segunda-feira, 31 de outubro de 2011

España: La crisis alcanza al sistema político


José Manuel Naredo
Público


Pasados 36 años desde la muerte de Franco y 33 desde que se aprobó la Constitución que otorga al poder cobertura democrática, todo parecía atado y bien atado para que la oligarquía imperante siguiera tomando decisiones y haciendo grandes negocios de espaldas a la ciudadanía. Pero he aquí que la amplia insatisfacción generada por la crisis y el modo de gestionarla ha venido a poner en cuestión el modelo político diseñado en los conciliábulos de la Transición.

Tras haberse evitado con éxito que se produjera durante la Transición un verdadero proceso constituyente, por fin se empiezan a cuestionar masivamente las decisiones entonces impuestas. ¿Por qué el actual sistema electoral privilegia el bipartidismo? ¿Por qué se vota a listas de partidos y no a candidatos? ¿Por qué es tan difícil promover leyes por iniciativa popular o someter a referéndum decisiones importantes?… ¿Por qué hay monarquía y no república?

Dos hechos fuerzan la crisis del sistema político. Por una parte, el conformismo de los grandes partidos que se disputan el Gobierno hace que muestren encefalograma plano en el diagnóstico y tratamiento de los principales problemas que tiene planteados el país. Por otra, la ciudadanía no quiere limitarse ya a hacer de mera comparsa electoral de esos partidos.

Al calor de la crisis han surgido movimientos orientados a superar el impasse político-institucional que niega la participación ciudadana en la búsqueda de soluciones. Por ejemplo, cuando el país cuenta con un desmesurado stock de viviendas y edificios desocupados a la vez que los desahucios amplían el ya nutrido grupo de personas necesitadas de vivienda, el Gobierno y el principal partido de la oposición miran para otro lado. Ante semejante emergencia, ha tenido que ser la ciudadanía la que ofrezca soluciones ejemplares defendiendo a las familias desahuciadas e instalándolas en un hotel abandonado y ocupado para este fin. ¿Por qué no hay vivienda social, cuando la Constitución afirma el derecho a la vivienda de la población y cuando, para colmo, se otorga tanto dinero público a ese gran propietario de viviendas desocupadas que es hoy la banca? ¿Por qué estos problemas escapan al teatro oficial de la política?

domingo, 30 de outubro de 2011

¿Africa ahora? ¿Por qué no?



Juan Gelman
Página 12


No terminaba de apagarse el estruendo de la última bomba que la OTAN arrojó en Libia cuando el presidente Obama anunció la decisión de intervenir militarmente en otro país africano: Uganda. “Esto es necesario –dijo– porque el Ejército de Resistencia del Señor (ERS) representa una amenaza para a la seguridad regional”. En cierto sentido, el argumento es novedoso: hasta el presente, la Casa Blanca invadía países “en defensa de la seguridad nacional”, la de EE.UU. Esta explicación del operativo Uganda –al que ya se destinaron 40 millones de dólares– pone de manifiesto la capacidad de cambio que caracteriza al mandatario estadounidense y la amplitud de su preocupación por el mundo entero.

Washington enviará un centenar de “asesores militares” para contribuir al aniquilamiento del ERS, una miniguerrilla de vaga orientación cristiana sin base social alguna que ha cometido atentados terroristas en la zona. Opera desde hace 20 años, pero el Departamento de Estado le presta ahora una repentina atención. Ese cuerpo de élite “permanecerá en el país todo el tiempo que sea necesario”, precisó Obama y la historia se conoce: la intervención de EE.UU. en Afganistán comenzó con personal militar escaso y hoy asciende a 100.000 el número de sus efectivos en el país asiático. La generosidad del jefe de la Casa Blanca asomó en otro ofrecimiento: está dispuesto a intervenir en el Congo y en la República Centroafricana “si esos estados lo solicitan”.

El 16 de octubre, dos días después del anuncio de Obama, tropas de Kenya invadieron el sur de la vecina Somalia por tierra, mar y aire con el propósito declarado de impedir que presuntos miembros de la organización islamita al Shabaab siguieran violando la frontera. La Casa Blanca manifestó su sorpresa por el hecho y negó que estuviera involucrada, pero los misiles que causaron la muerte de centenares de civiles somalíes “parecen haber sido disparados desde aviones no tripulados o submarinos estadounidenses”, según The Economist.

Francia negó asimismo su participación en el operativo y fue desmentida por un vocero militar de Kenya, el mayor Emmanuel Chirchir, quien manifestó que la marina de guerra francesa había bombardeado poblaciones somalíes. Libia quedó atrás, pero la OTAN es incesante.

Todo parece indicar que, en realidad, avanza la aplicación de la estrategia del comando de EE.UU. para Africa (Africom, por sus siglas en inglés): EE.UU. persigue el control militar de las zonas estratégicas del continente negro: Libia, en el cruce del Mediterráneo que baña a Medio Oriente y Africa; el Cuerno de Africa y la región central africana, que facilitan el control del Océano Indico y del Atlántico. Se puede pensar que la razón de este designio es apoderarse de las riquezas de la región, el petróleo libio, por ejemplo, y las reservas de oro negro de Somalia, al parecer cuantiosas. No deja de ser así, pero el juego es más amplio: se trata del sueño imperial de colonizar al mundo entero.

El Pentágono entrena febrilmente a los militares de Mali, Chad, Níger, Benin, Botswana, Camerún, la República Centroafricana, Etiopía, Gabón, Zambia, Uganda, Senegal, Mozambique, Ghana, Malawi y Mauritania y realiza con frecuencia maniobras conjuntas con las fuerzas armadas de esos países. Ejerce así una notoria influencia en los mandos militares de la región y, en consecuencia, en sus gobiernos. EE.UU. ha convertido en “socios” a Etiopía y a los cinco estados de la Comunidad del Africa Oriental. Cualquier nación africana que, como Eritrea, no mantiene una relación con el Pentágono, es blanco de un cambio de régimen.

La Casa Blanca justifica actualmente la invasión kenyana de Somalia como parte necesaria de la llamada guerra antiterrorista en razón de la insurgencia de la organización islamita al-Shabaab, que se alzó contra el gobierno federal de transición de Mogadiscio impuesto en 2009 con el apoyo de EE.UU. y otros países de Europa para combatirla. Washington acusa a los insurgentes de mantener lazos con al-Qaida, pero “la mayoría de los analistas considera que esos lazos son débiles”, según el Council on Foreign Relations, el think-tank no partidista con sede en Nueva York. El CFR estima que el número de combatientes islamitas ideológicamente convencidos de su lucha oscila entre 300 y 800 individuos. No obstante, al-Shabaab controla buena parte del sur de Somalia y obstaculiza así el dominio geopolítico estadounidense del estratégico territorio marítimo de Africa oriental.

Hay unos 12 millones de seres con hambre en la región, castigada por la sequía más dura de las últimas seis décadas. Decenas de miles han muerto y en los próximos meses centenares de miles conocerían el mismo destino en Somalia, advirtió la ONU. La invasión militar de Kenya ahonda, y mucho, la gravedad de esta situación humanitaria.

sábado, 29 de outubro de 2011

América Latina da la espalda a Europa

Soledad Gallego-Díaz
El Pais

Los ojos de la mayoría de los países de América Latina, quizás con la excepción de México, están puestos en Asia, especialmente en China e India, porque lo que América Latina necesita en los años más inmediatos es que no se hunda el consumo para poder seguir exportando, a buenos precios, energía, alimentos y materias primas, y son esos mercados asiáticos los que parecen impulsar con fuerza el crecimiento de una enorme clase media, ansiosa por proveerse de casi todo. Europa, sumida en una grave crisis, y Estados Unidos, incapaz, por el momento, de relanzar un crecimiento solvente, se miran desde este continente cada vez con mayor lejanía, aunque sin desconocer que son, todavía, imprescindibles para el desarrollo de la región. “Simplemente, saben que el socio comercial más dinámico, por ahora y muy posiblemente en los próximos años, es China”, recuerda la agencia Xinhua.

El dinamismo chino funciona, además, en dos direcciones: un alto funcionario brasileño explicaba este viernes en Buenos Aires que su país cuenta ya con 70 empresas instaladas en China; 35 de ellas son representaciones de empresas ya existentes, pero las otras 35 son nuevas sociedades productivas nacidas directamente en aquel país con capital brasileño.

La situación en América Latina ha experimentado en los últimos diez años un cambio formidable y esperanzador. Fundamentalmente porque el boom de las economías asiáticas coincidió, en la mayoría de los casos, con Gobiernos democráticos empeñados también, en mayor o menor grado, en sacar de la pobreza a gran parte de su población y en crear su propia clase media baja, capaz de formar un mercado interno atractivo. El caso más espectacular es el de Brasil, con sus 200 millones de habitantes y sus formidables riquezas naturales, pero el proceso es también muy claro en Argentina o en Colombia, por solo citar dos ejemplos. Es también notable el aumento del comercio intrarregional, que muestra una clara proyección y que ha pasado, entre 2000 y 2010, de un pequeño 15% a rozar casi el 20%.

Si bien es cierto que el comercio con China es el más dinámico para América Latina y que la propia Comisión Económica de Naciones Unidas para la región (CEPAL) cree que el país asiático desplazará antes de 2015 a la Unión Europea (UE) como segundo socio comercial, la realidad es que, en estos momentos, Estados Unidos y Europa siguen estando por delante de China como socios comerciales de América Latina en su conjunto (con México incluida) y que siguen siendo, lo que es muy importante, los primeros inversores. La excepción más clara, y el espejo en el que se miran muchos países latinoamericanos, es, de nuevo, Brasil, donde China ya le ha tomado la delantera a Estados Unidos: entre enero y marzo de este año, superó por una pequeña diferencia de 19 millones de dólares el intercambio comercial entre Brasil y Estados Unidos.

Aun así, y se añade a México, Estados Unidos coloca un 23% de sus exportaciones en América Latina, frente al 22% que va a Asia y el 19% a Canadá. Y del total de sus importaciones, un 19% viene de América Latina, frente al 34% que llega de Asia. Es fácil imaginar que Washington examina con atención el desarrollo de estas cifras.

