quarta-feira, 26 de julho de 2023

Comienza a aclararse el rompecabezas del asesinato de Marielle Franco

Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

A partir de la delación premiada efectuada por el ex Policial Militar (PM), Élcio de Queiroz, se empieza a armar el puzle de la ejecución de la concejala Marielle Franco y su chofer Anderson Gomes el día 14 de marzo de 2018. En parte de su declaración, Queiroz ratifica que fue su colega y ex PM Ronnie Lessa quien efectuó los disparos que terminaron con la vida de ambos. Y también entregó el nombre de quien actuó de intermediario con el mandante del crimen, que era el sargento de la PM llamado Edimilson Oliveira da Silva, conocido como Macalé. Esta pieza clave en la investigación fue asesinada en extrañas circunstancias en noviembre de 2021, por lo cual todo hace sospechar que su muerte es parte de un caso típico de “quema de archivo”.

Otro importante desdoblamiento de la delación del ex PM es la confirmación de que Marielle estaba siendo vigilada desde hacía ocho meses antes del atentado y que un intento frustrado por acabar con su vida ya había sido realizado a fines de 2017. Por lo tanto, la sucesión de afirmaciones permite corroborar que el crimen no fue la consecuencia de un odio repentino contra la concejala (como afirmaban algunos miembros de la Policía Civil de Rio de Janeiro), sino que fue un acto premeditado y planificado con mucha antelación a la fecha de su ejecución. Es decir, se está ante la existencia de uno o varios mandantes que deseaban eliminar políticamente a Marielle por sus actividades en defensa de los derechos humanos de las poblaciones más pobres y vulnerables que habitan en las áreas periféricas de Rio de Janeiro, especialmente en las comunidades y barrios de la Baixada Fluminense. Desde que fue electa en 2016, Marielle Franco tuvo una actuación destacada y fue una luchadora incansable para proteger la vida de la población pobre, negra y LGBTQIA+ que vive en esas regiones.

Además, la delación de Queiroz llevó a la captura del Bombero Maxwell Simões quien era el encargado de destruir las evidencias de la “operación”, específicamente la subametralladora y el auto utilizado por los criminales en la ejecución de Marielle y Anderson. Por esta razón, él ya estaba procesado y condenado a seis años por su responsabilidad en perjudicar la investigación en curso. Ahora, Maxwell acumula una nueva acusación, la de vigilar los pasos de Marielle Franco durante los ocho meses anteriores al crimen. Al momento de su nueva detención -en una operación conjunta entre la Policía Federal y el Ministerio Público de Rio de Janeiro- se encontraba en su casa disfrutando del beneficio de prisión domiciliar concedido por la justicia.

Según han señalado miembros de la Policía Federal que reabrieron el caso en febrero de este año, la decisión de Élcio de denunciar a sus colegas se debió a que tuvo conocimiento de nuevas pruebas que incriminaban a Ronnie Lessa, específicamente, la consulta por parte de este último de datos bancarios de Marielle Franco y de su hija dos días antes del asesinato. Y se agrega a esto un dato no menor: la propia esposa de Lessa negó que ellos estuvieran en casa a la hora del crimen esperando asistir un partido de Flamengo por televisión, destruyendo cualquier posibilidad de credibilidad en la coartada inventada por los autores del delito. Con estas nuevas pruebas en contra, el delator se sintió fragilizado y optó por ayudar a los investigadores a desvendar aspectos desconocidos del itinerario de esa acción criminal ocurrida el día 14 de marzo.

La importancia de las revelaciones efectuadas por Élcio de Queiroz es que ellas vienen a confirmar efectivamente todos los indicios que había recopilado el Ministerio Público y la Policía Federal para trazar el mapa y la cronología del crimen, con todas las etapas, desde la planificación previa hasta la destrucción de las pruebas comprometedoras, o sea, el desmantelamiento del auto y la destrucción del arma utilizada, la desaparición de los casquillos de bala que quedaron dentro del vehículo, la incineración del pasamontaña y la vestimenta utilizada por el ejecutor. Inclusive, ahora se conocen algunos detalles escabrosos del rumbo seguido por los criminales luego de consumado el homicidio, como el hecho de que esa noche fueron a celebrar en un bar de Barra de Tijuca hasta altas horas de la madrugada.

