quinta-feira, 27 de junho de 2013

La política de calles se hizo presente

Norma Giarracca
Página 12

Brasil nos ha dejado sin palabras. El “gran país” que supo regular su crecimiento, mantener las variables macroeconómicas bajo control; el país donde la población piensa sus demandas en términos de “partidos”, que acompañó con alegría la llegada del PT al gobierno, estrena con una fuerte irrupción la política de calles. Miles de brasileños en 80 ciudades expresando rebeldía, disconformidad, gritando la injusticia inherente al desarrollo capitalista... ¿qué pasó?

Este diario publicó excelentes análisis de quienes viven allá y de quienes siguen nuestros países con miradas que nos hacen falta, como la de Boaventura de Sousa Santos. De las condiciones de contorno y del polisémico sentido de las protestas hay muy poco que agregar. Querríamos aportar dos reflexiones que hacen a una posible comparación entre Brasil y la Argentina. En primer lugar, hablemos de las diferencias entre las dos tradiciones culturales de la política rebelde. La Argentina siempre fue un país de protestas “plebeyas”; por la influencia anarquista antes del peronismo y por los rasgos propios del fenómeno político que irrumpió en 1945, a partir de allí. Brasil casi siempre se movilizó a través de una institución, el Partido Comunista de los años ’20 y ’30 con Luis Carlos Prestes a la cabeza, por ejemplo, y la importancia de la formación desde debajo de un nuevo partido con apoyo de las iglesias, de los grandes sindicatos, que concentró la esperanza del Brasil rebelde durante las últimas décadas.

El presidente Lula supo concentrar expectativas de transformación en uno de los países más desiguales del mundo y, aunque quedaba cada vez más claro que el gobierno “popular” no iba más allá de políticas sociales de inclusión, se le seguía creyendo, respetando, aceptando, por ejemplo, su elección por las semillas transgénicas (a pesar de la promesa electoral) y los sectores “progres” (con dignas excepciones) comentaban con orgullo nacional cómo el país se convertía en el gran banquero latinoamericano, en el “Brasil potencia”. Los colegas que habían seguido los derroteros del los Sem Terra consideraban un hecho natural la subordinación de este gran movimiento al partido de gobierno. Las críticas a la paralización del reparto agrario fueron cada vez en tonos más bajos. No obstante, aprendimos de otros colegas la importancia del concepto “sufrimiento social” para entender el vasto país: las grandes hidroeléctricas, los desplazados...

Por eso estamos anonadados, una rebeldía claramente antiinstitucional, sin partidos, sin grandes centrales obreras. Lo que está en las calles no son los movimientos, son jóvenes sin partidos, sin centrales, sin organizaciones; tal vez intuyen los límites de las instituciones en estos capitalismos en que nos ha tocado vivir, tal vez se hartaron de pedir por los canales institucionales. Lo que está ocurriendo no es fácil, el gran Brasil mostró su rasgo rebelde, plebeyo, y hay que estar atentos a lo que pasa porque estamos frente a un fenómeno nuevo.

La segunda reflexión que deseamos hacer es sobre algunos intentos oportunistas de dirigentes políticos o caceroleros argentinos que quieren compararse o, más grave aún, sumarse al fenómeno. Es lamentable la falta de sensibilidad para comprender los procesos, las rebeldías, las broncas legítimas de las poblaciones de América latina. Los caceroleros modelo nacional marcharon con partidos de centro y centroderecha, no tuvieron una sola palabra hacia los sectores más sufrientes de este modelo y fueron apañados y estimulados por los medios de comunicación concentrados. Los sentidos de las protestas pueden ser difíciles de comprender, pero aquí estuvo bastante claro y no hay comparación posible con las que se desarrollan en Brasil.

Los caceroleros quieren más institucionalidad, allá cuestionan la institucionalidad. Aquí se oyeron voces personalizadas de partidos u organizaciones, allá la queja del gobierno es que no tiene con quien negociar. Aunque Patricia Bullrich o Lilita Carrió quieran ver en los caceroleros argentinos espacios de “expansión democrática”, existen muchas dudas de que puedan salir de esas imágenes de señoras insolidarias y llenas de bronca personal hacia la figura presidencial. En Brasil, la figura de Dilma no es importante, no es contra ella; lo central es una población que vio generar riqueza y distribuirla de un modo tacaño, egoísta, considerando clase media a quien dejó de caminar sin calzado. La imagen del 99 por ciento contra el uno por ciento de los que se quedan con las riquezas, que en Brasil como en el resto de América latina provienen básicamente de bienes comunes, funciona como una idea muy potente y articuladora en estos mundos rebeldes. Es decir, por un lado el neoliberalismo da la imagen de haberse instalado muy cómodamente con la aceptación de las instituciones (de gobiernos conservadores o “progresistas”) y, por otro, un fantasma recorre el mundo dando miles de vueltas por todos lados para inquietarlo y limitarlo.

terça-feira, 25 de junho de 2013

Brasil: La encrucijada de la movilización social

Fernando de la Cuadra
Clarín

Hace exactamente dos años cuando el mundo aún no dejaba de sorprenderse ante los eventos suscitados a partir de la primavera árabe, seguida de las multitudinarias manifestaciones en Grecia, Portugal y de los “indignados” de España, un periodista del diario El País, Juan Arias, se preguntaba en dos artículos por qué en Brasil no existía un movimiento como el de los indignados, inclusive con todos los casos de corrupción que diariamente abarrotaban los noticiarios de radio y televisión.1

Ante este escenario de aparente paralización y desidia en que todo acabaría en carnaval, fútbol y farándula, muchos se preguntaban efectivamente ¿por qué los brasileños no reaccionan ante la hipocresía y falta de ética de las autoridades, los empresarios y la clase política del país?

Una explicación común hasta hace pocos días, era que la vida de millones de brasileños ha mejorado en los últimos diez años, desde que asumió el presidente Lula y el partido de los Trabajadores (PT) en 2003. El conjunto de programas de transferencia directa de renta desde el Estado -como Bolsa Familia, Fome Zero o Territorios de la Ciudadanía– significó que 30 millones de pobres abandonaran esa situación y pasaran a incorporarse a la llamada “nueva clase media” brasileña. Por otra parte, el PT también montó una exitosa red de cooptación de los movimientos sociales, sindicatos y organizaciones estudiantiles, a través de millonarios traspasos de fondos desde el gobierno central para la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) o el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), aparte de un conjunto enorme de agrupaciones vecinales, afro-brasileñas (quilombolas), indígenas, sin techo, etc. Algunos analistas llegaron a apuntar que este vasto conjunto de movimientos y entidades fueron comprados con el dinero de todos los brasileños. La corrupción y el desvío de recursos del Estado parecieron naturalizarse como una práctica rutinaria para la mayoría de los habitantes de este país.

Sin embargo, las cifras parecen indicar que Brasil se encuentra al final de un ciclo económico asentado en el incremento del consumo por medio de la expansión del crédito e igualmente estimulado por las políticas de transferencia directa desde el gobierno.2 Esto trajo un aumento considerable de las importaciones y un déficit en la balanza comercial. Ello se ha sumado a la baja inversión de los últimos años con un significativo aumento del sector primario-exportador (soja, madera, carne, minerales) lo que ha generado un proceso de reprimarización de la economía. A su vez, también existe un evidente deterioro del ciclo político inspirado en el llamado “Lulismo”, es decir, la adhesión de los sectores populares al liderazgo del un líder carismático como Lula, en la cual se combinan estrategias orientadas hacia el mercado con la inclusión vía consumo y políticas sociales de los segmentos más pobres de la población. Y no es un dato irrelevante que a pesar de todo este esfuerzo asistencialista, Brasil continua siendo actualmente uno de los países con mayores niveles de desigualdad.

Por lo mismo, se puede sostener hoy día que “Eppur si mouve”- tal como Galileo lo hiciera algunos siglos atrás. En efecto, las protestas que surgieron un poco tímidamente a comienzos de junio por la disminución de la tarifa del transporte público, fueron adquiriendo una expresión multitudinaria en las siguientes jornadas, llegando a movilizar a más de un millón de personas en todo Brasil el día viernes 22 del mismo mes. Convocados por el “Movimiento Pase Libre” (MPL), originalmente para protestar por el alza de los pasajes de la locomoción colectiva, las manifestaciones fueron sumando demandas en un amplio espectro, que incluyen temas como el combate de la corrupción, el mejoramiento de los servicios y equipamientos públicos, la critica a los gastos excesivos realizados en la construcción de estadios con “padrón” FIFA, contra los salarios millonarios de jueces, diputados y senadores y un largo etcétera que estalló de improviso o, según decía un analista, fue como el genio que salió de la botella después de largos años de reclusión.

Pero al calor de las manifestaciones, la crítica a los partidos y a la clase política fue tomando rasgos de fraccionamiento, pues algunos grupos que se incorporaron a las marchas lo hicieron por diversos y contradictorios motivos. En las calles aparecieron de improviso otros temas enarbolados por segmentos más conservadores, llegando inclusive a comparecer grupos neonazis que portaban carteles con la suástica y en donde se pedía el retorno de los militares para “moralizar” las instituciones del país.