Por otra parte, la crisis de la UE puede quizás beneficiar, indirectamente, a América Latina, no porque mejore su flujo comercial, sino porque las empresas europeas aumenten sus inversiones en la zona a la búsqueda de mejores rendimientos que los que obtienen dentro de la Unión. Ese sería el caso, desde luego, para muchas empresas españolas: el Banco Santander tenía ya en 2010 ya más del 35% de su negocio en Brasil y el BBV, cerca del 50% en toda América Latina. La filial argentina de Repsol, YPF, aportaba casi el 40% del negocio, y lo mismo le ocurre a Telefónica en el conjunto de la región.

Para la UE en su conjunto, la gran oportunidad hubiera sido un acuerdo comercial con el Mercosur, la unión subregional integrada por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, pero las negociaciones van para seis años, sin avances reseñables. Entre los principales obstáculos se encuentran las presiones de los agricultores europeos, que no quieren abrir sus mercados a los productos latinoamericanos, requisito necesario si se pretende que el Mercosur abra sus fronteras a bienes y servicios europeos. “La cuestión es que la Unión Europea ha invertido a lo largo de estos años más dinero en América Latina que en China, India y Rusia, las tres juntas, y que sería razonable desarrollar ese vínculo”, mantuvo el comisario de Comercio de la UE, Karel De Gutcht. El problema es que China tiene prisa y que América Latina tampoco quiere perder tiempo.

sexta-feira, 28 de outubro de 2011

O economicismo como cultura da época



Marco Aurélio Nogueira
Gramsci e o Brasil


Muito do sucesso teórico do marxismo se deve à tese de que o modo de produção, a economia, determina o modo como se vive e se organiza a vida social. Boa parte da hostilidade contra ele, também.

Seus adversários sempre usaram essa tese para condenar as ideias de Marx, atribuindo a elas, entre outras coisas, uma crônica incapacidade de compreender diversas questões tidas como mais relevantes: a liberdade, a autonomia da política e da cultura, o valor da democracia. Condena-se Marx, também, por seu amor pela revolução e por seu radicalismo, mas a principal frente de combate a ele sempre foi a da denúncia de seu determinismo.

Uma rápida passagem pelo noticiário cotidiano, porém, revela o quanto há de falsidade e hipocrisia nessa denúncia. Tudo passou a ser economia e a ser lido como expressão da economia. As diferentes nuanças da vida social, as aspirações populares, as disputas entre os partidos políticos, o desempenho governamental, tudo se converteu em derivação do econômico. Os mercados tornaram-se donos de nosso destino e modelam nossas instituições, condutas e expectativas existenciais.

Lutas e movimentos da sociedade civil são modulados pela dinâmica, pelas falhas gritantes e pelos malefícios da economia. Greves continuam a ser feitas sem a consideração dos prejuízos que causam aos que dependem dos serviços paralisados. Wall Street é “ocupada” para forçar instituições financeiras a reduzir seus excessos e a assumir a responsabilidade pela crise. Todos nos indignamos diante da voracidade com que o dinheiro invade a política, desvirtua os partidos e corrompe políticos e servidores públicos. Queremos reduzir o “custo Brasil” para aumentar a produtividade e pagar menos impostos. Imploramos por mais desenvolvimento e produção. Olhamos para 2014 e vemos a Copa estritamente pelos cifrões que serão gastos ou arrecadados com ela. Estamos enredados nas malhas do mercado.

Aliviado de suas generosas dimensões humanistas, separado da dialética que o faz conceber a vida como uma totalidade histórica articulada, dinâmica e contraditória, esvaziado da ênfase no valor do trabalho e na capacidade de autodeterminação dos sujeitos, o marxismo foi assimilado como caricatura. Travestido em seu contrário, vaga pelo mundo capitalista atual. Todos se tornaram inconscientemente “marxistas”: passaram a achar que nada mais importa a não ser a voz dos mercados e que tudo o que respira deve ser modelado pelo ritmo da economia. O economicismo tornou-se cultura da época. Temos à disposição teorias econômicas da democracia, do comportamento político, da religiosidade, da cultura e da personalidade. E os Estados parecem não ter outra meta a não ser a conquista do mercado mundial.

Há uma incomensurável distância entre o marxismo de Marx e esse marxismo caricato e inconsciente que trafega por aí, quase como senso comum. A começar da ideia mesma de economia. Marx jamais a reduziu aos mercados ou à produção em sentido estrito. Sua teoria fala em economia política, em relações sociais de produção, e sempre afirma que é preciso ligar e articular a economia com capacidades sociais, instituições políticas, ideias e ideais. Não pensava que tudo derivava da economia, mas sim que a economia determinava em última instância o modo de vida, ou seja, admitia sem dificuldades que o modo de vida também reagia sobre a economia e a determinava. Não imaginava haver uma via de mão única ligando a economia ao resto da vida, mas sim, precisamente, uma interação dialética, em nome da qual seria possível conceber a liberdade e a autonomia dos sujeitos e, assim, pensar em maneiras de fazer a vida ficar melhor e mais humana. Era essa a revolução radical com que ele sonhava, algo bem diferente da irrupção violenta e sanguinária dos trabalhadores contra o capital, que muitos a ele atribuem.

Olhando a realidade atual, nenhuma pessoa sensata pode dizer que Marx não estava certo. Ninguém pode negar que o mundo está torto e fora de controle por excesso de mercados e de economia. Devidamente expurgado dos fanatismos fundamentalistas e dos excessos doutrinários que o contaminaram, o grandioso legado teórico e político do marxismo ainda é o melhor antídoto contra este rebaixamento geral da vida, contra esta maldição que ameaça até mesmo a busca da felicidade, ao convertê-la no prazer de consumir e de ganhar mais e melhores salários.

Claro, sempre será preciso dar a Marx o que é de Marx, ou seja, reconhecer seus limites e suas falhas, perceber a deformação que sofreram algumas de suas ideias, o mau serviço que prestaram quando foram convertidas em ideologia de Estado ou verdade política. Além disso, o marxismo é mais do que Marx, completou-se, deformou-se e se corrigiu ao longo do tempo, incorporando novas dimensões e novos conceitos. Foi assim que chegou ao século 21.

A crise do marxismo está em boa parte determinada pelo economicismo extremado de várias das suas vertentes, que, paradoxalmente, transbordou no economicismo generalizado de seus adversários e que hoje comanda a vida. Nada indica que seja uma crise terminal. Passa-se o mesmo com o capitalismo, aliás. Sua crise atual tem componentes que a aproximam de uma crise sistêmica, da qual, precisamente por sua abrangência, podem emergir sociedades menos desiguais, menos produtivistas, mais humanas e generosas.

É sinal de bom senso e honestidade reconhecer os méritos e a vitalidade do marxismo. Na presente fase histórica, ele pode ser decisivo para que encontremos uma maneira de nos libertarmos da tirania dos mercados e do econômico. Como Marx diria se estivesse a ver o nosso mundo, é nos momentos mais difíceis que as grandes teorias mostram seu valor e sua utilidade.

quarta-feira, 26 de outubro de 2011

La guerra de Iraq ha terminado



Jonathan Steele
The Guardian


La guerra de Iraq se acabó. Soterrado por las noticias de Libia, Barack Obama anunció el viernes que todas las tropas de EE.UU. abandonarán Iraq antes del 31 de diciembre. El presidente se mostró compuesto, cuando afirmó que estaba cumpliendo una promesa electoral de terminar la guerra, aunque en realidad había estado apoyando un esfuerzo del Pentágono por llegar a un acuerdo con el primer ministro de Iraq, Nouri al-Maliki, a fin de mantener indefinidamente bases estadounidenses y varios miles de soldados en ese país.

Las conversaciones se rompieron porque los miembros del parlamento de Muqtada al-Sadr y otros nacionalistas iraquíes insistieron en que los soldados estadounidenses estuvieran sometidos a la ley iraquí. En todos los países en los que tiene bases, EE.UU. insiste en garantías de inmunidad legal y se niega a que sus soldados sean juzgados por extranjeros. En Iraq el tema es particularmente delicado después de numerosos asesinatos de civiles y del escándalo de Abu Ghraib en el que prisioneros iraquíes fueron humillados sexualmente. En casi todos los casos en los que tribunales estadounidenses juzgaron a soldados de EE.UU., estos han sido absueltos o recibieron sentencias de prisión relativamente leves.

La retirada final de las tropas marca la derrota total del proyecto Iraq de Bush. El grandioso plan de los neoconservadores de utilizar la invasión de 2003 para convertir al país en una segura democracia pro occidental y una guarnición de bases de EE.UU. que pudiera aplicar presión sobre Siria e Irán ha sido aniquilado totalmente.

Sus esperanzas de convertir Iraq en un modelo democrático en Medio Oriente se han derrumbado. La inestabilidad y el derramamiento de sangre desencadenados por EE.UU. en Iraq fueron el ejemplo que los árabes querían evitar, no emular. La ofensiva autónoma por la democracia en Egipto y Túnez ha hecho más por galvanizar a la región y debilitar a sus dictaduras que todo lo que hizo EE.UU. en Iraq. Y cuando amaneció la primavera árabe, el gobierno iraquí se vio a la defensiva cuando los manifestantes salieron a las calles de Bagdad y Basora para protestar contra el autoritarismo de Maliki y su represión, apoyada por el gobierno de EE.UU., contra la actividad sindical. Maliki recibió dos delegaciones del gobierno sirio durante este verano y se ha negado a criticar la represión contra los manifestantes de Bashar al-Assad.

Pero la mayor derrota de los neoconservadores es que, gracias al derrocamiento de Sadam Hussein, el mayor enemigo de Irán, la influencia de Teherán en Iraq es ahora mucho más fuerte que la de EE.UU. Irán no controla Iraq pero Teherán ya no tiene nada que temer de su vecino occidental cuando existe un gobierno dominado por los chiíes en Bagdad, formado por partidos cuyos dirigentes pasaron muchos años en el exilio en Irán bajo Sadam o, como Sadr, han vivido allí recientemente.

