sexta-feira, 22 de dezembro de 2017

Felices fiestas y un mejor 2018


Estimad@s amig@s:

El mundo y la región pasan por una etapa compleja, de aparente retroceso, aunque también de importantes movilizaciones y luchas democráticas. Con el optimismo de la voluntad, les deseo a tod@s unas muy felices fiestas de navidad y que el 2018 sea un tiempo cargado de energía para enfrentar nuevas batallas y redoblar los esfuerzos para mejorar nuestra vida colectiva y nuestro planeta.

Fraternalmente, Fernando

segunda-feira, 18 de dezembro de 2017

La encrucijada de la redes sociales

Rodrigo de la Cuadra
Socialismo y Democracia

Las redes sociales son estructuras que relacionan y agrupan personas u organizaciones de acuerdo con algún criterio compartido. Surgieron frutos de los medios sociales, definidos por los profesores de la escuela de marketing ESCP Europe, Andreas M.Kaplan y Michael Haenlein, como “un grupo de aplicaciones basadas en Internet que se desarrollan sobre los fundamentos ideológicos y tecnológicos de la Web, y que permiten la creación y el intercambio de contenidos generados por el usuario”. En pocos años se convirtieron en un fenómeno global, siempre en constante expansión, permitiendo amistades a través de un lazo social o familiar que llegan a cruzar el mundo. Esta nueva forma de interacción social es una revolución en la manera en que las personas se relacionan.

Hoy en día vivimos en un mundo tomado por las redes sociales. El informe We Are Social 2017 indica que existen aproximadamente 2.789 millones de usuarios de redes sociales activos, cerca de 37% de la población global. La empresa Statista estima que, en 2020, el 70% de la población mundial tendrá acceso a alguna red social. Quizás ese fenómeno pueda ser explicado por el estilo de vida moderno, donde todo es tan rápido y pasajero y las personas no usan tanto de su tiempo para socializar fuera del espacio de la casa. Las redes y medios sociales permiten una interacción sin ser necesario cualquier compromiso.

En el año 2014 la empresa de estadísticas Statista hizo una investigación con 2.023 personas de los Estados Unidos, siendo la pregunta de la encuesta cuantos amigos tienen en el medio social Facebook. Usando estos datos se obtuvo que una persona tiene en media 350 amigos en la red, siendo el grupo más conectado los jóvenes entre 18 y 24 años, con una media de 649 amigos.

Los datos presentados indican la formación de vínculos sin mucho compromiso y una constante renovación de los contactos, principalmente entre estos jóvenes. En nuestro cotidiano el diálogo real se tornó inexistente y la formación de lazos con personas que piensan de otra forma es muy rara, es fácil evitar un choque de ideas teniendo en mente que puedes controlar la gente con la cual te relacionas con mucha facilidad. Es decir, todos en una red social piensan de una forma similar, vienen de un mismo contorno social y no se relacionan con grupos que no sean las redes que ellos mismos crearon, produciendo una sociedad aún más fragmentada y dividida en categorías. Eso puede ser el motivo de muchos problemas de la actualidad, una generación que no puede comunicarse con aquellos que son distintos de si y no consigue llegar en un consenso con la diferencia.

Como apuntaba el recientemente desaparecido filósofo y sociólogo Zygmunt Bauman, hoy en día resulta mucho más fácil relacionarse por una red que por una comunidad, ya que uno puede crear su propia red y controlarla como quiera, añadiendo o excluyendo personas de ella. El mismo principio no se aplica a una comunidad, una vez que no se puede crear una, es necesario participar de ella. Otra forma de expresar esa idea es: tú perteneces a una comunidad, ya la red pertenece a ti.

Podemos concluir que, a pesar de una mayor dimensión de los vínculos, que llegan a ultrapasar fronteras geográficas, las redes sociales no generan amistades fuertes entre las personas. Estas no utilizan sus medios sociales para ampliar sus círculos de amistad o establecer relacionamientos más concretos, pero si para encerrarse en zonas de conforto. Esas redes creadas son mucho más confortables y fáciles de convivir, pero en comparación a los otros medios de interacción, tienen poco valor. Desconsideran una de las cosas que más caracteriza al ser humano, las relaciones sociales, la interacción cara a cara y la amistad.

terça-feira, 5 de dezembro de 2017

¿Son compatibles el capitalismo y la democracia?

Alejandro Nadal
La Jornada

La estabilidad social y económica bajo el capitalismo afronta dos problemas esenciales. Por un lado, las continuas crisis y la feroz competencia inter-capitalista hacen de la acumulación de capital un proceso inseguro. Por el otro, el conflicto en la distribución del ingreso constituye una permanente amenaza de ruptura social. La democracia está en el corazón de estas dos fuentes de tensiones sistémicas.

