quinta-feira, 14 de agosto de 2025

Bolivia de regreso a su pasado

Pablo Stefanoni
Nueva Sociedad

Bolivia votará el 17 de agosto, en una elección en la que la izquierda quedaría fuera del balotaje. Con el MAS en estado de descomposición, las encuestas anticipan un enfrentamiento entre la derecha moderada y la derecha radical, casi sin renovación de los rostros de la política y con la sensación de estar en una elección de hace más de dos décadas.

Bolivia votará en las elecciones del 17 de agosto en una coyuntura política inédita en los últimos 20 años: el otrora poderoso Movimiento al Socialismo (MAS) enfrenta el proceso electoral dividido en tres facciones y corre el riesgo de quedar en tercer o cuarto lugar. Por primera vez desde fines de la década de 1990, la izquierda no estaría en el balotaje que, se según las encuestas, enfrentará a dos candidatos ubicados a la derecha (más moderada y más radical): el político y empresario liberal-desarrollista Samuel Doria Medina y el ex-presidente Jorge «Tuto» Quiroga, vinculado a las redes radicales de Miami.

Las luchas intestinas que se iniciaron apenas el MAS regresó al gobierno en 2020, tras su derrocamiento un año antes, constituyeron un verdadero proceso de autodestrucción. El MAS está hoy dividido entre arcistas –seguidores del presidente Luis Arce Catacora–, que se quedó con la sigla del MAS mediante la manipulación de la justicia; evistas –adherentes a Evo Morales, inhabilitado electoralmente y recluido en la zona cocalera del Chapare para no ser detenido–; y androniquistas –quienes apoyan la candidatura del presidente del Senado, Andrónico Rodríguez–.

Eduardo del Castillo, candidato «oficial» del MAS, no llega a 2% de las intenciones de voto. Ajeno al mundo campesino que es el «alma» del MAS, Del Castillo era uno de los hombres fuertes del gobierno de Arce, quien finalmente desistió de competir por una reelección imposible en virtud de su escasa capacidad de gestión y una crisis económica que el país no conocía desde los convulsionados primeros años 2000. Como ministro de Gobierno, Del Castillo fue la cara más visible de la persecución política y judicial contra Evo Morales, líder indiscutido del MAS desde su fundación.

El candidato mejor posicionado del espacio del MAS, quien tras su lanzamiento tuvo posibilidades de competir en el balotaje, es Andrónico Rodríguez, ex-delfín de Morales y a quien este eligió como sucesor en el liderazgo de los sindicatos de campesinos cocaleros. Con 36 años, representa a nuevas generaciones de campesinos con estudios universitarios y fluidos vínculos urbano-rurales. Pero la decisión del joven dirigente de postularse a la Presidencia enfureció a Morales, quien llama ahora a anular el voto como un «referéndum» contra el proceso electoral, lo que ha contribuido a que la candidatura de Andrónico se fuera desdibujando.

Luego de meditarlo durante meses –en los que varios presidentes y ex-presidentes como Nicolás Maduro, Raúl Castro y José Luis Rodríguez Zapatero intentaron mediar en la crisis del MAS–, finalmente Andrónico lanzó su candidatura. Antes de hacerlo, se fue alejando de su mentor no participando en los cónclaves evistas y encarnando un discurso autocrítico y renovador, por lo que Morales lo considera hoy un traidor. Pero no logró enraizarse en el movimiento campesino –que es la principal base social del MAS– y algunos de sus primeros apoyos provinieron de figuras cuestionadas y percibidas como oportunistas.

La elección de su candidata a vicepresidenta tampoco lo ayudó. En teoría, la joven ministra Mariana Prado –considerada en su momento parte del ala alvarista (por el ex-vicepresidente Álvaro García Linera)– complementaba al candidato campesino, con su perfil de tecnócrata urbana y «blanca». Pero su postulación se enfrentó a un caso policial que la afectó de manera indirecta pero persistente. Su ex-pareja cometió un femicidio y ella fue acusada, sobre todo por feministas como María Galindo, de haberlo beneficiado en su declaración judicial. «Mira Andrónico de mierda, si te presentas con la Mariana Prado, te voy a hacer la vida a cuadros lunes, martes, miércoles, jueves, de lunes a lunes, porque la Mariana Prado es una desgraciada que ha defendido un feminicida», lanzó Galindo con su habitual estilo virulento y, en efecto, lanzó una campaña impiadosa contra Prado.

