segunda-feira, 10 de outubro de 2011

¿Cómo evaluaría Al Qaeda sus logros?



Immanuel Wallerstein
La Jornada


Me imagino una conversación el 11 de septiembre de 2011, en la cual los líderes máximos de Al Qaeda evalúan sus logros diez años después de sus ataques sobre suelo estadunidense. Pienso que estarían muy optimistas por todo lo que han logrado.

Para entender esto, debemos considerar lo que pensaban que debían lograr los ataques del 11 de septiembre. En ese momento, Osama Bin Laden expresó con claridad lo que eran sus objetivos de largo plazo. Dijo que deseaba borrar ochenta años de humillaciones para el mundo islámico. ¿Ochenta años? Bin Laden se refería a la abolición del califato en 1924 (no son exactamente ochenta años) por Mustafá Kemal Ataturk. El objetivo jurado de Bin Laden era la recreación de un califato que abarcara todo el mundo musulmán –suponemos que a cargo de un directo descendiente de Mahoma, que gobernara obedeciendo la sharia.

¿Qué fue lo que se interpuso en su objetivo? Tres obstáculos principales. El primero fue Estados Unidos, que utilizó su poder para sojuzgar el mundo islámico. El segundo y el tercero fueron los gobiernos de Arabia Saudita y Pakistán, a los cuales Bin Laden consideraba pilares del respaldo de Estados Unidos dentro del mundo islámico, y cuyos gobiernos él denunciaba como no-islámicos.

¿Y cómo impulsaría su objetivo el ataque del 11 de septiembre? Sigamos su razonamiento. El directo y espectacular ataque sobre Estados Unidos, en su propio suelo, intentaba exponer el hecho de que Estados Unidos era un tigre de papel e instalar entre los estadunidenses temores profundos acerca de su seguridad física y su futuro colectivo. Apenas la semana pasada, Al Qaeda criticó públicamente al presidente Ahmadinejad, de Irán, por sugerir que el 11 de septiembre había sido la obra de estadunidenses, y no de Al Qaeda.

Bin Laden confiaba en que los estadunidenses quedarían inmersos en una guerra interminable –una que no podrían ganar, aun si no perdían, en el sentido militar, en algún corto plazo. Bin Laden esperaba que el desgaste continuado de esta guerra interminable acabaría por extenuar a Estados Unidos, al costarle cara (material y geopolíticamente). Si ésta era la intención de Bin Laden, es difícil argumentar en 2011 que los últimos diez años probaron que estaba equivocado.

Pero, ¿por qué entonces el intento de acabar con los gobiernos paquistaní y saudita? Y, ¿cómo? El análisis de Bin Laden era que, en virtud de la ambigüedad del discurso de ambos gobiernos –que él consideraba corruptos además de no-islámicos– éstos podían sobrevivir y aun florecer. Ambos gobiernos buscaron mantener el respaldo tanto de las élites materialistas y occidentalizantes, como de las fuerzas populares, fuertemente islámicas, mediante el uso de dos lenguajes –uno para el mundo occidental y otro hacia el interior.

Es claro que la estrategia de Bin Laden fue exponer la duplicidad de estos gobiernos forzándolos a optar entre sus dos retóricas. Para lograr lo que quería, contó con que Estados Unidos –como resultado del 11 de septiembre– los presionaría. Es decir, Estados Unidos se volvería un agente que forzaría a los regímenes saudita y paquistaní a ponerle fin a su ambigüedad.

Para 2011, es claro que esto es exactamente lo que ha ocurrido en Pakistán. Y conforme la situación militar se torna más y más difícil para Estados Unidos en Afganistán, Washington se vuelve más y más impaciente con el hecho de que el régimen paquistaní –o por lo menos esa parte poderosa de éste que es la agencia de inteligencia, conocida como ISI– respalda con claridad a varios grupos que combaten activamente a Estados Unidos en ese país: los talibanes, la red Haqqani, y aun la misma Al Qaeda.