En este momento las orientaciones del descontento son muchas y contrapuestas, generando a veces una sensación de desorden incontrolable, tanto por las autoridades como los propios convocantes originales, el Movimiento Pase Libre. Es lo que los especialistas en redes llaman de swarming (enjambre), es decir, una situación en la cual distintos grupos y tendencias desarticuladas o no coordinadas entre sí van generando una acción in crescendo y, en la mayoría de las veces, con un aumento en el grado de beligerancia y violencia. La pulverización de reivindicaciones transformó al movimiento de descontento en un amplio campo de exigencias y disputas, con enorme dispersión y sobretodo sin un liderazgo claro que pudiera conducir los causes de las movilizaciones. Este fenómeno se vio acentuado con el uso de las redes sociales que permite la confluencia al mismo tiempo de demandas y manifestaciones levantadas desde diversos sectores, sin una organización jerárquica en la cual existen militantes que siguen a un determinado líder o comité hacia una determinada dirección.

Por su parte, el gobierno central y los gobiernos estaduales en un principio apelaron al uso de la fuerza para el restablecimiento del “orden”, observándose escenas de represión y truculencia por parte de la policía para reprimir a los manifestantes. En su último pronunciamiento al país, la presidenta Dilma Rousseff señaló su mejor disposición para abrir un diálogo con los representantes del movimiento e inclusive apuntó sobre la urgencia de realizar una reforma del sistema político brasileño a través de un plebiscito para convocar a una asamblea especifica que aborde esta cuestión. El problema es que para ello se necesita una enmienda constitucional que puede demorar meses o años en el parlamento y en que tampoco están claros los términos de dicha convocatoria y del papel que debiera desempeñar la propia asamblea. La propuesta de los manifestantes es que cambie la forma en que se toman las decisiones por parte de los poderes ejecutivo y legislativo, generalmente a espaldas de los ciudadanos y que dichas decisiones sean acompañadas y monitoreadas por la población, aumentando efectivamente el grado de accountability de la clase política. Otro tema relevante dice relación con el financiamiento de las campañas por parte del Estado, de las empresas o de las propias entidades políticas.

De cualquier manera, las manifestaciones hicieron patente que los endémicos problemas de desigualdad existentes en Brasil no se resolverán con la política asistencialista y de transferencia directa implementada por las sucesivas administraciones del PT. Si consideramos que un leit motiv contundente de las movilizaciones es la insatisfacción generalizada sobre un conjunto de temas que se han ido acumulando en el transcurso de la última década y más, podemos vislumbrar que la salida al actual momento no pasa por la profundización de la política social diseñada desde arriba por el Palacio de Planalto. El gesto de la presidenta Rousseff de sentarse con los representantes del movimiento para discutir sus demandas es un primer paso para avanzar en un intercambio fructífero con el resto de la ciudadanía, pero es ciertamente insuficiente.

A su vez, el movimiento también tiene que definir una pauta jerarquizada de temáticas para ser llevadas a la discusión, realizando una priorización de asuntos y estableciendo una plataforma de propuestas o posibles soluciones para cada uno de ellos y en diversos horizontes temporales. Esa es a nuestro entender la encrucijada por la que atraviesa actualmente el movimiento. La posibilidad de colocar demasiados problemas para ser resueltos en el corto plazo puede llevar a la inmovilidad y la parsimonia en la búsqueda de soluciones, creando una percepción de fracaso que comprometerá ciertamente la fuerza del movimiento.

Además, estas movilizaciones deben ayudar a profundizar la participación democrática de diversos actores y agrupaciones – incluidos los partidos – manteniendo siempre la autonomía y distancia necesaria para no ser instrumentalizados y cooptados por las estructuras partidarias. Así también, se debe resguardar el carácter político del movimiento, desechando aquellas consignas anti-partidarias y anti-políticas que han sido introducidas por grupos filo-fascistas infiltrados en las calles y plazas donde se expresan los anhelos de la población.

Lo que sucederá a partir de ahora continúa siendo una incógnita y es difícil prever los posibles desdoblamientos que traerán las manifestaciones. Lo que parece ser un consenso del conjunto de los habitantes, es que ni el gobierno ni los partidos políticos estaban preparados ni tienen las respuestas para el estallido popular que se desató en las principales ciudades. Lo segundo es que Brasil ya no será el mismo después de lo que ha ocurrido en las dos últimas semanas. Quizás una apuesta sea pensar positivamente que la energía transformadora que se ha apropiado del territorio en este periodo sea reconducida hacia la construcción colectiva de una agenda de problemas y sus eventuales respuestas a corto, mediano y largo plazo, para superar finalmente el espectro de miserias y desigualdades que aquejan desde tiempos remotos a los habitantes de este país-continente.


NOTAS
1 Los artículos en cuestión son: ¿Porque Brasil no tiene indignados? (07/07/2011) y Por qué Dilma gusta a los brasileños (16/07/2011).
2 Ver el artículo de Leda Maria Paulani, A dependência redobrada, publicado en Le Monde Diplomatique, 03/08/2012.

quinta-feira, 20 de junho de 2013

Filtración, censura y poder en EEUU

Fernando Báez
Socialismo y Democracia

“Escribo porque hay alguna mentira que quiero dejar al descubierto”. George Orwell

“El acceso a los documentos está reservado a las élites en el poder”, escribió el experto catalán Ramón Alberch Fugueras. En efecto, es innegable que, desde Mesopotamia hasta nuestra época, los privilegiados han destruido o restringido archivos de acuerdo a sus intereses justificados por conceptos ilegítimos de paz y seguridad.

La búsqueda de transparencia informativa ha sido el ideal de millones de hombres y mujeres en Oriente y Occidente. Sin embargo, desde el período de la Guerra Fría el caso de EEUU puede dar una idea de la poca utilidad que han tenido las leyes que combaten los arcanos de la burocracia. Basta recordar el Acta de Libertad de la información de 1966, origen de la Freedom of Information Clearing House, un organismo que simuló proteger de modo independiente a los ciudadanos que indagaban información denegada por funcionarios públicos.

Décadas más tarde, sabemos que esta institución era irrelevante como queda claro cuando se revisan los datos obtenidos en la historia de las filtraciones numerosas que han sido necesarias durante casi 50 años. Hoy nos asombra cuánto ha permitido saber Wikileaks o Edward Snowden en el campo vertiginoso de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), pero los antecedentes no son menos increíbles.

El primer golpe importante contra las mentiras gubernamentales ocurrió en 1971, cuando el agudo periodista Neil Sheeban del New York Times tuvo acceso a 7.000 páginas clasificadas sobre la guerra de Vietnam. De inmediato, una sucesión de reportajes expuso la corrupción y criminalidad en un capítulo sorprendente de la historia del periodismo que fue conocido como el Escándalo de los Papeles del Pentágono.

En ese momento, el autor intelectual de la filtración de documentos fue el analista militar Daniel Ellsberg, quien destruyó su carrera por un asunto de conciencia al entregar a 18 diarios el informe “Relaciones Estados Unidos-Vietnam, 1945-1967: Un estudio preparado por el Departamento de Defensa”. No pasó mucho tiempo antes de que un consumado manipulador como Henry Kissinger advirtiera que Ellsberg era “el hombre más peligroso de Estados Unidos y debe ser detenido a cualquier costo".

El segundo caso emblemático de filtración fue el Watergate, que tuvo la fortuna de causar tal impacto que el Presidente Richard Nixon renunció el día 8 de agosto de 1974: esta historia puede leerse en “Todos los hombres del Presidente”, un memorable recuento de Bob Woodward y Carl Bernstein que mantuvo anónima la fuente identificada como Garganta Profunda, y sólo por el mero azar de la dignidad hoy sabemos que se llamaba W. Mark Felt, director adjunto del FBI, quien sabía y se atrevió a oponerse a las escuchas ilegales y pagos de soborno del equipo más cercano al primer mandatario.

Son apenas dos hitos estimables, pero destacarlos es imprescindible para entender la repercusión que causó el genial australiano Julián Assange al posibilitar la filtración más significativa del mundo en un fenómeno llamado Wikileaks. La hiperinflación de archivos que ha acelerado la era digital en Internet puede explicar que hayan sido difundidos 1.251.287 cables y vídeos entre noviembre de 2010 y marzo de 2013.

Entre la difusión de material más controversial acaso está un vídeo del 12 de julio de 2007 donde se ve claramente cómo las tropas de EEUU asesinaron con desprecio al reportero de Reuters Namir Noor-Eldeen, y, para no dejar testigos, masacraron a otras diez personas. Crímenes silenciados: los archivos de la Guerra de Afganistán, que totalizan 92.000 documentos, revelan los embustes sobre el número de muertos y las acciones de exterminio de aldeas enteras.

Assange, como consecuencia de su trabajo, ha sido estigmatizado como violador en Suecia y la persecución lo obligó a asilarle en la Embajada de Ecuador en Reino Unido desde el 19 de junio de 2012. “Es un terrorista de alta tecnología", ha señalado el mediocre vicepresidente Joseph Biden que aspira a encerrarlo en una cárcel. El bloqueo a WikiLeaks ha pasado por una cibercensura extrema: nada menos que la inmaculada Biblioteca del Congreso, un bastión conservador en manos de James Billington, negaba hasta hace poco acceso a los cables.

No tiene sentido perder de vista dónde comienza esta historia. La fuente principal de la filtración de Wikileaks fue Bradley E. Manning, un joven nacido en 1987, entrenado en Fort Huachuca y especializado en determinar las vulnerabilidades de un posible adversario. En Iraq, estuvo en Contingency Operating Station Hammer, donde además del amor por el golf de sus oficiales se conocen las operaciones de guerra sucia que llevaron a cabo.

