terça-feira, 29 de julho de 2008

Concertación: un dilema estratégico


Antonio Cortés Terzi
Centro Avance

La derecha nunca le ha ganado una elección y la amenaza de una derrota en las presidenciales proviene de un candidato-sujeto y no de la derecha en sí. Si algo le permite a la Concertación respirar y esperanzarse con salir del atolladero, es que su proceso de declinación y desintegración no tiene como contraparte un claro ascenso de la derecha en su ascendiente sobre la ciudadanía.

La Concertación ha pasado de un natural y comprensible proceso de declinación a un proceso de desintegración y descomposición. Reconózcase o no, la conciencia o percepción de la apertura de este último proceso es el sustrato y la atmósfera entre la que se desenvuelve la política de la Concertación; configura el contorno y el contexto dentro del cual sus diversos actores piensan, deciden y actúan.

En otras palabras, es la influencia de ese proceso la que define los marcos y grados de introversión que luce la política que desarrollan las fuerzas y centros de poder concertacionistas. Estos centros de poder están afanados en ofrecer (o buscar) alternativas presidenciales como recursos apropiados y casi únicos para frenar y revertir la desintegración y descomposición. De ahí que la inmensa mayoría de las acciones de la Concertación estén virtualmente subsumidas por un diseño político electoralizado y presidencializado.

Se simpatice o no con esos afanes y diseños estratégicos, lo cierto es que tienen racionalidad política. El estado actual de la Concertación indica que de los pocos ejes centrípetos y funcionales que pudiera hallar para enfrentar el momento crítico, los más a la mano y “eficientes” son las competencias electorales y el levantamiento de un liderazgo presidenciable fuerte. La derecha nunca le ha ganado una elección y la amenaza de una derrota en las presidenciales proviene de un candidato-sujeto y no de la derecha en sí. En efecto, si algo le permite a la Concertación respirar y esperanzarse con salir del atolladero, es que su proceso de declinación y desintegración no tiene como contraparte un claro ascenso de la derecha en su ascendiente sobre la ciudadanía.

Ahora bien, aunque esos esbozos estratégicos tengan racionalidad política, ello no implica que apunten a la construcción de la estrategia más adecuada. Las lógicas que entrañan ni siquiera aseguran la viabilidad de su materialización.

En efecto, son lógicas que parten de una contradicción intrínseca. Un tal diseño sigue una línea asimilable a lo que la Concertación posee de burocrático y conservador. En otras palabras, la oferta que se planea es la misma Concertación de siempre: las mismas figuras, la misma discursividad esencial, la misma ritualidad programática, etc. Pero el drama radica, precisamente, en que es la Concertación de siempre la que está en proceso de descomposición y desintegración. Es cierto que lo que mejor ha resistido a ese proceso es el conservadurismo y la burocracia concertacionista. Sin embargo, no hay ninguna seguridad que ese foco sea suficiente para detener las desafecciones y centrifugacidades, ni tampoco que sea capaz de seguir evitando las tendencias hacia la desintegración. Nada garantiza que las burocracias y los conservadurismos concertacionistas pervivan unidos hasta la hora de la verdad para ese diseño: la competencia por el presidenciable.

El problema mayor, no obstante, y que está detrás de todas o casi todas las dificultades de la Concertación, se encuentra en una profunda crisis de hegemonía “político-cultural” interna. Por eso es que no existe, como otrora, un “liderazgo natural” y por eso, también, es que se visualiza la probabilidad de que no haya candidato único, ergo, tampoco el liderazgo fuerte que este esbozo estratégico sugiere.

En otras palabras, es altamente improbable que se arribe a un candidato único y sólidamente representativo de la Concertación, simplemente, porque no hay un ethos, una hegemonía político-cultural que unifique las “almas” concertacionistas.
Aunque para muchos resulte imposible aceptarlo, la verdad es que hasta ahora o hasta hace muy poco, la hegemonía político-cultural en los gobiernos de la Concertación, fue ejercida por pensamientos y políticas derivadas de vertientes demo-liberales transversalmente instaladas en los partidos y en los círculos presidenciales. Siendo minoritarias se impusieron merced a la transición y al buen funcionamiento de la economía nacional.

