Jorge Volpi
Socialismo y Democracia
En el gozne entre dos siglos, el Boom fue la más eficaz arma de combate con que contó América Latina: una portentosa ficción que transformó drásticamente la realidad del continente. Sus cuatro miembros oficiales, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, provenían de las élites de sus respectivos países y muy pronto hicieron suya la tentación revolucionaria que dominaba el pensamiento de su época.
Desde el principio, no solo buscaban escribir, sino transformar a sus respectivas sociedades mediante la escritura. Antes de establecer la alianza que habría de unirlos, cada uno se enfrentó al conservadurismo de su entorno y en particular a los toscos nacionalismos que imperaban por doquier. Para lograrlo, se valieron de su formación francófila, que lo mismo los llevó al existencialismo que al marxismo, y les permitió asumir esa otra desaforada ficción que situaba al escritor de ficciones como portavoz y vanguardia de su tiempo.
Una vez que Fuentes urdió el artificio, el Boom se convirtió en una eficaz máquina de poder/saber, en el sentido de Foucault: una inagotable fuente de ficciones —algunas literarias, otras políticas—, que buscaba tener efectos sobre el mundo. A la distancia, el éxito de su empeño resulta obvio, pero en su momento se enfrentaron a incontables obstáculos: nada indicaba que cuatro escritores de países periféricos podrían trastocar para siempre la imaginación global.
Ya desde La región más transparente (1958) y La ciudad y los perros (1962), su doble objetivo, criticar el poder a través de la literatura y usar la literatura para llegar al poder, se mostraba con nitidez. No sería, sin embargo, hasta que García Márquez publicara Cien años de soledad (1967), uno de esos raros virus que de pronto contaminan millones de mentes, que el éxito de la misión estuvo por fin a su alcance.
Pocas veces una ficción se convierte, de la noche a la mañana, en un clásico: un caballo de Troya capaz de doblegar a todos sus rivales. Fuentes y Vargas Llosa —Cortázar era un caso aparte— a la vez se aprovecharon de este cisne negro y empezaron a sentirse incómodos ante la desmesura de su influencia. Respondieron con sus novelas más ambiciosas: Terra Nostra (1976) y La guerra del fin del mundo (1981), pero el éxito sin precedentes del realismo mágico, que ninguno de los dos practicaba, al cabo precipitó la ruptura entre García Márquez y Vargas Llosa.
Más allá de las razones ideológicas o personales que puedan explicarla, el peruano necesitaba urdir un camino radicalmente distinto al de su antiguo amigo: su reverso. Mientras Fuentes optaba por una prudente equidistancia, Vargas Llosa mantuvo su fe revolucionaria, solo que la trasladó al polo opuesto, del marxismo militante a un feroz liberalismo que poco a poco se acercó a la derecha más reaccionaria: mientras García Márquez se mantuvo siempre fiel a Castro, Vargas Llosa llamaba a votar por la hija del dictador que le arrebató la presidencia del Perú. Para entonces, el Boom ya había pasado a encarnar ese poder omnímodo que las nuevas generaciones, siguiendo su ejemplo, ahora buscaban asediar o minar.
La muerte de Vargas Llosa cierra irremediablemente el ciclo: hoy los intelectuales públicos se han vuelto prácticamente irrelevantes, sustituidos por efímeros influencers; la literatura ha dejado de hallarse en el centro de la imaginación del planeta, sustituida por el dominio del audiovisual; América Latina vuelve a ser percibida como una región periférica en medio del descontrol geopolítico precipitado por Trump; y la autoridad de los hombres blancos heterosexuales se desvanece día a día.
Su asalto al poder desde el saber llega naturalmente a su fin. Quedan sus ficciones que, desprovistas de la obsesión política de sus autores, serán releídas, reinterpretadas y revaloradas por jóvenes a quienes ya poco interesan sus querellas. El coronel no tiene quien le escriba, Aura o La fiesta del chivo, entre tantas otras, permanecerán como rescoldos de esa inconcebible ficción —el Boom— que, por más de un siglo, convirtió a cuatro ambiciosos escritores en sinónimos de América Latina.
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