Ningún supervisor pudo predecir que el enojo reprimido por el abuso de sus compañeros llevó a que Manning preparara un CD al que puso en su etiqueta el nombre de la extravagante cantante Lady Gaga y descargó los datos que tenía a la mano. Posteriormente, contactó a la organización Wikileaks y su acción le costó cárcel y tortura brutal. Y ahora, justo cuando se cumple un año del asilo en la Embajada de Ecuador en Reino Unido de Assange y ha comenzado el juicio marcial a Manning, ha estallado otro escándalo de proporciones colosales.

Un grupo valiente de periodistas de The Guardian y The Washington Post revelaron que Edward J. Snowden, nacido en 1983, empleado de la poderosa contratista de seguridad Booz Allen Hamilton, había dejado atrás una hermosa novia, un contrato seguro cumpliendo los proyectos de seguridad con la CIA y el Pentágono y denunció la existencia de PRISMA, un programa oficial de la Agencia de Seguridad Nacional (por sus siglas en inglés NSA) para recolectar toda la información de los usuarios de compañías de Internet como Microsoft, Google, YouTube, Skype, AOL, Apple, Twitter y Facebook, con especial énfasis en los contenidos de las redes sociales y las comunicaciones telefónicas.

Según Snowden, condenado como sus precursores a ser un paria mundial por el FBI y la CÍA, su misión consistía en acceder ilegalmente a la información militar y económica de países como China así como datos comprometedores de miembros del gobierno en Beijing y Hong Kong. Sus palabras textuales fueron: “Hackeamos los backbones de la red –son como grandes routers de internet, básicamente– que nos dan acceso a las comunicaciones de cientos de miles de computadores sin tener que hackear a cada uno” (“South China Morning Post, junio 2013).

El programa PRISMA pasó de ser una lista de tareas antiterroristas a una proto-versión del Gran Hermano que imaginó George Orwell en su novela 1984 donde el mundo futuro no existía sin control extremo. Aunque muchos rechazaron su existencia, ya podían conjeturarse sus rasgos cuando fue publicada la Directiva Presidencial Nro. 20, un seco informe de 18 páginas donde se establecían las políticas de ciberseguridad, entre las cuales destacaban la definición de blancos estratégicos para ciberataques y recolección inmediata de los factores obtenidos hasta la fecha.

Snowden, tras su escalofriante recriminación, desapareció misteriosamente en Hong Kong ante el temor de ser asesinado por lo que sabe de la élite política, corporativa y militar de EEUU, y no perdió tiempo en aclarar su atrevida posición: “No quiero vivir en un mundo donde se registra todo lo que hago y digo. Es algo que no estoy dispuesto a apoyar o admitir” (The Guardian, junio, 2013).

Según William Binney, un matemático que trabajó para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) durante 40 años, las nuevas computadoras que se han instalado en lo que será la millonaria sede de Utah pueden almacenar datos a 20 terabytes por minuto -esto es, toda la información de las diez bibliotecas más grandes del planeta en un breve instante. Despreciada por décadas, la NSA ha asumido el rol despreciable de aprovechar el contexto de la ciberguerra para compilar listas de potenciales enemigos de la seguridad nacional, con las dudas que eso causa.

La NSA, hoy bajo la dirección de Keith Alexander, puede alterar los algoritmos de Google para centralizar los enlaces más dañinos a la reputación de un adversario y además preparar una carpeta con todos los datos, imágenes y búsquedas de cualquier individuo acusado de actividades terroristas.

El punto es que no existe una delimitación exacta de lo que es terrorismo; tampoco hay credibilidad en los políticos y empresarios que manejan los sistemas de seguridad, las policías y unidades especiales de contrainsurgencia. Mucho menos hay apoyo ante la insólita confirmación de la existencia de un Tribunal Secreto denominado por sus siglas FISA (Foreign Intelligence Surveillance Act) que emite órdenes jurídicas clandestinas a espaldas de los máximos juzgados estadounidenses. Una suerte de Guantánamo importado a Washington.

El mítico Daniel Ellsberg ha reconocido que la filtración de Snowden prueba un golpe institucional contra el estado de derecho. El escándalo es enorme y supone el mayor desafío de Barak Hussein Obama II que no tuvo reparos en “ordenar” la ejecución de Osama Bin Laden, presunto responsable de los atentados en Nueva York, sin un juicio mínimo y sin que se tenga hasta la fecha cuerpo que pruebe su muerte. Además, es el Primer Presidente de la historia de la humanidad que hace uso discrecional de Aviones no Tripulados o Drones para eliminar personas sin respetar la soberanía de ningún país ni cumplir con aspectos legales básicos. Y, no conviene ignorar que este Premio Nobel de la Paz pidió en la reunión del G8 apoyo para dotar de armamento a los yihadistas terroristas que intentan derrocar al gobierno sirio y repetir los errores de Iraq y Libia.

Aturdido, desenmascarado ante el mundo, el Presidente de EEUU ha intentado forjar como disculpa que “no puede haber 100% de privacidad y 100% de seguridad”. La aporía paternal de las impertinencias: debemos vigilar cada movimiento del pueblo para que sea libre. También ha dicho Obama, de un modo desvergonzado, que PRISMA no recolecta información de ciudadanos dentro de EEUU. Quien no confía en el pueblo, pide un voto de confianza para su caótico plan de gobierno.

De no haberse producido estas filtraciones sumadas a las anteriores, y las que seguirán apareciendo, sólo elucubraríamos vagamente que las élites estadounidenses cometen estos delitos, pero Wikileaks y Snowden han proporcionado evidencias y testigos. Es asombroso que todavía puedan existir medios autónomos que posibiliten denuncias tan graves, pero las incesantes presiones de políticos o corporaciones nos obligan a arreciar la resistencia global en favor de una democracia más transparente, más justa y más equilibrada en un mundo multipolar.

Sin duda alguna, hemos alcanzado un punto sin retorno en el siglo XXI contra el monopolio de dominación coactiva autoritaria y esto me lleva a concluir que la filtración, lejos de ser un acto de traición, es una emboscada imprescindible contra la impunidad. Se repite sin argumentos que los jóvenes se han convertido en zombies incapaces de combatir el sistema dominante; Bradley Manning y Edward Snowden refutan esa idea porque apenas tienen 22 y 29 años y han causado una debacle inesperada a los poderosos.

quarta-feira, 19 de junho de 2013

Redes sociais tornaram-se sujeitos político

Marco Aurélio Nogueira
IPPRI

O MPL (Movimento Passe Livre) realizou a primeira manifestação contra o aumento da tarifa de ônibus em São Paulo no dia 6 de junho e poucas pessoas acreditaram na ação. Nos dias seguintes, o movimento foi ganhando adeptos até culminar, no dia 13, no grande confronto entre manifestantes de policiais. Desde então, tem mobilizados pessoas em diversas capitais brasileiras e está repercutindo nos ambientes políticos e no exterior. Nesta entrevista, o Cientista político e diretor do Instituto de Políticas Públicas e Relações Internacionais da Unesp (IPPRI/Unesp), Marco Aurélio Nogueira, tenta compreender uma agitação que cresceu bem mais do que se imaginava e exprime uma insatisfação social difusa que aproxima e coliga cidadãos descontentes.

O Passe Livre articula o movimento pelas mídias sociais e mobiliza um punhado de gente, com razões diversas, nas avenidas e praças contra as diversas instâncias de governo. Que reflexão o senhor faz sobre essa mudança no fazer político?

Nogueira - O movimento passa ao largo de partidos e organizações. Algumas micro organizações tentam pegar carona, mas são ignoradas enquanto pretensão de comando e direcionamento. As ações se põem deliberadamente na “borda" daquilo que está organizado e se proclamam multicêntricas, horizontais, plurais, sem programas ou agendas claramente compostas. Seus inimigos são o Estado, os governos, os partidos, o parlamento, a burocracia, a autoridade, as hierarquias e "tudo isso que está aí". É um modo de fazer política que se alimenta da inoperância e da crise da democracia representativa. Quanto mais o sistema político fica paralisado, não se reforma e se deforma, quanto mais os parlamentares e os governantes insistem numa agenda refratária às expectativas sociais, mais a distância entre eles e a sociedade aumenta, impulsionando as pessoas para as praças. A mobilização tem a cara da sociedade atual (superconectada, rápida, impregnada de informações, narcisista e niilista, muito fragmentada e diversificada, cheia de problemas, injustiças e postulações de direitos, etc.) e encontra seu maior aliado nas mídias sociais. Ganha fôlego e se estrutura pelos espaços virtuais, saindo deles para as ruas. Desse modo, as próprias redes tornam-se sujeitos políticos. Deriva disso a rapidez com que o movimento encorpou, atraindo gente que num primeiro momento não havia se sensibilizado com suas propostas.

Uma avaliação apressada sobre o que agita o MPL -- "tarifa zero"-- nos faz pensar em algo irreal, afinal, nossa sociedade é capitalista. Acredita que o MPL está tentanto alertar para uma agenda de governo na contra-mão dos anseios sociais?

Não dá para saber o que o MPL está tentando falar, porque ele mesmo se apresenta como um movimento sem líderes, sem esquemas preconcebidos de atuação e sem agendas rígidas. Ele é um "vir-a-ser", algo em processo permanente de invenção. Pode estar, sim, verbalizando uma insatisfação com o modo como os governos buscam definir e levar à prática suas agendas, indicando que talvez essas agendas não atendam a todas as expectativas sociais. Mas é importante perceber que parte das expectativas é atendida, seja em termos de melhoria na redução das desigualdades (bolsa-família, por exemplo), seja em termos de certas providências econômicas ou financeiras que protegem classes médias e setores mais ricos. O problema, portanto, não é que os governos "não fazem nada": eles fazem, só que não conseguem agradar a maioria e muito menos a todos. E não conseguem simplesmente porque não têm força para fazê-lo. As redes sociais captam, reverberam e repercutem esse dado.

