras del "marxismo-leninismo", no solo ha recibido atención intelectual por la nueva publicación de su obra sino que también ha sido el centro de un mayor interés. De hecho, en 2003, la revista francesa Nouvel Observateur dedicó un número especial a Karl Marx. Le penseur du troisième millénaire? Un año después, en Alemania, en una encuesta organizada por la compañía de televisión ZDF para establecer quien eran los más importantes alemanes de todos los tiempos, más de 500.000 televidentes votaron por Karl Marx; quien obtuvo el tercer lugar en la clasificación general y primero en la categoría de "relevancia actual". Luego, en 2005, el semanario Der Spiegel le dedicó una portada con el título de Ein Gespenst Kehrt zurük (Un espectro ha vuelto) mientras los escuchas del programa In Our Time de Radio 4 de la BBC votaron por Marx como el más grande filósofo.

En una conversación recientemente publicada con Jacques Attalí, usted dijo que paradójicamente "son los capitalistas, más que otros, quienes han estado redescubriendo a Marx" y usted habló de su asombro, cuando el hombre de negocios y político liberal, George Soros, le dijo a usted que: "He estado leyendo a Marx y hay muchas cosas interesantes en lo que él dice".

¿Cuáles son las razones de este renacimiento? ¿Es probable que su obra sea de interés solamente para los especialistas e intelectuales, para ser presentada en cursos universitarios como un gran clásico del pensamiento moderno que no debería ser olvidado? o ¿también podría venir una nueva "demanda de Marx" en el futuro desde el lado político?

Eric Hobsbawm:
Hay un indudable renacimiento del interés público en Marx en el mundo capitalista, sin embargo, probablemente no todavía en los nuevos miembros de la Unión Europea de Europa del Este. Este renacimiento, fue probablemente acelerado por el hecho de que el 150 aniversario de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista coincidió con una crisis económica internacional particularmente dramática en medio de un período de ultra-rápida globalización del libre mercado.

Marx predijo la naturaleza de la economía mundial en el comienzo del Siglo XXI, sobre la base de su análisis de la "sociedad burguesa", ciento cincuenta años antes. No es sorprendente que los capitalistas inteligentes, especialmente en el sector financiero globalizado, fueran impresionados por Marx, ya que ellos fueron necesariamente más concientes que otros de la naturaleza y las inestabilidades de la economía capitalista en la cual ellos operaban. La mayoría de la izquierda intelectual ya no supo que hacer con Marx. Fue desmoralizada por el colapso del proyecto social-demócrata en la mayoría de los Estados Atlánticos del Norte en los ochenta y la conversión masiva de los gobiernos nacionales a la ideología de libre mercado así como por el colapso de los sistemas políticos y económicos que afirmaban ser inspirados por Marx y Lenin. Los así llamados, "nuevos movimientos sociales" como el feminismo, tampoco tuvieron una conexión lógica con el anti-capitalismo (aunque como individuos sus miembros pudieran estar alineados con él) o cuestionaron la creencia en el progreso sin fin del control humano sobre la naturaleza que tanto el capitalismo como el socialismo tradicional habían compartido. Al mismo tiempo, "el proletariado", dividido y disminuido, dejó de ser creíble como el agente histórico de la transformación social de Marx. Es también el caso que desde 1968, los más prominentes movimientos radicales han preferido la acción directa no necesariamente basada sobre muchas lecturas y análisis teóricos. Claro, esto no significa que Marx dejara de ser considerado como un gran y clásico pensador, aunque por razones políticas, especialmente en países como Francia e Italia, que alguna vez tuvieron poderosos Partidos Comunistas, ha habido una ofensiva intelectual apasionada contra Marx y los análisis marxistas, que probablemente llegaron a su más alto nivel en los ochenta y noventa. Hay signos de que ahora el agua retomará su nivel.

- A través de su vida, Marx fue un agudo e incansable investigador, quien percibió y analizó mejor que ninguno otro en su tiempo, el desarrollo del capitalismo a escala mundial. Él entendió que el nacimiento de una economía internacional globalizada era inherente al modo capitalista de producción y predijo que este proceso generaría no solamente el crecimiento y la prosperidad alardeados por políticos y teóricos liberales sino también violentos conflictos, crisis económicas e injusticia social generalizada. En la última década hemos visto la Crisis financiera del este asiático, que empezó en el verano de 1997; la crisis económica argentina de 1999-2002 y sobre todo, la crisis de los préstamos hipotecarios, que empezó en Estados Unidos en 2006 y ahora ha devenido la más grande crisis financiera de la post-guerra. ¿Es correcto decir entonces, que el regreso al interés en Marx está basado en la crisis de la sociedad capitalista y sobre su perdurable capacidad de explicar las profundas contradicciones del mundo actual?

- Eric Hobsbawm: Si la política de la izquierda en el futuro será inspirada una vez más en los análisis de Marx, como lo fueron los viejos movimientos socialistas y comunistas, dependerá de lo que pase en el mundo capitalista. Pero esto aplica no solamente a Marx sino a la izquierda como un proyecto y una ideología política coherente. Puesto que, como usted dice correctamente, la recuperación del interés en Marx está considerablemente –yo diría, principalmente- basado sobre la actual crisis de la sociedad capitalista, la perspectiva es más prometedora de lo que fue en los noventa. La presente crisis financiera mundial, que bien puede devenir en una mayor depresión económica en Estados Unidos, dramatiza el fracaso de la teología del libre mercado global incontrolado y obliga, inclusive del Gobierno norteamericano, a considerar optar por tomar acciones públicas olvidadas desde los treinta. Las presiones políticas están ya debilitando el compromiso de los gobiernos neoliberales en torno a una globalización incontrolada, ilimitada y desregulada. En algunos casos (China) las vastas desigualdades e injusticias causadas por una transición de modo general a una economía de libre mercado, plantea ya problemas importantes para la estabilidad social y dudas inclusive en altos niveles de gobierno.

Es claro que cualquier "retorno a Marx" será esencialmente un retorno al análisis de Marx del capitalismo y su lugar en la evolución histórica de la humanidad —incluyendo, sobre todo, sus análisis de la inestabilidad central del desarrollo capitalista que procede a través de crisis económicas auto-generadas con dimensiones políticas y sociales. Ningún marxista podría creer por un momento que, como argumentaron los ideólogos neoliberales en 1989, el capitalismo liberal se había establecido para siempre, que la historia tenía un fin o, en efecto, que cualquier sistema de relaciones humanas podría ser para siempre, final y definitivo.

- No piensa usted que si las fuerzas políticas e intelectuales de la izquierda internacional, que se cuestionan a sí mismas con respecto al socialismo en el nuevo siglo, renunciaran a las ideas de Marx, ¿no perderían una guía fundamental para el examen y la transformación de la realidad actual?

- Eric Hobsbawm: Ningún socialista puede renunciar a las ideas de Marx, en tanto que su creencia de que el capitalismo debe ser sucedido por otra forma de sociedad está basada, no en la esperanza o la voluntad sino en un análisis serio del desarrollo histórico, particularmente de la era capitalista. Su predicción real de que el capitalismo sería re-emplazado por un sistema administrado o planeado socialmente todavía parece razonable, aunque él ciertamente subestimó los elementos de mercado que sobrevivirían en algún sistema(s) post-capitalista. Puesto que él deliberadamente se abstuvo de especular acerca del futuro, no puede ser hecho responsable por las formas específicas en que las economías "socialistas" fueron organizadas bajo el "socialismo realmente existente". En cuanto a los objetivos del socialismo, Marx no fue el único pensador que quería una sociedad sin explotación y alienación, en que los seres humanos pudieran realizar plenamente sus potencialidades, pero sí fue el que la expresó con mayor fuerza que nadie, y sus palabras mantienen el poder para inspirar.

Sin embargo, Marx no regresará como una inspiración política para la izquierda hasta que sea entendido que sus escritos no deben ser tratados como programas políticos, autoritariamente, o de otra manera, ni como descripciones de una situación real del mundo capitalista de hoy, sino más bien, como guías hacia su modo de entender la naturaleza del desarrollo capitalista. Ni tampoco podemos o debemos olvidar que él no logró una presentación bien planeada, coherente y completa de sus ideas, a pesar de los intentos de Engels y otros de construir de los manuscritos de Marx, un volumen II y III de El Capital. Como lo muestran los Grundrisse. Incluso, un Capital completo habría conformado solamente una parte del propio plan original de Marx, quizá excesivamente ambicioso.

Por otro lado, Marx no regresará a la izquierda hasta que la tendencia actual entre los activistas radicales de convertir el anticapitalismo en anti-globalismo sea abandonada. La globalización existe y, casi un colapso de la sociedad humana, es irreversible. En efecto, Marx lo reconoció como un hecho y. como un internacionalista, le dio la bienvenida, teóricamente. Lo que él criticó y lo que nosotros debemos criticar es el tipo de globalización producida por el capitalismo.

- Uno de los escritos de Marx que suscitaron el mayor interés entre los nuevos lectores y comentadores son los Grundrisse. Escritos entre 1857 y 1858, los Grundrisse son el primer borrador de la crítica de la economía política de Marx y, por tanto, también el trabajo inicial preparatorio del Capital; contiene numerosas reflexiones sobre temas que Marx no desarrolló en ninguna otra parte de su creación inacabada. ¿Por qué, en su opinión, estos manuscritos de la obra de Marx, continúan provocando más debate que cualquiera otro, a pesar del hecho de que los escribió solamente para resumir los fundamentos de su crítica de la economía política? ¿Cuál es la razón de su persistente interés?