Los republicanos estadounidenses acusan a Obama de ceder ante Irán al sacar a todas las tropas de EE.UU. de Iraq. Su reacción automática es instructiva y solo muestra la bancarrota de sus consignas, ya que fue Bush el que ofreció a Teherán su oportunidad estratégica al invadir Iraq, así como fue Bush en las últimas semanas de su presidencia quien firmó el acuerdo de retirar a todos los soldados de EE.UU. a finales de 2011, que Obama esperaba modificar. Pero el senador John McCain tuvo razón cuando dijo que el anuncio de Obama se verá “como una victoria estratégica de nuestros enemigos en Medio Oriente, especialmente el régimen iraní, que ha trabajado incansablemente por asegurar una retirada total de las tropas de EE.UU. de Iraq”. Lamentablemente no culpó a Bush (y Tony Blair) que hicieron que todo fuera posible.

Las memorias de los dos ex dirigentes muestran que no han aprendido nada, a pesar de que sus reputaciones en la historia jamás podrán deshacerse del desastre. Más importante es ver si las lecciones han sido aprendidas por los actuales dirigentes estadounidenses y británicos. Ya utilizan el relativo éxito de la OTAN en la campaña libia para cubrir el pasado con un velo. Por cierto, la fortuita oportunidad de la muerte de Gadafi ha eclipsado casi por completo en la agenda de los medios la retirada estadounidense de Iraq.

Pero el pasado sigue presente. Una lección clave de Iraq es que colocar a soldados en el terreno en una guerra extranjera, en particular en un país musulmán, es una locura. Parecía que eso lo habían aprendido los funcionarios estadounidenses, británicos y franceses cuando solicitaron en marzo al Consejo de Seguridad de la ONU que autorizara su campaña en Libia. Prometieron que no habría soldados en tierra, u ocupación. Esto también debiera valer en Afganistán donde Obama afirma que está librando una guerra necesaria, a diferencia de la guerra de Iraq que califica de elegida. La distinción es falsa, y ahora la pregunta es si retirará todas las tropas de EE.UU. en 2014.

Siguiendo el modelo del acuerdo abortado con Iraq, sus funcionarios tratan de negociar un arreglo con el gobierno de Karzai que autorice que miles de soldados estadounidenses se queden indefinidamente en Afganistán, como entrenadores y consejeros, después de la partida de las fuerzas de combate. Eso prolongaría la insensatez de avivar la interminable guerra civil del país. Ahora, cuando se ha expulsado a al Qaida de Afganistán, Washington debería apoyar negociaciones para un gobierno de unidad nacional que incluya a los talibanes y termine con los combates entre afganos. Iraq no es un santuario de estabilidad asegurada, pero sin la presencia de tropas de combate estadounidenses durante los últimos 15 meses, ha logrado una paz intranquila. Si las conversaciones en Afganistán se alientan con seriedad, podría pasar lo mismo una vez que finalmente se retiren los soldados extranjeros.

terça-feira, 25 de outubro de 2011

La crisis del euro

Paul Krugman
New York Times

Si no fuese tan trágica, la actual crisis europea tendría gracia, vista con un sentido del humor negro. Porque a medida que los planes de rescate fracasan estrepitosamente uno tras otro, las Personas Muy Serias de Europa -que son, si ello es posible, aún más pomposas y engreídas que sus homólogas estadounidenses- no dejan de parecer cada vez más ridículas. Me referiré a la tragedia en un minuto.

Primero, hablemos de los batacazos, que últimamente me han hecho tararear aquella vieja canción infantil de "Hay un agujero en mi cubo". Para los que no conozcan la canción, trata de un granjero perezoso que se queja del mencionado agujero y a quien su mujer le dice que lo arregle. Pero resulta que cada acción que ella propone, requiere una acción previa y, al final, ella le dice que saque un poco de agua del pozo. "Pero mi cubo tiene un agujero, querida Liza, querida Liza".

¿Qué tiene esto que ver con Europa? Bueno, a estas alturas, Grecia, donde se inició la crisis, no es más que un triste asunto secundario. El peligro claro y actual proviene más bien de una especie de pánico bancario respecto a Italia, la tercera economía más grande de la zona euro. Los inversores, temiendo una posible suspensión de pagos, están exigiendo tipos de interés altos en la deuda italiana. Y estos tipos de interés elevados, al aumentar la carga del pago de la deuda, hacen que el impago sea más probable.

Es un círculo vicioso en el que los temores al impago amenazan con convertirse en una profecía que acaba cumpliéndose. Para salvar el euro, hay que contener esta amenaza. ¿Pero cómo? La respuesta tiene que conllevar la creación de un fondo que, en caso necesario, puede prestar a Italia (y a España, que también está amenazada) el dinero suficiente para que no necesite adquirir préstamos a esos tipos elevados. Dicho fondo probablemente no tendría que usarse, puesto que su mera existencia debería poner fin al ciclo del miedo. Pero la posibilidad de un préstamo a una escala verdaderamente grande, sin duda por valor de más de un billón de euros, tiene que estar ahí.

La pega es esta: las diversas propuestas para la creación de dicho fondo siempre requieren, al final, el respaldo de los principales Gobiernos europeos, cuyas promesas a los inversores deben ser creíbles para que el plan funcione. Pero Italia es uno de esos Gobiernos importantes; no puede conseguir un rescate prestándose dinero a sí misma. Y Francia, la segunda economía más grande de la zona euro, se ha mostrado vacilante últimamente, lo que ha hecho surgir el temor de que la creación de un gran fondo de rescate, que en la práctica se sumaría a la deuda francesa, simplemente sirva para añadir a Francia a la lista de países en crisis. Hay un agujero en el cubo, querida Liza, querida Liza.

¿Ven a qué me refiero cuando digo que la situación tiene gracia vista con un sentido del humor negro? Lo que hace que la historia sea realmente dolorosa es el hecho de que nada de esto tenía que pasar.

Piensen en países como Gran Bretaña, Japón y Estados Unidos, que tienen grandes deudas y déficits pero siguen siendo capaces de adquirir préstamos a intereses bajos. ¿Cuál es su secreto? La respuesta, en gran parte, es que siguen teniendo sus propias monedas y los inversores saben que, en caso de necesidad, podrían financiar sus déficits imprimiendo más moneda. Si el Banco Central Europeo respaldase de un modo similar las deudas europeas, la crisis se suavizaría enormemente.

¿No provocaría eso inflación? Probablemente no: a pesar de lo que Ron Paul y otros como él puedan creer, la creación de dinero no es inflacionista en una economía deprimida. Además, lo que Europa necesita de hecho es una inflación general moderadamente más alta: una tasa de inflación general demasiado baja condenaría a los países del sur de Europa a años de deflación demoledora, lo que prácticamente garantizaría un paro elevado continuo y una cadena de impagos.

Pero esa medida, nos dicen una y otra vez, está fuera de toda discusión. Los estatutos en virtud de los que se creó el Banco Central Europeo supuestamente prohíben este tipo de cosas, aunque uno sospecha que unos abogados inteligentes podrían encontrar el modo de resolverlo. El problema más general, sin embargo, es que el sistema del euro en su conjunto se diseñó para combatir en la última guerra económica. Es una Línea Maginot construida para evitar una repetición de la década de 1970, lo cual es peor que inútil cuando el verdadero peligro es una repetición de la década de 1930. Y este giro de los acontecimientos es, como he dicho, trágico.

La historia de la Europa de posguerra es profundamente inspiradora. A partir de las ruinas de la guerra, los europeos construyeron un sistema de paz y democracia, y de paso, unas sociedades que, aunque imperfectas -¿qué sociedad no lo es?- son posiblemente las más decentes de la historia de la humanidad.

Pero ese logro se ve amenazado porque la élite europea, en su arrogancia, encerró el continente en un sistema monetario que recreaba la rigidez del patrón oro y que -como el patrón oro en los años treinta- se ha convertido en una trampa mortal.

A lo mejor los dirigentes europeos dan ahora con un plan de rescate verdaderamente creíble. Eso espero, pero no confío en ello. La amarga verdad es que cada vez da más la impresión de que el sistema del euro está condenado. Y la verdad todavía más amarga es que, dado el modo en que ese sistema se ha estado comportando, a Europa le iría mejor si se hundiese cuanto antes mejor.

domingo, 23 de outubro de 2011

El fantástico éxito de Ocupa Wall Street



Immanuel Wallerstein
La Jornada


El movimiento Ocupa Wall Street –porque ahora es un movimiento– es el acontecimiento político más importante en Estados Unidos desde los levantamientos de 1968, de los que es descendiente, o su continuación.

Nunca sabremos con certeza por qué comenzó en Estados Unidos cuando lo hizo –y no tres días, tres meses, tres años antes o después-. Las condiciones estaban ahí: agudas penurias económicas siempre en aumento, no sólo para quienes de verdad están golpeados por la pobreza, sino también para un segmento en perpetuo crecimiento de los pobres que laboran (conocidos también como clase media); una exageración increíble (voracidad y explotación) del uno por ciento más acaudalado de la población estadunidense (Wall Street); el ejemplo de enojadas insurrecciones por todo el mundo (la primavera árabe, los indignados españoles, los estudiantes chilenos, los sindicatos de Wisconsin y una larga lista de otros). No importa en realidad qué chispa fue la que prendió el fuego. Éste comenzó.

En la Etapa Uno –los primeros días– el movimiento fue un puñado de personas audaces, casi todas jóvenes, que intentaban manifestarse. La prensa las ignoró totalmente. Algunos estúpidos capitanes de la policía pensaron que un poco de brutalidad acabaría con las manifestaciones. Fueron captados en película y la película se volvió viral en You Tube.

Eso nos trajo a la Etapa Dos –publicidad-. La prensa ya no podía ignorar por completo a los manifestantes. Así que la prensa intentó un aire de superioridad. ¿Qué sabían de la economía estos jóvenes necios e ignorantes y unas cuantas mujeres viejas? ¿Tenían algún programa positivo? ¿Estaban disciplinados? Las manifestaciones, nos dijeron, se desinflarían rápidamente. Pero con lo que no contaban la prensa ni los poderes (nunca parecen aprender) es que el tema de la protesta resonó ampliamente y muy pronto prendió. En ciudad tras ciudad, comenzaron ocupaciones semejantes. Los desempleados de 50 años comenzaron a unirse. Y también lo hicieron las celebridades. Los sindicatos también, incluido ni más ni menos que el presidente de la AFL-CIO. La prensa fuera de Estados Unidos comenzó ahora a seguir los sucesos. Cuando les preguntaron qué pedían, los manifestantes replicaron: justicia. Esta respuesta comenzó a parecer significativa a más y más gente.