Agora, pensar em tarifa zero numa sociedade capitalista não chega a ser um despropósito, ou uma proposta irreal. É algo, porém, de difícil realização e de impossível realização no curto ou médio prazo, pois depende de um pacto social, ou seja, de um entendimento coletivo de que o transporte deve ser inteiramente custeado pelos impostos. Passa por uma discussão complicada sobre tributação e financiamento. Não é algo que o prefeito possa simplesmente decretar. Sequer a suspensão do aumento da tarifa é uma decisão simples. Depende de muitas coisas, ainda que possa provisoriamente ser feita.

Esse talvez seja o maior desafio do movimento: o que fazer a partir do momento em que se constatar que decisões de governo são mais complexas, lentas e difíceis do que imaginam as ruas? O que se pensará em fazer, caso o prefeito de São Paulo demonstre que a tarifa não pode ser reduzida e consiga ser persuasivo nessa demonstração? Como não é possível permanecer em mobilização indefinidamente, o movimento terá de definir um novo rumo e recompor seus slogans, de modo a obter algum resultado positivo. Sem isso, correrá o risco de se evaporar. Algumas lideranças, mesmo que a contragosto, terão de assumir a responsabilidade de participar de negociações e definir os próximos passos. E isso não é algo que pareça inscrito na natureza, na lógica do movimento.

O movimento em si é um fato que está se fortalecendo em um momento de queda de popularidade da presidente, da descrença do cidadão na política e nas instituições, e em uma época em que o país está em evidência no exterior por conta de duas grandes paixões mundiais -- futebol e religião. O que pensa sobre essa junção de fatos?

Não se tratou de mera coincidência. Não dá para afirmar que se planejou isso, pois o movimento não se caracteriza pelo planejamento. Mas a dinâmica social sugeria que seria possível obter maior visibilidade e audiência num momento em que o mundo estivesse olhando para o país. É um fato importante, porque a mobilização precisa dessa audiência: o espetáculo e a cobertura midiática são seu elixir, a condição de seu sucesso. Há toda uma operação governamental e empresarial montada para fazer dos eventos esportivos uma plataforma de lançamento do "Brasil do século XXI". E muita gente percebe que isso é oco, não vai acontecer, que os gigantescos recursos gastos não darão retorno, que se está inflando uma balão que não tem como alçar voo. O lance do passe livre, da tarifa zero ou do aumento da tarifa foi a faísca que fez com que a insatisfação difusa adquirisse corpo.

terça-feira, 18 de junho de 2013

É hora de ler Castells

Pedro Doria
O Globo

Sociólogo espanhol é um dos poucos que conseguiu entender movimentos como este que chegou às ruas brasileiras.

No início da tarde da última sexta-feira, o governador paulista Geraldo Alckmin foi à TV reiterar que o vandalismo de quem protesta não seria tolerado e que, bem, se acaso tivesse ocorrido algum abuso policial, ele seria investigado. Não é sempre que acontece: um governador de Estado alienado politicamente. Desinformado. Sem que ele soubesse, durante aquela manhã, centenas de milhares, talvez milhões, de brasileiros viram dezenas de vídeos estarrecedores no Facebook, Tumblr, distribuídos por Twitter e YouTube.

Policiais atirando contra jornalistas que claramente se identificavam. Quebrando o vidro de seus próprios carros para culpar os manifestantes. Disparando, a curta distância, contra manifestantes que nada faziam que não gritar "não à violência".

Alckmin não estava sozinho em sua desinformação. O prefeito Fernando Haddad, embora talvez mais hesitante do que o governador, tampouco havia percebido o tamanho do que ocorrera na tarde anterior. Governantes em todo o país, que não usam as redes sociais em seus cotidianos, estavam igualmente alienados. Há, evidentemente, uma diferença geracional. Mas não apenas: limitar à questão geracional faz parecer que o problema está em algumas pessoas que não usam uma ferramenta de comunicação nova. O fenômeno que chegou na semana passada ao Brasil é muito maior. E mais transformador. Se ganhar escala, a notícia não é boa nem para PSDB, nem para o PT.

Desde o início da semana, fizemos o que jornalistas fazem nessas horas em que há algo de diferente no ar. Primeiro nos atemos aos fatos, vamos à rua reportar o que vemos e ouvimos. Depois, lançamos mão do telefone e da internet para conversar com cientistas políticos, sociólogos, para ouvir deles suas reflexões. E o que ouvimos é uma variante das velhas teorias: encontre os líderes e encontrarás as motivações. Não são apenas os políticos que não perceberam.

Hora de recorrer ao sociólogo espanhol Manuel Castells, um nome que anda incrivelmente ausente de todas as análises até agora. Nos EUA, Occupy Wall Street, na Espanha, Indignados. No Egito ou Tunísia, Primavera Árabe. Em inúmeros outros lugares do mundo, com outros nomes. A primeira característica destes movimentos é que começam na internet e depois se movem para o cenário urbano. No mundo real, celulares à mão, repetem a estrutura das redes sociais para se informar. A informação e os acordos são construídos assim, em rede. Lição número um: não há líderes.

Insatisfação difusa e generalizada

Outra característica: não há uma pauta clara nos protestos. Pertenço à geração que pintou a cara para derrubar um presidente da República. Nós tínhamos um desejo claro que podia ser manifestado em um slogan: Fora Collor. Eles, não. Porque o que os move é uma insatisfação difusa e generalizada. Um não sentir-se representado. A impressão de que as prioridades dos governantes, estejam na situação ou na oposição, não são as suas.

Eles têm razão. Nas últimas duas décadas, congelados entre a discussão macroeconômica e seus projetos de poder, políticos abriram mão de encarar no Parlamento temas sociais como o casamento gay e o aborto. Temas como as necessárias reformas política e fiscal. O país precisa de uma revolução na infraestrutura de transporte e energia. Saúde e educação não são questões resolvidas. E a classe média, hoje, é maior. Classe média, diferentemente do que sugerem alguns reacionários de esquerda, é quem cobra na sociedade. Não se trata de fazer aqui um discurso anti-político, apenas o de constatar que a política brasileira está inoperante.

Segundo Castells, movimentos como este que chegou às ruas brasileiras reiteram para a sociedade que o sistema partidário é incapaz de responder os dilemas do país. Na Espanha, não é todo mundo que protesta. Mas 70% dos espanhóis apoiam. A circunstância econômica brasileira é distinta. Aqui há pleno emprego, um difusor potente de insatisfação. Mas a insatisfação está ali na esquina. Mais um ano de pibinho, pode estourar. Se é que já não estourou.

Manuel Castells: "Os cidadãos do mundo não se sentem representados pelas instituições democráticas"

Manuel Castells
Fronteiras

Sociólogo espanhol, Manuel Castells esteve no Fronteiras do Pensamento 2013 para a conferência Redes de indignação e esperança, homônima à sua mais recente obra, a ser lançada no Brasil em setembro. Em São Paulo, no preciso momento de sua fala no Teatro Geo, a Avenida Paulista era espaço de tensão entre a polícia militar e os manifestantes contra o aumento das passagens de ônibus. Questionado pelo público sobre o que estava acontecendo na cidade, Manuel Castells respondeu:

Todos estes movimentos, como todos os movimentos sociais na história, são principalmente emocionais, não são pontualmente indicativos. Em São Paulo, não é sobre o transporte. Em algum momento, há um fato que traz à tona uma indignação maior. Por isso, meu livro se chama Redes de indignação e de esperança. O fato provoca a indignação e, então, ao sentirem a possibilidade de estarem juntos, ao sentirem que muitos que pensam o mesmo fora do quadro institucional, surge a esperança de fazer algo diferente. O quê? Não se sabe, mas seguramente não é o que está aí. Porque, fundamentalmente, os cidadãos do mundo não se sentem representados pelas instituições democráticas. Não é a velha história da democracia real, não. Eles são contra esta precisa prática democrática em que a classe política se apropria da representação, não presta contas em nenhum momento e justifica qualquer coisa em função dos interesses que servem ao Estado e à classe política, ou seja, os interesses econômicos, tecnológicos e culturais. Eles não respeitam os cidadãos. É esta a manifestação. É isso que os cidadãos sentem e pensam: que eles não são respeitados.

Então, quando há qualquer pretexto que possa unir uma reação coletiva, concentram-se todos os demais. É daí que surge a indicação de todos os motivos - o que cada pessoa sente a respeito da forma com que a sociedade em geral, sobretudo representada pelas instituições políticas, trata os cidadãos. Junto a isso, há algo a mais. Quando falo do espaço público, é o espaço em que se reúne o público, claro. Mas, atualmente, esse espaço é o físico, o urbano, e também o da internet, o ciberespaço. É a conjunção de ambos que cria o espaço autônomo. Porém, o espaço físico é extremamente importante, porque a capacidade do contato pessoal na grande metrópole está sendo negada constantemente. Há uma destituição sistemática do espaço público da cidade, que está sendo convertido em espaço comercial. Shopping centers não são espaços públicos, são espaços privados organizando a interação das pessoas em direção a funções comerciais e de consumo. Os cidadãos resistem a isso.

