Fundación SES
El día 27 de octubre de 2010 era un día esperado para todos los y las argentinas: se iba a desarrollar el operativo censal que cada 10 años determina cuántos somos y cómo vivimos. Sin embargo, nos sorprendió lo inesperado: la muerte. La muerte siempre es inesperada pero en este caso se trataba de la muerte de un líder político en pleno protagonismo y en plena vigencia, con apenas sesenta años y con un proyecto político en construcción.
Néstor Kirchner había asumido la conducción de la Argentina en plena crisis del 2001, con un país devastado y supo interpretar que la salida de esa situación no se lograba con el “que se vayan todos” que promulgaban amplios sectores de una sociedad dividida y desconfiada de la política. Por el contrario, Néstor Kirchner apostó a un modelo diferente al que se venía configurando desde el terrorismo de Estado llevado a cabo por la dictadura militar en el 76 y que se había terminado de consolidar en los años 90 con las políticas de corte neoliberal y con un Estado ausente.
Kirchner apostó a la recuperación de la política, a la restitución de derechos, a devolver centralidad al Estado y a disputar el poder real frente a actores y sectores como las corporaciones de medios, los militares, el capital financiero y las entidades de crédito internacional que habían contribuido a la catástrofe política y social de nuestro país. También fue un convencido de la importancia de fortalecer los lazos entre nuestros países latinoamericanos. Se estrecharon los lazos económico sociales y sobre todo políticos con Brasil y se consolidó una alianza regional como nunca antes: en los últimos meses la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) contribuyó a frenar un golpe de Estado en Ecuador con el respaldo de los países de la región.
El legado que deja Kirchner no es sólo el de un país distinto (gobernado y gobernable) después de sucesivas crisis sino también el de una sociedad distinta que volvió a creer en que la política es capaz de transformar y devolver justicia a sectores de la población históricamente olvidados.
Las políticas públicas impulsadas desde el 2003 en adelante se enfocaron en la distribución del ingreso, en los derechos humanos, en la inversión educativa, en el desendeudamiento, y en políticas de reconocimiento de derechos a diferentes sectores: los trabajadores y el movimiento obrero, la comunidad homosexual, los pueblos originarios, las mujeres y los jóvenes.
Y ese compromiso con un proyecto político inclusivo es el que pareció primar en los días posteriores a su muerte en las diferentes manifestaciones que se generaron espontáneamente en las distintas plazas del país y en particular en la Plaza de Mayo frente a la Casa Rosada.
Las expresiones que se sucedieron pusieron de manifiesto el apoyo a un proyecto político que comenzó a construir Néstor Kirchner y que siguió y sigue fortaleciendo su compañera y actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Esto nos interpela como pueblo argentino y como latinoamericanos: construir un país y un mundo más justo necesita de la militancia de todos y todas.
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