Esto nos condujo a la Etapa Tres –legitimidad-. Los académicos de una cierta reputación comenzaron a sugerir que el ataque a Wall Street tenía cierta justificación. De pronto, la voz principal de la respetabilidad centrista, The New York Times, publicó un editorial el 8 de octubre en el que se afirmaba que quienes protestaban tenían de hecho un mensaje claro y prescripciones específicas de políticas públicas, y que el movimiento era algo más que un levantamiento juvenil. El periódico continuó: La inequidad extrema es el sello de una economía disfuncional, dominada por un sector financiero impulsado en gran medida por la especulación, la estafa y el respaldo gubernamental tanto como por la inversión productiva. Un lenguaje fuerte para venir de ese diario. Y luego el comité demócrata de campaña para el Congreso comenzó a circular una petición pidiendo a los militantes del partido que declararan: Estamos con las protestas de Ocupa Wall Street.

El movimiento se había hecho respetable. Y con la respetabilidad vino el peligro –la Etapa Cuatro-. Un movimiento de protesta importante que ya prendió enfrenta comúnmente dos amenazas importantes. Una es la organización de significativas contramanifestaciones en las calles, de la derecha. Eric Cantor, el líder republicano en el Congreso, de línea dura y bastante astuto, ya hizo un llamado para tal efecto. Estas contramanifestaciones pueden ser bastante feroces. El movimiento Ocupa Wall Street necesita estar preparado para esto y pensar a fondo cómo va a manejar o contener esto.

Pero una segunda y mayor amenaza viene del mismo éxito del movimiento. Conforme atrae más respaldo, aumenta la diversidad de puntos de vista entre los manifestantes activos. El problema aquí es, como siempre, cómo evitar el monstruo Escila de volverse un culto amarrado que podría deshacerse debido a lo restringido de su base, y el monstruo Caribdis de ya no tener una coherencia política por volverse muy amplio. No hay una fórmula simple de cómo manejarse para evitar irse a cualquiera de esos dos extremos. Es difícil.

Y en cuanto al futuro, podría ocurrir que el movimiento vaya en aumento de su fuerza. Podría ser capaz de hacer dos cosas: forzar a una restructuración de corto plazo de lo que el gobierno haga para minimizar las obvias penurias que agudamente siente la gente, y puede conseguir una transformación de largo plazo de cómo piensan grandes segmentos de la población estadunidense acerca de las realidades de la crisis estructural del capitalismo y sobre las transformaciones geopolíticas importantes que ocurren porque ahora vivimos en un mundo multipolar.

Aun en el caso de que el movimiento Ocupa Wall Street comenzara a extinguirse, debido al desgaste o la represión, ya triunfó y dejará un legado duradero, como lo hicieron los levantamientos de 1968. Estados Unidos habrá cambiado en una dirección positiva. Y como dice el dicho: Roma no se hizo en un día.

Un sistema-mundo nuevo y mejor, un Estados Unidos nuevo y mejor, es una tarea que requiere los repetidos esfuerzos de repetidas generaciones. Pero es cierto que otro mundo es posible (si no es que inevitable). Y podemos hacer la diferencia. Ocupa Wall Street está haciendo la diferencia, una gran diferencia.

sábado, 22 de outubro de 2011

Anuncio preocupante

Cristina Fernández y los porqués de su triunfo en las elecciones


Francisco Luque
Página 12


Este domingo 23 de octubre, Cristina Fernández de Kirchner será reelegida –casi con certeza- presidenta de la Argentina para el período 2012-2015. Así lo señalan diversas encuestas que transitan por el campo político argentino, muestreos que le otorgan entre el 50 y 57% de la votación y una amplia diferencia con respecto a sus adversarios directos. En este escenario, la mandataria y el movimiento que representa –kirchrnerismo- se convertirían en el proceso político más extenso de la historia democrática argentina.

Todo indica que los 29 millones de argentinos que acudirán a las urnas mañana darán su respaldo a un modelo conducido primero por Néstor Kirchner (2003-2007) y luego por Cristina Fernández, que ha sido capaz de reconstruir la autoridad pública y relegitimar la representación política tras la crisis económica de 2001, y que ha debido sortear una serie de problemáticas vinculadas a la férrea oposición de los medios de comunicación hegemónicos, escándalos de corrupción, peleas internas, polarización política e incluso, la muerte de su líder natural ocurrida en octubre de 2010.

Pero, ¿Cuáles son los factores que explican el triunfo de Cristina Fernández de Kirchner este domingo?

Muchos analistas concuerdan en que el momento económico favorable que vive el país es clave para explicar la reelección. Los números de la economía siguen en ascenso, con una mejora del Producto Interno Bruto previstas en 8,3% para el presente año. Este hecho ha permitido realizar un gasto social que ha apuntado a mejorar significativamente la vida de las personas a través de medidas políticas de promoción del empleo y el poder adquisitivo, como el aumento del sueldo mínimo; programas sociales revolucionarios como la Asignación Universal por Hijo, o medidas de aceptación transversal como la estatización de las transmisiones de fútbol.

En los círculos económicos se reconoce el crecimiento sostenido que ha tenido el país desde 2008 a la fecha y sus consecuentes medidas de desendeudamiento, disminución de la pobreza y fortalecimiento del consumo. Aunque destacan también ciertos problemas estructurales que elevan el riesgo y abren incógnitas a futuro como la política monetaria y la inflación.

A diferencia de Europa y Estados Unidos, que han apostado a medidas impopulares para mitigar la crisis económica, Argentina ha apuntado al gasto público. En septiembre, el sueldo mínimo creció un 25%. La ayuda económica a las familias pobres se elevó un 23%. Asimismo, se mantienen los subsidios para el sector energético y transporte, y el aumento de las pensiones para los jubilados.

Una de las características de este modelo es que ha privilegiado el desarrollo interno por sobre la inversión extranjera. En materia internacional, se ha alineado con la postura anti-neoliberal de América Latina, y ha tratado de establecer un eje sudamericano con Brasil, a partir de la base del MERCOSUR. Su rol en el fortalecimiento de los acuerdos regionales fue reconocido cuando Néstor Kirchner fue elegido secretario general de la Unión de Naciones de Sudamérica (UNASUR) el 4 de mayo de 2010, cargo que ocupó hasta su muerte.

Otro aspecto para entender el triunfo de CFK es su oposición. Ante lo que la socióloga argentina Beatriz Sarlo, autora del libro "La audacia y el cálculo. Néstor Kirchner 2003-2010" ha explicado como “una hegemonía cultural del kirchnerismo”, la oposición política, léase partidos y grupos disidentes, no fueron capaces de articular una propuesta de gobierno y conducción del país que superara las amplias expectativas que genera el gobierno. “Es la causa política que, además de la economía, contribuye a explicar el triunfo de la presidenta”, sostiene el analista Rosendo Fraga. Cristina Fernández ha logrado desmembrar a la oposición y reducirla a su mínima expresión. “El escenario post-electoral abre una fase inédita para una oposición sin rumbo”, tituló el opositor diario Perfil este fin de semana. Dispersión, fragmentación y malos resultados explican el camino incierto que han tomado las fuerzas políticas contrarias al gobierno y la frase que mejor describe este momento es del candidato Eduardo Duhalde: “Somos una bolsa de gatos. La gente tiene razón en desconfiar”.

Para el analista político, Lucas Carrasco, el triunfo del kirchnerismo lo explica su conformación: un conjunto heterogéneo que lidera la única corriente política existente hoy con iniciativa propia, programa de gobierno, mirada del mundo, sujeto social y modelo de país. Un conglomerado con adhesión social mayoritaria y multicolor. Desde el año 2003, este movimiento ha logrado sustentar su propuesta con la construcción metódica de cuadros políticos propios, que más que peronistas son kirchneristas. Ese hecho le da hoy un sentido de pertenencia que no sólo se legitima con el voto duro de los partidarios del peronismo -trabajadores, sindicalistas, mundo popular- sino también de sectores de la clase media que se han visto seducidos por el modelo de gobierno. La socióloga Beatriz Sarlo explica que hay un voto identitario que es un voto peronista, cada vez más débil. Hay un voto entusiasta que está arriba y abajo. “Los argentinos hoy votan en tiempo presente, no en función de tiempo pasado o del futuro”. Para Lucas Carrasco, las encuestas que señalan esto, son encuestas poco serias. “Hay una creencia extendida entre analistas, pero también hasta hace 6 meses esos analistas daban por agotado el kirchnerismo. No creo, verdaderamente, que esas modas de planteos poco sustanciales digan algo significativo para el análisis, sí para la producción política de sentido. Y el kirchnerismo es audaz en este terreno, como en otros”, agrega.

El aspecto carismático de la presidenta también ha jugado un rol preponderante en su amplia aceptación. Para el consultor Carlos Fara, “la presidenta tiene dotes intelectuales y de oratoria muy importantes, por encima del promedio de la dirigencia actual, y ha demostrado tener una capacidad de aprendizaje destacada”. Con el panorama prácticamente definido, las miradas apuntan a 2015. En círculos oficiales y opositores se menciona la posibilidad de que Cristina busque una reforma constitucional que le permita postular a un tercer mandato consecutivo.

Un factor pertinente de análisis es el emocional. La multitudinaria despedida de Néstor Kirchner, protagonizadas por “los cuerpos y las voces del pueblo, con sus trabajadores, amas de casa, profesionales, productores y principalmente, jóvenes que lo reconocieron como héroe”, como señala el Licenciado en Ciencia política, Sebastián Artola, han dado forma a una nueva mayoría social de respaldo al gobierno. Este ha sido un componente gravitante en el último año en Argentina desde la muerte de Kirchner. “El oficialismo ha usado mucho mejor los factores emotivos y sentimentales del voto, cada vez más importantes según estudios internacionales”, señala el analista Fraga.

