La Tercera
La sorpresiva muerte del ex Presidente Néstor Kirchner deja un tremendo vacío en Argentina y en América Latina. Lo que caracterizó la acción política del ex mandatario fue el desafió permanente al principal peligro que enfrenta la actividad política: la irrelevancia. Era un hombre de poder. Pero lo quería para ponerlo al servicio de sus causas. Todos los que lo conocimos supimos que eso era lo único que lo motivaba.
No fue él un político que se acomodara a las inercias, sino que más bien demostró en múltiples ocasiones su capacidad para enfrentar las circunstancias, incluso las muy adversas, poniendo por delante sus convicciones respecto del futuro de la nación argentina y de América Latina. Pocos son los personajes que han demostrado una pasión política como la que él tuvo. Su norte era la transformación y no simplemente la administración.
Ni siquiera sus principales detractores pueden negarle a Kirchner el tremendo aporte a la reconstrucción reciente de la Argentina. Asumió el gobierno cuando muchos no se atrevían a hacerlo y fue claramente el arquitecto de la recuperación económica que ha vivido su país en los últimos años. Cuando Argentina prácticamente se caía a pedazos, a principios de los años 2000, Kirchner fue capaz de impulsar una política que le permitió recuperar la capacidad de crecer, de crear empleos y de reducir drásticamente la pobreza.
Su disposición al cambio lo llevó a tomar, en muchas ocasiones, decisiones difíciles, aplicadas a veces con rudeza. Así lo hizo en el tratamiento de la deuda externa, privilegiando la reactivación de la economía doméstica por sobre los intereses de la comunidad financiera internacional. Esta fue una decisión ampliamente controvertida por el establishment, pero posteriormente los hechos le darían toda la razón a Kirchner.
Resulta impresionante revisar la violenta ofensiva que debió enfrentar -por parte de la prensa nacional e internacional- frente a las medidas adoptadas para reactivar la economía argentina. La confrontación de Argentina con el Fondo Monetario Internacional sin duda hará historia, pues nadie se había atrevido antes a enfrentarse a esa institución en la forma en que él lo hizo. Así también lo hizo con las leyes de impunidad para los violadores de derechos humanos, a los cuales se encargó de demostrarles el desprecio que sus actuaciones le merecían.
Muchos han querido ver en Néstor Kirchner a un dirigente que buscaba la confrontación como método de acción política. Creo que es una lectura superficial. Más que combatir personas, él combatía actitudes. En eso, hacía gala de lo que algunos interpretaban como intransigencia. Pero ¿cómo no ser intransigente frente a poderes que buscaban dirigir la nación sin someterse al veredicto de las urnas? ¿Por qué doblegarse frente a intereses que querían mantener los privilegios de siempre? ¿Por qué gobernar siempre apegado al resultado de encuestas, que como él decía a menudo, ni siquiera reflejaban el sentir popular?
Tuve el honor y privilegio de conocer a Kirchner de cerca y puedo decir, con total tranquilidad de espíritu, que era de los pocos dirigentes con capacidad de sorprender por su coraje y la fuerza de sus convicciones.
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