Veja que interessante é o caso da Praça Taksim e do Parque Gezi, em Istambul. Há meses, eles estão protestando contra a destruição do último parque no centro histórico da cidade, onde seria construído um shopping center, um complexo dedicado aos turistas, que nega aos jovens o espaço que poderiam ter para se relacionar com a natureza, para se reunir, para existir como cidadãos. Portanto, é a negação do direito básico à cidade. O direito, como disse Henri Lefebvre, de se reunir e ocupar um espaço sem ter que pagar, sem ter que consumir ou pedir permissão a autoridades. Por isso, tenta-se ultrapassar a lógica da liberdade na internet à liberdade no espaço urbano.

Eu não posso opinar diretamente sobre os movimentos que estão acontecendo neste momento aqui em São Paulo, mas há algumas características de tentar manifestar que a cidade é dos cidadãos. E este é o elemento fundamental em todas as manifestações que eu observei no mundo.

O que muda atualmente é que os cidadãos têm um instrumento próprio de informação, auto-organização e automobilização que não existia. Antes, se estavam descontentes, a única coisa que podiam fazer era ir diretamente para uma manifestação de massa organizada por partidos e sindicatos, que logo negociavam em nome das pessoas. Mas, agora, a capacidade de auto-organização é espontânea. Isso é novo e isso são as redes sociais. E o virtual sempre acaba no espaço público. Essa é a novidade. Sem depender das organizações, a sociedade tem a capacidade de se organizar, debater e intervir no espaço público.

segunda-feira, 17 de junho de 2013

Vigilância de EUA a cidadãos traz riscos à democracia

Faiza Patel
O Globo


A descoberta de que o governo americano opera, sob a bandeira da luta ao terror, uma enorme rede de vigilância das comunicações por telefone e na internet deixou o mundo estupefato, e abriu um amplo debate sobre os riscos inerentes a tal poder concentrado nas mãos do Estado. Ou de um único país. Como uma reedição moderna e real do livro “1984”, de George Orwell — que seis décadas atrás já alertava para os riscos que um governo todo-poderoso pressupõe às sociedades livres — o mega-aparato de espionagem é visto por analistas ouvidos em diferentes países como uma possível ameaça à democracia. E como um fator estratégico que pode deixar em posição ainda mais vantajosa os EUA no cenário internacional diante de um mundo cada vez mais competitivo.

O programa de espionagem telefônica e cibernética da Agência de Segurança Nacional (NSA) não é sinal de que acabou a privacidade, mas de que a privacidade é um grande aspecto da nossa era. Pesquisas já mostraram que 59% dos americanos não aprovam a vigilância. Sempre foi muito difícil trazer o debate sobre privacidade às claras, porque como tudo é escondido, secreto, a maioria não sabe o que realmente está acontecendo. Há rumores de que esse programa existe há muito tempo. Mas só agora tivemos a confirmação.

O que esse escândalo fez, portanto, foi botar o assunto na mesa. Precisamos ter uma discussão franca e honesta sobre o que o governo está de fato fazendo e o tipo de sociedade que queremos ser. Se você sabe que o governo pode estar vigiando o que está fazendo, ou ouvindo seus telefonemas, isso provavelmente tem um impacto no seu desejo de se engajar como integrante de uma sociedade democrática.

A longo prazo, essa deveria ser nossa maior preocupação: se esse escândalo pode mudar a natureza da democracia. Um dos maiores riscos é a possibilidade de o governo abusar da informação coletada para alvejar grupos impopulares — sejam eles opositores políticos ou minorias. Não podemos esquecer que a História da segurança nacional é recheada de exemplos de leis aprovadas para conter uma ameaça particular e acabam usadas para outras razões, como a Carta de Segurança Nacional, depois do 11 de Setembro. A NSA diz que sim, está coletando toda essa informação, mas só vai investigar quando tiver motivos. A questão é o que pode ser considerada legítima razão para a NSA entrar no banco de dados.

Esse limite pode ser bastante amplo. Houve protestos dos europeus, que têm leis de privacidades mais fortes que as nossas. Precisamos ficar de olho no impacto nas relações com alguns dos nossos aliados. Mas o fato é que não sabemos o que outros países estão fazendo em termos de vigilância. Os EUA têm capacidades extraordinárias, mas estou certa de que muitas outras nações estão tentando executar programas de monitoramento. Países sempre espiam outros países. Se tem uma coisa que não vai mudar, ao meu ver, é o comportamento dos terroristas.

Quem está planejando ataques desse tipo, se tem algum nível de sofisticação, supõe que haja monitoramento. Quanto a Edward Snowden, uma rápida observação: ele obviamente infringiu a lei. Ao mesmo tempo, prestou um serviço público. Precisamos ser um pouco mais sofisticados no entendimento desse sujeito, em vez de tentar rotulá-lo como herói ou traidor.

domingo, 16 de junho de 2013

Boaventura de Sousa Santos: "El euro fue una de las formas por las que el neoliberalismo entró en Europa"

Ana Pardo de Vera
Público

El profesor portugués e intelectual referente para los movimientos sociales, Boaventura de Sousa Santos, analiza la crisis de la UE y la trampa capitalista de la deuda soberana y las políticas de austeridad para destruir el último bastión de la protección social y laboral, Europa.

Boaventura de Sousa Santos es doctor en Sociología del Derecho por la Universidad de Yale y catedrático de Sociología en la Universidad de Coímbra. Este fin de semana está en Madrid con la Universidad Popular de los Movimientos Sociales (UPMS), una iniciativa que llega por primera vez a España y reúne durante los dos días a más de 40 colectivos y movimientos sociales, académicos y artistas de varios países en busca de fórmulas para organizarse y reconstruir el maltrecho sistema democrático en Europa.

¿Se puede decir ya que el proyecto de la UE es un fracaso?

Sí. La UE era un proyecto de cohesión social para crear un bloque nuevo y fuerte; un bloque económico, político y social, con políticas de cohesión muy importantes. La UE se concibió con dos ideas muy potentes: la de no volver a las guerras mundiales, provocadas ambas por el mismo país, y la de eliminar las periferias que existían desde el siglo XV: los países nórdicos, el sur de Europa (Portugal, España e Italia), el sureste (Balcanes y Grecia) y el este europeo.

El proyecto europeo iba a poner fin a esas periferias, con políticas muy importantes de fondos estructurales que pretendían uniformar la riqueza en Europa. En este sentido, el proyecto fracasó, pero es que muchos de nosotros ya sospechábamos que esto podía pasar, porque la existencia de las periferias era demasiado larga. Sin embargo, en los primeros años de la integración europea parecía que la UE resultaba: por ejemplo, en Portugal, la renta media alcanzó el 75% de la europea en 2000; sin duda nos aproximábamos y, de pronto, todo el proceso quebró y los países ex periféricos vuelven a ser tratados como tales. Desde entonces, la lógica colectiva de construcción social, económica y política ha pasado a ser una dinámica de centro-periferia que dominó sobre todas las otra lógicas. Una lógica, además, en la que el centro ni siquiera es la Comisión Europea, sino Alemania. La UE debe reinventarse, hay que reinventarla. De lo contrario, el futuro en Europa se presenta muy negro.

¿Y el proyecto del euro? ¿En qué punto está?

La pregunta sobre el proyecto del euro no es si fracasó o no, sino qué es lo que se pretendía con él. Y en este caso, existió la trampa desde el inicio, porque el euro fue una de las formas en que el neoliberalismo internacional penetró en Europa, que hasta entonces, era el bastión de defensa del Estado social; el único donde el neoliberalismo no había entrado gracias a que los países tenían partidos socialistas y -también a veces en la oposición- partidos comunistas, ambos muy fuertes. Los partidos venían de una tradición socialdemócrata muy arraigada que exigía educación pública, sanidad pública o sistema de pensiones públicos, por lo que la resistencia a que el neoliberalismo entrase país a país era muy grande. Por eso no penetró así, sino que lo hizo por encima: a través de la Comisión primero, por el Banco Central Europeo (BCE) después y por el euro finalmente.

Mediante la construcción neoliberal del euro y el BCE, el país dominante desde entonces -Alemania- ha puesto sus reglas y la moneda es definida en su valor internacional de acuerdo a los intereses económicos de Alemania, y no a los intereses de Portugal o España, por ejemplo. A los países del sur, increíblemente, nunca se les ocurrió la idea de que pudiera ocurrir esto, porque se creyeron lo de que estaban en un bloque político y económico, en donde no había deuda griega o española o portuguesa, sino que existía la cohesión y nunca habría especulación. Sin embargo, debido a los intereses de sus bancos, Alemania decidió que sí habría deuda griega, irlandesa, portuguesa o española, con lo que hizo a estos países muy débiles, sin que Europa les diese garantías y promoviendo la especulación financiera al transmitir la idea de que estos países sólo encontrarían la solución después de una intervención brutal.

Una intervención que no ha servido para nada y que ahora, parece que empiezan a reconocerlo así quienes la impusieron. ¿Estamos ante una improvisación o el juego está totalmente calculado?

Es más trágico todavía, porque no es nada nuevo. El problema de Europa es que ni tiene nada que enseñar al mundo ni puede aprender con el mundo. Nada que enseñar porque la sequía de ideas, novedades o alternativas aquí es total y nada que aprender porque la arrogancia colonial de este continente es absoluta también y no le permite aprender. Por ejemplo, cuando decimos: "En Brasil, Argentina o Ecuador se hizo así", y enseguida nos respondemos: "Ésos son países menos desarrollados".

¿Seguimos con ese sentimiento de superioridad?

