A escasos metros del Congreso de los Diputados ha surgido otro parlamento. Otra democracia nace de cero en el kilómetro cero y ha convertido la Puerta del Sol en una gran ágora. En vez de bancadas de diputados hay metros cuadrados de suelo; en lugar de presidente del Congreso hay un moderador que estudió Clásicas y que en la actualidad dice dedicarse a la interpretación.
No hay una mesa del Congreso, pero sí un chaval que toma nota de todo cuanto se dice y hace un resumen de cada tema antes de pasar al siguiente. Tampoco existe un orden del día con las preguntas acordadas, sino una hoja con 24 puntos abiertos a aportaciones y propuestas que se suceden con solo levantar el brazo y que se aprueban agitando las manos, como en el lenguaje de los sordomudos.
Existen comisiones por áreas (comunicación, asamblea, infraestructuras, alimentaria…), pero no en despachos, sino debajo de tiendas de campaña, lonas o a la intemperie. Hay incluso corrillos, que no son en los pasillos, sino en plena calle, en cualquier esquina. Acalorados y apasionados enfrentamientos dialécticos surgen como setas en la nueva ágora de la Puerta del Sol. Aguzando los oídos cualquiera puede ponerse al día de los temas más candentes de la actualidad. Los ciudadanos hablan. El eco ya ha cruzado las fronteras de España con movilizaciones en Nueva York, Londres, Bélgica, México, Italia...
“Consideramos leyes injustas la Ley de Extranjería, el Plan Bolonia, la Ley Sinde, la Ley electoral y la de Igualdad de género”, suena por un megáfono que rula de mano en mano en la asamblea. “Hay que acabar con el apoyo estatal a la Iglesia”, defiende una mujer de mediana edad. “Los rescates deben ir dirigidos a las familias desahuciadas y no a los bancos”, vocea un joven. Ni debate, ni opiniones. Avalancha de propuestas de hora y media. “Estamos buscando un consenso de mínimos que nos aclare lo que estamos defendiendo”, apunta el moderador.
Como en La autopista del sur, de Cortázar, un hecho extraordinario ha creado una nueva realidad con una dinámica propia. La manifestación que el pasado 15 de mayo reunió a miles de personas indignadas por la situación sociopolítica y económica reinante en España, y la posterior acampada en el centro neurálgico de la capital, han dado lugar a un micromundo que se hace y gira al mismo tiempo, en sentido contrario al que venía siendo cotidiano.
Lo primero fue organizarse y garantizar las necesidades básicas. Lo segundo, ahora y ya, es articular un discurso consistente que les permita explicar a la sociedad una queja global y generalizada contra las carencias del sistema democrático imperante.
El ideario de los indignados toma cuerpo en la calle
Se trata de perfilar una protesta que ha sido capaz de aglutinar al amplísimo y heterogéneo número de personas que conforman este movimiento espontáneo. Un movimiento que, más allá de los presentes cada día en la Puerta del Sol, aúna todo un espíritu colectivo de desencanto y hartazgo que viene asolando a una parte de la población española. Ya se reconoce con el nombre de “movimiento 15-M” y se infla y se desinfla, sube y baja en función de las horas del día (hay tres asambleas en cada jornada y una concentración), pero permanece vivo y ha conseguido atraer las miradas, de dentro y fuera del país, y cambiar la agenda electoral de los políticos.
En plena recta final de la campaña electoral, estas gentes, venidas de todas las partes de Madrid y otras ciudades, guardan un as en la manga. Cierto es que ni ellos mismos saben aún cuál será la jugada. Ni si pintan espadas o pintan bastos, pero lo guardan como oro en paño y podrían ponerlo sobre la mesa en cualquier momento: “¿Qué haremos el domingo frente a las urnas?”. La pregunta se la lanzaban entre ellos mismos, pero nadie daba una respuesta.
Todo el trabajo y las reuniones de ayer se centraron, por tanto, en crear el germen de ese manifiesto de mínimos. Primero los temas clave que les preocupan, luego las propuestas y después las votaciones. El resultado de ese proceso de “democracia real” será una especie de programa marco que dará respuesta a la gran pregunta de los cuatro últimos días: los indignados no quieren las cosas como están, pero qué quieren.