- Eric Hobsbawm: Desde mi punto de vista, los Grundrisse han provocado un impacto internacional tan grande sobre la escena marxista intelectual por dos razones relacionadas. Permanecieron virtualmente no publicados antes de los cincuenta y, como usted dice, conteniendo una masa de reflexiones sobre asuntos que Marx no desarrolló en ninguna otra parte. No fueron parte del largamente dogmatizado corpus del marxismo ortodoxo en el mundo del socialismo soviético, de ahí que el socialismo soviético no pudiera simplemente desecharlos. Pudieron, por tanto, ser usados por marxistas que querían criticar ortodoxamente o ampliar el alcance del análisis marxista mediante una apelación a un texto que no podría ser acusado de ser herético o anti-marxista. Por tanto, las ediciones de los setenta y los ochenta antes de la caída del Muro de Berlín, continuaron provocando debate, fundamentalmente porque en estos manuscritos Marx plantea problemas importantes que no fueron considerados en el Capital, como por ejemplo, las cuestiones planteadas en mi prefacio al volumen de ensayos que usted recolectó (Karl Marx's Grundrisse. Foundations of the Critique of Political Economy 150 Years Later, editado por M. Musto, Londres-Nueva York, Routledge, 2008).

- En el prefacio de este libro, escrito por varios expertos internacionales para conmemorar el 150 aniversario desde su composición, usted escribió: "Quizá este es el momento correcto para regresar al estudio de los Grundrisse menos constreñidos por las consideraciones temporales de las políticas de izquierda entre la denuncia de Nikita Khrushchev de Stalin y la caída de Mikhail Gorbachev". Además, para subrayar el enorme valor de este texto, usted establece que los Grundrisse "contienen análisis y la comprensión, por ejemplo, de la tecnología, que lleva al tratamiento de Marx del capitalismo mas allá del siglo XIX en la era de una sociedad donde la producción no requiere ya mano de obra masiva, de automatización, de potencial de tiempo libre y de las transformaciones de alienación en tales circunstancias. Este es el único texto que va, de alguna manera, más allá de los propios indicios de Marx del futuro comunista en la Ideología Alemana. En pocas palabras, ha sido correctamente descrito como el pensamiento de Marx en toda su riqueza. Por tanto ¿cuál podría ser el resultado de la re-lectura de los Grundrisse hoy?

- Eric Hobsbawm: No hay probablemente más que un puñado de editores y traductores que han tenido un pleno conocimiento de esta gran y notoriamente difícil masa de textos. Pero una re-re-lectura o más bien lectura de ellos hoy puede ayudarnos a repensar a Marx: a distinguir lo general en el análisis del capitalismo de Marx de lo que fue específico de la situación de la "sociedad burguesa" en la mitad del siglo XIX. No podemos predecir qué conclusiones de este análisis son posibles y probablemente solamente que ellos ciertamente no llevarán a acuerdos unánimes.

- Para terminar una pregunta final ¿Por qué es importante leer hoy a Marx?

- Eric Hobsbawm: Para cualquier interesado en las ideas, sea un estudiante universitario o no, es patentemente claro que Marx es y permanecerá como una de las grandes mentes filosóficas y analistas económicas del siglo diecinueve y, en su máxima expresión, un maestro de una prosa apasionada. También es importante leer a Marx porque el mundo en el cual vivimos hoy, no puede entenderse sin la influencia que los escritos de este hombre tuvieron sobre el siglo XX. Y finalmente debería ser leído porque como él mismo escribió, el mundo no puede ser cambiado de manera efectiva a menos que sea entendido, y Marx permanece como una soberbia guía para la comprensión del mundo y los problemas a los que debemos hacer frente.

domingo, 28 de setembro de 2008

Ideologia do livre mercado está longe do seu fim


Naomi Klein
The Guardian

Pacote de US$ 700 bilhões de ajuda ao mercado financeiro dos EUA é álibi para cidadãos reivindicarem mais direitos sociais, mas neoliberalismo deve sair fortalecido.

Seja qual for o significado dos acontecimentos das últimas semanas, ninguém deve acreditar nas declarações exageradas de que a crise do mercado assinala a morte da ideologia do "livre mercado". A ideologia do livre mercado sempre esteve a serviço dos interesses do capital, e sua presença avança e recua, dependendo da utilidade que tem para esses interesses. Em épocas de crescimento, pregar o "laissez-faire" é rentável, porque um governo ausente permite o crescimento de bolhas especulativas. Quando essas bolhas estouram, a ideologia se torna um empecilho e entra em estado dormente, enquanto o grande governo parte em missão de salvamento. Mas podemos ter a certeza de que a ideologia retornará com força total assim que os pacotes de socorro tiverem sido entregues.

As dívidas maciças que o público está acumulando para socorrer os especuladores irão, então, tornar-se parte de uma crise orçamentária global que será usada para justificar cortes profundos nos programas sociais, além de uma investida renovada para privatizar o que restou do setor público. Também nos dirão que, infelizmente, nossas esperanças de um futuro verde são demasiado onerosas.

O que não sabemos é como o público vai reagir. Vale lembrar que todos os que têm menos de 40 anos nos EUA cresceram ouvindo que o governo não pode intervir para melhorar nossas vidas, que o governo é o problema, não a solução, que o "laissez-faire" é a única opção. Agora, repentinamente, nos vemos diante de um governo extremamente ativista, intensamente intervencionista, aparentemente disposto a fazer o que for preciso para salvar os investidores deles mesmos. Esse espetáculo necessariamente levanta uma pergunta: se o Estado pode intervir para salvar grandes corporações que assumiram riscos insensatos nos mercados imobiliários habitacionais, por que não pode intervir para salvar milhões de americanos do risco iminente de perderem suas casas devido à execução de suas hipotecas? Se US$ 85 bilhões podem ser disponibilizados instantaneamente para comprar a seguradora gigante AIG, por que um sistema de saúde pago por um fundo único -que protegeria os americanos das práticas predatórias das empresas de seguro-saúde- parece ser um sonho tão inalcançável? E, se cada vez mais corporações precisam do dinheiro dos contribuintes para se manterem em pé, por que os contribuintes não podem fazer exigências em troca -por exemplo, a imposição de tetos aos salários dos executivos ou a adoção de garantias contra mais perdas de empregos?

Agora que está claro que os governos podem, sim, intervir em tempos de crise, ficará muito mais difícil para eles alegar impossibilidade de agir no futuro. Outra mudança potencial tem a ver com as esperanças do mercado quanto a privatizações futuras. Os bancos globais de investimentos vêm fazendo lobby com políticos há anos em favor de dois mercados novos: um que viria da privatização das pensões públicas e outro que viria de uma nova onda de privatizações totais ou parciais de rodovias, pontes e sistemas de água.

Fica mais difícil argumentar em favor desses dois sonhos: os americanos não estão com vontade de confiar uma parte maior de seus ativos individuais e coletivos aos apostadores insensatos de Wall Street, especialmente porque parece mais que provável que os contribuintes terão que recomprar seus próprios ativos quando a próxima bolha estourar.

Com o descarrilamento das conversações na Organização Mundial do Comércio, a crise atual pode também catalisar uma abordagem radicalmente alternativa à regulamentação dos mercados e sistemas financeiros mundiais. Já está ocorrendo no mundo em desenvolvimento um movimento em favor da chamada "soberania alimentar", como alternativa a deixar que caprichos dos negociantes de commodities ditem o acesso aos alimentos em todo o mundo. É possível que tenha chegado a hora, finalmente, de idéias como a taxação das transações financeiras, que desaceleraria o investimento especulativo, além de outros controles dos capitais globais.

E, agora que "nacionalização" deixou de ser palavrão, as empresas de petróleo e gás farão bem em se precaver: alguém precisa pagar pela mudança para um futuro mais verde, e faz muito sentido que a parte maior dos recursos venha do setor altamente rentável que é o maior responsável por nossa crise climática. Isso com certeza faz mais sentido do que criar outra bolha perigosa no comércio de carbono.

Mas a crise à qual estamos assistindo pede mudanças ainda mais profundas. A razão pela qual se permitiu que proliferasse o crédito de risco não foi apenas que os reguladores não compreenderam o risco. É porque temos um sistema econômico que mede nossa saúde coletiva exclusivamente com base no crescimento do PIB. Enquanto os créditos de risco estavam alimentando o crescimento econômico, nossos governos os apoiaram ativamente. Assim, o que está realmente sendo posto em xeque pela crise é o compromisso sem questionamentos com o crescimento a qualquer custo.

Esta crise deve nos conduzir a uma maneira radicalmente diferente de nossas sociedades medirem a saúde e o progresso. Mas nada disso vai acontecer sem a imposição de pressões públicas muito fortes sobre os políticos neste período-chave. Não estamos falando em fazer lobby de modo educado, mas na volta das pessoas às ruas e ao tipo de ação direta que trouxe o New Deal nos anos 1930. Sem isso, haverá mudanças superficiais e o retorno ao "business as usual" o mais rapidamente possível.

Crise: modos de usar

Slavoj Zizek
Folha

A partir de agora, a aposta é saber qual discurso ganhará a disputa para explicar o que levou os EUA à beira do colapso. Terá a crise financeira total sido um momento que realmente provocou reflexão sóbria, o despertar de um sonho?

Quando o herói de "Eles Vivem", de John Carpenter, uma das obras-primas esquecidas da esquerda de Hollywood, colocou um par de óculos de sol estranho que encontrou numa igreja abandonada, descobriu que um outdoor colorido que convidava as pessoas a passar férias numa praia do Havaí passava a ostentar apenas palavras cinzentas sobre um pano de fundo branco -"casem e se reproduzam"-, enquanto um anúncio de uma nova TV em cores passava a dizer simplesmente "não pense, consuma!".

Em outras palavras, os óculos funcionavam como aparelho de crítica da ideologia, possibilitando ao protagonista enxergar a mensagem real oculta sob a superfície colorida. O que veríamos, então, se observássemos a campanha presidencial republicana com a ajuda de óculos como esses?A primeira coisa que chamaria nossa atenção seria uma longa série de contradições e incoerências já observadas por muitos comentaristas.