Normalizado el país y “normalizada” la Concertación, esa hegemonía ha venido perdiendo legitimidad y representatividad ante la revitalización del “espíritu” centro-izquierdista mayoritario en los universos concertacionistas. Pero, pese a su debilitamiento, no se ha producido un traslape hegemónico, sino un vacío o una ausencia de hegemonía. El actual gobierno ha sido en parte responsable y en parte víctima de esa carencia.

¿Por qué no se ha plasmado el desplazamiento de hegemonía hacia el “espíritu” centroizquierdista? Primero, porque, en lo real-concreto, las dinámicas gubernamentales están, en gran medida, funcional e institucionalmente “entrampadas” por lindes e inercias demo-liberales. Y, segundo, porque el centroizquierdismo, aparte de su “espíritu”, no tiene mucho más.

En definitiva, superar el proceso de desintegración y descomposición que afecta al concertacionismo pasa por la reconstrucción de una hegemonía interna. Ello significaría pensar en esfuerzos y tareas que van más allá de las presidenciales y que abarcan más que las estrategias político-electorales y comunicacionales. La cuestión del presidenciable y de las presidenciales del 2009 debería estar inmersa y dependiente de los esfuerzos reconstructivos de una hegemonía que reinstale a la Concertación en la senda de desarrollarse como un “Bloque histórico” de centroizquierda.

2 comentários:

Hervigo disse...

Entiendo que, finalmente, haces un propuesta de salvación para una Concertación "naturalmente" decadente y en trance de desintegración. Y para tal efecto apelas a un "espíritu" de centroizquierda. Al menos lo pones entrecomillado. ¿ Una expresión de pudor? Habría que aclarar. Quizá hablamos mucho de una nada rimbombante. ¿Espíritu? ¿Puños levantados?, ¿Homenajes a Salvador?,¿Canciones de gesta?...¿No se tratará de una tragedia convirtiéndose en comedia? Creo que Adorno no creía en la posibilidad de la poesía después del holocausto. ¿Es posible una poesía concertacionista (el "espíritu")después de los Correa, los Tironi? ¿Después de todos los "sans coulottes" que se pasean por los pasillos del poder y por los pasadizos, ya no muy secretos, hacia los grandes edificios corporativos? ¿Después de EFE? ¿Después del exiliado reciclado en contratista millonario del Codelco, que además cobra su pensión de exonerado? ¿Después del ubicuo "operador político"? ¿Después de esta banalidad infinita bajo los oropeles del poder? ¿Después de la arrogancia de Insulza, una vez frente a los familiares de desaparecidos (Pinochet en Londres), en que manifestó indignación ante sus reclamos? Claro, le hacía ruido a su trabajo...tan inteligente él. Porque es uno de esos ejemplares que marcan el "espíritu": desde que algunos le alabaron su inteligencia (particularmente a su oreja del lado derecho)divide al mundo entre los inteligentes (él y los que se le parecen) y los tontos (los que no entienden nada de las razones de Estado). Voy entendiendo el "espíritu"...porque las lecciones no faltan. En fin...parafraseando a Pérez Reverte (que se refería al PSOE): podré perdonarles todo esto, la corrupción, el fraude material y "espiritual"...pero no podré perdonarles no volver a tener una noche como esa del triunfo del NO...que fue una noche como para engendrar un hijo. ¿Entonces qué? Que el "espíritu", precisamente el "espíritu" está en otra parte...y también otra racionalidad...espero.

Socialismo & Democracia disse...

Estimado Hernán:

Te agradezco el comentario. Este artículo no es mío, pero voy a tratar de hacerme cargo de los temas que colocas. Si, tienes razón (en parte). Esa idea del recuperar el "espíritu" de un muerto suena medio ridícula, una especie de residuo hegeliano. Sin embargo, podemos pensar ese espíritu como una fuerza autocritica capaz de sepultar la propia Concertación y crear un nuevo referente apoyado en un proyecto de centro-izquierda que le propine una sacudida a los oportunistas conocidos. Pero, independiente de los Tironi, Correa, Insulza u otros personajes del estilo, yo estoy pensando en los colectivos, las organizaciones y grupos dentro y fuera de los partidos. No tenemos alternativa, en el marco de la lucha democrática y de la batalla de las ideas. A no ser que reciclemos la vieja y fracasada experiencia del "asalto al palacio de invierno".
Fraternalmente, Fernando