Seguimos con esa arrogancia colonial, sí. Y no lo tomamos en serio, pero es que eso que ha dicho el FMI hoy, lo dijo en Tanzania, Mozambique e Indonesia antes, lo conozco bien. Lo de aplicar las medidas y después, decidir que fueron excesivas es recurrente. Y una agencia que ha aplicado unas medidas que han generado tanta pobreza, tanto sufrimiento en los países, debería ser demandada ante los tribunales; y ya no digo por un delito criminal, pero al menos, sí por negligencia. Tiene que haber una reparación civil para los países afectados, porque, además, dicen que cometieron un error con sus políticas y las siguen aplicando.

No hay propósito de la enmienda...

Ninguno. Pero es que, además, a la UE no le gusta que el FMI se retracte, porque está comprometida con las políticas de austeridad y si en Alemania se percibe que son negativas, Angela Merkel puede perder las elecciones. Todo está organizado para que nada cambie hasta las elecciones alemanas, por lo que Italia, Grecia, Portugal o España deben esperar y lo hacen, digo yo siempre, con una democracia suspendida.

Y los ciudadanos que sufrimos los recortes, ¿qué podemos hacer? ¿También hemos de esperar a que transcurran las elecciones alemanas para presionar a nuestros gobiernos y que hagan algo, en su caso?

Los gobiernos no van a hacer nada, porque como digo, son completamente dependientes del mandato alemán. Y aunque la gente rechaza esto, no lo hace de una manera fuerte y articulada. Este fin de semana, con el proyecto de la Universidad Popular de los Movimientos Sociales (UPMS), precisamente, estamos intentando ver cómo se puede resistir, conociendo las diferencias de los distintos grupos, averiguando por qué unos están interesados en una medida y otros en otra o por qué algunos creen que se debería crear un partido y otros no. La semana pasada, en Portugal, estuve trabajando en una iniciativa con el ex presidente de la República, Mario Soares, a través de la cual juntamos a 600 personas en una sala para pedir la caída del Gobierno actual, elecciones anticipadas y un Ejecutivo de izquierdas. Fue la primera vez, después del 25 de abril, que conseguimos juntar a representantes del Partido Comunista, del Socialista y del Bloque de Izquierda para formar una alternativa de izquierdas. Aunque sabíamos que por razones históricas es muy difícil lograrlo.

Como en España...

Aquí también, aquí también... Y en Portugal, al final, nos dimos cuenta de que era imposible, que jamás habría una alternativa de izquierdas. ¿Por qué? Porque, por un lado, Bloque de Izquierda y Partido Comunista quieren renegociar la deuda y, además, han concluido que parte de esta deuda no se puede pagar -es el 130% del PIB-, o abocaremos al empobrecimiento a las generaciones siguientes. Todo el dinero que entra de la troika va a pagar la deuda, ni un céntimo va para la salud o el hogar de las personas.

Por otro lado, el Partido Socialista, que está dominado por la lógica del neoliberalismo desde hace tiempo, quiere ser Gobierno, además, en el marco europeo dominado asimismo por el neoliberalismo. Por tanto, propugna que de negociar la deuda, nada: hay que pagarla toda, aunque se negocie sobre las tasas y los periodos de pago, por ejemplo.

Y ahí se acaba el objetivo de la reunión, unir a la izquierda.

Ahí se acabó.

¿Cómo ve en España a los partidos de izquierdas?

La misma división, aunque en Portugal es más grave, porque... ¿Quiénes fueron los invitados españoles a la reunión de Club Bilderberg en Hertfordshire (Reino Unido)?

El ministro de Economía, Luis de Guindos; el consejero delegado del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián; el de Inditex, Pablo Isla... ¿Por qué?

Porque la asistencia desde Portugal fue muy interesante, muy ilustrativa sobre el futuro: acudieron al Bilderberg el secretario del Partido Socialista y el secretario del partido de derechas que está en el Gobierno, o sea, que la elite internacional ya ha decidido las elecciones. Los portugueses van a trabajar hasta las próximas elecciones, luchando para que haya un Gobierno de izquierdas -idiotas ellos-, las elecciones ya están decididas y los socialistas comulgan con eso. Por eso, yo creo que en Europa vamos a entrar en un periodo cada vez más duro y con más recortes; yo le llamo un periodo post institucional (‘Después de las instituciones'), porque las instituciones del Estado no responden y la gente no se siente representada por estas instituciones.

¿Qué podemos esperar de un periodo así?

Será un periodo turbulento y largo, a mi juicio, y será una lucha por la redefinición de la democracia. No es casualidad que los jóvenes aquí en España o en Portugal hablen de Democracia Real o apelen a la Democracia Ya, porque la democracia en Europa está suspendida y derrotada. Ha habido un conflicto entre democracia representativa y capitalismo y ha ganado el capital.

¿Y hay alguna posibilidad de que se levante de nuevo la democracia?

Sólo cuando el capitalismo tenga miedo. Hasta ahora, los bancos han sido rescatados con dinero público, pero no habrá posibilidad de rescatarlos de la misma manera otra vez, a menos que los ciudadanos sean reducidos a la condición de esclavos. Puede haber una catástrofe y tenemos que luchar antes de que llegue, buscando todos los errores que se cometieron en las políticas progresistas de Europa. Por ejemplo, creer que sólo un pequeño grupo en cada país era politizado: los miembros de partidos, ONGs o de movimientos sociales. El resto de ciudadanos era una masa informe, despolitizados que no tenían ninguna relevancia política, pero que son los que están ahora en la calle.

De ellos va a venir el futuro; la transformación democrática va a llegar de la mano de todos los indignados: pensionistas, jóvenes, médicos, profesionales,... que implican, además, una unión intergeneracional que antes no existía y que tienen que llevar a cabo una revolución democrática; la necesitamos para no llegar a la catástrofe.

¿Cómo se aborda una revolución democrática en la situación actual? ¿Qué significado tiene más allá de los términos?

Significa democratizar la democracia a través de un movimiento popular muy fuerte, que a veces resultará violento, aunque nunca contra las personas, y a veces resultará ilegal, porque una de las características de los Estados neoliberales es ser cada vez más represivos.

¿Con ser violentos se refiere, por ejemplo, a los escraches y con ser ilegales, a iniciativas como Rodea el Congreso?

Sí, hay que fortalecer todos esos movimientos.

¿También el 15M en su conjunto? Hay quien tiene la percepción de que es un movimiento que nació con mucho ímpetu y se ha ido desinflando, perdiendo fuerza. ¿Tal vez porque ya es España un país resignado?

No creo que seamos -e incluyo a mi país, Portugal- países resignados, sino que hemos sufrido más de 40 años de dictadura; 48 años en mi país, más que en España. Mientras tanto, pasaban por nuestro lado los movimientos europeos de participación política (movimiento estudiantil, el de 1968, por la liberación de las colonias...) Estábamos muy aislados, por eso nuestros países no tienen ahora la cultura democrática de resistencia. Por otro lado, hay elementos coyunturales que influyen en los movimientos y, por ejemplo, no podemos creer que las plazas se van a llenar igual en invierno que en primavera o verano.

Además, los movimientos al mismo tiempo que maduran, se dividen: hay gente centrada en los desahucios, otra en la sanidad; gente que cree que se debería crear un partido, otros que no; personas que hablan de consejos populares, formas de control ciudadano...

¿Y cómo se organiza todo eso? ¿Con qué nos quedamos?

La revolución democrática va a tener dos pies: cambiar la democracia representativa neoliberal a través de un cambio del sistema político que conlleva, a su vez, un cambio del sistema partidos. Es decir, que conlleva la participación de independientes en el sistema político, en la regulación y financiación de los partidos, en el sistema electoral... Hay mucho que hacer, pero sobre todo, sabiendo que la reforma nunca va a venir de los partidos, que saben que saldrán perdiendo con esto, sino que va a venir de los ciudadanos. La democracia participativa resultante -de la que ya tenemos experiencia fuera de Europa- traerá nuevas formas de actuación: referéndums, consejos populares, consejos sectoriales, presupuestos participativos a nivel local o regional, por ejemplo;... O sea, democracia directa que controle a los elegidos, que vaya más allá de la autorización a gobernar; que vaya hasta la rendición de cuentas, ésta que debe llegar de fuera, de ciudadanos organizados. El problema es que ahora no están organizados.

¿Se refiere al movimiento de los indignados? ¿Qué crítica(s) tiene que hacerles?

Tengo varias. Primero, a las asambleas en donde se toman decisiones por consenso que pueden ser totalmente paralizantes, pues una pequeña minoría puede impedir cualquier decisión. Con fórmulas dominantes de decisión no va a haber formulación política; y sin formulación política no hay alternativas. Segundo, al sistema de gran autonomía individual que manejan (cada uno decide cuándo entra y cuándo se va, por ejemplo) y que es más semejante al neoliberalismo de lo que piensan. Un movimiento no se construye con autonomía individual, sino con autonomía colectiva. Y no la tienen. Tercero, un rasgo que estamos viendo, sobre todo, en los acampados de EEUU y en algunos de aquí: tiene más legitimidad quien se queda más tiempo acampado en la plaza. No tienen en cuenta que hay que gente que es muy buena, pero que tiene que ir a trabajar o ir a casa a atender a los niños. ¿Son menos legítimos por eso? No, porque permanecer más tiempo en una plaza no es un criterio de legitimidad democrática.

¿Todo esto no ha impedido avanzar más al movimiento de los indignados?