Para introducir un par de definiciones operativas, aquí entendemos por democracia un sistema en el que todos los ciudadanos adultos tienen el derecho al voto (sufragio universal), hay elecciones libres y se protegen los derechos humanos bajo el imperio del estado de derecho. El capitalismo es un sistema en el que una clase dominante se apropia del excedente del producto social ya no por la violencia, sino por medio del mercado.

El surgimiento del capitalismo se llevó a cabo en un entorno de estados monárquicos y autocráticos, por no decir dictatoriales. La necesidad de preservar los derechos de propiedad de la clase capitalista era una de las prioridades de esos estados. El movimiento de ideas comenzó a cambiar con la sacudida de las revoluciones en Estados Unidos y en Francia. Aún así, la constitución de Estados Unidos (1787) no menciona el sufragio universal y en cambio otorgó a cada estado la facultad de regular el derecho al voto. La mayoría sólo otorgó ese derecho a los propietarios. No fue sino hasta la décimo quinta y décimo novena enmiendas (1870 y 1920 respectivamente) que se garantizó el voto universal. En Francia la revolución terminó con la monarquía pero el sufragio universal se otorgó hasta 1946.

La palabra "democracia" fue utilizada hasta principios del siglo veinte en un sentido peyorativo o como sinónimo de un sistema caótico en el que las clases desposeídas terminarían por expropiar a los propietarios del capital. La clase capitalista pensaba que detrás del sufragio universal se ocultaba el peligro de que la mayoría democrática pudiera abolir sus privilegios. Pero gradualmente la presión de una masa que aunque no tenía derecho al voto sí formaba parte de la economía de mercado se hizo irresistible. También la perspectiva de la clase capitalista fue transformándose: un régimen monárquico parecía ser cada vez menos adecuado para garantizar el cumplimiento de los contratos y los derechos de propiedad. A pesar de todo, capitalismo y democracia siguieron siendo vistos como procesos antagónicos hasta bien entrado el siglo veinte.

Al finalizar la primera guerra mundial la reconstrucción de las economías capitalistas en Europa no permitió consolidar un orden social adecuado para el capitalismo y en varios países se abrió paso al fascismo. La Gran Depresión debilitó al capital y generó un sistema regulatorio en el que una adecuada distribución del producto se erigió en prioridad del estado. Ese sistema permitió el crecimiento robusto y la distribución de beneficios a través del estado de bienestar durante las tres décadas de la posguerra. La clase capitalista aceptó a regañadientes la regulación del proceso económico por el estado. La legitimidad del capitalismo se fortaleció a través de una menor desigualdad y un mejor nivel de vida para la mayor parte de la población. En ese período democracia y capitalismo parecían marchar de la mano en sincronía.

Pero en la década de 1970 resurge la tensión por la disminución en la rentabilidad del capital, una caída en la tasa de crecimiento, nuevas presiones inflacionarias y otros desajustes macroeconómicos. La política económica que había mantenido el estado de bienestar fue desmantelada gradualmente, al mismo tiempo que se declaraba la guerra contra sindicatos y las instituciones ligadas a la dinámica del mercado laboral. En ese tiempo comenzó también el proceso de desregulación del sistema financiero. Se acabó por destruir el régimen de acumulación basado en una democracia que buscaba mayor igualdad y se reinició el ciclo natural de crisis que siempre había marcado la historia del capitalismo. El neoliberalismo es la culminación de todo este proceso.

Hoy la democracia se encuentra más amenazada porque la vía electoral no parece permitir cambios en las decisiones fundamentales de la vida económica. Las cosas empeoraron al estallar la crisis de 2008. Los mitos sobre equilibrios macroeconómicos ayudaron a imponer políticas que frenan el crecimiento e intensifican la desigualdad. La austeridad fiscal y la llamada política monetaria no convencional son los ejemplos más sobresalientes. Si a esto agregamos la incompetencia de los funcionarios públicos, su entrega a los intereses corporativos y del capitalismo financiero, así como el tema de la corrupción, tenemos una combinación realmente peligrosa.

El capitalista puede despedir a un obrero, pero no al revés. Por eso capitalismo y democracia no son hermanitos gemelos. Más bien son enemigos mortales. Por eso Hayek, uno de los ideólogos más importantes del neoliberalismo, no titubea en recomendar la abolición de la democracia si se trata de rescatar al capitalismo.