Sergio Aguiló & Jorge Arrate
Clarin
Hace poco más de dos años ambos compartíamos pertenencia orgánica en el Partido Socialista. Hasta hace unos meses, si bien manteníamos un alto grado de coincidencia en cuestiones esenciales, observábamos con prismas distintos, aunque siempre convergentes, el devenir socialista. Hoy, ambos somos parte de un proyecto político que, junto a muchas otras compañeras y compañeros identificados o no con el patrimonio histórico socialista, impulsamos con fervor y, sobre todo, con esperanza.
Estamos propiciando una reconfiguración de una izquierda chilena protagónica, que alcance niveles de influencia y decisión muy superiores a los que actualmente tiene. Nos anima la convicción que con una izquierda potente Chile sería otro Chile.
Estamos muy lejos de pensar que somos los poseedores de una fórmula infalible. Sabemos que no las hay. Y sabemos también que la historia es un importante referente para definir la tarea a emprender, pero no un modelo que pueda ser imitado. La proyección que hagamos ha de ser una amalgama de nuestro análisis de la realidad, nuestra experiencia colectiva y la imaginación política que aportemos todos y cada uno a un nuevo proyecto.
Nuestra idea es fortalecer izquierda, consolidarla, promover más izquierda, mejor izquierda. Chile seguirá sin que nada se modifique demasiado si la izquierda es un actor de segunda, si es mirada como aliado electoral circunstancial en tiempos de derrota. Claramente, para este propósito no basta, a nuestro juicio, reproducir el entendimiento entre socialistas y comunistas que constituyó la poderosa y atractiva matriz allendista y un proyecto democrático y socialista. Hoy día los partidos, incluso los de izquierda, han visto resentido su significado social y en el caso de Chile no dan cuenta de un universo de aproximadamente la mitad de los ciudadanos potenciales que están fuera de la política y del ejercicio del sufragio. Una izquierda reconfigurada, heterogénea, diversa, orgullosa de su pasado y de mirada futurista, capaz de generar un nuevo magnetismo, requiere un agrupamiento innovador de fuerzas, que signifique el aporte insustituible de los grandes partidos de los trabajadores y también el de los movimientos sociales emergentes, de sus dirigencias y adherentes, y de una infinidad de ciudadanos que tienen una identidad, un razonamiento y un sentimiento de izquierda y que no encuentran por ahora dónde expresarlo.
En lo más concreto, para nosotros el principal desafío de este momento es sentar las bases de este proyecto mediante un entendimiento amplio que incluya a socialistas y comunistas, a otros referentes que se definan de izquierda y a la nueva fuerza de izquierda que estamos construyendo con el esfuerzo de agrupaciones políticas, líderes sociales y compañeras y compañeros independientes decididos a participar activamente en la transformación radical de nuestra sociedad. Este empeño es tarea de hoy, no de mañana. Disponemos de una oportunidad histórica para interpretar y cristalizar el sentido común popular. La mayoría de los chilenos y chilenas observan con perplejidad, y a veces irritación, el juego sin contenido entre la Alianza gobernante, autoritaria y excluyente, y una Concertación que, despojada de su voluntad inicial transformadora, ha ido perdiendo identidad y fuerza.
Somos ajenos a toda postura sectaria. Comprendemos que una izquierda innovadora debe ejercer su potencia en todos los espacios colectivos: en la base social, en primer lugar, en el sindicalismo, los barrios y las comunas, las escuelas y universidades, en los movimientos mapuche, feministas, ecosocialistas, profesionales, por la diversidad sexual, por los derechos humanos y otros de características similares. Entendemos que todos los planos culturales, sociales y políticos, incluido el electoral, son territorios de batalla de ideas y acciones. Advertimos que nuestro avance requerirá entendimientos programáticos puntuales, o electorales, en las diversas instancias y con todos quienes concuerden en que el adversario principal es la derecha y los poderes que ella expresa. Sin embargo, colocamos como primera tarea la reconstrucción de una izquierda poderosa, porque sostenemos que esa es condición para que eventuales pactos o acuerdos puedan significar avances democratizadores reales y no mecanismos destinados a mantener en funcionamiento un sistema político de democracia limitada y un esquema económico mercantilista que ensancha las desigualdades sociales. No admitimos que Chile deba elegir entre dos opciones básicamente de derecha, mientras la izquierda no significa, es un puro complemento o carece de influencia real.
Esta voluntad de izquierda, un primer y fundamental requisito para impulsar este proyecto, debiera complementarse con nuevas formas de organización que validen las diferencias políticas razonables y que ofrezcan garantías de visibilidad a las opiniones minoritarias, con criterios de descentralización y reconocimiento a las especificidades regionales y con fórmulas en permanente renovación que impidan el predominio de castas burocráticas o élites dirigentes, pongan fin a la libre circulación de lobistas inescrupulosos y al tráfico entre la política y los negocios. Una plataforma común debería fundarse en definir la razón democrática como la rectora de los asuntos públicos en vez de la razón de mercado que impera en la actualidad. Y contener, a lo menos, claros compromisos de impulsar una nueva Constitución a través de un poder constituyente electo con reglas realmente democráticas; la recuperación de nuestras riquezas naturales básicas, como el agua, el cobre y el litio; la ampliación de las libertades individuales y sociales, entre ellas el derecho a una educación pública gratuita en todos sus niveles; y un proyecto de desarrollo económico que no se funde en la depredación de la naturaleza, que genere instituciones sociales solidarias y con sentido igualador y que se refuerce con políticas efectivas de integración latinoamericana.
Hace tres años, en el Congreso que el PS realizó en Panimávida, propusimos constituir “un nuevo pacto democrático y popular”. Era un momento en que la Concertación estaba encabezada por una Presidenta socialista y en que podía ampliar su horizonte, hacer un balance de su tarea e iniciar otra etapa con nuevos agrupamientos de fuerzas y perspectivas. Hoy es un momento diverso. La eventual apertura de la Concertación aparece ante la opinión pública como una necesidad, no como una proyección positiva y un paso superior, ni como el resultado de una autocrítica rigurosa. Se aprecia más bien como un impulso dictado por el cálculo electoral. Sin embargo, sigue abierta la posibilidad de un giro real, que signifique cerrar el ciclo actual y disponerse a iniciar el siguiente. Aquella organización que mejor puede contribuir a este giro, por su historia, tradiciones, doctrina y composición social, es el Partido Socialista de Chile.
Eugenio González y Salvador Allende fueron grandes constructores de socialismo y libertad, de democracia y socialismo. Esa es su herencia: socialismo y libertad, democracia y socialismo. Estamos seguros que nos reencontraremos en este ideario imprescindible para la lucha popular por una digna convivencia y en el empeño apasionado por realizarlo. Muy sinceramente, ojalá este encuentro sea lo más pronto posible.
Nenhum comentário:
Postar um comentário