Andrónico Rodríguez consiguió una sigla prestada para postularse por fuera del MAS «arcista», con buenos resultados en las encuestas; pero enfrentado al gobierno del MAS y a Evo Morales, la campaña se le hizo cuesta arriba y amenaza con desinflarse. Solo podría salvarlo, hasta cierto punto, que una parte de la gran cantidad de indecisos y de potenciales votantes nulos o en blanco optara finalmente por un voto útil de izquierda para evitar la debacle. Lo que podía ser una candidatura renovadora fue dinamitada sobre todo por Morales, quien amplió la lista de «traidores» hasta García Linera, su acompañante como vicepresidente y «copiloto» durante 14 años.

En medio de una crisis económica marcada por el agotamiento del modelo nacionalista de izquierda del MAS –reducción de la producción de gas, alta inflación, escasez de combustibles y falta de dólares, que dan también un aire noventista a la actual coyuntura–, la política boliviana parece incapaz de renovarse. Doria Medina fue ministro durante el gobierno de Jaime Paz Zamora, entre 1991 y 1993, y candidato a presidente por su partido, Unidad Nacional, en varias ocasiones. Aunque es vicepresidente del Comité de la Internacional Socialista (IS) para América Latina y el Caribe, ello dice más sobre la «elasticidad» ideológica de la IS que sobre el «socialismo» de Doria Medina, uno de los grandes empresarios bolivianos. El economista amasó su fortuna en la industria del cemento y cuenta con grandes propiedades inmobiliarias y hoteles, y una «pata» en la gastronomía: es el propietario de la franquicia de Burger King y Subway en Bolivia. «No soy de la derecha dura. En Bolivia, soy considerado de centro, entonces tengo la capacidad de hablar con todos. Yo soy más pragmático y creo que Bolivia necesita pragmatismo», dijo en una entrevista de 2024.

Para lograr la Presidencia luego de tantos intentos frustrados, marcados por su falta de carisma personal, ha construido una amplia alianza que incluye desde el ex-alcalde de La Paz Juan del Granado (centroizquierda) hasta el hoy preso ex-gobernador de Santa Cruz Luis Fernando Camacho (derecha), pasando por varios parlamentarios del partido del ex-presidente Carlos Mesa (centro). También cuenta con el apoyo del empresario más rico de Bolivia, Marcelo Claure, quien comparte con Elon Musk la voluntad de incidencia política y la fascinación por el trolleo en las redes sociales. Doria Medina se presenta como el economista que puede resolver la aguda crisis económica luego de una década y media de estabilidad y crecimiento en lo que algunos denominaron el «milagro económico» bajo el gobierno del MAS; un «milagro» que hoy pocos consideran como tal.


El político y empresario subrayó, en una entrevista de Infobae, que su plan de gobierno tiene como objetivo estabilizar el país en los primeros 100 días de gestión. Para eso, el foco estará puesto en resolver el déficit fiscal, que atribuye principalmente a tres factores: las subvenciones a los combustibles, el gasto en empresas públicas ineficientes y el derroche en gastos de la política. Su eslogan es «Cien días, carajo». Confía que, en caso de ganar, llegarán inversiones y los bolivianos sacarán sus dólares del «colchón bank».

Dice que no copió a Javier Milei, cuyo lema es «¡Viva la libertad, carajo!». El empresario sufrió un grave accidente aéreo en 2005 y siempre consideró que su supervivencia era una especie de mensaje. La frase que supuestamente pronunció, «¡Carajo, no me puedo morir!», tras ver que aún estaba con vida, marcaría, con ironía o sin ella, su carrera política. También sobrevivió a un cáncer y a un secuestro por parte de del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) de Perú: fue liberado después de 45 días, tras el pago de más de un millón de dólares.

Su contrincante más cercano es «Tuto» Quiroga, quien se desempeñó como presidente, por sucesión constitucional, entre 2001 y 2002, tras la muerte en 2002 de Hugo Banzer, el ex-dictador de los años 70 que volvió a la Presidencia por la vía democrática en 1997. En 2005 Quiroga perdió la elección con Evo Morales, quien tras obtener 54% de los votos iniciaba su largo reinado político. Militante de una derecha dura, jugó un papel central en el derrocamiento de Evo en 2019, como uno de los diseñadores de la estrategia que llevó a Jeanine Áñez, hoy presa, al poder.