He aquí algunas de las reivindicaciones concretas que ya se han apoyado en las asambleas, aunque aún no han sido votadas:
Abolición de leyes injustas: suprimir y sustituir normas como la Ley Sinde, el Plan Bolonia, la Ley de Extranjería, la Ley de Partidos o la Ley electoral. Y apoyan que las leyes clave que aprueben las Cortes vayan precedidas de un referéndum.
Tercera República: unos quieren un referéndum para votar monarquía o república, otros apuestan directamente por hacer desaparecer de la Constitución todo lo que tenga que ver con la Casa Real.
Reformas fiscales: abogan por “favorecer las rentas más bajas”, por “que paguen más los que más tienen” y por “que el IVA sea un impuesto progresivo”. Además, entre otras muchas cosas, quieren “que se establezca la tasa Tobin para gravar la especulación y el movimiento de capitales y que lo obtenido por esos impuestos revierta en políticas sociales”. Se propugna asimismo “nacionalizar los bancos rescatados”.
Transporte y movilidad: Favorecer el transporte público y alternativo al coche, crear una red de carril bici, subvencionar el abono transporte a los parados.
Reforma de las condiciones laborales de la clase política: se aboga por la supresión de sueldos vitalicios, la formación reglada (que opositen), la revisión y balance de las políticas al concluir cada mandato, listas electorales limpias y libres de imputados por corrupción política.
Desvinculación total de la Iglesia y el Estado y división de poderes: la religión debe ser circunscrita solo a la intimidad y los jueces debem qiedar lejos de la política.
Democracia participativa y directa: apuestan por un funcionamiento asambleario en la base ciudadana (barrios, distritos…) apoyado en Internet y las nuevas tecnologías. Piden también participación en los asuntos relativos a la gestión de los presupuestos por las distintas administraciones. En general, descentralización del poder político.
Mejora y regularización de las relaciones laborales: básicamente se trata de acabar con la precariedad salarial y el “abuso” de los becarios, estableciendo un salario mínimo de 1.200 euros, con un Estado que garantice el empleo y la igualdad salarial.
Ecología y Medio Ambiente: cierre inmediato de las centrales nucleares y economías sostenibles.
Recuperación de las empresas públicas privatizadas: la Administración debe hacerse cargo de nuevo de la gestión.
Fuerzas del Estado: reducción del gasto militar y cierre de las fábricas de armas, y negativa a la intervención en cualquier escenario de guerra.
Recuperación de la Memoria Histórica: condena del franquismo.
No hay una mesa del Congreso, pero sí un chaval que toma nota de todo cuanto se dice y hace un resumen de cada tema antes de pasar al siguiente. Tampoco existe un orden del día con las preguntas acordadas, sino una hoja con 24 puntos abiertos a aportaciones y propuestas que se suceden con solo levantar el brazo y que se aprueban agitando las manos, como en el lenguaje de los sordomudos.
Existen comisiones por áreas (comunicación, asamblea, infraestructuras, alimentaria…), pero no en despachos, sino debajo de tiendas de campaña, lonas o a la intemperie. Hay incluso corrillos, que no son en los pasillos, sino en plena calle, en cualquier esquina. Acalorados y apasionados enfrentamientos dialécticos surgen como setas en la nueva ágora de la Puerta del Sol. Aguzando los oídos cualquiera puede ponerse al día de los temas más candentes de la actualidad. Los ciudadanos hablan. El eco ya ha cruzado las fronteras de España con movilizaciones en Nueva York, Londres, Bélgica, México, Italia...
“Consideramos leyes injustas la Ley de Extranjería, el Plan Bolonia, la Ley Sinde, la Ley electoral y la de Igualdad de género”, suena por un megáfono que rula de mano en mano en la asamblea. “Hay que acabar con el apoyo estatal a la Iglesia”, defiende una mujer de mediana edad. “Los rescates deben ir dirigidos a las familias desahuciadas y no a los bancos”, vocea un joven. Ni debate, ni opiniones. Avalancha de propuestas de hora y media. “Estamos buscando un consenso de mínimos que nos aclare lo que estamos defendiendo”, apunta el moderador.
Como en La autopista del sur, de Cortázar, un hecho extraordinario ha creado una nueva realidad con una dinámica propia. La manifestación que el pasado 15 de mayo reunió a miles de personas indignadas por la situación sociopolítica y económica reinante en España, y la posterior acampada en el centro neurálgico de la capital, han dado lugar a un micromundo que se hace y gira al mismo tiempo, en sentido contrario al que venía siendo cotidiano.