Cuando se cumplieron cinco años del asesinato de Marielle Franco sosteníamos la importancia de aclarar este crimen como una respuesta imprescindible para recuperar la confianza y la credibilidad del sistema policial y judicial brasileño (El asesinato de Marielle Franco continúa en la impunidad). La solución de este caso comienza a arrojar sus primeros resultados después de seis meses desde que asumieron las nuevas autoridades.

Sin embargo, hasta el momento existen tres interrogantes interrelacionadas que se mantienen sin aclarar y que siguen empañando la vida y la convivencia democrática entre los brasileños: ¿Quién mandó a matar a Marielle, por qué motivo y cuáles son las razones de por qué las investigaciones se hayan mantenido por tanto tiempo paralizadas y obstaculizadas? Probablemente la respuesta se sepa en las próximas semanas y, según las conjeturas concebidas por especialistas y funcionarios policiales, se puede sostener que este crimen fue encomendado por los jefes de las milicias del Estado de Rio de Janeiro con el apoyo y la complicidad de políticos locales cercanos a la familia del ex presidente Jair Bolsonaro.

Lo que parece increíble al final de esta historia trágica y conmovedora, es que una parte significativa del electorado brasileño haya optado por poner al mando de la Nación y, por lo tanto, en el corazón del poder, a un individuo tan próximo y cómplice de milicianos y traficantes que actúan en la más completa impunidad. Con su proyecto de liberación de armas, el ex capitán intentó transformar a Brasil en una tierra de nadie, de pistoleros y matadores por encomienda. Ese peligro que sigue latente tiene que ser desmontado definitivamente por el conjunto de la sociedad que aspira a construir un país en que el diálogo y el pluralismo democrático imperen en la relación entre sus ciudadanos.

quarta-feira, 12 de julho de 2023

Brasil: La reforma tributaria y el retorno de la política

Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

La contundente aprobación de la reforma tributaria en la Cámara de diputados dejó a las fuerzas bolsonaristas más debilitadas, inclusive divididas entre las diversas fracciones que aparecieron a partir de esa misma derrota. Quizás este sea un momento singular para pensar en el comienzo del declinio de la extrema derecha brasileña. En rigor, la necesidad de esta reforma tributaria estaba siendo discutida desde hace mucho tiempo, prácticamente junto con la promulgación de la Constitución de 1988, es decir, hace 35 años.

Sin entrar en el detalle del complejo articulado de esta reforma, la mayoría de los especialistas apuntan al hecho de que el sistema de tributación se tornará menos engorroso para todos los contribuyentes luego de la integración de los múltiples impuestos que existen en la actualidad, a nivel Federal, Estadual y Municipal. Se estima que ello permitirá un repunte de la economía nacional a mediano plazo, según las previsiones de los economistas. La reforma también incluye -en una segunda etapa- un aumento de la tasación de las grandes fortunas y las herencias, con lo cual el Estado espera recaudar más recursos que podría destinar a las políticas sociales que son indispensables para incluir a vastos sectores de la población y también para mejorar la situación laboral y salarial de los trabajadores y trabajadoras.

En un intento desesperado por rechazar la reforma, Bolsonaro y sus seguidores trataron de asociar su puesta en discusión con una perspectiva ideológica de izquierda y petista, ignorando al conjunto de actores políticos, sociales y empresariales que abogaban por su aprobación. Bolsonaro y la mayoría de sus correligionarios del Partido Liberal optaron por hacer una oposición al proyecto de reforma motivados casi exclusivamente por su animadversión al gobierno, restándose del debate político y técnico de la propuesta a ser votada. Perdieron desastrosamente y ahora tienen que reponerse de la derrota a través de la negociación política, algo impensable hace algunos pocos meses atrás cuando confiaban en la mera descalificación del adversario (o enemigo) para imponer su agenda ultra liberal en lo económico, autoritaria en lo político y conservadora en el ámbito cultural y comportamental.

