sábado, 30 de abril de 2011

La CIA cultivó huracanes humanos


Saul Landau
Progreso Semanal

Quien siembra vientos recoge tempestades – Proverbio español

Luis Posada Carriles, que ya tiene más de 80 años, ha regresado a Miami como un héroe triunfante después de que un jurado de El Paso lo declaró inocente de 11 cargos por mentir en un formulario de inmigración. Es extraño que el Departamento de Justicia haya presentado evidencia que mostró que Posada había orquestado una serie de atentados con bombas en Cuba en 1997 –uno de los cuales mató a un turista. Posada regresó a Miami donde participa en la recaudación de fondos. Según un funcionario de EE.UU. que solicitó el anonimato, “Posada se ha convertido en un grano en el culo”.

El síndrome del tiro por la culata ha llegado de nuevo. En la década de 1960 y principios de la del 70, oficiales de la CIA trabajaron íntimamente con Posada, pero a él no le importó hacer dinero con otras tres agencias. Planeó acciones de terrorismo y simultáneamente denunció a sus colaboradores. El 14 de octubre de 1976, un memo de la CIA desde Caracas reportaba que “unos pocos días después de una cena para recaudar fondos, a Posada le escucharon decir ‘vamos a atacar un avión cubano (en el vuelo 455 de Cubana estallaron bombas)’ y que ‘Orlando Bosch conoce los detalles’.”

Un memo del 26 de noviembre de 1976 enviado por la CIA al FBI declaraba que “Posada fue usado también como fuente de información con referencia a los exiliados cubanos”. El memo afirmaba que “Posada reportaba a la Agencia y más tarde al FBI acerca de su participación en las actividades de este grupo (RECE – Resistencia Cubana en el Exilio) y subsiguientemente de otros grupos cubanos a los que estaba afiliado”.

En mi filme Por favor, que el verdadero terrorista se ponga de pie, Ann Bardach (“Líder del Exilio Cubano Acusado con Otros 7 de Conspiración”, NY Times, 13 de julio de 1998), llegó a la conclusión a partir de entrevistas a funcionarios de la seguridad nacional que la Agencia sabía que Posada iba a atacar a un avión comercial cubano y no hizo nada por evitarlo ni informó al gobierno cubano. Más de tres décadas después, el gobierno de EE.UU. usó su evidencia acerca de las actividades terroristas de Posada para demostrar que este había mentido en un formulario de inmigración. Acusarlo de terrorismo o deportarlo a Venezuela para ser juzgado por el sabotaje al avión pudiera provocar que Posada revelara “secretos de familia”

Los funcionarios del Departamento de Justicia se retorcieron las manos preocupados. Exiliados cubanos geriátricos de derecha saludaron el retorno triunfal a la República Autónoma de Miami.

Sin embargo, la ironía de lata se convirtió en una peligrosa aleación. Posada recaudó dinero proveniente de cubanos ricos que pensaban que la violencia les devolvería el poder y la propiedad perdidos en la isla. La CIA y el FBI le pagaron dinero extra para que delatara a sus benefactores del exilio, como Jorge Mas Canosa.

Los que lo honran niegan que él haya realizado los hechos por los que lo honran. Como dijo Posada en una cena cuando le preguntaron acerca de la verdad de las acusaciones de sus ataques con bombas: “Sin comentario”. Luego citó al General Antonio Maceo: “La libertad no se mendiga. Se conquista con el filo del machete”. Los octogenarios seguidores aplaudieron. A su edad, raras veces se rechaza una oportunidad para comer, beber y celebrar –cualquier cosa.

En la isla, los viejos cubanos celebraron su victoria en Bahía de Cochinos. Aunque la nación sufría problemas económicos, al menos los líderes podían brindar alegremente por 52 años de desobediencia a Washington.

Rieron acerca del éxito de Fidel en “exportar los enemigos de Cuba al adversario mayor”. Sí, algunos ciudadanos útiles también huyeron, pero el éxodo masivo permitió a Cuba sembrar también a un buen número de agentes de la seguridad del estado (infiltrados).

Animados por la CIA en la década de 1960, los violentos cubanos anticastristas se convirtieron en un problema –y lo siguen siendo— para la sociedad norteamericana. Al hacerse cómplice del terrorismo entrenando a miles de exiliados en la violencia contra Cuba, la CIA también legitimó el terrorismo en casa.

En la década de 1960, exiliados cubanos apoyados por la CIA realizaron miles de misiones de sabotaje contra su antigua patria. Algunos trataron de asesinar a Fidel y demostraron una gran vocación para esa “tarea”. También atacaron a sus críticos en Miami y otros lugares --con bombas y armas de fuego.

Nixon no tuvo en cuenta la tóxica inconsistencia que surgió de su cultivo de terroristas. En 1971, EE.UU. firmó la Convención para la Supresión de Actos ilegales contra la Seguridad de la Aviación Civil. El Artículo 7 de ese documento dice: “El Estado Firmante, en el territorio en el cual se encuentra el supuesto infractor, si no lo extradita estará obligado, sin excepción alguna y a pesar de que el delito no se haya cometido en su territorio, a someter el caso a las autoridades competentes con el propósito de procesarlo”.

Sin embargo, surgió una excepción. En enero de 1965, Bosch había lanzado bombas de fosforo a un central azucarero cubano. Él explicó a la prensa: “Si tuviéramos los recursos necesarios, Cuba ardería de punta a punta”.

En 1990, Orlando Bosch, el coautor junto con Posada del sabotaje al avión, se libró de ser procesado en Venezuela al obtener una amnistía de Papá Bush –en contra de fuertes opiniones del Departamento de Justicia. Bosch, al igual que Posada, se vanagloria de sus hazañas en Miami. En 1968 disparó una bazuca contra un barco polaco en el puerto de Miami; en 1976 él y Posada planearon el derribo del avión cubano, y mataron a 73 personas.

El 10 de noviembre de 2001, Bebé Bush advirtió a los miembros de la ONU: “Algunos gobiernos todavía se hacen de la vista gorda con los terroristas, con la esperanza de que la amenaza no les toque. Están errados. Los aliados del terror son igualmente culpables e igualmente responsables”. Pero Bush y sus partidarios miamenses en el Congreso no se referían a Bosch y a Posada –luchadores por la libertad, no terroristas.

Esos huracanes humanos dejaron una huella de destrucción a su paso –cadáveres de ciudadanos cubanos. En 1961, el jefe de la CIA Allen Dulles había advertido al presidente Kennedy acerca de posibles consecuencias si se abortaba la invasión a Bahía de Cochinos. Los 1500 exiliados cubanos entrenados en Guatemala podrían convertirse en un “problema de desactivación”. Ahora, con más de 80 años, Posada y Bosch son epítomes de ese aprieto; no cultiven basura a no ser que tengan un dispositivo para deshacerse de la basura.

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