O chamado para passar por cima das divisões partidárias -acompanhado pela brutal guerra cultural de "nós" contra "eles". O aviso de que a imprensa deveria se abster de comentar a vida familiar dos candidatos -enquanto a família é exibida sobre o palco. A promessa de mudanças, acompanhada pelo mesmo velho programa de sempre (isto é, menos impostos e menos Estado, reforço das Forças Armadas, política externa mais intransigente). A promessa de reduzir os gastos do Estado, acompanhada de elogios ao governo Reagan. Acusar o partido adversário de privilegiar o estilo em detrimento da substância -em eventos de mídia perfeitamente encenados.

O próximo passo é perceber que essas e outras incoerências não são um ponto fraco, mas uma arma-chave da força da mensagem republicana. A estratégia republicana explora com maestria as falhas da política liberal-democrata: sua preocupação paternalista com os pobres, associada a uma indiferença mal disfarçada pelos trabalhadores de colarinho azul; seu feminismo politicamente correto, que anda de mãos dadas com uma mal disfarçada desconfiança das mulheres no poder.

Sarah Palin [candidata à Vice-Presidência na chapa republicana de John McCain] foi um sucesso nesses dois quesitos, desfilando sua feminilidade com seu marido de classe trabalhadora. As gerações anteriores de políticas (Golda Meir, Indira Gandhi, Margaret Thatcher -mesmo Hillary Clinton, até certo ponto) eram mulheres do tipo mais comumente descrito como "fálicas": elas agiam como "damas de ferro" que imitavam a autoridade masculina ou a exageravam, procurando ser "mais homens que os homens". Ao contrário, exibe sua condição feminina e materna com orgulho. Exerce um efeito "castrador" sobre seus adversários homens, não por ser mais viril que eles, mas por empregar a arma feminina máxima, ironizando sarcasticamente a autoridade masculina empolada. Ela sabe que a autoridade masculina "fálica" é uma pose, uma ilusão a ser explorada e ironizada.Vale recordar como ela zombou de Obama como "organizador comunitário", explorando o fato de que existe algo de estéril em sua aparência física, com sua pele negra diluída, seus traços magros e orelhas grandes...

Com Palin, vimos uma feminilidade "pós-feminista", sem complexos, unindo as características de mãe, professora correta e pudica (óculos, coque), pessoa pública e, implicitamente, objeto sexual.A mensagem é que não falta nada a Palin -e, para torná-la ainda mais irritante, foi uma mulher republicana quem realizou esse sonho da esquerda liberal. É como se Sarah Palin simplesmente fosse aquilo que as feministas liberais de esquerda querem ser. Não surpreende que o efeito Palin seja um efeito de falsa libertação: "Drill, baby, drill!" ("perfurar, baby, perfurar!" -alusão à perfuração de poços petrolíferos). Podemos reunir o impossível, feminismo e valores familiares, grandes empresas e trabalhadores braçais!

Assim, retornando a "Eles Vivem", para captar a mensagem republicana verdadeira é preciso levar em conta aquilo que é dito e o que não é dito, mas que fica implícito. Onde a mensagem que vemos é a promessa de mudanças, os óculos revelariam algo como "não se preocupem, não haverá mudanças reais. Só queremos mudar algumas coisinhas para ter a certeza de que nada vai mudar de fato. "O discurso da mudança, de mexer nas águas paradas de Washington, é uma constante republicana.

Aqui não há lugar para ingenuidade: os eleitores republicanos sabem muito bem que não haverá mudanças reais. Sabem que a substância será a mesma, com apenas algumas mudanças de estilo. Isso faz parte do acordo. Mas e se a mensagem republicana das entrelinhas ("não tenham medo, não haverá mudanças reais...") for a verdadeira ilusão, e não a verdade secreta? E se realmente houver uma mudança? Felizmente, aconteceu o fato necessário -uma verdadeira bênção eleitoral disfarçada- para nos fazer lembrar do mundo em que vivemos: a realidade do capitalismo global.

O Estado adotou medidas emergenciais e prevê gastar US$ 700 bilhões com um plano de resgate financeiro, de modo a consertar as conseqüências da crise provocada pelas especulações do livre mercado. A mensagem é inequívoca: mercado e Estado não se opõem; intervenções fortes do Estado são necessárias para manter a viabilidade do mercado. Diante da avassaladora crise financeira, a reação republicana predominante foi a de desesperadamente tentar reduzir a crise a um infortúnio de gravidade restrita, que poderia facilmente ser sanado com uma dose correta do velho remédio republicano (respeito aos mecanismos de mercado etc.). Mas toda a encenação política de gastos menores do Estado se tornou irrelevante após essa injeção de realidade repentina: mesmo os partidários mais ferrenhos da redução do papel excessivo de Washington agora reconhecem a necessidade de uma intervenção do Estado que, em seu valor quase inimaginável, chega a ser sublime. Diante dessa grandeza sublime, todas as bravatas foram reduzidas a um resmungar confuso. Onde foram parar a determinação de McCain e o sarcasmo de Palin?

Mas terá a crise financeira total sido um momento que realmente provocou reflexão sóbria, o despertar de um sonho? Tudo depende de como ela será simbolizada, de qual interpretação ideológica ou de qual versão irá se impor e ditar a percepção geral da crise. Quando o curso normal dos fatos é interrompido de maneira traumática, o campo fica aberto à competição ideológica "discursiva". Por exemplo, na Alemanha, no final dos anos 1920, Hitler ganhou a competição pelo discurso que iria explicar aos alemães as razões da crise da República de Weimar e a saída proposta para ela (a conspiração, para ele, era a conspiração judaica); na França, em 1940, foi a narrativa do marechal Pétain que venceu a disputa por explicar as razões da derrota francesa.

Conseqüentemente, para formular a coisa em termos marxistas antiquados, a tarefa principal da ideologia dominante na crise atual é impor uma narrativa que não atribua a culpa pela crise atual ao sistema capitalista em si, mas a seus desvios secundários acidentais (regulamentação fiscal demasiado leniente, a corrupção de grandes instituições financeiras etc.). Contra essa tendência, devemos insistir na pergunta chave: qual "falha" do sistema enquanto tal abriu a possibilidade de tais crises e colapsos?

A primeira coisa a ter em mente aqui é que a origem da crise é "benévola": depois da explosão da bolha digital, nos primeiros anos do novo milênio, a decisão feita por ambos os partidos foi facilitar os investimentos imobiliários, para manter a economia andando e impedir a recessão. Logo, a crise atual é o preço que está sendo pago pelo fato de os EUA terem evitado uma recessão cinco anos atrás. Assim, o perigo é que a narrativa predominante da atual crise seja aquela que, em lugar de nos fazer despertar de um sonho, nos possibilitará continuar a sonhar. É nesse ponto que devemos começar a nos preocupar: não apenas com as conseqüências econômicas da crise, mas com a tentação evidente de injetar ânimo novo na "guerra ao terror" e no intervencionismo dos EUA, para manter a economia funcionando a contento.

sábado, 27 de setembro de 2008

Ecuador realiza referendo constitucional


Las principales fuerzas políticas ecuatorianas cerraron este jueves aquí las campañas por el sí y el no a la nueva Constitución de Ecuador, que será votada el próximo domingo en un referendo para el cual están convocados 9 millones de ciudadanos que, según encuestas, se inclinan mayoritariamente por la aprobación.

El presidente Rafael Correa, quien ganó las elecciones presidenciales en octubre de 2006 al hombre más rico del país, Álvaro Noboa, concluyó la promoción del proyecto constitucional con un acto masivo en el estadio Modelo de esta ciudad portuaria, tradicional bastión de los partidos conservadores y de los opositores políticos a la nueva carta fundamental, de 444 artículos.

Mientras los seguidores de Correa se concentraban en una parte de Guayaquil, Jaime Nebot, el alcalde de esta ciudad y uno de los principales promotores del no, junto a Noboa, encabezó una caravana de automóviles para animar a los opositores.

De ser aprobada la nueva Constitución, el Estado ecuatoriano tendrá mayor control de sectores estratégicos de la economía como el petróleo (Ecuador es el quinto productor de América), las minas, las telecomunicaciones, la producción de alimentos (quedaría prohibida la utilización de semillas genéticamente modificadas) y el acceso al agua. Asimismo, el Banco Central de Ecuador perdería su autonomía y la política monetaria y crediticia sería una atribución exclusiva del presidente de la república.

Correa, que en los dos últimos años ha criticado los acuerdos crediticios concertados en el pasado con la banca extranjera, logró que los constituyentes, que sesionaron desde el 29 de noviembre de 2007 hasta el 24 de julio pasados, incluyeran artículos constitucionales que permitirán al gobierno declarar ilegítima e ilegal el débito externo. En declaraciones a una radioemisora local, antes del cierre de campaña, Correa dijo a los habitantes de Guayaquil que en caso de que gane el no, el país resultaría ingobernable, porque se fortalecerían las fuerzas que dominaron la escena política en las dos últimas décadas y propiciaron la “larga noche neoliberal”. “Sería imposible gobernar un país si es que vuelve el anterior Congreso; si es que vuelve el anterior fiscal, si es que vuelve el anterior superintendente de bancos”, afirmó el mandatario.

sexta-feira, 26 de setembro de 2008

O declínio do poder americano


César Benjamin

“Os Estados Unidos são uma potência hegemônica em declínio.” Quem diz isso, contrariando as aparências, é Immanuel Wallerstein, um dos mais importantes cientistas sociais em atividade no mundo. Ele prossegue: “Poucas pessoas acreditam nessa afirmação. Os únicos que acreditam são os ‘falcões’ dos Estados Unidos, que defendem políticas para inverter o declínio.”

