El País
Es el proceso más acelerado que ha registrado el planeta desde la extinción de los dinosaurios, hace 65 millones de años.
El cambio climático no es una novedad en la historia del planeta, pero el calentamiento actual, provocado por la actividad de la especie humana —y esto sí que es insólito—, es al menos diez veces más rápido que los producidos, por causas naturales, en los últimos 65 millones de años, es decir, desde la extinción de los dinosaurios. Alertan al respecto los científicos que han aunado el conocimiento actual sobre el cambio climático en un informe especial de la revista Science. Y puntualizan que el aumento de las temperaturas de unos cinco grados centígrados que se registró al finalizar la última Edad de Hielo en la Tierra es aproximadamente el mismo que puede producirse a finales de este siglo, respecto a la media de 1986-2005. En ese momento, las olas de calor extremo en verano o las lluvias torrenciales serán la norma cada año y no la excepción.
“Sabemos que en los cambios del pasado los ecosistemas respondieron a cambios de temperatura de unos pocos grados a lo largo de miles de años, pero la trayectoria climática sin precedentes en la que estamos ahora conlleva un cambio en décadas, lo que significa órdenes de magnitud más rápidas”, ha explicado Noah Suresh Diffenbaugh, uno de los autores de la investigación. “Estamos ya viendo que algunas especies afrontan el reto del ritmo acelerado de cambio”, añade.
Hace 20.000 años, al final de la Edad de Hielo, la Tierra experimentó un aumento de temperatura de unos cinco grados centígrados. A medida que se retiraba hacia latitudes más altas la capa helada que cubría gran parte de Norteamérica, las plantas y los animales recolonizaron las tierras que iban liberándose, explican los científicos de la Institución Carnegie y de la Universidad de Stanford autores del nuevo informe.
Hace 55 millones de años, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera era comparable a la actual, según muestran los estudios de paleoclima. En aquel tiempo, el Ártico no tenía hielo en verano (fenómeno que, según los climatólogos, se dará de nuevo dentro de unos años) y en las tierras cercanas hacía suficiente calor como para que vivieran allí palmeras y caimanes.
Los modelos que elaboran los científicos para describir la evolución del clima futuro indican que, si las emisiones de CO2 no se controlan, las temperaturas en Norteamérica, Europa y Asia Oriental habrán subido de dos a cuatro grados entre 2046 y 2065, y cinco o seis grados por encima de la media actual a finales de siglo. Esos modelos climáticos permiten analizar la respuesta física de la atmósfera y de los océanos a los cambios en las concentraciones de gases de efecto invernadero. “Con un escenario de futuro de altas emisiones, el mayor cambio climático se registra en las latitudes altas del hemisferio norte, pero todos los territorios del planeta se calientan dramáticamente”, señala Chris Field, director del Departamento de Ecología Global de la Institución Carnegie.
Los científicos analizan en su informe los efectos de estas alteraciones sobre los ecosistemas y advierten que muchas especies tuvieron en el pasado que adaptarse o migrar, ante la presión del calentamiento, para evitar la extinción. Pero la situación puede no ser ahora la misma: “Hay dos diferencias clave para los ecosistemas, en las próximas décadas, en comparación con el pasado geológico”, señala Diffenbaugh en un comunicado de Stanford. “Una es la rapidez del moderno cambio climático y la otra es que actualmente hay múltiples presiones humanas que no están presentes hace 55 millones de años, como la urbanización y la contaminación de las aguas”. Los científicos han calculado la velocidad de desplazamiento que necesitarían las especies para alcanzar zonas con temperatura adecuada: en gran parte del planeta tendrían que migrar al menos un kilómetro al año hacia los polos o hacia las zonas altas de las montañas.
El informe de Science señala que es posible atenuar los efectos del cambio climático si se ralentiza y se reduce su magnitud controlando las emisiones de gases de efecto invernadero que lo provocan. “Pero hay una inercia”, recuerda Diffenbaugh. “Si cada nueva planta de energía o fábrica en el mundo produjera cero emisiones, todavía presenciaríamos el impacto [del calentamiento global] debido a las infraestructuras existentes y a los gases ya emitidos”.
Los científicos recuerdan que hay incertidumbres en las proyecciones climáticas ante el futuro, como el efecto de las nubes o el ciclo del carbono, pero afirman que la mayor incertidumbre reside en el nivel que alcanzarán de las emisiones de la actividad humana.
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