Lo primero fue organizarse y garantizar las necesidades básicas. Lo segundo, ahora y ya, es articular un discurso consistente que les permita explicar a la sociedad una queja global y generalizada contra las carencias del sistema democrático imperante.
El ideario de los indignados toma cuerpo en la calle
Se trata de perfilar una protesta que ha sido capaz de aglutinar al amplísimo y heterogéneo número de personas que conforman este movimiento espontáneo. Un movimiento que, más allá de los presentes cada día en la Puerta del Sol, aúna todo un espíritu colectivo de desencanto y hartazgo que viene asolando a una parte de la población española. Ya se reconoce con el nombre de “movimiento 15-M” y se infla y se desinfla, sube y baja en función de las horas del día (hay tres asambleas en cada jornada y una concentración), pero permanece vivo y ha conseguido atraer las miradas, de dentro y fuera del país, y cambiar la agenda electoral de los políticos.
En plena recta final de la campaña electoral, estas gentes, venidas de todas las partes de Madrid y otras ciudades, guardan un as en la manga. Cierto es que ni ellos mismos saben aún cuál será la jugada. Ni si pintan espadas o pintan bastos, pero lo guardan como oro en paño y podrían ponerlo sobre la mesa en cualquier momento: “¿Qué haremos el domingo frente a las urnas?”. La pregunta se la lanzaban entre ellos mismos, pero nadie daba una respuesta.
Todo el trabajo y las reuniones de ayer se centraron, por tanto, en crear el germen de ese manifiesto de mínimos. Primero los temas clave que les preocupan, luego las propuestas y después las votaciones. El resultado de ese proceso de “democracia real” será una especie de programa marco que dará respuesta a la gran pregunta de los cuatro últimos días: los indignados no quieren las cosas como están, pero qué quieren.
He aquí algunas de las reivindicaciones concretas que ya se han apoyado en las asambleas, aunque aún no han sido votadas:
Abolición de leyes injustas: suprimir y sustituir normas como la Ley Sinde, el Plan Bolonia, la Ley de Extranjería, la Ley de Partidos o la Ley electoral. Y apoyan que las leyes clave que aprueben las Cortes vayan precedidas de un referéndum.
Tercera República: unos quieren un referéndum para votar monarquía o república, otros apuestan directamente por hacer desaparecer de la Constitución todo lo que tenga que ver con la Casa Real.
Reformas fiscales: abogan por “favorecer las rentas más bajas”, por “que paguen más los que más tienen” y por “que el IVA sea un impuesto progresivo”. Además, entre otras muchas cosas, quieren “que se establezca la tasa Tobin para gravar la especulación y el movimiento de capitales y que lo obtenido por esos impuestos revierta en políticas sociales”. Se propugna asimismo “nacionalizar los bancos rescatados”.
Transporte y movilidad: Favorecer el transporte público y alternativo al coche, crear una red de carril bici, subvencionar el abono transporte a los parados.
Reforma de las condiciones laborales de la clase política: se aboga por la supresión de sueldos vitalicios, la formación reglada (que opositen), la revisión y balance de las políticas al concluir cada mandato, listas electorales limpias y libres de imputados por corrupción política.
Desvinculación total de la Iglesia y el Estado y división de poderes: la religión debe ser circunscrita solo a la intimidad y los jueces debem qiedar lejos de la política.
Democracia participativa y directa: apuestan por un funcionamiento asambleario en la base ciudadana (barrios, distritos…) apoyado en Internet y las nuevas tecnologías. Piden también participación en los asuntos relativos a la gestión de los presupuestos por las distintas administraciones. En general, descentralización del poder político.
Mejora y regularización de las relaciones laborales: básicamente se trata de acabar con la precariedad salarial y el “abuso” de los becarios, estableciendo un salario mínimo de 1.200 euros, con un Estado que garantice el empleo y la igualdad salarial.
Ecología y Medio Ambiente: cierre inmediato de las centrales nucleares y economías sostenibles.
Recuperación de las empresas públicas privatizadas: la Administración debe hacerse cargo de nuevo de la gestión.
Fuerzas del Estado: reducción del gasto militar y cierre de las fábricas de armas, y negativa a la intervención en cualquier escenario de guerra.
Recuperación de la Memoria Histórica: condena del franquismo.
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