Estudioso de processos longos, dotado de larga base cultural, sempre em busca de abordagens multidisciplinares, Wallerstein não se deixa iludir por aparências. É certo: os Estados Unidos permanecem desfrutando de enorme poder. Mas, há cinqüenta anos esse poder baseava-se em uma combinação de eficiência produtiva inigualável, apoio seguro de aliados na Europa e na Ásia, e superioridade militar. Hoje, a economia norte-americana experimenta forte competição em todas as frentes, e a agenda política mundial dos Estados Unidos é sistematicamente contestada, mesmo por seus aliados. Resta a superioridade militar. Será suficiente?

O autor vai mais longe. Defende que a economia-mundo capitalista, tal como a conhecemos, está sujeita a tensões estruturais com as quais não tem mais condições de lidar. Três tendências seculares estão maduras, a ponto de minar irreversivelmente a acumulação de capital: o aumento dos custos salariais como percentagem dos custos de produção (que decorre da desruralização do mundo), o aumento dos custos dos materiais (que decorre do esgotamento ecológico) e o aumento da tributação (que decorre da maior participação política dos trabalhadores). Daí a idéia de que, pela primeira vez em quinhentos anos, o capitalismo experimenta de fato uma crise sistêmica.

Estamos em uma era de transição, cujo resultado é incerto, mas que abre espaços para uma intervenção criativa por parte das forças de contestação. Wallerstein não nos oferece uma análise fria, mas sim um chamamento à ação: "Em eras de transição, ninguém pode dar-se ao luxo de ficar de fora."

O livro descreve um mundo imerso em grande perplexidade, desencorajado por fracassos. Fracasso dos Estados Unidos em cumprir a promessa da utopia liberal e fracasso dos movimentos anti-sistêmicos, que chegaram ao poder em muitos países durante o século XX, mas não conseguiram criar a nova sociedade que prometeram. Diante de tamanha incerteza, as ciências sociais permanecem impotentes, enjauladas na perspectiva eurocêntrica que as impede de fornecer conhecimentos precisos sobre os processos globais.

Ao tratar dessas questões, os textos aqui reunidos transitam por todos os temas atuais relevantes: limites da democracia, racismo, choque de civilizações, crise dos Estados de Bem-Estar, terrorismo, globalização, relações Norte-Sul e o papel dos intelectuais. Por tudo isso, O Declínio do Poder Americano torna-se excepcionalmente importante para compreendermos o mundo contemporâneo.

El Estado en el centro de la tormenta

Raúl Zibechi
La Jornada

Las diversas crisis en curso tienen la enorme virtud de develar situaciones que, en el transcurso de la cotidianeidad, aparecen opacadas y resultan invisibles. Entre ellas, muestran el papel real de los estados-nación más allá de los discursos, tanto sus límites como herramientas para los cambios, así como el papel insustituible que juegan para las elites globales.

El colosal salvataje bancario que pretende imponer el gobierno de George W. Bush recuerda los análisis de Fernand Braudel, actualizados por Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi para comprender los rumbos del capitalismo en su fase terminal. Para ellos, el capitalismo no podría haber triunfado ni puede permanecer sobre la Tierra sin colonizar y utilizar los estados, como herramientas centrales en el proceso de acumulación de capital. La utilización masiva de fondos públicos para auxiliar al sistema financiero convierte en polvareda ideológica la cacareada capacidad de los mercados de autorregularse. Y evidencia los discursos mentirosos sobre el papel marginal del Estado en la economía neoliberal, y, sobre todo, la grosera utilización de los estados en la realización de ganancias y en fortalecer el papel de las elites.

La negativa de Bush a beneficiar a los pequeños deudores mientras acude en auxilio del casino financiero, enseña las más excluyentes opciones de un Estado clasista. Sin embargo, el hecho incontestable de que el Estado sea pieza clave en el funcionamiento “normal” del sistema capitalista, más cuando la guerra se ha convertido en su forma habitual de funcionar, no quiere decir que sea un instrumento apto para la liberación de los pueblos. El drama boliviano señala precisamente esos límites.

De poco valió que Evo Morales alcanzara un increíble 67 por ciento en el referendo revocatorio de agosto. Si Bolivia no fuera un Estado colonial, la legitimidad del gobierno sería un hecho que nadie en su sano juicio podría contestar. Sin embargo, las elites económicas se resisten a perder el control de “su” Estado, que jugó papel destacado a la hora de permitirles acumular millones de hectáreas, base de su fortuna y poder, a raíz de la reforma agraria posrevolución de 1952, que debería haber beneficiado a los campesinos pobres de Santa Cruz. Ese Estado les facilitó una acumulación tal de riquezas que hubiera hecho empalidecer a Adam Smith cuando acuñó el concepto “acumulación primitiva” para dar cuenta del proceso de creación de un capital primigenio, previo a la puesta en marcha del proceso de acumulación por extracción de plusvalor.

La crisis de septiembre mostró la desesperación de las elites bolivianas ante la posibilidad de perder el Estado como punto de apoyo en su pugna por mantener su poder. La demanda autonomista no es más que un proceso de construcción de un poder estatal para proteger sus riquezas. Como no podía ser de otro modo, las burocracias civil y militar juegan a favor de los poderosos, a impedir cambios, a perpetuar los privilegios. Por eso las fuerzas armadas no obedecen a Evo cuando les ordena establecer el estado de sitio en Santa Cruz. Es necesario destacar la cautela del gobierno a la hora de lanzar a las tropas contra los autonomistas. Las fuerzas armadas no pueden ni deben ser las que diriman las luchas de clases. Flaco favor le haría un gobierno que se reclama popular si se prestara a hacerlo.

Ese lugar no pueden sino ocuparlo pueblos organizados en movimientos. El dato nuevo y esperanzador es el nuevo activismo de base, como analizó Raquel Gutiérrez Aguilar. El cerco a Potosí, en agosto, y el reciente cerco a Santa Cruz por 20 mil indígenas marcan un punto de inflexión más trascedente que las decisiones del gobierno de La Paz para contrarrestar la rebelión autonomista. Son esas bases, las mismas que protagonizaron la guerra del agua en 2000, las guerras del gas en 2003 y 2005, las únicas que pueden modificar la relación de fuerzas y poner en retirada a las elites cruceñas. En ellas anida una capacidad y determinación destinadas a desbordar, si fuera necesario, al gobierno que sienten como propio. Esos sectores han comprendido que el Estado puede hacer ciertas cosas, decretos y leyes a favor de los pueblos, pero entendieron en dos años y medio que los cambios que apuntan hacia un mundo nuevo sólo pueden venir de abajo.

Parece necesario destacar que no estamos ante un debate ideológico. Es la experiencia la que empuja a los pueblos que viven en Bolivia a tomar en sus manos su propio destino, en vez de dejarlo en los administradores del Estado, que por mejores intenciones que tengan están utilizando una herramienta creada para conservar el estado de cosas, no para demolerlo. Con los movimientos en la calle, corresponderá al gobierno decidir si los apoya de modo incondicional o si, como en estos dos años y medio, los pretende utilizar para obtener concesiones de las elites. De eso se trata la crisis de septiembre: los pueblos nos dicen que su movilización es el factor a tener en cuenta de ahora en más. Y no sólo por parte de las elites reaccionarias; también por el gobierno que, en adelante, tendrá que vérselas con el Ya basta! lanzado, en los hechos, por los indígenas.

Quienes desconfiamos de los estados como instrumentos para construir un mundo nuevo, podemos aprender de estas crisis en curso. Sería repetir viejos errores centrarnos en un debate teórico alejado de lo que realmente está sucediendo ante nuestros ojos. La experiencia nos está diciendo que los movimientos pueden tomar dos caminos para cambiar el mundo: convertirse en burocracias estatales o seguir siendo movimientos. El primero es el trillado camino de más de un siglo; el otro no ofrece garantías, pero se puede asegurar, por lo menos, que es el camino más seguro para que el futuro no se nos escape de las manos.

quinta-feira, 25 de setembro de 2008

Bolivia puso a UNASUR en acción


Daniel Miguez
Página 12

La situación de Bolivia tuvo un espacio en Nueva York, donde la Unasur se reunió en el edificio de las Naciones Unidas para avanzar con lo acordado el 15 de septiembre en Santiago de Chile. Los presidentes Cristina Fernández de Kirchner, Michelle Bachelet, Luiz Inácio Lula da Silva, Alvaro Uribe y el principal interesado, Evo Morales, acordaron conformar la comisión que será enviada a investigar la llamada masacre de Pando y que será coordinada por el argentino Rodolfo Mattarollo. Luego del encuentro, Bachelet anunció también el significativo apoyo de la Unión Europea a la democracia en Bolivia y dijo que en la próxima reunión del organismo regional va a resultar electo su secretario ejecutivo, cargo que Néstor Kirchner tiene casi asegurado.

A la reunión faltaron varios presidentes, algunos porque tenían agenda superpuesta y otros porque no estaban en Nueva York, como el venezolano Hugo Chávez, de gira por China. El encuentro comenzó con Morales explicando cómo evolucionó favorablemente lo que había comenzado como una cuadro sumamente crítico y en eso le asignó un rol decisivo al que jugó la región. “Ahora cuando nos sentamos a dialogar con la oposición me dicen que no quieren desestabilizar la democracia ni atacar mi investidura presidencial, algo que era impensado que dijeran antes de la reunión de Unasur”, dijo el presidente boliviano, luego de un efusivo agradecimiento.

Bachelet, en su carácter de presidenta pro-témpore del organismo, informó que “hemos recibido una carta de apoyo de la Unión Europea a la declaración que realizamos como Unasur en defensa de la democracia en Bolivia”. La respuesta fue un aplauso cerrado de los presentes, que retumbaron en el inmenso salón. Al abrir la sesión, Bachelet, con una cuota de humor, había hecho referencia a las dimensiones del lugar. “Esta es la única sala que encontramos disponible y si es muy grande deberá ser por la importancia que comienza a tener la Unasur.”