La multiplicación del mensaje en defensa del gobierno, y la utilización de las redes sociales para aquello es otro punto a destacar. Cómo sostiene Lucas Carrasco, hoy, el uso de las redes sociales para masificar el mensaje de la presidenta no está por encima de cualquier país con desarrollo medio en tecnología, inclusión social e inclusión tecnológica. Sin embargo, lo que sí sucedió es que hubo una cerrazón muy fuerte de los medios de comunicación concentrados durante el conflicto con el campo en 2008. “La lógica de estos medios era desabastecer las ciudades, en contra del aumento de gravámenes a las multinacionales exportadoras que quería imponer el gobierno. En Argentina, como en cualquier país capitalista, los medios de comunicación están fuertemente concentrados en su propiedad y aplican la lógica de maximización y financierización, que conduce al mensaje único. El kirchnerismo puso eso en cuestionamiento. En sus momentos iniciales, muchos periodistas, escritores, intelectuales, militantes, etc, usaron Internet para difundir visiones opuestas a la hegemónica que partía de la diversificación del capital hacia el apoyo irrestricto a la ultraderecha desestabilizadora y golpista”.

sexta-feira, 21 de outubro de 2011

Líbia, petróleo e democracia



Editorial
Carta Maior


Quatro semanas de bombardeios intensos dos caças da Otan precederam a captura e morte de Kadafi, nesta 5ª feira, na Líbia. Sirte, a cidade nuclear no centro das operações, foi reduzida a ruínas. Mais de 100 pessoas morreram nos últimos 10 dias. Há centenas de feridos e encarcerados. A violência não se limita aos combates.Um relatório da Anistia Internacional, de 13 de outubro, "Detention Abuses Staining the New Libya", denuncia a persistencia de prisões arbitrárias, sem julgamento, por parte de milícias incorporadas ao governo provisório rebelde. A prática da tortura é generalizada nas prisões, seja por vingança, seja como método sancionado de coleta de informação. Se o Conselho Nacional de Transição (CNT) não der mostras de "uma ação firme e imediata", diz o Relatório da Anistia, a Líbia corre "um risco real de ver algumas tendências do passado repetirem-se."

O documento resume as conclusões de uma delegação da Anistia Internacional que, entre 18 de agosto e 21 de setembro, recolheu os testemunhos de perto de três centenas de prisioneiros em 11 instalações de detenção da capital, Trípoli, bem como de Zawiyah e outras regiões do país. As imagens de Kadafi banhado em sangue, com o rosto desfigurado, morto após captura, ocuparam hoje um espaço de destaque, algo jubiloso, em veículos tradicionalmente empenhados em cobrar o respeito aos direitos humanos, sobretudo de regimes cujos governantes, em sua opinião, não comungam valores democráticos.

Carta Maior repudia a tortura, o arbítrio e a opressão --política e econômica, posto que são indissociáveis-- em qualquer idioma e latitude. Não se constrói uma sociedade justa e libertária com o empréstimo dos métodos que qualificam o seu oposto. A história dirá se o que assistimos hoje na Líbia atende às justas aspirações das etnias líbias por liberdade e justiça social, ou configura apenas uma cortina de fumaça feita de bombas e opacidade midiática para lubrificar o assalto das potências ao petróleo local.

quinta-feira, 20 de outubro de 2011

Izquierda latinoamericana y revolución árabe



Samir Nair
El País


Algunos creen que la defensa de las revueltas en el norte de África y Oriente Próximo puede abrir la puerta a intervenciones imperialistas contra ciertos regímenes de América Latina. Es una visión desoladora.

La revolución democrática árabe no solo ha sorprendido al mundo sino que también ha transformado los paradigmas tradicionales de la izquierda que, no más que la derecha, no ha podido presentirla. En Europa, a pesar de algunas vacilaciones, la izquierda, radical o social-liberal ha reaccionado en general de manera positiva, acogiendo esta irrupción de las masas como un acontecimiento de alcance histórico. No es el caso por desgracia de la gran mayoría de la izquierda radical latinoamericana. No se trata aquí de generalizar, puesto que esta izquierda radical engloba a elementos con diferencias a menudo contrastadas. No obstante, en el transcurso del coloquio organizado en Buenos Aires (8 y 9 de septiembre de 2011) por Capital Intelectual, Le Monde diplomatique edición Cono Sur y Mémoires des luttes, nosotros, participantes europeos, quedamos muy sorprendidos de ver a nuestros amigos latinoamericanos (por suerte, no todos) defender unas posturas que estamos acostumbrados a leer más bien bajo la pluma de los aduladores de las dictaduras en el mundo árabe.

En líneas generales, Ignacio Ramonet, Bernard Cassen, Santiago Alba, la periodista palestina Dima Katib y yo mismo, porque defendíamos las revoluciones democráticas árabes éramos acusados de ingenuidad, y, si no hubiera sido por la cortesía de los intercambios, casi de complacencia hacia el imperialismo occidental. El hecho de que la OTAN estuviera implicada en los bombardeos en Libia desacreditaba de antemano nuestros intentos de hacer comprender la legitimidad de la revuelta contra la tiranía de Gadafi. En cuanto a las revoluciones en Túnez y en Egipto, nos enteramos por boca de intelectuales venidos de Venezuela, de Brasil e incluso de Argentina, de que estas no eran más que "movimientos sociales violentos" y de ninguna manera revoluciones. Nuestro compañero Fathi Chamkhi, universitario y sindicalista tunecino allí presente, actor de la revolución, se encendía de indignación. Más grave aún, todo parecía transcurrir como si, al defender esas revoluciones, nos dispusiéramos sin saberlo a aceptar posibles intervenciones imperialistas contra ciertos regímenes actuales de América Latina. Sigan mi mirada...

Esa visión es simplemente desoladora. Se basa en varios errores graves. En primer lugar, el análisis está basado en el prejuicio de que, al no estar dirigidas por partidos revolucionarios o "vanguardias", esas revoluciones no pueden sino fortalecer a las fuerzas de la reacción mundial. Eso es no entender nada. Es verdad que la ola democrática árabe no se parece ni a la revolución rusa de 1917, ni a la Revolución Francesa de 1789, ni a la Revolución Cultural china, ni a los levantamientos en América Latina de los años cincuenta y ochenta del siglo pasado. En cambio, se asemeja perfectamente a las insurrecciones civiles antitotalitarias de los países del Este después de la caída del muro de Berlín. Son revoluciones del Derecho, de la Dignidad, del progreso social y de la libertad identitaria. Son sobre todo irrupciones de unas sociedades que se han emancipado de las élites autoproclamadas y que solo encuentran su inspiración en ellas mismas. Es verdad que no tienen programa preconcebido alguno, pero lo construyen en la lucha. ¿Son incapaces de conquistar el poder inmediatamente? Mientras esperan, crean una situación de doble poder frente al antiguo régimen, al que combaten poco a poco, a diario. Pueden ganar, pero también perder: nada está jugado de antemano para ellas. Son a la vez democráticas y ávidas de reivindicaciones sociales radicales. Querer encerrarlas en una definición que les daría una patente de revolución es no solo dar prueba de una pedantería ridícula, sino también insultar a unos pueblos que se enfrentan a la muerte porque quieren vivir libremente.

En segundo lugar, si la OTAN ha intervenido es bajo el mandato de la ONU y en un marco perfectamente limitado, impidiendo que Francia y Reino Unido, cuyos intereses neocoloniales conocemos, lo hagan solas. Esta intervención, que ha salvado de una masacre segura a las poblaciones civiles de Bengasi por parte del Ejército de Gadafi, ha reforzado de hecho la voluntad de resistencia de los libios en todo el país. Ha alentado también el proceso revolucionario en el mundo árabe. La prueba contraria la proporciona la trágica inhibición de la comunidad internacional en Siria, donde las poblaciones civiles que se manifiestan pacíficamente están libradas a los crímenes bárbaros de la soldadesca de Assad. ¿Cuándo nuestras almas cándidas revolucionarias comprenderán que los regímenes militares árabes son lo peor que hay para sus pueblos? ¿Que los ciudadanos árabes ya están hartos de vegetar bajo la bota de tiranuelos de comedia, ignorantes y mafiosos? ¿En nombre de qué ideología, de qué razón de Estado, de qué alianzas internacionales debemos sacrificar la libertad de esos pueblos?

En tercer lugar, por último, sin hablar de Mubarak, de Ben Ali o de Saleh, fieles servidores de EE UU, de El Asad, partidario de los dos integrismos más retrógrados de hoy en Oriente Próximo (Arabia Saudí e Irán), es una broma de muy mal gusto hacer creer que Gadafi es un amigo de las revoluciones latinoamericanas. La verdad es que ha vendido a ciertos movimientos latinoamericanos el mito de que él era un revolucionario antiimperialista, bañándoles de paso en dólares, mientras que no era más que un criminal para los libios. Porque ese tirano ha destruido en 40 años el Estado libio creado por la ONU; ha perseguido, encarcelado y asesinado a las principales figuras de la oposición de izquierda libia, a dirigentes demócratas y a militantes de los derechos humanos; ha potenciado, como nunca en la historia de las poblaciones árabe-africanas del desierto, y a golpe de millones de dólares, el tribalismo más retrógrado; ha convertido a la nación libia en una llamada jamahiriya (¡república de las masas!), instituyendo una relación de dominio basada en el terror y la arbitrariedad absoluta; ha perseguido con crueldad a los palestinos, a quienes aconsejaba "tirarse al mar"; ha entregado el país a sus extravagancias de títere y a la voracidad de su familia mafiosa; ha comprado y corrompido a decenas de regímenes dictatoriales africanos y se ha hecho proclamar "rey de reyes" en África; ha creado campos de internamiento de los inmigrantes clandestinos africanos en territorio libio a cambio del apoyo político de la Unión Europea y, para colmo, se ha convertido en el refuerzo de la Administración americana al subcontratar para la CIA la tortura en Libia de los prisioneros de Guantánamo. Y podríamos describir durante páginas las otras 1.000 atrocidades de las que es culpable ese demente cruel y cínico. Es por culpa de los Gadafi, Mubarak, Ben Ali, El Asad y Saleh que el integrismo religioso ha aumentado en todo el mundo árabe. Son estos regímenes los que literalmente han vuelto locos de rabia a los pueblos árabes.

El desconocimiento en América Latina de la situación árabe es suficiente para explicar, junto a una buena dosis de maniqueísmo, la obcecación de quienes en la izquierda ponen mala cara ante la insurrección de los pueblos. Esos "revolucionarios" están en realidad más cerca de la razón de Estado de los regímenes que defienden que de la solidaridad con los oprimidos.