El congreso estadunidense se ha vuelto muy impaciente, y quiere cortarle la ayuda a Pakistán. El nuevo secretario de Defensa, Leon E. Panetta, está pujando para que haya acciones militares directas de Estados Unidos dentro de Pakistán. Y aun el almirante Michael Mullen, jefe saliente del Estado Mayor Conjunto estadunidense, que todavía había insistido en actuar con gran prudencia vis-à-vis los paquistaníes (lo que reflejaba la renuencia al interior de las fuerzas armadas estadunidenses de involucrarse militarmente en otra área geográfica más), parece que terminó por perder la paciencia y ahora critica abiertamente al gobierno paquistaní.

¿La respuesta paquistaní? El ministro del Interior, Rehman Malik, también criticó abiertamente los ataques unilaterales de Estados Unidos a los militantes islamistas en Pakistán. Exigió que Estados Unidos "respete nuestra soberanía". Los paquistaníes han llamado a sus aliados cercanos a que los respalden. Obtuvieron un apoyo abierto a la defensa de su soberanía del viceprimer ministro chino. Y el jefe de la agencia ISI voló a Arabia Saudita para afirmar la resistencia conjunta paquistaní-saudita contra la presión estadunidense.

Al Qaeda puede estar satisfecha por el hecho de que fue el asesinato cumplido de su líder a manos del grupo Navy Seals estadunidense lo que precipitó esta confrontación abierta de los líderes paquistaníes y estadunidenses, porque exhibió ante la opinión pública la división interna en el gobierno paquistaní entre quienes se coludieron para esconder a Bin Laden (y que como tal no fueron informados por Estados Unidos del ataque que iba a ocurrir) y quienes estaban coludidos con Estados Unidos y señalaron el paradero de éste. Tras ocurrir el operativo estadunidense, la opinión pública ha sido casi unánime en su condena al ataque.

Hoy todo mundo concuerda en que la alianza paquistaní-estadunidense es frágil en extremo. Sin duda Al Qaeda se congratula. ¿Ha logrado también socavar Al Qaeda al régimen saudita? No lo ha logrado tanto. El gobierno saudita ha logrado continuar con la ambigüedad hasta cierto punto, pero sólo porque ha tomado mayor distancia de Estados Unidos en sus múltiples acciones dentro del mundo árabe. Es claro que el régimen saudita ha estado preocupado de que se pueda replicar el tipo de quiebre en las relaciones que ha ocurrido en Pakistán.

Los sauditas están manejando esto con una combinación de gran firmeza en el interior del país, algunas concesiones adicionales a las elites (tan sólo hay que ver el nuevo anuncio de que se permitirá que las mujeres voten), la intervención directa cuando es necesario sostener a los gobiernos de los vecinos estados del Golfo (vean el reciente envío de tropas para ayudar al gobierno de Bahrein), y una ayuda diplomática y económica a los palestinos. ¿Será esto suficiente? El problema particular más grande para el régimen es la minoría chiíta, oprimida y contenciosa, que fortuitamente se localiza donde se asientan los más grandes depósitos de petróleo. Además, Al Qaeda no va a ayudar al régimen saudita a lidiar inteligentemente con las quejas chiítas.

¿Cuál es el balance de todo esto? Es cierto que las fuerzas especiales estadunidenses asesinan con frecuencia a líderes de Al Qaeda. De hecho, perdieron al mismo Bin Laden. Pero eso no parece haberlos frenado. Al Qaeda se ha vuelto una franquicia islámica y parece haber todo el tiempo nuevos grupos que desean asumir el nombre, aun si actúan en la práctica de forma autónoma. Geopolíticamente, es claro que Estados Unidos está más débil hoy que en 2001. El régimen paquistaní está luchando por su vida. Y los sauditas están muy preocupados.

No hay califato todavía, pero los líderes de Al Qaeda son pacientes de un modo impaciente. En lo operacional son impacientes. En lo estratégico son muy pacientes.

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