Cuando se avanzó en las formas concretas de acción de Unasur en Bolivia, al tratarse la creación de una comisión para investigar la matanza y desapariciones en Pando, todas ellas de partidarios del oficialismo, la presidenta argentina propuso a Mattarollo.

La reunión fue breve y expeditiva. Lula, que estaba acompañado por su canciller, Celso Amorim, y su asesor en temas internacionales, Marco Aurelio García, no pidió la palabra. Sobre Lula, su vínculo con Unasur y en especial su implicancia en el caso Bolivia corrieron muchas versiones, entre ellas que no iba a ir a la cumbre de Chile ni que tampoco estaría hoy en Nueva York. Contra los rumores, asistió a los dos encuentros.

La prontitud con que resolvieron los temas llevó a Bachelet a decir en el cierre del encuentro que “hoy hemos vuelto a ratificar aquí que somos rápidos y eficientes y de esta manera desterramos prejuicios acerca de las relaciones multilaterales”. Algunos bromearon sobre las verdaderos motivos de tanta velocidad: ya había pasado el mediodía y nadie había almorzado.

Uno de los temas pendientes de Unasur es designar a su secretario ejecutivo, puesto vacante desde mayo, cuando renunció el ecuatoriano Rodrigo Borja. Hay dos candidatos: Néstor Kirchner y el boliviano Pablo Solón. Pero Kirchner tiene casi todos los boletos, porque Morales desistiría de impulsar a su compatriota.

Bachelet oficializó la situación y pidió que sea elegido en la próxima cumbre. “El presidente de Ecuador, Rafael Correa, envió una carta proponiendo al ex presidente Néstor Kirchner para ocupar la Secretaría Ejecutiva de Unasur. Les pido a todos los delegados que para nuestro próximo encuentro vengan con una decisión tomada, así podemos elegir ese día al nuevo secretario ejecutivo”, dijo Bachelet en el recinto.

La presidenta de Chile también propuso que sea postergada la próxima reunión del bloque que se iba a realizar en octubre en Viña del Mar, “ya que nos vamos a volver a ver muchos de nosotros en Caracas o en Bahía y entonces podemos realizar la nueva cumbre allí”. En la capital venezolana se hará en noviembre la cumbre de presidentes de América latina y Africa; y en Bahía, está previsto para diciembre el encuentro semestral del Mercosur. Según explicó Bachelet, para entonces –noviembre o diciembre– habrán tenido el tiempo para avanzar en el acuerdo de algunas acciones en conjunto de los países miembros. La moción fue aprobada. También, el pedido de Bachelet de que el resto de los países designe rápido a los integrantes de la comisión investigadora de los crímenes de Pando, que trabajarán junto a Mattarollo, que el martes próximo se reunirá en La Paz con Morales para empezar su trabajo. Bachelet cerró el encuentro y tras las fotos de uso y costumbre, se despachó con un saludo original: “Hasta la vista, como dijo Schwarzenegger”.

Al salir de la ONU, Cristina Kirchner resaltó que Morales haya elogiado “la efectividad de la declaración, que tuvo lugar en Santiago de Chile, en La Moneda, y el curso de acción que en ese momento establecimos” y resaltó a Mattarollo, “un especialista en materia de derechos humanos reconocido a nivel internacional”.

O impensável aconteceu


Boaventura de Sousa Santos
Carta Maior

O Estado deixou de ser o problema para voltar a ser a solução; cada país tem o direito de fazer prevalecer o que entende ser o interesse nacional contra os ditames da globalização; o mercado não é, por si, racional e eficiente, apenas sabe racionalizar a sua irracionalidade e ineficiência enquanto estas não atingirem o nível de auto-destruição.

A palavra não aparece na mídia norte-americana, mas é disso que se trata: nacionalização. Perante as falências ocorridas, anunciadas ou iminentes de importantes bancos de investimento, das duas maiores sociedades hipotecárias do país e da maior seguradora do mundo, o governo dos EUA decidiu assumir o controle direto de uma parte importante do sistema financeiro.

A medida não é inédita pois o Governo interveio em outros momentos de crise profunda: em 1792 (no mandato do primeiro presidente do país), em 1907 (neste caso, o papel central na resolução da crise coube ao grande banco de então, J.P. Morgan, hoje, Morgan Stanley, também em risco), em 1929 (a grande depressão que durou até à Segunda Guerra Mundial: em 1933, 1000 norteamericanos por dia perdiam as suas casas a favor dos bancos) e 1985 (a crise das sociedades de poupança).

O que é novo na intervenção em curso é a sua magnitude e o fato de ela ocorrer ao fim de trinta anos de evangelização neoliberal conduzida com mão de ferro a nível global pelos EUA e pelas instituições financeiras por eles controladas, FMI e o Banco Mundial: mercados livres e, porque livres, eficientes; privatizações; desregulamentação; Estado fora da economia porque inerentemente corrupto e ineficiente; eliminação de restrições à acumulação de riqueza e à correspondente produção de miséria social.

Foi com estas receitas que se “resolveram” as crises financeiras da América Latina e da Ásia e que se impuseram ajustamentos estruturais em dezenas de países. Foi também com elas que milhões de pessoas foram lançadas no desemprego, perderam as suas terras ou os seus direitos laborais, tiveram de emigrar.

À luz disto, o impensável aconteceu: o Estado deixou de ser o problema para voltar a ser a solução; cada país tem o direito de fazer prevalecer o que entende ser o interesse nacional contra os ditames da globalização; o mercado não é, por si, racional e eficiente, apenas sabe racionalizar a sua irracionalidade e ineficiência enquanto estas não atingirem o nível de auto-destruição; o capital tem sempre o Estado à sua disposição e, consoante os ciclos, ora por via da regulação ora por via da desregulação. Esta não é a crise final do capitalismo e, mesmo se fosse, talvez a esquerda não soubesse o que fazer dela, tão generalizada foi a sua conversão ao evangelho neoliberal.

Muito continuará como dantes: o espiríto individualista, egoísta e anti-social que anima o capitalismo; o fato de que a fatura das crises é sempre paga por quem nada contribuiu para elas, a esmagadora maioria dos cidadãos, já que é com seu dinheiro que o Estado intervém e muitos perdem o emprego, a casa e a pensão. Mas muito mais mudará. Primeiro, o declínio dos EUA como potência mundial atinge um novo patamar. Este país acaba de ser vítima das armas de destruição financeira massiça com que agrediu tantos países nas últimas décadas e a decisão “soberana” de se defender foi afinal induzida pela pressão dos seus credores estrangeiros (sobretudo chineses) que ameaçaram com uma fuga que seria devastadora para o actual american way of life.

Segundo, o FMI e o Banco Mundial deixaram de ter qualquer autoridade para impor as suas receitas, pois sempre usaram como bitola uma economia que se revela agora fantasma. A hipocrisia dos critérios duplos (uns válidos para os países do Norte global e outros válidos para os países do Sul global) está exposta com uma crueza chocante. Daqui em diante, a primazia do interesse nacional pode ditar, não só proteção e regulação específicas, como também taxas de juro subsidiadas para apoiar indústrias em perigo (como as que o Congresso dos EUA acaba de aprovar para o setor automóvel).

Não estamos perante uma desglobalização mas estamos certamente perante uma nova globalização pós-neoliberal internamente muito mais diversificada. Emergem novos regionalismos, já hoje presentes na África e na Ásia mas sobretudo importantes na América Latina, como o agora consolidado com a criação da União das Nações Sul-Americanas e do Banco do Sul. Por sua vez, a União Européia, o regionalismo mais avançado, terá que mudar o curso neoliberal da atual Comissão sob pena de ter o mesmo destino dos EUA. Terceiro, as políticas de privatização da segurança social ficam desacreditadas: é eticamente monstruoso que seja possível acumular lucros fabulosos com o dinheiro de milhões trabalhadores humildes e abandonar estes à sua sorte quando a especulação dá errado. Quarto, o Estado que regressa como solução é o mesmo Estado que foi moral e institucionalmente destruído pelo neoliberalismo, o qual tudo fez para que sua profecia se cumprisse: transformar o Estado num antro de corrupção. Isto significa que se o Estado não for profundamente reformado e democratizado em breve será, agora sim, um problema sem solução. Quinto, as mudanças na globalização hegemônica vão provocar mudanças na globalização dos movimentos sociais que vão certamente se refletir no Fórum Social Mundial: a nova centralidade das lutas nacionais e regionais; as relações com Estados e partidos progressistas e as lutas pela refundação democrática do Estado; contradições entre classes nacionais e transnacionais e as políticas de alianças.

quarta-feira, 24 de setembro de 2008

El gobierno de Estados Unidos al rescate

Michael Hudson
Sin permiso

“Anteanoche, el Tesoro de los EEUU y la Reserva Federal cambiaron radicalmente el carácter del capitalismo norteamericano. Se trata, ni más ni menos, que de un coup d’êtat a favor de la clase que Franklin Delano Roosevelt llamaba los “báncgsters”. Lo que ha pasado en las dos últimas semanas amenaza con alterar el curso del siglo que ahora rompe, y de alterarlo de manera irreversible si se salen con la suya. Pues de lo que se trata es de la mayor y más inequitativa transferencia de riqueza desde que se regalaron tierras a los barones de los ferrocarriles en la era de la Guerra Civil”

Nadie esperaba que el capitalismo industrial terminara de este modo. Es más, nadie se percató siquiera de que evolucionaba en esa dirección. Mucho me temo que esa ceguera no es inusual entre los futurólogos: la tendencia natural es pensar sobre la forma óptima de crecimiento y desarrollo de las economías. Pero siempre parece surgir un camino imprevisto, y entonces la sociedad se va por una tangente.

¡Qué dos semanas! El domingo 7 de septiembre el Tesoro tomó el control de los 5,3 billones de dólares expuestos a riesgo hipotecario de las compañías Fannie Mae y Freddie Mac, cuyos jefes habían sido ya destituidos por fraude contable. El lunes 15 de septiembre Lehman Brothers se declaró en bancarrota cuando posibles compradores de Wall Street no consiguieron hallar rastro alguno de realidad en su contabilidad financiera. El miércoles, la Reserva federal accedió a dar por buenas, a un coste de por lo menos 85 mil millones de dólares, las ganancias “aseguradas” que la AIG debía a los tahúres financieros que, a través del comercio de valores computerizado, apostaron por las hipotecas basura y contrataron seguros de cobertura con este grupo asegurador, el American International Group (cuyo jefe, Maurice Greenberg, ya había sido destituido hace unos pocos años por fraude contable). Pero es el viernes 19 de septiembre el que figurará en la historia de los EEUU como el momento de inflexión. La Casa Blanca comprometió al menos medio billón de dólares más en el empeño de reinflar los precios inmobiliarios a fin de sostener el valor de mercado de las hipotecas basura (que son hipotecas contratadas sin tener en cuenta la capacidad de los deudores para pagar y que, encima, sobrestiman el precio corriente de mercado del colateral que se ofrece como garantía de la deuda).

Esos miles de millones de dólares fueron sacrificados para mantener vivo un sueño: las ficciones contables puestas sobre el papel por compañías que habían ingresado en un mundo irreal fundado en una contabilidad falsaria que prácticamente todo el mundo financiero sabía tramposa. Pero todos jugaban con la compraventa de hipoteca basura empaquetada porque aquí es donde se ganaba dinero. Incluso luego del colapso de los mercados, varios gestores ejecutivos de fondos de inversión que mantenían la lucidez fueron duramente criticados por no embarcarse en el juego mientras funcionara. Yo tengo amigos en Wall Street que fueron despedidos por no lograr igualar los retornos que estaban consiguiendo sus colegas. Y los mayores retornos se conseguían comerciando con los activos financieros más grandes de la economía: la deuda hipotecaria. Sólo las hipotecas empaquetadas poseídas o garantizadas por Fannie y Freddie excedían ya el volumen de toda la deuda nacional de los EEUU, que es el déficit acumulado por el Estado norteamericano ¡desde los días en que la nación ganó la guerra revolucionaria de independencia!
Eso da una idea de las enormes dimensiones del rescate, así como de las prioridades del Estado (o, al menos, de los republicanos en el gobierno). En vez de despertar la economía a la realidad, el gobierno ha empeñado todos sus recursos en la promoción del irreal sueño, según el cual las deudas pueden ser satisfechas: si no por los propios deudores, por el gobierno (o los “contribuyentes”, como se dice eufemísticamente).

Anteanoche, el Tesoro de los EEUU y la Reserva Federal cambiaron radicalmente el carácter del capitalismo norteamericano. Se trata, ni más ni menos, que de un coup d’êtat a favor de la clase que Franklin Delano Roosevelt llamaba los “báncgsters”. Lo que ha pasado en las dos últimas semanas amenaza con alterar el curso del siglo que ahora rompe, y de alterarlo de manera irreversible si se salen con la suya. Pues de lo que se trata es de la mayor y más inequitativa transferencia de riqueza desde que se regalaron tierras a los barones de los ferrocarriles en la era de la Guerra Civil.

Aun así, hay pocos indicios de que eso llegue siquiera a poner fin a los tambores y trompetas de libre mercado de los insiders financieros que han logrado destruir el control público por la vía de colocar en las principales agencias reguladores a reconocidos antirreguladores, generando así el caos que, según dice ahora el secretario del Tesoro Henry Paulson, amenaza los depósitos bancarios y los puestos de trabajo de todos los noteamericanos. A lo que realmente amenaza, claro está, es a los mayores contribuidores financieros a la campaña electoral de los republicanos (y para ser justos, también a los mayores contribuidores a las campañas de los candidatos demócratas a puestos clave en los comités de finanzas del Congreso).

Una clase cleptocrática ha tomado el control de la economía, a fin de reemplazar el capitalismo industrial. El término acuñado en su día por Roosevelt –“báncgters”— lo dice todo en una palabra. La economía ha sido asaltada y capturada por una potencia foránea. No por los sospechosos habituales: no por el socialismo, no por los trabajadores, no por el “Estado sobredimensionado”, no por los monopolistas industriales; ni siquiera por las grandes familias de banqueros. Desde luego, no por la francmasonería o por los illuminati. (Sería maravilloso que de verdad existiera algún grupo que hubiera estado actuando en la sombra, con siglos de sabiduría acumulada: así, al menos, alguien tendría un plan.) Lo que ha ocurrido es que los báncgsters se han aliado con una potencia foránea: no con los comunistas, no con los rusos, los asiáticos o los árabes; ni siquiera son humanos. El grupo en cuestión es un vástago de las máquinas. Puede sonar a película de Terminator, pero lo cierto es que las máquinas computerizadas han llegado a hacerse con el control del mundo, o al menos, del mundo de la Casa Blanca.

He aquí cómo lo lograron. A.I.G. subscribió pólizas de seguros de todo tipo solicitados por la gente y por el mundo de los negocios: seguros de vivienda y de propiedad, seguros agropecuarios, incluso seguros para cubrir el arrendamiento aeronáutico. Ese rentabilísimo negocio no fue el problema. (Por eso mismo, será con toda probabilidad saldado para poder pagar las apuestas fallidas de la compañía.) La caída de A.I.G. vino de los 450 mil millones de dólares –casi medio billón— que le quedaron colgados al asegurar garantías a fondos hedge de libe inversión. En otras palabras: si dos partes jugaban un juego de suma cero, apostando la una contra la otra por la subida o la bajada del dólar frente a la libra esterlina o el euro, o si aseguraban una cartera hipotecaria o hipotecas basura para tener garantías de que se cobrarían, entonces pagaban una minúscula comisión a A.I.G. por una póliza que prometía pagar si, pongamos por caso, el mercado hipotecario norteamericano de 11 billones de dólares llegaba a “tropezar”, o si los perdedores que habían colocado billones de dólares en apuestas a derivados del mercado internacional de divisas o a derivados financieros de acciones u obligaciones terminaban en una situación parecida a la que se hallan muchos patronos de las Vegas, esto es, incapaces de cubrir sus deudas en efectivo.

A.I.G. cosechó miles de millones de dólares con esas pólizas. Y gracias al hecho de que las compañías aseguradoras son un paraíso friedmaniano –no regulado por la Reserva Federal, ni por ninguna ora agencia de alcance nacional, y por lo tanto, capaces de acceder a la proverbial barra libre sin supervisión pública—, la suscripción de esas pólizas se hacía por la vía del listado informático, y la compañía cosechaba enormes cantidades de honorarios y comisiones sin apenas poner capital de su parte. A eso es a lo que se llama “autorregulación”. Y así es como se supone que funciona la mano invisible del mercado.

Ello es que, inevitablemente, algunas instituciones financieras que se habían jugado miles de millones de dólares –normalmente, y para ser precisos, apostando mil millones de dólares en el curso de unos pocos minutos— no estaban en condiciones de pagar. Esos juegos se desarrollaban en microsegundos, como fogonazos en pantalla, prácticamente sin interferencia humana. En este sentido, no es tan distinto de los alienígenas haciéndose con el control. Pero en este caso se trata de máquinas tipo robot: de aquí la analogía que tracé con los Terminators.

Su repentino acceso al poder es tan imprevisible como una invasión procedente de Marte. La analogía que más se acerca es la invasión de los Chicos de Chicago, del Banco Mundial y de U.S.A.I.D. (Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional, por sus siglas en inglés) en Rusia y otras economías postsoviéticas luego de la disolución de la URSS, urgiendo privatizaciones de libre mercado a fin de crear cleptocracias nacionales. Para los estadounidenses debería constituir un signo de alerta el que esos clepócratas se hayan convertido en las fortunas fundadoras de sus respectivos países. Deberíamos tener presente la observación de Aristóteles, según la cual la democracia es el estadio inmediatamente anterior a la oligarquía.

Las máquinas financieras que desarrollaron el comercio que terminó en la quiebra de A.I.G. estaban programadas por ejecutivos financieros para actuar con la velocidad de la luz en operaciones de comercio electrónico que a menudo no duraban sino unos cuantos segundos, y eso, millones de veces al día. Sólo una máquina podría calcular la distribución de probabildades matemáticas a partir de la observación de ínfimas variaciones, arriba y abajo, de tasas de interés, tasas de cambio y precios de acciones y obligaciones… y precios de hipotecas empaquetadas. Y estos últimos paquetes, cada vez más, cobraron la forma de hipotecas basura, pretendidamente deudas pagables pero, en realidad, cáscara huera.

En particular, las máquinas empleadas por los fondos hedge han dado un nuevo significado al capitalismo de casino. Hace mucho que se aplicaba a los especuladores que jugaban en el mercado de valores. Consistía en hacer apuestas cruzadas, perder algo y ganar algo,… y en dejar que el Estado rescatara a los no pagadores. El giro observable en la turbulencia de las dos últimas semanas es que los ganadores no pueden recoger las ganancias de sus apuestas, a menos que el gobierno pague las deudas contraídas por los perdedores, incapaces de satisfacerlas con su propio dinero.

Uno habría pensado que todo eso requiere algún grado de control por parte del Estado, que probablemente este tipo de actividad no debería haberse autorizado jamás. De hecho, nunca fue autorizada, y por lo mismo, tampoco regulada. Pero parecía haber una buena razón para ello: los inversores de los fondos de cobertura, o hedge, habían firmado un papel diciendo que eran lo bastante ricos como para permitirse perder su dinero en este juego financiero. A los papás y mamás comunes y corrientes no les estaba permitido participar. A pesar del alto rendimiento generado por millones de minúsculas operaciones comerciales, se consideraban demasiado arriesgadas para principiantes carentes de fondos fiables para entrar en el juego.