Ha señalado que, en caso de ganar, romperá lazos con Venezuela, Cuba e Irán («No voy a tener relaciones con las tres tiranías trogloditas totalitarias, no voy a tener relaciones con los tres piratas del Caribe»), pero admitió que analizaría la permanencia de Bolivia en el grupo de los BRICS [Brasil, Rusia, la India, China, Sudáfrica], debido al vínculo comercial con la India y China. Su defensa de la democracia, aclaró, se limita a América Latina. «Azerbaiyán, Qatar y demás… China, Vietnam… respeto sus sistemas, no los comparto. No me gusta el sistema de partido único, pero lo respeto».

En la misma entrevista, cuestionó el Mercado Común del Sur (Mercosur) –«en la parte comercial no me interesa participar porque es entrar en una cárcel comercial»– y anunció que apostaría por un «triángulo sudamericano» para la explotación de litio, junto con Argentina y Chile. Con aires noventistas, dijo que mantendría una «agresiva posición» para buscar tratados de libre comercio con varios países, incluido Estados Unidos. Se diferenció, no obstante, del proteccionismo de Donald Trump. «Los países que suben aranceles no me gustan. Yo voy a reducir aranceles y entiendo perfectamente que mi respuesta habla de un Estados Unidos que ya no está abierto al libre comercio. Y no es problema solo de la actual administración. Por eso, como Chile y Perú, voy a firmar mis propios acuerdos comerciales con Europa, con países de Asia y de la región», respondió a la cadena CNN.

Siguiendo la estela de Milei en Argentina, e incluso tratando de superarla retóricamente, dijo que utilizará «motosierra, machete, tijera y todo lo que encuentre» para bajar el gasto público. Doria Medina mide alrededor de 21% en las encuestas y Quiroga se le ha acercado con 20%. Terceros aparecen Rodrigo Paz, hijo del ex-presidente Jaime Paz Zamora, y el alcalde de Cochabamba y ex-candidato presidencial Manfred Reyes Villa. Andrónico Rodríguez aparece cuarto o quinto, con alrededor de 7%. Pero alrededor de 30% declara que votará en blanco, nulo o que aún no decidió el voto, lo que podría alterar los resultados, y hay dudas sobre cómo se votará en el campo.

La cantidad de votos nulos y en blanco marcará también la legitimidad del nuevo gobierno, que se enfrentará a un ajuste en un país marcado por las rebeliones sociales –como lo sabe Quiroga, quien como vicepresidente vivió la Guerra del Agua en Cochabamba en el año 2000–. Morales ha impugnado el proceso electoral y buscará no ser detenido por una acusación de «tráfico de personas agravado», por haber mantenido una relación, según la acusación, con una persona que era menor de edad al momento de iniciar el vínculo. Esa causa, iniciada bajo la presidencia «interina» de Áñez, fue reactivada por el gobierno de Arce para neutralizar a Morales en medio de la guerra interna.

De esta forma, Bolivia se presta a volver a un escenario similar al de los años 90, en el que las sucesivas crisis económicas se combinaban con un sistema político fragmentado que requería de constantes acuerdos parlamentarios y que fue desprestigiándose al transformarse en un mercado de intercambio de cargos. El propio triunfo de Morales en 2005 se presentó como el fin de la denominada «democracia pactada». Ahora, con un Parlamento que se presume será dominado por la derecha, posiblemente esa democracia fragmentada se reedite. Pero el mundo ya no está en los 90, y Bolivia tampoco. Cuando lo entrevisté en 2005, Doria Medina me dijo que «no es cuestión de poner [en la Presidencia] a una persona de poncho o pollera, la solución es llevar adelante cambios en la economía». Podría repetir lo mismo hoy, 20 años después. Pero esos sectores indígenas y populares tienen hoy una relación diferente con el poder, aunque el discurso sobre la regeneración nacional a partir de los pueblos originarios se haya desgastado.

Se abre un signo de interrogación sobre la estabilidad política del futuro gobierno. Y sobre el futuro del MAS: ¿podrá este espacio de base campesina-popular, que en estos años fue políticamente hegemónico, superar su estado de descomposición, desánimo y desconcierto, o se volverá también al escenario de los 90, cuando diversas facciones campesinas y de izquierda gastaban gran parte de sus energías compitiendo entre sí? Hoy, en una Bolivia que celebró un deslucido Bicentenario, los candidatos que hasta ayer eran «el pasado» dicen que, si ganan el 17 de agosto, quien será «el pasado» será el MAS, y que su crisis es «terminal». Que será el fin de un largo ciclo político.

Nenhum comentário: