La Jornada
Uno de cada seis habitantes del planeta pasa hambre todos los días, la mayor cifra en la historia de la humanidad. No es que las cosechas hayan sido malas. La falta de alimento en las mesas de mil 20 millones de personas en todo el mundo –cerca de 10 veces la población de un país como México y casi el doble de la de América Latina– es provocada por la crisis económica, que ha causado a su vez una disminución en los ingresos de los más pobres y un alza en el desempleo. Así lo reveló un informe de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) difundido este viernes.
El mayor número de personas que pasa hambre vive en Asia y zonas aledañas al Pacífico, con 642 millones, 63 por ciento del total. Pero en América Latina la situación se deteriora: hasta hace un año era la única región en que había habido señales de mejoría en los últimos años; a raíz de la crisis, el número de sus habitantes que padece hambre creció a 53 millones, un incremento anual de 12.8 por ciento, añadió el reporte.
Riesgo para la paz
Por primera vez en la historia de la humanidad, mil 20 millones de personas, una sexta parte de la población mundial, padece hambre, indicó la FAO. Esta crisis silenciosa del hambre supone un serio riesgo para la paz y la seguridad mundiales, planteó Jacques Diouf, director general del organismo, en un texto que acompaña el informe. Y también, según el reporte, es una muestra de que el actual modelo agrícola en el mundo necesita cambios estructurales con carácter urgente.
La FAO asegura que en el último año el número de habitantes del planeta que pasa hambre todos los días aumentó en 100 millones, hasta alcanzar el número de mil 20 millones. La evolución de estos datos en los últimos 12 meses muestra un considerable deterioro de la tendencia observada en los últimos 10 años, que ya era desalentadora, según el organismo. El repunte de la inseguridad alimentaria que se ha producido en 2009 pone de relieve, consideró, la urgencia de encarar las causas profundas del hambre con rapidez y eficacia.
El organismo consideró que una sucesión de crisis es la que ha provocado que el número de víctimas del hambre sea hoy mayor que nunca. La actual recesión de la economía mundial, que siguió al disparo en el precio de los alimentos básicos y al alza en el costo de los combustibles entre 2007 y mediados de 2008 está en el centro del fuerte aumento del hambre en el mundo.
El problema ahora no es que escaseen los alimentos, sino que la gente más pobre y la que se ha empobrecido como consecuencia de la crisis, no puede pagar por ellos. Señala la FAO: el aumento del número de personas subnutridas no es resultado de limitaciones en los suministros internacionales de alimentos. La producción mundial de cereales será elevada, aunque ligeramente inferior a la producción récord de 2008, que fue de 2 mil 287 millones de toneladas.
Lo que ocurre es que al disponer de menos ingresos, continúa el informe, los pobres ven limitadas sus posibilidades de comprar alimentos, especialmente donde los precios de los mercados internos son todavía persistentemente elevados. Y eso es algo que está ocurriendo en todo el mundo en desarrollo.
Mientras los precios de referencia internacional de los alimentos han disminuido en los últimos meses, los que rigen en los países en desarrollo, y es algo que se observa claramente en Latinoamérica, no han bajado al mismo ritmo, explicó Gustavo Anriquez, economista del departamento de economía del desarrollo agrario de la FAO. Incluso los precios de alimentos en países en desarrollo se han mantenido 25 por ciento arriba, en términos reales, del nivel que tenían hace dos años, añadió.
Las consecuencias de la reducción de los ingresos como resultado de la crisis económica y los elevados precios de los alimentos han sido devastadoras para las poblaciones más vulnerables del mundo, menciona el informe. Ante el desempleo, la reducción de los salarios y la disminución de la demanda de su trabajo, las familias procuran mantener los ingresos mediante la migración, la venta de activos –como el ganado– o la participación en nuevos tipos de actividades económicas. Con base en información recabada en todo el mundo, la FAO señala que las mujeres intentan incorporarse a la fuerza laboral como respuesta a la recesión económica. También es posible, abunda, que los niños se vean obligados a participar en actividades laborales remuneradas.
Las familias modifican sus pautas de gastos y reducen las compras de bienes duraderos en relación las de alimentos y otros artículos esenciales. Los gastos en alimentos también tienden a destinarse a alimentos más baratos, ricos en calorías y en contenido energético, como los granos, en detrimento de otros más caros, ricos en proteínas y nutrientes, como la carne, lácteos, frutas y hortalizas, menciona.
En consecuencia, dice, los mecanismos para afrontar la crisis suponen concesiones indeseables pero a menudo inevitables: por ejemplo, es menos probable que las madres trabajadoras pobres procuren obtener atención sanitaria para sí mismas o para sus hijos; la migración podría debilitar la cohesión de comunidades; el retiro de los niños de las escuelas destruye el capital humano a largo plazo; la venta de bienes reduce las existencias de recursos físicos o financieros y no es fácilmente reversible. Y más, según el informe: pasar a consumir alimentos menos nutritivos, o simplemente comer menos, causa malnutrición, afecta a la productividad laboral y reduce el potencial cognitivo de los niños.
Muchos de los que sufren pobreza y hambre en el mundo son pequeños campesinos en los países en desarrollo, comentó Kanayo F. Nwanze, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), en un texto divulgado ayer por la FAO. Estos pequeños campesinos tienen el potencial no sólo de cubrir sus propias necesidades sino de mejorar la seguridad alimentaria y catalizar un mayor crecimiento económico, de acuerdo con el experto.
Para liberar ese potencial y reducir el número de víctimas del hambre en el mundo, los gobiernos, con el apoyo de la comunidad internacional, necesitan proteger las inversiones clave en la agricultura, de forma que los pequeños campesinos tengan acceso no sólo a semillas y fertilizantes, sino también a tecnologías adaptadas para ellos, infraestructuras, financiación rural y mercados, abundó.
La FAO dice en su reporte que el universo de seres con hambre aumentaba antes de la recesión que no ha hecho sino agudizar esa tendencia. Esto pone de manifiesto la fragilidad del sistema alimentario actual, que necesita cambios estructurales urgentes. En la mayoría de los países en desarrollo no existe apenas duda de que invertir en los pequeños agricultores supone crear la red de seguridad más sostenible, en especial en tiempos de crisis mundial, apuntó Nwanze.
Según el reporte, los pobres que viven en ciudades serán quienes tengan más dificultades para hacer frente a la recesión mundial, aunque el hambre también crecerá en el medio rural, dado que millones de residentes urbanos se verán forzados a regresar al campo, de donde habían emigrado en los últimos años. La FAO insiste en que los países en desarrollo realicen cambios estructurales en sus sistemas de producción de alimentos, así como dar acceso a los pequeños agricultores a medios de producción y tecnologías.
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