Página 12
El naufragio de cientos de personas que iban a Lampedusa quedó casi en segundo plano en la cumbre europea que empezó ayer y continúa hoy. La mirada estaba puesta sobre todo en las relaciones con la administración Obama.
Las recientes revelaciones del Datagate, como ha sido llamado el espionaje realizado por una agencia de seguridad estadounidense sobre ciudadanos y gobiernos, prácticamente opacó otro tema que se postulaba como el principal para el vértice de jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea (UE) que comenzó ayer en Bruselas. La inmigración, después de los últimos naufragios en el mar Mediterráneo, debía ser, en efecto, uno de los puntos centrales de este encuentro. Y si bien el asunto se trató y se seguirá tratando hoy, la mirada de los gobiernos europeos estaba puesta sobre todo en las relaciones con Estados Unidos, que amenazan entrar en una grave crisis si algunas informaciones sobre interceptaciones telefónicas y de correos se confirman.
No sólo han causado sorpresa y disgusto las noticias aparecidas en el diario francés Le Monde, sino también en medios italianos e ingleses. Según el diario francés, la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense NSA, en 2012 y 2013, habría grabado datos telefónicos de miles de franceses pero también habría espiado las embajadas de este país. El gobierno de Alemania, por su parte, sospecha que hasta pueda haber sido interceptado el teléfono celular de la canciller Angela Merkel. Si estos datos se confirman sería “completamente inaceptable” y un golpe bajo a la confianza entre dos países amigos, dijo Merkel quien, apenas llegó a Bruselas, mantuvo un encuentro sobre este tema con el presidente francés François Hollande. Pero el espionaje, del que han sufrido también en América latina países como Brasil y México, no se ha limitado a los dos más importantes Estados europeos. Según la revista italiana L’Espresso, que entrevistó al periodista inglés Glenn Greenwald, quien tiene en su poder los dossier que le confió el superbuscado ex técnico de la CIA Edward Snowden, Italia también habría sido espiada y no sólo por Estados Unidos, sino también por Gran Bretaña. Greenwald fue el que publicó en The Guardian el material que le iba entregando Snowden.
Las revelaciones de la prensa pueden transformarse, por otra parte, en una bomba para el gobierno de Letta, porque el periodista inglés dice que los servicios secretos italianos tenían un acuerdo con los ingleses. En otras palabras da a entender que los servicios italianos sabían que los ingleses espiaban, pero hacían la vista gorda, porque tenían con ellos un acuerdo por el que recibían a cambio informaciones surgidas del espionaje. La inteligencia británica espiaba los cables de fibras ópticas que transportan las llamadas telefónicas, los email y el tráfico en Internet en general. Las informaciones relevantes eran recogidas por el Government Comunications Head Quarter, que luego las intercambiaba con la NSA estadounidense. Pero curiosamente, según los files de Snowden y según Greenwald, la recolección de datos no se refería sólo al terrorismo, sino a muchas otras cosas, desde empresas hasta gobiernos, a fin de dilucidar sus “intenciones políticas”. “Haremos todas las verificaciones correspondientes. Queremos saber toda la verdad. No es aceptable ni concebible que pueda haber actividades de este tipo”, comentó el primer ministro italiano Enrico Letta.
Mientras tanto, trascendió que, a causa de estos problemas, el Parlamento Europeo ha pedido que se suspendan los acuerdos firmados con Estados Unidos para la transferencia de datos bancarios con el fin de combatir la financiación al terrorismo. Y la cosa podría ir más lejos. El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, ha amenazado con suspender las negociaciones en curso con Estados Unidos de un acuerdo de libre comercio con la UE. Alemania, Francia e Italia han pedido explicaciones al gobierno de Barack Obama.
Después de todo, este escándalo, que no parece terminar rápidamente y que puede tener consecuencias imprevistas en el equilibrio mundial, el tema Lampedusa quedó casi en segundo plano. A no ser porque la alcalde de la isla de Lampedusa, Giusi Nicolini, viajó expresamente a Bruselas para hablar ante el Parlamento Europeo y zamarrear, por así decirlo, a los inmutables parlamentarios y entrevistarse con el presidente Schulz. Nicolini pide que los que se salven de un naufragio y los que escapen de guerras y de dictaduras, no sean investigados por la Justicia como si fueran delincuentes, cosa que sí sucede con los inmigrantes ilegales en Italia. “Ahora que ustedes han visto todos aquellos ataúdes, esperamos que algo cambie. No nos desilusionen”, dijo ante el Parlamento, aludiendo a los más de 300 cajones que estuvieron expuestos en el aeropuerto de Lampedusa con los restos de los inmigrantes, muchas mujeres y niños, del naufragio del 3 de octubre.
“Sobre la inmigración tendremos una posición enérgica. Queremos que la UE cambie su actitud”, dijo Letta. Italia, con el apoyo de España, Francia, Malta, Grecia, Chipre y Bulgaria, presentaron un documento donde se pide que a los flujos migratorios se dé una “repuesta europea” guiada por la “solidaridad” y una “ecuánime distribución de las responsabilidades”. En un documento de trabajo que servirá de base para la discusión sobre el tema migratorio que debería comenzar hoy, se habla de la conformación de un grupo de expertos que deberá identificar una serie de acciones concretas en vistas del vértice europeo de diciembre. En realidad, los países del Mediterráneo esperan medidas concretas inmediatas. El presidente del Parlamento, Martin Schulz, es un aliado de las exigencias de estos países. “Lampedusa debe ser el punto de partida para un cambio en la política migratoria europea”, dijo al inaugurar el vértice, destacando además que es necesario apoyar a los países mediterráneos en materia de recepción de inmigrantes, pero también organizar una buena distribución de los recién llegados entre los Estados miembro.
Pero al parecer, algunos jefes de Estado y de gobierno de la UE tendrían pensando retomar seriamente el tema migratorio y diseñar una política de asilo e inmigración a largo plazo, recién después de las elecciones europeas previstas para junio 2014.
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