Por el contrario, Lula y sus ministros del área política y económica optaron por negociar con el conjunto de partidos de oposición moderada o pragmática que integran el Congreso, manteniendo un diálogo permanente tanto en la Comisión de Finanzas y Tributación de la Cámara como en otras instancias de debate programático. Este proceso ha recolocado la importancia de la política en la conducción de las temáticas esenciales para mejorar la vida de la población, después de años en que una parte significativa de los habitantes renegó de la política y la transformó en una especie de ámbito atestado de criminales que quieren usufructuar de los cofres públicos y de los impuestos de los contribuyentes. En efecto, los adherentes al ex capitán se han caracterizado por despreciar a la clase política y a las instituciones republicanas, apostando casi siempre a una salida autoritaria para resolver los inevitables conflictos surgidos en el seno de la sociedad.

Faltó poco para que esa concepción de país se impusiera por la fuerza de las armas y el despotismo reaccionario impulsado por Bolsonaro y sus hordas, cuando en una acción planificada desde la derrota en las urnas, decidieron invadir las sedes de los Tres Poderes el día 8 de enero a la espera de la movilización de las Fuerzas Armadas. Junto a ellas, las diversas Policías y Milicianos prevenidos y concertados asestaría un Golpe de Estado al recién instalado gobierno de Lula da Silva que, al decir de los sediciosos, “limpiaría definitivamente a la patria de esa plaga de comunistas aprovechadores y corruptos”.

Esta visión que fue montada sobre bases ideológicas radicales, sin capacidad de dialogar en un ambiente pluralista -mucho menos de construir cualquier tipo de consenso-, es la que ahora está siendo superada con el empeño del gobierno de establecer una línea de interlocución permanente con todos los actores políticos y de la sociedad civil que estén dispuestos a conversar sobre los diversos planes, programas y proyectos contemplados en la carta de navegación gubernamental o en temáticas afines con las acciones impostergables de políticas públicas y sociales que requiere el país

Desde que comenzó su vida como parlamentario en los años noventa, el ex militar Bolsonaro denigró la actividad política, auto confiriéndose el título de representante del pueblo fuera del establishment político, abjurando de su propio papel como legislador en el Congreso Nacional por más de treinta años. Con un discurso simplista y “antipolítico”, el diputado Jair fue aumentando su influencia entre el electorado, aprovechándose de la crisis generalizada que fue tomando cuenta del país. Se presentó como una alternativa a los políticos deshonestos y a los empresarios inescrupulosos para erigirse en una especie de salvador de la patria ante la acumulación de desastres y miserias que angustiaban a la población brasileña.

Dicho discurso fue introyectado en electores cansados y con poca capacidad crítica que vieron en el ex capitán una salida para sus frustraciones y una solución al vaciamiento y dilapidación de las arcas fiscales y los recursos nacionales por parte de una “clase de parásitos” que solo buscaban su beneficio personal. En ese escenario nefasto, el surgimiento de una persona que se presentaba como “fuera del sistema” terminó por encandilar a una parcela expresiva del electorado que, renegando del espacio de la política, lo elevó en 2018 a la condición de primer mandatario.

A partir de una narrativa plagada de mentiras y promesas mesiánicas, Bolsonaro fue forjando un proyecto de extrema derecha que apuntó su batería demoledora contra las instituciones de la República, el Estado Democrático de Derecho, la izquierda y otros sectores opositores, las universidades, la prensa y, en definitiva, contra la política como una pieza fundamental para debatir y resolver los problemas del país.