En vez de aplaudir a Sarkozy y a Cameron, los hombres, las mujeres, los niños que se sublevan hoy en el mundo árabe hubieran preferido encontrar a su lado los símbolos de la revolución latinoamericana. Y eso hubiera sido tanto más necesario cuanto que las potencias occidentales que han intervenido en esos países se harán pagar a tocateja por unos pueblos exangües. Hay el riesgo de que se establezcan nuevas formas de dominación neocolonial. Para oponerse a ellas, los pueblos árabes en lucha por la democracia necesitan más que nunca la solidaridad internacional. Pero si nos atenemos a ciertos discursos de izquierdas escuchados en el coloquio de Buenos Aires, esa toma de conciencia no se producirá de inmediato. No queda pues más que exclamar: "¡Despertad, amigos latinoamericanos, vosotros que dais lecciones de populismo revolucionario, la revolución árabe os ha dejado lejos detrás de ella!".

quarta-feira, 19 de outubro de 2011

Descargar la crisis sobre los migrantes



Ricardo Jiménez
ALAI


Italia se convierte en el primer país del mundo en imponer un impuesto al envío de remesas por parte de los inmigrantes a sus familias y países de origen. Es parte de su paquete de medidas anti crisis publicado en agosto pasado y vigente desde septiembre. El impuesto impone un pago de 2% a todos los envíos por parte de personas que no estén acreditadas en registros de pago fiscal o de pensiones, es decir, castiga a los irregulares o a quienes por ahorrar no están registrados. Pero no sólo eso ya que se trata de un impuesto “regresivo”, o sea, hecho para castigar a los más pobres dentro de los ya castigados, poniendo un mínimo de pago de 3 euros a los envíos cuyo 2% de pago sea menor que los 3 euros, elevando de hecho, en ese caso, el monto del impuesto.

“Descargar la crisis sobre los migrantes”, esta parece ser la consigna neoliberal de los Estados que han renunciado flagrantemente a su obligación de garantizar derechos a los excluidos. Estados de residencia, ricos y del norte, como los Estados Unidos y Europa, que vienen incrementando su deportación, criminalizándolos, encarcelándolos y violando sus derechos humanos. Las cifras de la última década y todos los estudios especializados demuestran que con estas medidas no se disminuye la inmigración, sino que aumenta su segmento irregular y se incrementan las víctimas de tráfico ilegal y trata de personas. No puede ser de otro modo cuando no se quiere asumir la causa estructural fundamental de las llamadas “presiones migratorias”, la desigualdad, concentración y exclusión económica, social, cultural y ambiental.

De hecho, no se trata realmente de no querer inmigrantes, porque son imprescindibles, razones demográficas así lo imponen, ya que vienen a realizar masivamente trabajos de servicios y productivos que precisan trabajadores jóvenes y no calificados, en países que por el contrario cuentan con poblaciones envejecidas y altamente calificadas que ya no quieren realizar esos trabajos. Pero, sobre todo, se trata de una razón económica, son “más baratos” que trabajadores equivalentes de la propia población, y lo son, justamente porque tienen menos derechos o simplemente no tienen derechos. Así, razones de “competitividad” y “rentabilidad” mantienen la esquizofrenia perversa de un discurso anti inmigrante, pero con una práctica que de hecho necesita y cuenta con ellos, sólo que “abaratados”, sin derechos, des-ciudadanizados.

De un golpe, se borra con el codo de la real voluntad política las declaraciones hechas con la mano de los discursos de buena crianza, por los cuales Italia se había comprometido públicamente a “proteger y fomentar las remesas”, proponiendo incluso al G-8, en el 2009, el objetivo “5X5”, para reducir en 5 años un 5% del costo de los envíos, uno de esos programas de “moda” que cuentan con el apoyo del Banco Mundial y deslumbran en boca de agencias de cooperación y entidades internacionales, y que ya vemos donde ha llegado.

El caso de Perú

Pero los Estados de salida también juegan su parte. Muchos de ellos han hecho de la “exportación de mano de obra barata” un indicador imprescindible, aunque metódicamente silenciado, de sus desempeños económicos “exitosos”. Renunciando a su obligación de garantizar derechos y asumiendo una visión mercantilista de estos no ciudadanos o menos ciudadanos. El Perú, por ejemplo.

Precisamente, según cifras oficiales de Italia, Perú está en el séptimo lugar en la lista de los 15 que más montos de remesas reciben desde ese país, con 191 millones de euros anuales. El año pasado los emigrados peruanos enviaron a su país más de 2.500 millones de dólares, elevando la calidad de vida de más de 700 mil hogares y casi 3 millones de familiares que viven en Perú, al tiempo que aportaban no menos de 300 millones de dólares directamente al fisco por pago de IGV. Sus remesas equivalen a la mitad de la Inversión extranjera directa, y a su totalidad, si se le descuentan utilidades. Colombia cuenta con un impuesto de 0.4% para la recepción de remesas y el Perú incluye a las remesas en el pago del ITF que supera al de Colombia con un 0.7%. Pero no sólo eso, los emigrados son también la mitad de los turistas que recibe el Perú y pagan con las tarifas de trámites el 56% de los sueldos y gastos de los servicios consulares que deben usar, absolutamente insuficientes, como lo ha reconocido el propio Ministerio de Relaciones Exteriores y todas las entidades especializadas públicas y civiles. Y todo eso sin contar con el aporte que representa el hecho de al menos 1 millón de empleos y 2 millones de usuarios de servicios sociales a los que el Estado peruano simplemente les negó la garantía de esos derechos y debieron buscárselos por sí mismos en otros países.

Sin embargo, todavía encima de todo, hay a quienes todo esto les parece poco. Y además les quieren hacer cargar con la responsabilidad por el “desarrollo” de sus localidades de origen. Desconociendo o restando relevancia a sus aportes, hechos con sacrificios enormes de sus derechos humanos, y a los indicadores antes mencionados, se habla de que sus remesas “no serían productivas” y que son "co-responsables” del empleo y el desarrollo que el Estado ha sido incapaz de garantizar en sus localidades de origen. Es la renuncia explícita y flagrante a la obligación del Estado a garantizar derechos.

Sobre este enfoque ideológico, en los últimos 10 años, la política del Estado peruano hacia sus emigrados ha tenido como pilar una visión mercantilista en que se concibe a sí mismo como “mediador” entre el emigrado y los negocios privados que, mediante la obtención de ganancia, transforman al emigrado en “cliente” que mediante pago puede acceder a productos como “seguros de remesas”, “créditos productivos”, "cursos de capacitación", etc. En Perú existe un “exitoso” programa en que entidades de micro finanzas prestan créditos a los que reciben remesas con dineros que a una tasa preferencial les presta el Banco de la Nación, para que a su vez estas entidades presten a los receptores de remesas, sin embargo, no existen estudios ni informes de los sobre costos que implica que el Banco de la Nación, en vez de prestar ese dinero directamente a los receptores de remesas, financie a tasas preferenciales las prestaciones de créditos, a través de entidades privadas intermediarias que obtienen una utilidad adicional que encarece todo el proceso.

Para el emigrado que no puede pagar, prácticamente nada, un “Fondo de Ayuda Humanitaria” con 80 centavos de sol (menos de 1 sol) al año para cada emigrado. Una Ley de incentivos migratorios para el retorno que sólo se otorga a quienes han sido "exitosos" y pueden a su regreso montar negocios o ganar salarios altos aportando al Estado. En tres años, 2007 a 2009, ha beneficiado a 385 retornados de 76.501. En fin, baste dejar que este paradigma ideológico hable por la boca de un ex congresista y actual parlamentario andino, con expresiones que ahorran todo comentario: “Es importante motivar el retorno del migrante, sea momentáneo o permanente, pues en ambos casos genera ingresos para el país…”.

Los Estados de Alabama y Arizona en Estados Unidos criminalizan la irregularidad y aumentan las deportaciones de peruanos, acelerando la tendencia sostenida al incremento de las mismas en los últimos 10 años, afectando a 12.000 peruanos en la última década. Y hay quienes piensan que el Estado peruano, como respuesta, debe proponerles una réplica del programa de “co-desarrollo” "3x1" mexicano, para que ellos, los que están sufriendo criminalización, persecución, encarcelamiento y deportación, asuman la obligación de poner un dólar por cada 3 dólares que ponga el Estado peruano en proyectos para llevar desarrollo a sus localidades de origen. Mientras la realidad de los sistemas migratorios muestran la necesidad de co-responsabilidad de todos los actores involucrados para encontrar soluciones sustentables y con derechos a la crisis migratoria, los Estados de salida y residencia nos siguen mostrando una feroz “co-irresponsabilidad”, una persistente visión mercantilista y una dolorosa negación de los derechos humanos y ciudadanos de los migrantes, convertidos mágicamente, por el poder simbólico de la palabra tecnocrática, de excluidos del desarrollo y sus derechos, en “culpables” y “co-responsables” de los mismos. Es el "crimen perfecto" neoliberal contra los migrantes.

¿Será que la hegemonía ideológica neoliberal ha sido tan profunda que simplemente ya no tiene cabida un enfoque de derechos en la política pública migratoria peruana? ¿O todavía no es demasiado tarde para que el Estado peruano asuma sus obligaciones, los incluya como ciudadanos, y garantice sus legítimos e irrenunciables derechos?

segunda-feira, 17 de outubro de 2011

Democracia y crisis: salir de Termidor



Gerardo Pisarello
Trotta Editorial


La agudización de la crisis ha colocado a la democracia en el centro de una áspera disputa. En Nueva York y Atenas, en El Cairo y en Madrid, en Marsella, Londres, Barcelona o Reikiavik, miles de jóvenes precarios, trabajadoras y trabajadores despedidos, maestros, pensionistas, personas hipotecadas e inquilinos expuestos al desahucio, artistas, migrantes, periodistas e internautas, vecinos afectados por la privatización o el deterioro de la sanidad, la educación, el agua o el transporte, denuncian la degradación de la vida política y económica. Afirman que no quieren ser «una mercancía en manos de políticos y banqueros». Y exigen, en un grito que atraviesa el planeta: “¡Democracia real ya!”.