Yo trabajo con ellos como intelectual de retaguardia, que es lo que me considero, y creo que en estos momentos, no son un movimiento; son presencias que no tienen propuestas muy concretas y los entiendo, porque es todo el sistema el que está podrido y quieren reconstruirlo desde abajo. Para ello, piden una nueva Constitución y eso sí es positivo; piden un impulso constituyente, algo que yo vengo defendiendo: una nueva Constitución que retire el monopolio de la representación política a los partidos; que establezca diferentes formas de propiedad, más allá de la estatal y la privada -se han perdido las formas de propiedad comunal o de cooperativa, por ejemplo-; que asiente una nueva forma de control social más articulada; una reorganización total del sistema de justicia, y una fórmula para proteger nuestras constituciones de la especulación financiera y de deudas que no se pueden pagar.

Esa deuda es precisamente la coartada para imponer las políticas de austeridad...

Pues mire lo que pasa en Portugal con ellas: una deuda del 130% del PIB, el desempleo creciendo y una recesión cada vez mayor. Quienes gobiernan lo saben y, por eso, yo estoy cada vez más convencido de que esto no es una crisis. Tenemos que luchar también por los términos del debate, porque esto no es una crisis: es una gran maniobra del capitalismo internacional financiero para destruir la última fortaleza que existía en el mundo de protección social y trabajo con derechos. El remedio de la crisis está empeorando la crisis o, lo que es lo mismo, el médico está matando al enfermo. Y lo peor es que no necesariamente cuanta más crisis hay, hay más resistencia. Porque hay niveles de crisis tan grande y en los que la gente está tan empobrecida, tan deprimida, que no sale a la calle; gente que se suicida, que toma ansiolíticos; gente que interioriza la crisis y se vuelve contra sí misma. Estamos entrando en ese proceso. Por eso, creo que este año va a ser decisivo para saber si tenemos energías y damos la vuelta a esto. Eso es lo que vamos a hacer este fin de semana en la UPMS, ver si podemos articular algo para generar turbulencias políticas que no permitan a estos gobiernos -estos sistemas de protectorado, en realidad- seguir gobernando.

quarta-feira, 12 de junho de 2013

La humanidad en peligro, camino al desastre

Noam Chomsky
Tom Dispatch

¿Qué nos deparará el futuro? Para escrutarlo, una posibilidad sería observar a la especie humana desde fuera. Por tanto, imagínense que son observadores extraterrestres que están tratando de averiguar qué está sucediendo aquí o, si vamos al caso, imagínense que dentro de cien años son historiadores –asumiendo que haya algún historiador dentro de cien años, lo que no resulta tan obvio- y que están mirando hacia atrás, a lo que está sucediendo hoy en día. Verían algo totalmente increíble.

Por primera vez en la historia de la especie humana, hemos desarrollado claramente la capacidad de destruirnos a nosotros mismos. Y así llevamos desde 1945. Es ahora cuando al fin se está reconociendo que hay procesos a más largo plazo, como la destrucción medioambiental, que van en esa misma dirección; quizá no de la destrucción total pero sí al menos hacia la destrucción de la posibilidad de una existencia decente.

Y hay otros peligros, como las pandemias, que tienen que ver con la globalización e interacciones. Por tanto, hay procesos e instituciones aplicándose a tal fin, como los sistemas de armas nucleares, que podrían provocar un inmenso desastre o incluso poner fin a una existencia organizada.

Cómo destruir un planeta sin ningún esfuerzo

La pregunta es: ¿Qué está haciendo la gente frente a esta situación? Nada de todo esto es secreto. Todo aparece perfectamente claro. En realidad, hay que hacer esfuerzos para no verlo. Ha habido todo un abanico de reacciones. Están los que trabajan resueltamente intentando hacer algo frente a esas amenazas, mientras que otros se esfuerzan en intensificarlas. Si Vds. pudieran ver quiénes son, los futuros historiadores u observadores extraterrestres percibirían algo muy extraño. Tratando de mitigar o superar esas amenazas tenemos a las sociedades menos desarrolladas, a las poblaciones indígenas, o a lo que queda de ellas, las sociedades tribales y aborígenes del Canadá. No hablan de guerra nuclear sino de desastre medioambiental y están realmente intentando hacer algo.

De hecho, por todo el mundo –Australia, India, Sudamérica-, hay batallas emprendidas y, en ocasiones, guerras. En la India, hay una guerra importante respecto a la destrucción medioambiental directa, con las sociedades tribales intentando resistirse a las operaciones de extracción de recursos que están causando daños inmensos en las comunidades locales, pero también respecto a sus consecuencias generales. En sociedades donde las poblaciones indígenas tienen influencia, muchos están adoptando una posición firme. El país que muestra la posición más firme respecto al calentamiento global es Bolivia, que tiene una mayoría indígena y mandatos constitucionales que protegen “los derechos de la naturaleza”. Ecuador, que también tiene una gran población indígena, es el único exportador de petróleo que conozco donde el gobierno está buscando apoyos que le ayuden a mantener ese petróleo en la tierra, en vez de producirlo y exportarlo, y es en la tierra donde debería estar.

El Presidente venezolano Hugo Chavez, que murió recientemente y fue objeto de burlas, insultos y odio en todo el mundo occidental, asistió hace pocos años a una sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la que suscitó todo tipo de mofas por llamar diablo a George W. Bush. Pero también ofreció un discurso que resultó muy interesante. Ya sabemos que Venezuela es un importante productor de petróleo. Prácticamente, el petróleo supone todo su PIB. En aquel discurso, advertía de los peligros del uso excesivo de combustibles fósiles e instaba a unirse a los países productores y consumidores s fin de encontrar vías que redujeran el uso de dichos combustibles. Resultaba sorprendente que ese discurso surgiera de un productor de petróleo. Pero, ya saben, él era en parte indio, de origen indígena. A diferencia de las cosas divertidas que hizo, no se informó nunca de este aspecto de su intervención ante la ONU.

Así pues, por un extremo tienen las sociedades indígenas tribales intentando detener la carrera al desastre. En el otro extremo, las sociedades más poderosas y ricas de la historia del mundo, como Estados Unidos y Canadá, inmersas en una veloz carrera para destruir el medioambiente lo más rápidamente posible. A diferencia de Ecuador y de las sociedades indígenas por todo el mundo, quieren extraer de la tierra hasta la última gota de los hidrocarbonos y a la máxima velocidad posible.

Los dos partidos políticos estadounidenses, el Presidente Obama, los medios y la prensa internacional parecen esperar con gran entusiasmo eso que llaman “un siglo de independencia energética” para EEUU. La independencia energética es un concepto que casi no tiene sentido, pero dejemos eso ahora a un lado. Lo que están queriendo decir es esto: Tendremos un siglo en el que vamos a maximizar el uso de combustibles fósiles y contribuir cuanto podamos a la destrucción del planeta.

E igual pasa por casi todas partes. Es cierto que en lo que se refiere al desarrollo de las alternativas energéticas, Europa está intentando hacer algo. Mientras tanto, EEUU, el país más rico y poderoso en la historia del mundo, es la única nación entre las cien más importantes que no tiene una política nacional para restringir el uso de combustibles fósiles, que ni siquiera tiene objetivos de energía renovable. Y no es porque su población no quiera. Los estadounidenses están muy cerca de la media internacional en su preocupación por el calentamiento global. Son sus estructuras institucionales las que bloquean el cambio. Los intereses empresariales no quieren y tienen un poder casi absoluto a la hora de determinar las políticas, por lo que, en un montón de cuestiones, incluida ésta, hay una enorme brecha entre lo que quiere la opinión pública y lo que los políticos hacen.

Por tanto, eso es lo que el futuro historiador –si es que queda alguno- vería. Podría también leer las revistas científicas actuales. Casi cada una de las que abra contendrá una predicción más terrible que la anterior.

“El momento más peligroso en la historia”

La otra cuestión es la guerra nuclear. Somos conscientes desde hace bastante tiempo de que si una gran potencia lanza un primer ataque, incluso aunque no haya represalias, lo más probable es que la civilización acabara desapareciendo tan sólo por las consecuencias que sobrevendrían del invierno nuclear. Pueden leer sobre ello en el Bulletin of Atomic Scientists. Lo entenderán bien. El peligro ha sido siempre mucho más grave de lo que pensábamos.

Acaba de pasar el 50º aniversario de la Crisis de los Misiles de Cuba, que el historiador Arthur Schlesinger, asesor del Presidente John F. Kennedy, denominó como el “momento más peligroso en la historia”. Y lo fue. Nos salvamos por los pelos y tampoco fue ésa la única vez. Sin embargo, de alguna manera, el aspecto más negativo de todos esos nefastos sucesos es que no se aprenden las lecciones.

Se ha adornado mucho lo acaecido en la Crisis de los Misiles de octubre de 1962 para que parezca que abundaron los actos de coraje y reflexión. La verdad es que todo el episodio fue cosa de locos. Hubo un punto, cuando la crisis estaba alcanzando su momento álgido, en que el Premier soviético Nikita Kruschev escribió a Kennedy ofreciéndole solucionarla a través de un comunicado público informando de la retirada de los misiles rusos de Cuba y de los estadounidenses de Turquía. En realidad, Kennedy ni siquiera sabía en aquel momento que EEUU tuviera misiles en Turquía. Iban a retirarlos de todas formas porque iban a sustituirlos con los submarinos nucleares Polaris, mucho más letales e invulnerables.