De esta manera, el protagonismo de la política regresa como valorización de la disputa legitima para resolver las discrepancias y las diferentes visiones que se tienen sobre la nación. En ese sentido, el actual Ejecutivo brasileño viene apostando en la generación de acuerdos políticos destinados a aumentar la gobernabilidad e implementar aquellas políticas públicas que le permitan a la población alcanzar una mejoría en su calidad de vida. Y por esta vía ir consolidando el aislamiento de la extrema derecha que, históricamente se ha nutrido de las crisis sistémicas y del malestar acumulado entre los ciudadanos.

terça-feira, 4 de julho de 2023

La inelegibilidad de Bolsonaro y el desmonte de la extrema derecha

Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

“Nada es más importante que acabar con el fascismo, 
porque de lo contrario, el fascismo va a acabar con nosotros”.
Fred Hampton

Cuando restaban pocas horas para que el Sistema Judicial brasileño concluyera sus actividades semestrales para entrar en el receso de invierno -por un mes a partir del 1 de julio-, el Supremo Tribunal Federal (STF) determinó la inelegibilidad de Jair Messías Bolsonaro por los próximos ocho años. Este proceso que le impide al ex presidente presentarse a cualquier elección por ese periodo, es el primero entre muchos otros procesos (16 en total) que continúan pendientes por los diversos delitos cometidos por el ex presidente durante su mandato.

En este caso, la acusación que fue juzgada tuvo relación con la insistencia del ex mandatario en poner en duda la transparencia y licitud del sufragio electrónico en una reunión oficial convocada por el entonces gobernante en el Palacio da Alborada, ante decenas de embajadores, periodistas y miembros de organizaciones internacionales. Según el Ministerio Publico, en aquella ocasión el ahora condenado habría cometido abuso de poder político, desvío de finalidad y uso indebido de los medios de comunicación.

Concretada entonces la inelegibilidad del ex capitán, surge casi que naturalmente la interrogante sobre cuál será el destino de la extrema derecha en Brasil. Existe una infinidad de tesis especulativas sobre este asunto, aunque en términos generales existe un consenso que la extrema derecha en Brasil llegó para quedarse. Quizás pierda gran parte de su fortaleza en los próximos años, no solamente por la sanción aplicada a su líder indiscutible, sino porque ese mismo líder tendrá que enfrentar una avalancha de procesos en su contra, ya sea en el Tribunal Superior Electoral (TSE) que lo juzgó en esta oportunidad, como también en una serie de otros procesos penales que envuelven casos de corrupción, abuso de autoridad, enriquecimiento ilícito, genocidio de los indígenas Yanomami y otros pueblos originarios, vinculación con las milicias de Rio de Janeiro y un largo etcétera.

Es decir, Bolsonaro debe ser punido no solamente en el ámbito de la justicia electoral, como también debe ser procesado penalmente por el cúmulo de crímenes cometidos durante su gestión. Sin embargo, ver al ex capitán en la cárcel no le va a restituir su vida a los casi 700 brasileños que murieron víctimas del Covid-19, las florestas no se van a recuperar de la devastación y las quemadas indiscriminadas, los pueblos aborígenes no superarán el genocidio cometido contra ellos, los pobres no volverán automáticamente a tener mejores condiciones de vida y de alimentación, las familias no se recobrarán de las fracturas sufridas en su interior por las disputas ideológicas.

Bolsonaro preso es una necesidad urgente, aunque sea irrecuperable el daño causado por él y sus huestes a la enorme mayoría de los brasileños. Por lo menos, el encarcelamiento de quien causó tanto daño al país durante su gestión, puede ayudar a sanar las heridas abiertas en el imaginario de la nación.

No obstante, el bolsonarismo como fenómeno político y social continuará ensombreciendo al país, porque este se asienta sobre bases históricas consistentes que extienden sus profundas raíces desde el periodo de la Colonia y del consiguiente régimen esclavista, el que fue abolido solamente a fines del siglo XIX, específicamente, el 13 de mayo de 1888.

La huella esclavista y explotadora que asentó sus bases en el desprecio por los negros, los pobres, los indígenas, las mujeres y los excluidos en general, se ha introyectado comprobadamente en la sociedad brasileña y germinó desde las cloacas de la historia a partir de los eventos y movilizaciones de 2013, para comenzar a emerger rápidamente hacia la superficie de la escena social y política brasileña en esta última década.