Un fondo hedge, o fondo de cobertura o de inversión libre, no gana dinero produciendo bienes y servicios. No avanza fondos para comprar activos reales, ni siquiera presta dinero. Lo que hace es tomar prestadas enormes sumas para apalancar sus apuestas con crédito prácticamente ilimitado. Sus ejecutivos no son ingenieros industriales, sino matemáticos que programan computadoras para hacer apuestas cruzadas o straddles sobre cómo se comportarán las tasas de interés, las tasas de cambio de divisas o los precios de las acciones y las obligaciones… o los precios de las hipotecas empaquetadas por los bancos. Los préstamos empaquetados pueden tener contenido o ser basura. No importa. Lo único que importa es ganar dinero en un mercado en el que el grueso de las operaciones comerciales dura apenas unos segundos. Lo que genera ganancias es la fibrilación de los precios, la volatilidad.

Este tipo de transacciones puede hacer fortunas, pero no es la “creación de riqueza” que mucha gente se imagina. Antes de la fórmula matemática de Black-Scholes para calcular el valor de las apuestas de estos fondos de inversión libre, este tipo de juego con opciones de compra y opciones de venta resultaba demasiado costoso como para dar mucho beneficio a nadie, salvo a las empresas de intermediación financiera. Pero la combinación de unas potentes computadoras con la “innovación” representada por un crédito prácticamente ilimitado y el libre acceso a las tablas del juego financiero ha hecho posible un frenético maniobreo de ir y venir.

Pues bien, ¿por qué el Tesoro consideró ineludible entrar en todo esto? ¿Por qué había que salvar a esos tahúres, si tenían dinero bastante para perder sin tener que convertirse en salas hospitalarias necesitadas de asistencia pública? El comercio de los fondos hedge de cobertura e inversión libre estaba limitado a los muy ricos, a los bancos de inversión y a otros inversores institucionales. Pero una de las maneras más fáciles de ganar dinero llegó a ser el prestar fondos con intereses que la gente tenía que devolver con lo que sacaba de sus operaciones comerciales computerizadas. Y casi simultáneamente con la operación, ese dinero se pagaba en forma de comisiones, remuneraciones y bonos anuales que traían a la memoria los EEUU de la Era de la Codicia en los años que precedieron a la I Guerra Mundial, antes de que se introdujera el impuesto sobre la renta en 1913. Lo notable en todo este dinero era que sus destinatarios ni siquiera tenían que pagar por él un impuesto sobre la renta normal. El gobierno lo llamó “ganancias de capital”, lo que significaba que el dinero se gravaba fiscalmente con sólo una fracción de la tasa con la que se gravaban fiscalmente los ingresos.

Con la pretensión, huelga decirlo, de que todo ese frenético comercio crea “capital” real. Desde luego no lo hace en el sentido que tenía el concepto de capital en la economía clásica del siglo XIX. El término ha sido divorciado de las nociones de producción de bienes y servicios, contratación de trabajo asalariado o innovación financiera. Tan “capital” es ahora eso como el derecho a organizar una lotería y recoger las ganancias resultantes de las esperanzas de los perdedores. Pero, entonces, los casinos de Las Vegas y de los garitos ribereños se han convertido en una pujante “industria del crecimiento”, enlodando el lenguaje del capital, del crecimiento y de la propia riqueza.

Para cerrar las mesas de juego y saldar deudas, los perdedores tienen que ser rescatados: Fannie Mae, Freddie Mac, A.I.G., ¿y quién sabe cuál será el siguiente? Es la única manera de resolver el siguiente problema que se les presenta a unas compañías que han pagado ya a sus ejecutivos y a sus accionistas, en vez de haber puesto esas sumas en reserva: cómo recoger sus ganancias ante unos deudores insolventes y unas aseguradoras en quiebra. Éstos, los perdedores, también han pagado a sus ejecutivos financieros y a sus colaboradores internos (junto con las oportunas contribuciones patrióticas a los candidatos políticos en los puestos clave de las comisiones del Congreso encargadas de decidir la estructuración financiera de la nación).

Porque eso ha de orquestarse por adelantado. Es necesario comprar políticos y ofrecerles una coartada plausible (o al menos, un conjunto bien armado de eufemismos a prueba de encuesta de opinión pública) para poder explicar a los votantes por qué era de interés público rescatar a los tahúres. Se precisa de buena retórica para explicar por qué el gobierno tenía que dejarles entrar en un casino, dejar que se quedaran con todas sus ganancias y, finalmente, usar fondos públicos para subvenir a las pérdidas de sus contrapartes.

Lo que ocurrió los pasados 18 y 19 de septiembre llevó años de preparación, tapados por una falsaria ideología excogitada por think tanks de relaciones públicas y emitida ahora, en condiciones de emergencia, a un Congreso –y a un votante— presa del pánico, justo antes de la elección presidencial. Se diría que ésta era la sorpresa electoral que nos deparaba septiembre. En unas bien escenificadas condiciones de crisis, el presidente Bush y el secretario del Tesoro Paulson llaman ahora al país a una guerra contra los propietarios de vivienda en quiebra técnica. Se dice que esa es la única esperanza para “salvar al sistema”. (¿Qué sistema? No el capitalismo industrial, ni siquiera el sistema bancario tal como lo conocemos.) La mayor transformación del sistema financiero norteamericano desde la Gran Depresión ha acontecido, comprimida, en dos semanas: empezando con la duplicación de la deuda nacional norteamericana cuando el pasado 7 de septiembre se procedió a la nacionalización de Fannie Mae y Fredie Mac. (El corrector ortográfico de mi computador no me consiente la utilización del eufemismo “conservadurízación” aplicado por el señor Pualson para referirse al rescate de los “fraudgsters” de Fannie Mae y Freddie Mac).

La teoría económica solía explicar que los beneficios y el interés eran la remuneración del riesgo calculado. Pero en nuestros días el nombre del juego es ganancias de capital y apuestas computerizadas sobre la dirección de las tasas de interés, de las monedas extranjeras y de los precios de las acciones, y cuando las apuestas salen mal, los rescates son la remuneración económica calculada de quienes han contribuido financieramente a la campaña electoral. Pero ahora, supuestamente, no es el momento de hablar de tales cosas. “Tenemos que actuar ahora para proteger la salud económica de nuestra nación, amenazada por riesgos graves”, entonó el presidente Bush el pasado 19 de septiembre. Lo que quería decir es que la Casa Blanca debe responder con una prima de aseguramiento al mayor grupo de contribuidores a la campaña electoral del Partido Republicano –es decir, Wall Street—, rescatando sus malas apuestas. “Habrá muchas oportunidades para discutir sobre los orígenes de este problema. La tarea del momento es resolverlo”. En otras palabras, no convirtáis eso en un asunto electoral. “En la historia de nuestra nación, ha habido momentos que exigían andar unidos, con independencia de las divisiones partidistas, a fin de enfrentarse a desafíos de envergadura”. ¡Justo antes de las elecciones! Idéntica patochada pudo oírse el pasado viernes por la mañana de labios del secretario del Tesoro Paulson: “Nuestra salud económica exige que seamos capaces de trabajar juntos y emprender una acción inmediata bipartidista”. Los locutores dijeron que en las maniobras del día se estaba barajando una cifra de medio billón de dólares.

Buena parte de las culpas deberían cargarse sobre la Administración Clinton, responsable directa en 1999 de la abrogación de la Ley Glass-Steagal, que permitió a los bancos fusionarse con casinos. O mejor dicho: a los casinos, absorber bancos. Eso es lo que puso en riesgo los ahorros de los norteamericanos.

Pero ¿significa eso realmente que la única solución pase por reinflar el mercado inmobiliario? El plan de Paulson-Bernanke es capacitar a los bancos para que puedan venderse las casas de 5 millones de deudores hipotecarios que este año tendrán que enfrentarse a la quiebra o al embargo. Los propietarios de vivienda sometidos a unos intereses hipotecarios variables disparados perderán sus casas, pero la Fed surtirá a las agencias de préstamo hipotecario crédito bastante como para permitir que nuevos compradores se endeuden lo suficiente como para lograr sacar las hipotecas basura de las manos de los tahúres que son sus actuales tenedores. Con lo que se gana tiempo para que una nueva burbuja financiera e inmobiliaria acuda en rescate de los prestamistas y de los empaquetadores de hipotecas basura.

Los EEUU han entrado en otra guerra, una guerra para salvar a los comerciantes de derivados computerizados. Como la guerra de Irak, se basa por mucho en ficciones, y como en la de Irak, se ha entrado en ella bajo la presión de condiciones de aparente emergencia. Y como en la guerra de Irak, la solución propuesta guarda poca relación con la causa que subyace a los problemas. Esgrimiendo razones de seguridad financiera, el gobierno dará por buenas las obligaciones de deuda colateralizada (ODCs) que Warren Buffett llamó en su día “armas de destrucción financiera masiva”.

No es por azar que ese derroche de dinero público esté siendo manejado por el mismo grupo que tan píamente alertó al país sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. El presidente Bush y el secretario del tesoro Paulson han declarado tan ricamente que no es éste momento para desacuerdos partidistas respecto de la deriva de la política pública a favor de los acreedores y no de los deudores; que no es momento de convertir en asunto electoral el mayor rescate registrado en los anales de la historia electoral. Que no es momento adecuado para debatir si es buena cosa reinflar el precio de la vivienda a unos niveles que seguirán obligando a los nuevos compradores de casas a endeudarse hasta el punto de tener que gastar en vivienda cerca del 40% de sus ingresos.

