Socialismo y Democracia
El 15 de agosto el presidente Correa de Ecuador anunció la extracción de petróleo en el bloque ITT del Parque Nacional Yasuní, el llamado Plan B. El plan A consistía en dejar 850 millones de barriles en tierra (9 días de consumo mundial), contribuir así a la lucha contra el cambio climático ya que ese petróleo no se quemaría, conservar una diversidad biológica realmente única y proteger los derechos de los grupos indígenas allí presentes. El Plan A incluía la petición a gobiernos o ciudadanos del mundo de contribuir 3 600 millones de dólares en 12 años a un Fideicomiso auspiciado por el PNUD, la mitad de lo que se estimaba que Ecuador dejaría de ganar. Eso en virtud de la responsabilidad diferenciada en el cambio climático, o como un pago a cuenta de la deuda ecológica del Norte al Sur.
Desde 2007 hasta el 2013 la propuesta se mantuvo, con tantas idas y venidas que algunos dijimos que Correa jugaba con dos barajas. Las contribuciones no llegaron con la velocidad deseada. Dirk Niebel, el ministro alemán de cooperación, negó una aportación ya casi comprometida.
El presidente Correa y su coro dicen ahora que la culpa es de los extranjeros lo cual es en parte verdad. Y lo rematan con el ataque habitual a ecologistas e indigenistas de su propio país. Correa pidió en febrero 2013 al Foro de São Paulo que se suprima el consentimiento previo informado ante los proyectos extractivos. Dice también que saldrá del extractivismo mediante más extractivismo. Coincide todavía con un amplio sector de la izquierda latinoamericana y mundial que sostiene que el ecologismo es un lujo de los ricos, panzas llenas. Eso es lo que cree el presidente Correa. No es el único. Pero quienes son más ecologistas son muchas veces la gente pobre y los indígenas empobrecidos.
Correa nunca ha reconocido los muchísimos casos de ecologismo popular e indígena de quienes temen perder su agua limpia, sus medios de subsistencia, su tierra. Cerca de Ecuador en Cajamarca en Perú contra la empresa Yanacocha al igual que en Cajamarca, Tolima, Colombia, contra la Anglo Gold Ashanti, como los kañaris en Lambayeque, Perú contra la minería de cobre, los wixárikas defendiendo el territorio sagrado de Wirikuta contra la mineria de plata en México, los dongria kondh en Niyamgiri en Odisha en la India que acaban de derrotar en consultas populares la minería de bauxita, ¿son acaso ecologistas de barrigas llenas? Hay miles de tales casos. Quienes en Sarayaku lucharon contra empresas petroleras o en Esmeraldas las mujeres que defendieron el manglar contra las camaroneras desde 1990, ¿son barrigas llenas? Chico Mendes en Acre en Brasil en 1988, fue asesinado, un pobre seringueiro, un sindicalista rural, defendiendo los bosques hasta su muerte. Igualmente lo fueron José Claudio Ribeiro y Maria do Espírito Santo en Pará en 2011 y tantos otros. ¿Los recuerdan en las reuniones del Foro de São Paulo? En América Latina en los últimos 25 años de rápida expansión minera, sojera, ganadera, petrolera, hidroeléctrica en las fronteras de la extracción, ha habido cientos de ecologistas populares asesinados.
Queda ahora la esperanza de que se logre una consulta popular en la que Ecuador, el país y no el gobierno, le dé una lección al mundo diciendo no a la extracción del petróleo del ITT. Eso tal vez haga pensar a personajes prepotentes e incompetentes al estilo de Dirk Niebel, que tienen parte de responsabilidad en el fracaso de la iniciativa Yasuni ITT. Fue asqueroso ver a Noruega, con su Fondo Petrolero de cientos de miles de millones de dólares, negándose a contribuir a la iniciativa ITT. A quienes en Noruega tratan ahora de excluir a las Islas Lofoten de la extracción petrolera, a quienes en el Delta del Niger han sido contaminados, asesinados por la Shell y por sus propios gobiernos e inventaron la idea de “dejar el petróleo en tierra”, a todos los que se han mirado en el espejo de la Iniciativa ITT contra el fracking del gas en Francia o en Neuquén, Argentina (por la Chevron), en la isla de Lanzarote al igual que los "raizales" de las islas de San Andrés y Providencia contra el petróleo, a quienes luchan contra el carbón en los páramos de Colombia y también en La Guajira y El Cesar, les han quitado fuerza. Estamos tristes pero también rabiosos, llegando a 401 ppm de dióxido de carbono en la atmósfera vemos que al cinismo e inoperancia de los gobiernos del Norte se añade el falso pragmatismo y anti-ecologismo de un presidente del Sur que había levantado simpatía y adhesión.
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