En ese contexto, Bolsonaro llegó a asumir la presidencia por la profundización de esta matriz autoritaria, racista, clasista, xenofóbica, homofóbica, misógina, aporofóbica que se instaló como un tumor maligno al interior de la sociedad, alimentada –como decíamos- de la propia experiencia histórica secular, así como de la agudización de la corrupción y la escandalosa impunidad de miembros de la clase política, de grandes conglomerados y consorcios empresariales, de familias de terratenientes y de los altos mandos militares que se han dedicado durante décadas a lucrar y beneficiarse con los recursos públicos.

La redemocratización y el posterior proceso de reconstrucción de las instituciones democráticas no fue suficiente para acabar con los resabios del autoritarismo que permanecieron latentes en el seno de la sociedad brasileña y que resurgieron a la luz del descontento y el malestar acumulado, las carencias insufribles en los servicios básicos, la corrupción, el desempleo y los bajos salarios, la presencia endémica del hambre, la violencia cotidiana, la inepcia del Estado, la exclusión y el abandono que experimenta una parte significativa de la población.

La extrema derecha y el bolsonarismo se nutrieron de este caldo nefasto y corrosivo que fue minando la coexistencia entre los brasileños, manifestándose bajo las más diversas formas del prejuicio y la intolerancia para enfrentar las supuestas amenazas que encarnaban y siguen personificando los segmentos más pobres y miserables del país.

En función de lo anterior, uno de los mayores desafíos que tiene ahora el gobierno de Lula da Silva –además de resolver los problemas más prominentes como el hambre y la desigualdad- es desmontar los cimientos de esta construcción nefasta y destructiva del odio visceral, de una completa ausencia de identidad, de la negación de un sustrato común, de un sentido de comunidad de destino que aqueja a este país de dimensiones y complejidad continental.

Si bien la reciente condenación de Bolsonaro representa una respuesta imprescindible para el conjunto de los demócratas brasileños, los riesgos del radicalismo de la extrema derecha seguirán ensombreciendo el futuro de Brasil, obstaculizando sus capacidades para desarrollar todas sus potencialidades como nación. Enfrentar estas modalidades contemporáneas del fascismo se transformó en una tarea urgente no solo para la actual administración, sino para la totalidad del cuerpo social que aspira a construir una nación norteada por los principios de la tolerancia, el pluralismo, el respeto a la diversidad y la convivencia democrática.

domingo, 2 de julho de 2023

Para trazer o corpo de volta à política

Amador Fernández-Savater
Outras Palavras

“Só o amor nos permite escapar da repetição” (Jorge Luis Borges)

O que significa “a onda reacionária” globalmente e aqui na Espanha? Como entender esse fenômeno complexo e multifacetado, para melhor combatê-lo? Proponho a seguinte interpretação: a onda reacionária está tentando sustentar um mundo em crise, um modelo que se esvai em toda parte.

O que hoje se chama de “policrise” (conjunto de crises climáticas, energéticas, alimentares, econômicas, etc.) refere-se basicamente a uma “crise de presença”, entendida como a crise do modo de vida ocidental que é baseado no impulso constante à expansão, ao crescimento e à conquista. Uma crise civilizacional de alcance planetário.

As diversas crises são sintomas de um modo de estar em um mundo consumista e predador que já atinge seus limites por todos os lados: o esgotamento de corpos, o esgotamento de vínculos, o esgotamento de recursos, um colapso que é ao mesmo tempo psíquico, social e ambiental.

O chamado “negacionismo” da onda reacionária, no que diz respeito à emergência climática, desigualdade social ou violência contra as mulheres, é a vontade premeditada de não ver nenhum desses sintomas, de não ouvir ou pensar nada sobre isso, de não empreender nenhuma mudança a partir desses fatos para, assim, ir em frente como se nada estivesse acontecendo.

Esses sintomas, visto a partir desse esquema cognitivo, são interpretados como “danos” que alguns poderes malignos infligem à ordem social. A supressão desses inimigos permitiria restaurar o bom estado das coisas, a presença dominadora no mundo.

Nenhuma responsabilidade a assumir, então, pelo curso catastrófico do mundo. A onda reacionária desafia substancialmente os sujeitos que se assumem como vítimas da situação. A vítima delega a elaboração de seu desconforto a certos poderes que prometem um “retorno à normalidade” uma vez que os males tenham sido erradicados: “Make America great again” (Trump), “Let’s take back control” (Brexit).

O caso do Vox é muito claro nesse sentido. Pode ser lido como um verdadeiro “contragolpe” em relação a tudo o que o modelo em crise havia questionado a partir dos sintomas do mal-estar: primeiro o 15M, depois o Podemos, depois o feminismo e, finalmente, o referendo de 1º de outubro [para a independência da Catalunha].

Os “inimigos da Espanha” devem ser jogados no lixo da História, como explica muito graficamente o cartaz pendurado pelo partido de Abascal em Madri, para recuperar a ordem e a hierarquia de raça e nação, de gênero e poder de classe, da propriedade e de suas prerrogativas.

A lógica do bode expiatório

O que se desencadeou, em escala global e local, é uma lógica de bode expiatório que necessariamente desencadeia a violência generalizada. Há muitos inimigos a eliminar, muitos movimentos sociais a reprimir, muitos corpos a sacrificar, para se continuar vivendo como se nada tivesse acontecido. Essa lógica e essa paixão pelo sacrifício é o que Freud pensou há 100 anos, no calor da primeira grande carnificina do século XX, como a “pulsão de morte”. Ou Tânatos.

A pulsão de morte, segundo o psicanalista vienense, é a busca instintiva de um estado de “tranquilidade psíquica” anterior à própria vida. Thanatos dá um empurrão para retornar à inércia do inorgânico, suprimindo as tensões da existência.

Essa tranquilidade psíquica, no campo social e político, se expressa como um ideal de normalidade perdida, quase sempre puramente fantasiada. A pátria quando não havia estrangeiros; a raça quando os brancos imperavam; o sexo quando os homens mandavam sem serem contestados; a vizinhança antes daquela primeira mulher pobre se mudar…

Do lado de fora, o instinto de morte se projeta como energia destrutiva contra tudo aquilo que perturbe a ordem. Por dentro, o sujeito se volta contra ele mesmo numa espiral autodestrutiva de culpa e dívida. Ambos os movimentos se retroalimentam: o sentimento (interior) de culpa é satisfeito ao procurar culpados (externos). O ódio à primeira mulher pobre na vizinhança canaliza essa maldita inquietação interior de não entender…

As tensões por serem eliminadas diferem de acordo com as geografias e as histórias políticas nacionais, mas sem dúvida existe uma chave comum às mil faces com que hoje se mostra a onda reacionária: a promessa de segurança. Uma segurança contra, uma segurança na desigualdade, uma segurança que passa pela insegurança do outro. Odiamos tudo o que evoca sintomas, tudo o que indica que “algo não está bem”, tudo o que nos lembra que as mudanças são necessárias e urgentes.

A desigualdade é afirmada brutalmente, contra qualquer tentação de “bondade”, como se denomina de forma perjorativa ter um mínimo de sensibilidade social ou compaixão. É aderente ao que existe: a liberdade já está aí, pode-se fazer o que quiser, é a liberdade de fruição privada, de consumo, de desconsiderar o comum, a liberdade de [Isabel] Ayuso [liderança política do conservadorismo espanhol].


Um problema corporal

Como escapar dessa lógica de bode expiatório, dessa paixão pelo sacrifício, dessa pulsão de morte desenfreada? O pessimismo freudiano nos dá mais pistas do que o idealismo progressista. Perto do fim de sua vida, e depois de acumular anos e anos de experiência clínica, Freud observou o seguinte: muitos pacientes simplesmente não querem ser curados. Observação terrível.

A cura psicoanalítica consiste em um longo processo de mudança e metamorfose. Mas há pacientes que preferem se contentar com a repetição do mal-estar, a satisfazer-se com o status de vítima, ainda que isso doa, a limitar-se a apontar os culpados e exigir punição, tudo ao invés de embarcar nessa difícil aventura que é a transformação pessoal, a mudança de pele.

Em seu artigo “Análise terminável e interminável”, Freud nos oferece três explicações possíveis para esse fenômeno: 1) a resistência impostas às mudanças de proteções que o sujeito vem construindo ao longo de sua vida, o peso temível da inércia, o esgotamento da capacidade física e a plasticidade mental; 2) a própria ação da pulsão de morte, agora expressa como “narcisismo de defesa”: a ideia de que minha segurança passa pela insegurança do outro, mors tua vita mea; e 3) a rejeição visceral da feminilidade, ou seja, a recusa de se abrir ao outro para receber ajuda, de mostrar fragilidade, de entregar-se a um certo não saber.

Não é uma questão de vontade, mas de corpo. Corpos atados, emparedados e narcisistas são incapazes de autotransformação e cura. Eles preferem se acomodar na repetição e apontar inimigos-culpados do lado de fora, mesmo que o mal-estar os devore por dentro.

Levando isso para o plano político, o problema é que a esquerda não sabe o que fazer com os corpos. Ela acredita que a mudança é uma questão de pedagogia, de moral, de argumentos, de explicações, de números, de gráficos, de histórias, de significantes, de imaginários. Ela é profundamente idealista. Um verdadeiro materialismo só pode passar pelos corpos e suas pulsões. Não é que as pessoas sejam más, estúpidas ou desinformadas. Não se trata de comunicar melhor, ter mais meios ou apresentar bem os números. A onda reacionária se expande graças à tensão dos corpos.

O clima físico e afetivo hoje é revanchista, desigual, sacrificial aos mais fracos. É neste clima que se inflamam as mensagens da onda reacionária. Não tanto por sua força de convicção, persuasão ou sedução, mas porque ressoam com corpos tensos.

Um Eros social e político

Só um afeto pode curar outro, só um clima pode deslocar outro, só o amor permite escapar à repetição, “só Eros pode conter a pulsão de morte”, diz Freud no final de O mal-estar na civilização. Esta é a chave para entender como, enquanto em toda a Europa as plantas venenosas da onda reacionária já germinavam após a crise de 2008, na Espanha a saída da crise foi depositada em um impulso igualitário e nas mudanças, justamente o inverso da lógica do bode expiatório.

O 15M foi sem dúvida a expressão política de um Eros social, uma qualidade que continua sem ser totalmente pensada 12 anos depois, devido a incapacidade de pensar politicamente os afetos e a partir dos afetos. Diante da vitimização ressentida, da responsabilidade, do comando e da proeminência de qualquer um. Diante do apontamento de inimigos, da culpabilização e do desejo de punição, da ação transformadora e não delegada, da expansão da sensibilidade social, do contágio da empatia.

Diante do narcisismo mortal das pequenas diferenças, da inclusividade e da cooperação, da abertura e do gosto pela pluralidade. Diante da violência contra os fracos, uma força dos fracos, uma raiva que não é desencadeada contra ninguém e de forma alguma, mas é ativada em defesa da vida, “raiva digna” como chamam os zapatistas.

Um Eros social e político é a pulsão organizada para frear a destruição, é a pulsão de cooperação que inventa formas de se estabelecer e perdurar, a arte da composição sensível com o outro. Um amor a partir da autonomia de pessoas, vínculos ou territórios, amor entendido como o cuidado com potencial libertador.

Hoje, Eros é destruído diariamente, devastado em uma sociedade que faz da extração do lucro e controla o vínculo com as coisas e com o mundo. Na escola, no trabalho, nos bairros, impõe-se a guerra de todos contra todos. Mas apenas a força de Eros pode recapacitar os corpos para a mudança, reinventar as proteções da vida a partir da segurança mútua, permitir uma doce abdicação da presença dominadora dos modos “femininos” de estar no mundo.

Como vamos reativar a força de um Eros social hoje, em meio às ruínas deixadas pela guerra cotidiana de todos contra todos? É, politicamente, a questão mais difícil e urgente. Eros também busca a “tranquilidade psíquica”, explica Freud, mas não através da supressão das tensões das anomalias, das diferenças e das alteridades, não como a paz dos cemitérios, mas a partir do cuidado, do enriquecimento e do embelezamento da vida. Por isso apenas Eros pode conter Tânatos: ele satisfaz o mesmo desejo da pulsão, mas de outras maneiras.