Recuerden la época en que el presidente Bush y Alan Greenspan informaron a los norteamericanos de a pie de que no había dinero para financiar la Seguridad Social (por no hablar de Medicare), porque en algún momento venidero (¿dentro de 10 años? ¿De 20? ¿De 40?) el sistema caería en un déficit de lo que ahora resulta un irrisorio billón de dólares distribuido a lo largo de muchos, muchos años. La moraleja era que si no podemos imaginar una forma de pagarlo a largo plazo, dejemos caer ahora mismo el programa asistencial.

El señor Bush y el señor Greenspan dijeron disponer de una oportuna solución. El Tesoro podría derivar el dinero de la Seguridad Social y de los seguros médicos hacia Bear Stearns, Lehman Brothers o sus pares, para que lo invirtieran a “mágico interés compuesto”.

¿Qué habría pasado si la Seguridad Social hubiera hecho semejante cosa? Tal vez habríamos asistido en estas dos semanas a la entrega a los tahúres de Wall Street de todo el dinero que se dejó de lado desde que la Comisión Greenspan resolvió en 1983 desplazar la carga fiscal sobre las retenciones salariales reguladas por la FICA (Ley Federal de Contribución a la Seguridad Social, por sus siglas en inglés). No es a los jubilados a quienes se pretende rescatar, sino a los inversores de Wall Street que firmaron papeles diciendo que estaban en condiciones de afrontar la pérdida del dinero jugado. La consigna electoral de los republicanos de cara a los comicios del próximo noviembre debería ser: “Seguro de juego, no seguro de salud”.

No es así como el celebérrimo Camino de servidumbre tenía que ser transitado. Friedrich von Hayek y sus chicos de Chicago insistían en que la servidumbre vendría de la planificación y de la regulación estatales. Esa visión estaba en los antípodas de la de los reformadores clásicos de la Era Progresista, que concebían la acción del Estado como la del cerebro de la sociedad, como la palanca directriz para modelar los mercados y liberarlos de rentistas, es decir, del ingreso que no es contrapartida del desempeño de un papel necesario en la producción. La teoría de la democracia se fundaba en el supuesto de que los votantes actuarían movidos por el propio interés. Los reformadores del mercado partieron de un feliz supuesto paralelo, según el cual los consumidores, los ahorradores y los inversores promoverían el crecimiento económico actuando con pleno conocimiento y cabal comprensión de las dinámicas en acto. Pero la mano invisible terminó resultando en fraude contable, préstamo hipotecario basura, información privilegiada y fracaso en punto a graduar los crecientes gastos de la deuda conforme a la capacidad de los deudores para pagar. Y todo este caos, aparentemente legitimado por unos modelos de comercio electrónico computerizado que acaban de ser bendecidos por el Tesoro.

terça-feira, 23 de setembro de 2008

Stiglitz: "La crisis de Wall Street es para el mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo."


Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, sostiene que la crisis de Wall Street pone de manifiesto que el modelo de fundamentalismo de mercado no funciona. En su opinión, la crisis que ha sacudido Wall Street la última semana es para ese modelo el equivalente a lo que fue la caída del muro de Berlín para el comunismo. Stiglitz critica la complejidad de los productos financieros que han provocado la crisis y los incentivos al riesgo de los sistemas de retribución de los directivos. La entrevista es de Nathan Gardels

- Barack Obama afirma que el hundimiento de Wall Street es la mayor crisis financiera desde la gran depresión. John McCain dice que la economía está amenazada, pero es básicamente fuerte. ¿Cuál de ellos tiene razón?

- Stiglitz: Obama se acerca mucho más a la verdad. Sí, Estados Unidos tiene talentos, grandes universidades y un buen sector de alta tecnología. Pero los mercados financieros desempeñan un papel muy importante; supusieron en los últimos años el 30% de los beneficios empresariales. Los directivos de los mercados financieros han cosechado esos beneficios con el argumento de que ayudaban a gestionar el riesgo y a asignar el capital con eficacia, y afirmaban que por eso "merecían" unos rendimientos tan altos. Se ha demostrado que no es cierto. Lo han gestionado todo mal. Ahora el tiro les ha salido por la culata, y el resto de la economía pagará porque las ruedas del comercio se ralentizan debido a la quiebra del crédito. Ninguna economía moderna puede funcionar bien sin un sector financiero vibrante.

De modo que el diagnóstico de Obama, cuando dice que nuestro sector financiero está en un estado deplorable, es correcto. Y si está en un estado deplorable, significa que nuestra economía está en un estado deplorable. Aunque no observásemos la conmoción financiera, sino la deuda doméstica, nacional y federal, el problema es serio. Nos estamos ahogando. Si observamos la desigualdad, que es la mayor desde la gran depresión, el problema es serio. Si observamos el estancamiento de los salarios, el problema es serio. La mayor parte del crecimiento económico de los últimos cinco años se basaba en la burbuja de la vivienda, que ahora ha estallado. Y los frutos de ese crecimiento no se repartieron ampliamente. En resumen, los cimientos no son buenos.

- ¿Cuál debería ser la respuesta política al hundimiento de Wall Street?

- Stiglitz: Está claro que no sólo necesitamos volver a regular, sino también rediseñar el sistema regulador. Durante su reinado como jefe de la Reserva Federal en la que surgió esta burbuja hipotecaria y financiera, Alan Greenspan tenía muchos instrumentos a su alcance para frenarla, pero no lo consiguió. Después de todo, Ronald Reagan le escogió por su actitud contraria a la regulación.

A Paul Volcker, el anterior presidente de la Reserva Federal, conocido por mantener la inflación bajo control, le cesaron porque el Gobierno de Reagan no creía que fuera un liberalizador adecuado.

Por consiguiente, nuestro país ha sufrido las consecuencias de escoger como regulador supremo de la economía a alguien que no creía en la regulación. De modo que para corregir el problema, lo primero que necesitamos son líderes políticos y responsables que crean en la regulación. Además, necesitamos establecer un sistema nuevo, capaz de soportar la expansión de las finanzas y los instrumentos financieros mejor que los bancos tradicionales.

Por ejemplo, necesitamos reglamentar los incentivos. Las primas tienen que pagarse basándose en los resultados de varios años, y no de un solo año, porque esto último fomenta las apuestas. Las opciones de compra de acciones fomentan la adulteración de la contabilidad y hay que frenarlas. En resumen, ofrecimos incentivos para que se diese un mal comportamiento en el sistema, y nos salimos con la nuestra.

También necesitamos frenos, bandas sonoras. Históricamente, todas las crisis financieras han estado asociadas con una expansión muy rápida de determinados tipos de activos, desde los tulipanes hasta las hipotecas. Si frenamos eso, podremos impedir que las burbujas se descontrolen. El mundo no desaparecería si las hipotecas creciesen un 10% y no un 25% anual. Conocemos tan bien el patrón que deberíamos poder hacer algo para dominarlo. Ante todo, necesitamos una comisión de seguridad de los productos financieros, como la que tenemos para los productos de consumo. Los financieros estaban inventando productos que no gestionaban el riesgo, sino que lo producían.

Por supuesto, creo firmemente en una mayor transparencia. Sin embargo, desde el punto de vista de los criterios reguladores, estos productos eran transparentes en un sentido técnico. Pero eran tan complejos que nadie los entendía. Aunque se hicieran públicas todas las cláusulas de estos contratos, no le habrían aportado a ningún mortal información útil sobre el riesgo.

Demasiada información equivale a nada de información. En este sentido, quienes piden más revelaciones como solución al problema no entienden la información. Si uno compra un producto, lo que necesita es conocer el riesgo, así de sencillo. Ésa es la cuestión.

- Los activos hipotecarios que han provocado el caos están en manos de bancos o fondos soberanos de China, Japón, Europa y el Golfo. ¿Cómo les afectará esta crisis?

- Stiglitz: Es cierto. Las pérdidas de las instituciones financieras europeas por las hipotecas subprime han sido mayores que en Estados Unidos. El que Estados Unidos diversificase estos activos hipotecarios entre tenedores de todo el mundo gracias a la globalización de los mercados ha suavizado de hecho el impacto en Estados Unidos. Si no hubiéramos diseminado el riesgo por todo el mundo, la crisis sería mucho peor. Una cosa que ahora se entiende, a consecuencia de esta crisis, es la información asimétrica de la globalización. En Europa, por ejemplo, no se sabía muy bien que las hipotecas estadounidenses son hipotecas sin recurso: si el valor de la casa baja más que el de la hipoteca, uno puede devolverle la llave al banco y largarse. En Europa, la casa sirve de garantía, pero el prestatario sigue endeudado por la cantidad debida, pase lo que pase. Éste es uno de los peligros de la globalización: el conocimiento es local, porque uno sabe mucho más de su propia sociedad que de las otras.

- ¿Cuál es entonces en último término el impacto del hundimiento de Wall Street en la globalización regida por el mercado?

- Stiglitz: El programa de la globalización ha estado estrechamente ligado a los fundamentalistas del mercado: la ideología de los mercados libres y de la liberalización financiera. En esta crisis, observamos que las instituciones de la economía más basadas en el mercado se vienen abajo y corren a pedir la ayuda del Estado. Todo el mundo dirá ahora que éste es el final del fundamentalismo del mercado. En este sentido, la crisis de Wall Street es para el fundamentalismo del mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo: le dice al mundo que este modo de organización económica resulta insostenible. Al final, dicen todos, ese modelo no funciona. Este momento es señal de que las declaraciones de liberalización del mercado financiero eran falsas.

La hipocresía entre el modo en el que el Tesoro estadounidense, el FMI y el Banco Mundial manejaron la crisis asiática de 1997, y el modo en que se está manejando ésta, ha acentuado dicha reacción intelectual. Ahora los asiáticos dicen: "Un momento, a nosotros nos dijisteis que imitásemos a Estados Unidos que vosotros sois el modelo. Si hubiéramos seguido vuestro ejemplo, ahora estaríamos en el mismo lío. Vosotros tal vez podáis permitíroslo. Nosotros, no".