Esta demanda democratizadora contrasta de manera visible con el desconcierto o la pasividad de las clases gobernantes. En su boca, la democracia continúa presentándose como el más legítimo de los regímenes políticos. Mientras tanto, el grueso de los elementos con los que esta suele identificarse —el gobierno de las mayorías, el pluralismo político, la protección de las minorías vulnerables, la vigencia de libertades públicas amplias— se encuentra en crisis. Decisiones cruciales para la seguridad material y la autonomía de amplios sectores de la población son adoptadas por grupos privados carentes de legitimidad electoral o de control ciudadano alguno. Entidades financieras, grandes inversores, oligopolios informativos, agencias de calificación de deuda, empresas transnacionales, concentran un poder inédito, capaz de colonizar partidos, parlamentos y tribunales y de reducir consignas como las de «una persona un voto» a poco menos que quimeras.

Naturalmente, la percepción de estos fenómenos está condicionada por la idea de democracia que se profese. Las concepciones liberal-tecnocráticas dominantes, de hecho, minimizan esta distancia entre el ideal democrático y su práctica efectiva. Para ello, suelen reducirlo a una simple técnica de recambio periódico de las élites gobernantes. Esta concepción restrictiva de la democracia, que permite descalificar como demagógica o maximalista cualquier crítica que pretenda mirar más allá de estas premisas, oculta, no obstante, su sentido histórico profundo. Y acaba por dar cobertura a regímenes que, cada vez más, operan como oligarquías isonómicas, es decir, como regímenes controlados por minorías económicas que apenas admiten, de manera selectiva, el disfrute de algunas libertades públicas.

Esta tensión entre democracia y oligarquía, o si se prefiere, entre Constitución democrática y Constitución oligárquica, no es desde luego nueva. Fue lúcidamente entrevista por pensadores como Aristóteles y atraviesa la historia de la humanidad desde la Antigüedad hasta nuestros días. En ella no faltan, al igual que hoy, teorías y prácticas empeñadas en despojar al principio democrático de su componente igualitario y emancipatorio, marginándolo o reduciéndolo a una pieza inofensiva de la organización social. Estos intentos se han presentado bajo diferentes ropajes. Como necesario antídoto contra la «tiranía de las mayorías». Como defensa de la Constitución mixta frente a la Constitución popular, siempre expuesta a los «humores de la multitud». O simplemente como una apuesta por la democracia limitada, moderada, frente a la extremista democracia pura o absoluta. Dispuestos a ganar el sentido común, estos argumentos han intentado cubrirse con la bandera de la moderación, del rechazo a la hybris, al exceso. Pero han dado voz, invariablemente, a temores e intereses exaltados, vinculados a posiciones elitistas y a plutocracias de diverso signo.

Que para identificar esta persistente corriente antidemocrática se evoque a Termidor no es baladí. Termidor fue el mes —según el calendario revolucionario francés— en que tuvo lugar el golpe de Estado de 1794 contra el movimiento democrático que surgió de la caída de la Monarquía y de la proclamación de la República. Dicho golpe supuso la interrupción de un proceso vigoroso de lucha por la extensión de los derechos políticos y sociales de la población, comenzando por sus miembros más vulnerables. Desde entonces, Termidor ha quedado identificado con los procesos de desdemocratización realizados en nombre de la gran propiedad y del gobierno de los notables (y a veces, también, con la degradación burocrática y despótica de las reacciones contra otras tiranías o plutocracias).

De ahí su importancia en los tiempos que corren. Y es que la llamada globalización neoliberal, el capitalismo financiarizado al que ha dado lugar, también podría considerarse el último capítulo de Un largo Termidor. De una honda recomposición en las relaciones de poder que, apelando al ideal democrático, ha acabado por desnaturalizarlo en beneficio de un orden constitucional con fuertes componentes oligárquicos. Esta contrarreforma tiene una fuerza innegable. Pero no es inevitable ni irreversible. Como ocurre con otros conceptos usados en vano, la noción de democracia puede ser rehabilitada, rescatada del naufragio. Para comenzar, si se vincula a su mejor herencia histórica. La que entronca con el constitucionalismo revolucionario de los siglos XVII y XVIII, con el constitucionalismo democrático republicano de entreguerras, en el siglo XX, e incluso con experiencias como las del llamado nuevo constitucionalismo latinoamericano, ya en el siglo XXI. La que va de Efialtes y Aspasia de Mileto a Thomas Paine y Karl Marx, de Flora Tristán y Rosa Luxemburgo a Patrice Lumumba y Martin Luther King. Ello nos ayudaría a verla, no ya como un simple mecanismo de renovación de élites, sino como una inveterada tradición emancipatoria. Una de las pocas quizás, capaz de abanderar hoy las exigencias de millones de mujeres y hombres a favor del autogobierno político y económico de todas las personas y pueblos y de la reproducción sostenible de la vida en el planeta.

domingo, 16 de outubro de 2011

Un largo Termidor

La ofensiva del constitucionalismo antidemocrático

La exigencia de democracia real en diferentes rincones del mundo permite constatar una paradoja. Al tiempo que la democracia se presenta como el más legítimo de los regímenes políticos, la mayoría de elementos con los que se identifica se encuentra en crisis. Las concepciones liberales dominantes suelen minimizar la distancia entre el ideal democrático y su práctica efectiva. Para ello, lo reducen a una simple técnica de recambio periódico de las élites gobernantes. La hipótesis de este ensayo es que esta concepción restrictiva de la democracia oculta su sentido histórico más profundo. Y acaba dando cobertura a regímenes que, cada vez más, operan como oligarquías isonómicas, es decir, con algunas libertades públicas.

A partir precisamente de la clásica contraposición aristotélica entre democracia y oligarquía, o mejor, entre Constitución democrática y Constitución oligárquica, este libro repasa críticamente teorías y prácticas que, a lo largo de la historia, han procurado despojar al principio democrático de su componente igualitario y emancipatorio, marginándolo o reduciéndolo a una pieza inofensiva de la organización social. En la crisis actual, esta lectura permite constatar cómo, con aparentes credenciales democráticas, lo que se abre paso política y jurídicamente es un constitucionalismo antidemocrático con fuertes rasgos oligárquicos.

sábado, 15 de outubro de 2011

Movilizados por un cambio global



Agencias

Miles de personas indignadas con las élites financieras y políticas en general y, simultáneamente, movilizadas por un sinfín de causas locales se han dado cita en una protesta mundial y pacífica hoy, 15-O, bajo el lema Unidos por un cambio global. Al menos 951 ciudades repartidas por medio globo (82 países) se han sumado a una convocatoria que nació en España de la mano del Movimiento 15-M.

“No nos sentimos la madre de la movilización, somos parte de ese río. No podemos, ni queremos, liderarlo ni dirigirlo”, explicaba una representante de los indignados españoles (una masa en la que conviven particulares y activistas) en la presentación de esta manifestación planetaria. Una cita con la que el 15-M pretende revitalizarse y que ha sido organizada en algunas reuniones presenciales e infinidad de encuentros vía Internet.

“Unidos en una sola voz haremos saber a los políticos y a las élites financieras, a las que sirven, que ahora somos nosotros, la gente, quienes decidiremos nuestro futuro”, afirma el manifiesto conjunto.

sexta-feira, 14 de outubro de 2011

Para curar la economía



Joseph E. Stiglitz
Al-Jazeera


Mientras persiste la crisis económica que comenzó en 2007, la pregunta en la mente de todo el mundo es obvia: ¿Por qué? Si no comprendemos bien las causas de la crisis, no podemos implementar una estrategia efectiva de recuperación. Y, hasta ahora, no tienen lugar ni lo uno ni lo otro.

Nos dicen que fue una crisis financiera, de modo que los gobiernos a ambos lados del Atlántico se concentraron en los bancos. Se presentaron programas de estímulo como si fueran un paliativo temporario, necesario para cerrar la brecha hasta que se recuperara el sector financiero y se reanudaran los préstamos privados. Pero, aunque la rentabilidad y las bonificaciones de los bancos han vuelto, los préstamos no se han recuperado, a pesar de tasas de interés récord a largo y corto plazo.

Los bancos afirman que los préstamos siguen limitados por una falta de prestatarios dignos de crédito, debido a la economía enferma. Y datos clave indican que tienen razón aunque sea solo en parte. Después de todo, las grandes empresas poseen unos pocos billones (millones de millones) de dólares en efectivo, de modo que lo que les impide invertir y contratar no es el dinero. Algunas, tal vez muchas, pequeñas empresas están, sin embargo, en una posición muy diferente: faltas de fondos no pueden crecer, y muchas se ven obligadas a contraerse.

A pesar de todo, la inversión general en los negocios –excluyendo la construcción– ha vuelto a un 10% del PIB (de un 10,6% antes de la crisis). Con tanto exceso de capacidad en el sector inmobiliario, la confianza no se recuperará en un futuro previsible al nivel previo a la crisis, no importa lo que se haga en el sector bancario.

La inexcusable temeridad del sector financiero, que obtuvo rienda suelta gracias a una desregulación insensata, fue el factor obvio que precipitó la crisis. El legado de capacidad inmobiliaria excesiva y de grupos familiares sobre-endeudados dificulta aún más la recuperación.

La paja que rompió la espalda del camello

Pero la economía estaba muy enferma antes de la crisis; la burbuja de la vivienda simplemente ocultó sus debilidades. Sin un consumo apoyado por la burbuja, habría habido una falta masiva de demanda agregada. En su lugar, la tasa de ahorro personal cayó a 1%, y el 80% inferior de los estadounidenses estaba gastando, cada año, aproximadamente un 110% de sus ingresos.

Incluso si se reparase totalmente el sector financiero, e incluso si esos despilfarradores estadounidenses no hubieran aprendido una lección sobre la importancia del ahorro, su consumo se limitaría al 100% de sus ingresos. Por lo tanto cualquiera que hable del “retorno” del consumidor, incluso después del desapalancamiento, vive en un mundo de fantasía.

El arreglo del sector financiero fue necesario para la recuperación económica, pero lejos de ser suficiente. Para comprender lo que hay que hacer, tenemos que comprender los problemas de la economía antes del inicio de la crisis.

Primero, EE.UU. y el mundo fueron víctimas de su propio éxito. Los rápidos aumentos de la productividad en la manufactura habían superado el crecimiento en la demanda, lo que significó la disminución del empleo en la manufactura. La mano de obra tuvo que pasar a los servicios.