Así pues, la oferta fue ésa. Kennedy y sus asesores la consideraron y la rechazaron. En aquella época, el mismo Kennedy valoraba las probabilidades de una guerra nuclear entre un tercio y la mitad. Por tanto, estaba dispuesto a aceptar un riesgo muy alto de destrucción masiva a fin de establecer el principio de que nosotros –y sólo nosotros- tenemos derecho a disponer de misiles de ataque más allá de nuestras fronteras, donde se nos antoje, no importa el riesgo que supongan para otros, o para nosotros mismos si las cosas se salen de madre. Tenemos ese derecho, nadie más.

Sin embargo, Kennedy aceptó un acuerdo secreto para retirar los misiles que EEUU estaba ya retirando, aunque nunca se hizo público. Es decir, Kruschev tenía que retirar abiertamente los misiles rusos mientras que EEUU retiraba secretamente los suyos, que se habían quedado obsoletos; por tanto, había que humillar a Kruschev pero Kennedy tenía que mantener su imagen de macho. Fue muy alabado por esto: valor y sangre fría bajo la amenaza, etc. El horror de sus decisiones no llegó siquiera a mencionarse, intenten encontrarlo en los archivos…

Y por añadir algo más, un par de meses antes de que estallara la crisis, EEUU había enviado misiles con ojivas nucleares a Okinawa. Misiles que estuvieron apuntando hacia China durante un período de gran tensión regional. Bien, ¿y a quién le importa? Tenemos derecho a hacer lo que se nos antoje en cualquier lugar del mundo. Esa fue una de las lecciones funestas de esa época, pero irían llegando más.

Diez años después, en 1973, el Secretario de Estado Henry Kissinger emitió una alerta nuclear de alto nivel. Fue su forma de advertir a los rusos que no interfirieran en la guerra árabe-israelí en marcha y, especialmente, que no interfieran una vez que informó a los israelíes de que podían violar el alto el fuego que EEUU y Rusia acababan de acordar. Afortunadamente, no sucedió nada.

Diez años más tarde, el Presidente Ronald Reagan llegaba al poder. Poco después de que pusiera un pie en la Casa Blanca, él y sus asesores hicieron que la Fuerza Aérea empezara a penetrar en el espacio aéreo ruso para obtener información acerca de los sistemas de alerta rusos, la denominada Operación Able Archer [Arquero Capaz]. Se trataba esencialmente de ataques simulados. Los rusos se sentían inseguros, algunas autoridades de alto nivel temían que ese fuera un paso hacia un primer ataque real. Por fortuna no reaccionaron, aunque estuvieron a punto. Y todo sigue igual.

¿Qué hacer con las crisis nucleares iraní y norcoreana?

Por el momento, la cuestión nuclear, en los casos de Corea el Norte e Irán, sigue ocupando regularmente las primeras páginas de los medios. Pero hay vías para poder abordar estas crisis actuales. Quizá no funcionen pero al menos hay que intentarlo. Sin embargo, no se están teniendo en cuenta, ni siquiera se informa de ellas.

Cojamos el caso de Irán, que es considerado en Occidente –no en el mundo árabe, no en Asia- como la amenaza más grave para la paz mundial. Es una obsesión occidental y es interesante investigar las razones de ello, no obstante, dejémoslo a un lado por el momento. ¿Hay alguna vía para abordar esa supuesta amenaza tan grave para la paz mundial? En realidad hay muchas. Hay una vía, muy sensata, que se propuso hace un par de meses en una reunión de Países No Alineados en Teherán. De hecho, estaban sólo reiterando una propuesta que tiene varias décadas de existencia y que especialmente impulsada por Egipto y aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

La propuesta consiste en avanzar hacia el establecimiento de una zona libre de armas nucleares en la región. Esa no sería la respuesta a todo, pero sería un paso adelante muy significativo. Y hay otras maneras de proceder. Bajo los auspicios de la ONU, debería haberse celebrado en Finlandia el pasado mes de diciembre una conferencia internacional para intentar poner en marcha una serie de planes que desarrollaran esa propuesta. ¿Qué fue lo que sucedió?

No lo habrán podido leer en los periódicos, porque no se informó de nada, sólo en algunas revistas especializadas. A primeros de noviembre, Irán manifestó su acuerdo en asistir a la reunión. Un par de días más tarde, Obama canceló la reunión, diciendo que no era el momento adecuado. El Parlamento Europeo emitió un comunicado pidiendo que se mantuviera, al igual que los Estados árabes. No se consiguió nada. Así pues, impongamos sanciones cada vez más duras contra la población iraní –que ni rozan al régimen- y después ¡a la guerra! ¿Quién sabe qué sucederá?

La misma historia tiene lugar en Asia Nororiental. Puede que Corea del Norte sea el país más loco del mundo. Sin duda que es un buen competidor al título. Pero sí tiene sentido intentar averiguar qué hay en la mente de la gente cuando actúa de forma loca. ¿Por qué se comportan así? Tan sólo pongámonos un poco en su situación. Imaginen lo que significó en los años de la Guerra de Corea, en los primeros años de la década que se inició en 1950, que tu propio país acabara totalmente arrasado, totalmente destruido por una inmensa superpotencia, que además se regodeaba en lo que estaba haciendo. Imaginen la huella que eso deja atrás.

Tengan en cuenta que es probable que los líderes de Corea del Norte leyeran las revistas militares públicas de la época de esa superpotencia que explicaban que, una vez arrasado todo en Corea del Norte, se envió a la fuerza aérea para destruir las presas norcoreanas, presas inmensas que controlaban el suministro de agua; y se hizo a propósito, un crimen de guerra por el que se colgó a gente en Nuremberg. Y esas revistas oficiales hablaban con excitación de lo maravilloso que era ver cómo el agua se desperdiciaba inundando los valles mientras los asiáticos corrían a la desesperada tratando de sobrevivir. Las revistas se mostraban exultantes de lo que eso significó para aquellos “asiáticos”, horrores que escapan a cualquier imaginación. Significó la destrucción de sus cosechas de arroz, lo que a su vez impuso hambruna y muerte. ¡Cuánta gloria! No ha quedado en nuestra memoria, pero sí en su memoria.

Volvamos al presente. Hay una interesante historia reciente. En 1993, Israel y Corea del Norte se estaban acercando a un acuerdo por el cual Corea del Norte dejaría de enviar misiles o tecnología militar a Oriente Medio e Israel reconocería a aquel país. El Presidente Clinton intervino y lo bloqueó. Poco después, en represalia, Corea del Norte llevaba a cabo una prueba nuclear de importancia menor. EEUU y Corea del Norte llegaron entonces, en 1994, a un marco de acuerdo que detuvo sus desarrollos nucleares y que fue más o menos cumplido por ambas partes. Cuando George W. Bush llegó al poder, es posible que Corea del Norte tuviera un arma nuclear y se pudo comprobar que no estaba produciendo más.

Bush lanzó inmediatamente su militarismo agresivo, amenazando a Corea del Norte –“el eje del mal” y tal y tal-, por lo que este país se puso de nuevo a trabajar en su programa nuclear. Cuando Bush dejó el cargo, tenían de ocho a diez armas nucleares y un sistema de misiles, otro gran logro neocon. Entre medias, sucedieron otras cosas. En 2005, EEUU y Corea del Norte llegaron finalmente a un acuerdo por el cual este último país tenía que acabar con todas las armas nucleares y desarrollo de misiles. A cambio, Occidente, pero sobre todo EEUU, tenía que proporcionar un reactor de agua ligera para sus necesidades médicas y poner fin a las declaraciones agresivas. A continuación, firmarían un pacto de no agresión e intentarían llegar a un acuerdo razonable.

Todo era muy prometedor, pero Bush se puso a dinamitarlo casi de inmediato. Retiró la oferta del reactor de agua ligera e inició programas para obligar a los bancos a que dejaran de realizar transacciones norcoreanas, incluso las que eran totalmente legales. Los norcoreanos reaccionaron recuperando su programa de armas nucleares. Y todo esto es lo que viene sucediendo.

Es bien conocido. Pueden leerlo directamente en la principal corriente de la erudición estadounidense. Lo que dicen es lo siguiente: es un régimen muy loco, pero sucede que está siguiendo la política del talión. Vosotros hacéis un gesto hostil y nosotros respondemos con algún gesto loco de los nuestros. Vosotros hacéis un gesto de acercamiento y nosotros os respondemos de la misma manera.

Por ejemplo, se han llevado a cabo hace poco maniobras militares entre EEUU y Corea del Sur en la península de Corea que, desde el punto de vista de Corea del Norte, tenían una intención intimidatoria. Nosotros pensaríamos también que esas maniobras son amenazantes si se produjeran en Canadá y nos tuvieran en el punto de mira. En el curso de las mismas, los bombarderos más avanzados de la historia, los Stealth B-2 y los B-52, llevaron a cabo ataques simulados de bombardeo contra las fronteras de Corea del Norte.

Sin duda, esto activa las alarmas del pasado. Ellos recuerdan bien ese pasado, por eso están reaccionando de una forma muy agresiva y extrema. Y Occidente piensa que todo eso no es más que una demostración de lo locos y horribles que son los dirigentes norcoreanos. Lo son. Pero esa no es toda la historia, y así es cómo el mundo viene funcionando. Y no es precisamente que no haya alternativas. Las hay, pero no se están teniendo en cuenta. Y eso es peligroso. Por tanto, si se preguntan qué aspecto tendrá el planeta, no van a contemplar un cuadro muy agradable. A menos que la gente haga algo. Siempre podemos hacer algo.