El problema es análogo a lo que se produjo al principio del Siglo XX, cuando el rápido crecimiento de la productividad en la agricultura obligó a la mano de obra a irse de las áreas rurales a centros urbanos de manufactura. Con una disminución de los ingresos de las granjas en exceso de un 50% de 1929 a 1932, se podría haber previsto una migración masiva. Pero los trabajadores estaban “atrapados” en el sector rural: No tenían los recursos para desplazarse, y la disminución de sus ingresos debilitó tanto la demanda agregada que el desempleo urbano en la manufactura aumentó considerablemente.

Para EE.UU. y Europa, la necesidad de que la mano de obra abandonara la manufactura se complicó con el cambio en la ventaja comparativa: no solo la cantidad de puestos de trabajo en la manufactura es limitada globalmente, sino una parte más pequeña de esos puestos serán locales.

La globalización ha sido uno, pero solo uno, de los factores que han contribuido al segundo problema clave, la creciente desigualdad. La transferencia del ingreso de los que lo gastarían a los que no lo harán disminuye la demanda agregada. Al mismo tiempo, el aumento de los precios de la energía transfirió poder de compra de EE.UU. y Europa a los exportadores de petróleo, quienes, reconociendo la volatilidad de los precios de la energía, ahorraron correctamente gran parte de esos ingresos.

El problema final que contribuyó a la debilidad en la demanda agregada global fue la masiva acumulación de reservas en divisas extranjeras de los mercados emergentes, motivada en parte por la mala administración de la crisis del Este de Asia de 1997-1998 por el Fondo Monetario Internacional y el Tesoro de EE.UU.

Los países reconocieron que, sin reservas, se arriesgaban perder su soberanía económica. Muchos dijeron: “Nunca más”. Pero, mientras la acumulación de reservas, actualmente unos 7,6 billones de dólares, en las economías emergentes y en desarrollo las protegió, el dinero depositado en reservas no se gastó.

¿Dónde estamos actualmente en la tarea de encarar esos problemas subyacentes? Para comenzar por el último, esos países que acumularon grandes reservas fueron capaces de capear mejor la crisis económica, de modo que el incentivo de acumular reservas es aún más fuerte.

De la misma manera, mientras los banqueros han recuperados sus bonificaciones, los trabajadores ven que sus salarios se erosionan y sus horas de trabajo disminuyen, ampliando aún más la brecha en los ingresos. Además, EE.UU. no se ha liberado de su dependencia del petróleo. Con precios del petróleo que han vuelto a sobrepasar los 100 dólares por barril este verano –y siguen altos– el dinero se transfiere otra vez a los países exportadores de petróleo. Y la transformación estructural de las economías avanzadas, implicada por la necesidad de sacar a la mano de obra de las ramas manufactureras tradicionales, ocurre con mucha lentitud.

El gobierno juega un papel central en el financiamiento de los servicios que la gente necesita, como la educación y la atención sanitaria. Y la educación y capacitación financiadas por el gobierno, serán particularmente críticas en la restauración de la competitividad en Europa y EE.UU. Pero ambos han elegido la austeridad fiscal, asegurando prácticamente que las transiciones de sus economías serán lentas.

La prescripción para lo que sufre la economía global proviene directamente del diagnóstico: Fuertes gastos gubernamentales, que apunten a facilitar la reestructuración, la promoción de la conservación de energía, y la reducción de la desigualdad, y una reforma del sistema financiero global que cree una alternativa a la acumulación de reservas.

En última instancia, los dirigentes del mundo –y los votantes que los eligen– llegarán a reconocerlo. A medida que las perspectivas de crecimiento se sigan debilitando, no tendrán otra alternativa. ¿Pero cuánto dolor tendremos que soportar hasta entonces?

quinta-feira, 13 de outubro de 2011

El día que vivimos en peligro



Fernando Cibeira
Página 12


El ex presidente uruguayo reveló que analizó con sus jefes militares en 2006 la posibilidad de un conflicto bélico con Argentina. Y que acudió a Bush para que declarara que Estados Unidos era amigo de Uruguay.

En una declaración con ribetes insólitos, el ex presidente de Uruguay Tabaré Vázquez reveló que, en 2006, llegó a analizar con sus jefes militares la posibilidad de entrar en un enfrentamiento bélico con la Argentina por el conflicto con las pasteras. Lejos de acudir a organismos regionales como la Unasur, Vázquez contó que llevó el tema al entonces presidente norteamericano George Bush, y que recién cuando el jefe de la Casa Blanca sostuvo públicamente que Uruguay era “socio y amigo” de su país “se aplacaron” los embates argentinos. Las afirmaciones de Vázquez, dichas el martes ante un grupo de alumnos de un colegio pero repetidas y aumentadas ayer en entrevistas periodísticas, generaron asombro y rechazo tanto en Buenos Aires como en Montevideo, en momentos en que los gobiernos de Cristina Kirchner y José Mujica se esfuerzan por mostrar que las relaciones están definitivamente encaminadas. La esposa de Mujica, la senadora Lucía Topolansky, calificó la salida del ex presidente como “absurda” y pidió que se la recuerde como “anécdota escolar”.

Tabaré hizo su revelación en una charla ante un reducido grupo de estudiantes del colegio Monte VI pero el video, de tipo amateur, fue difundido a la noche por un noticiero de la televisión uruguaya, generando inmediatas repercusiones. “Tuvimos un conflicto muy serio con la Argentina, y un presidente tiene la obligación de analizar todos los escenarios posibles”, explicó Vázquez, en un repaso de sus años de gestión.

Una de esas hipótesis fue la de un conflicto bélico, que motivó una rocambolesca reunión con los comandantes de las tres fuerzas. Ante el planteo de una posible guerra con Argentina, los jefes militares le dijeron allí a Tabaré que podrían responder con “una lucha de guerrillas”. El jefe de la Fuerza Aérea le dijo que contaban con cinco aviones y con reservas de combustible para 24 horas, por lo que si salían en combate no podrían volver. Las confesiones provocaron las risas de los alumnos que escuchaban a Vázquez sorprendidos. “Es la realidad, a veces la gente no sabe”, reflexionó.

Ante este panorama, Tabaré decidió llevar la cuestión a la secretaria de Estado Condoleezza Rice. Quería que la canciller norteamericana declarara que Uruguay era su “socio y amigo” y le pidió si el presidente Bush podría decir lo mismo. “Y así fue que dijeron ‘Uruguay es amigo y socio de Estados Unidos’. Y aplacaron todo eso”, aseguró.

Artillería pesada

Aunque las cancillerías guardaron ayer un prudente silencio, la dirigencias políticas argentina y uruguaya se manifestaron –casi unánime– contrarias a las declaraciones de Vázquez y la hipótesis de un conflicto bélico. Pero la reacción no llevó al ex presidente uruguayo a volver sobre sus pasos. Ayer, consultado por el diario El Observador, insistió: “Ahora todos se sorprenden y se rasgan las vestiduras, y parece que todos se olvidan de que por el conflicto por Botnia sacamos el ejército a la calle”.

En realidad, Vázquez hace referencia al episodio de diciembre de 2006 cuando colocó a unos 60 soldados custodiando el cerco perimetral de Botnia en atención a las movilizaciones que habría en Gualeguaychú.

El ex presidente enumeró las causas que veía como potenciales motivos de una guerra. Por ejemplo, “que los piqueteros dijeron que vendrían a manifestar a Uruguay, que hubo quien dijo que iba a venir con dinamita, amenazaron con ocupar la planta de Botnia, los militantes de Greenpeace manifestaron en el río y tiraron al agua a un oficial de Prefectura, entre otros hechos”.

Obviamente, le dedicó un párrafo a Néstor Kirchner, con quien terminó llevándose pésimo. Recordó que el ex presidente argentino había declarado el rechazo a las papeleras como “una causa nacional” y “se abrazó con los piqueteros”. “Todos los presidentes de la región manejaban esa hipótesis de conflicto, otra cosa es que se admitiera. Y ante esa situación, ¿qué se pretendía que hiciera el presidente de un país pequeño que está amenazado? Pensar desde lo mejor a lo peor y pedir apoyo. Un apoyo que era en lo político y en lo diplomático, pero que partía de la base de la peor hipótesis. Si no lo hubiera hecho y llegaba a pasar algo se iban a preguntar: ‘¿Y el presidente qué hizo?’”, sostuvo.

En la trinchera

En Buenos Aires y Montevideo estaban repartidas las opiniones acerca de la aparición fuera de registro de Vázquez. Si se trató de un descuido en una charla en un ámbito informal o, por el contrario, fue una estrategia para reposicionarse en el escenario político. Cuando era presidente, el conflicto con Argentina le sirvió en más de una ocasión para aumentar su popularidad a nivel interno. Ahora se comenta que Vázquez podría intentar volver a la presidencia en 2014 y que las encuestas le otorgarían buenas posibilidades de conseguirlo.

Con todo, la confesión de su pedido de apoyo a Bush –pasando por alto cualquier instancia regional– parecería no dejarlo bien parado y hasta tuvo el rechazo de la derecha uruguaya. “No recuerdo que Bush haya participado del conflicto, ni recuerdo que haya habido alguna expresión de su parte. Todo esto suena a que estábamos viendo dos películas distintas”, reflexionó ayer Alberto Fernández, quien en aquel momento era jefe de Gabinete de Kirchner y buscaba abrir un canal de diálogo con el secretario de la Presidencia uruguaya, su amigo Gonzalo Fernández.

Hubo dos reuniones de Tabaré Vázquez con Bush, una en mayo de 2006 en Washington y otra en marzo de 2007 en la Estancia Anchorena, en Colonia. En la primera, Vázquez comentó que había conversado con el norteamericano del conflicto por las papeleras. “Pude detectar que estaba informado”, dijo sobre la reacción de Bush. En el segundo, se subrayó, la cuestión ni se tocó. En ningún caso hubo una declaración de la Casa Blanca apoyando la posición uruguaya y si Bush habló del “mucho campo” que había con Uruguay para ser socios y amigos fue en relación con el posible Tratado de Libre Comercio bilateral con el que el gobierno de Tabaré coqueteó pero finalmente no accedió porque significaba su salida del Mercosur.

Los gobiernos optaron oficialmente por el mutis. En la Casa Rosada preferían recordar el giro en la relación que había significado el cambio de Mujica por Vázquez, evidenciado en el último acto que el presidente uruguayo compartió con Cristina Kirchner, mes y medio atrás, cuando reanudaron el servicio de trenes que une ambos países después de 36 años.