quinta-feira, 7 de agosto de 2025

Brasil en el abismo: prisión de Bolsonaro, intervención de Trump y la amenaza global del neofascismo


Paul Walder
El Clarín de Chile

En conversación con El Clarín, el académico chileno radicado en Brasil, Fernando de la Cuadra, analiza el terremoto político generado por la prisión domiciliaria de Jair Bolsonaro, el rol del Supremo Tribunal Federal, la estrategia internacional de la ultraderecha, y los riesgos de desestabilización que cruzan fronteras. “Estamos ante una ofensiva neofascista coordinada, y Brasil es su epicentro”, advierte.

La prisión del expresidente Jair Bolsonaro ha abierto un nuevo capítulo en la convulsionada historia reciente de Brasil. Para algunos, se trata del triunfo de la justicia sobre la impunidad; para otros, de una peligrosa excusa para victimizar al líder de la ultraderecha e incendiar aún más la política brasileña. Pero los efectos no se detienen en Brasil: las conexiones con Donald Trump, las presiones económicas y los vínculos con líderes extremistas en Europa y América Latina configuran un escenario internacional alarmante.

En esta entrevista, el sociólogo, doctor en Ciencias Sociales y analista político Fernando de la Cuadra desmenuza los efectos políticos e institucionales de este momento crítico: el riesgo de rearticulación del bolsonarismo, las fracturas internas de la derecha, la proyección geopolítica del autoritarismo digital y las posibilidades reales —aunque frágiles— de construir un nuevo pacto democrático que saque a Brasil de su espiral destructiva.

En tu último artículo señalas que la prisión efectiva de Bolsonaro podría marcar un punto de inflexión en la relación entre justicia e institucionalidad en Brasil. ¿Crees que el Supremo Tribunal Federal está realmente consolidando una nueva legitimidad frente a la ciudadanía, o todavía enfrenta desconfianza y tensiones con sectores amplios?

Ciertamente, hay que reconocer que una parte de la ciudadanía cuestiona las decisiones del Supremo Tribunal Federal (STF), especialmente el papel desempeñado por el Ministro Alexandre de Moraes que lleva el proceso por el intento de Golpe de Estado en que fueron declarados reos Jair Bolsonaro y otros 33 cómplices. Se espera que la sentencia final sea anunciada en septiembre. Mientras tanto, la prisión domiciliar impuesta a Bolsonaro es una medida cautelar prevista en la ley, pues según el parecer del Ministro de Moraes el ex presidente estaba dificultando el buen trámite del proceso judicial con la difusión de noticias falsas en los medios y su participación –vía internet- en las últimas manifestaciones en su apoyo en las cuales se manifestaba contra las decisiones del STF.

Las encuestas han demostrado que la mayoría de los brasileños aprueban la actuación de la Suprema Corte y la prisión de Bolsonaro, aunque claro, siempre va a existir una parte de la población que dará su apoyo incondicional al excapitán, entre ellos, la llamada familia militar, policiales, productores rurales, empresas extractivistas, gremios del transporte, sectores del mundo pentecostal y militantes de la extrema derecha. En un país de tamaño continental, de enorme diversidad y con casi 215 millones de habitantes, siempre va a existir una parte de la población que puede hacer mucho ruido por las decisiones de la Justicia en el proceso contra los golpistas, aunque en términos de porcentaje difícilmente ese número va a pasar del treinta por ciento.

Dices que la prisión de Bolsonaro puede significar el “triunfo de la democracia”. ¿No existe el riesgo, sin embargo, de que esta victoria judicial alimente una narrativa de victimización que reactive con más fuerza al bolsonarismo más radical?

Si, en eso tienes toda la razón. De hecho, ya se puede apreciar como la narrativa de la victimización y la persecución judicial por motivos políticos ha sido el discurso mayoritario de los apoyadores de Bolsonaro. En el día de ayer –de inauguración del segundo semestre de sesiones del Legislativo- las dos Cámaras del Congreso Nacional quedaron paralizadas debido a la ocupación que realizaron los senadores y diputados bolsonaristas, obstaculizando los trabajos e impidiendo que se pudieran votar materias muy importantes en este momento, como por ejemplo, la exención del impuesto de renta a las familias de ingresos más bajos o la aprobación de un paquete de medidas que vayan en ayuda de los sectores orientados a la exportación que van a ser directa o indirectamente afectados por el “tarifazo” impuesto por el gobierno de Donald Trump.

Es decir, un sector de la base más radical del bolsonarismo desea paralizar el país y están avisando que la situación de caos que pretenden imponer al país en caso de que Bolsonaro sea efectivamente preso va a ser mucho peor. Esta es solo una advertencia, una especie de “marcha blanca” o piloto de lo sería su actuación en este futuro escenario, por lo demás bastante previsible. Ellos quieren explotar políticamente la idea de que Bolsonaro se ha transformado en un preso político, cuando para la mayoría del país es evidente que Bolsonaro y sus secuaces incurrieron en delitos contemplados en la Constitución de la República.

Puede ser que a corto plazo – o sea, en los días venideros-, la prisión domiciliar y la inminencia de una condena de los conspiradores va a provocar muchas tensiones internas y probablemente tomas y bloqueos de carreteras, protestas en las calles, plazas, parques y espacios públicos. También pueden producirse actos de violencia similares a los producidos el 8 de enero de 2023 o incluso peores, como la instalación de artefactos explosivos en edificios públicos, aeropuertos, puentes, etcétera, como de hecho ya lo han intentado hacer en algunos eventos trágicos (autobomba) o en atentados frustrados conocidos por todos.

Un punto central que puede significar la neutralización de una reacción extremista de derecha es el papel que pueden desempeñar las Fuerzas Armadas y las Policías en la contención de las actividades del ala más extremista del bolsonarismo. Y también va a ser relevante el papel apaciguador que deberá tener el gobierno Lula, para garantizar la aplicación de la ley y la estabilidad institucional del país, junto con negociar con los sectores más moderados de la derecha un acuerdo en pro del entendimiento pluralista y democrático que aísle definitivamente a los grupos más radicales y militarizados de la base bolsonarista.

Planteas que la derecha brasileña está hoy dividida entre figuras que podrían radicalizar su discurso y otras que buscarían una vía moderada. ¿Ves posibilidades reales de que emerja un nuevo liderazgo conservador no bolsonarista con peso nacional en las presidenciales de 2026?

Buena y difícil pregunta. En el actual escenario es complejo prever la emergencia de un líder de derecha conservador no bolsonarista que se proyecte para las elecciones del próximo año. Ello se debe precisamente a que el ambiente político se encuentra muy contaminado por la futura prisión del ex presidente y el grupo que participó en la trama golpista. Lamentablemente la derecha tradicional, liberal y democrática fue cooptada por una versión anticomunista que se nutrió de la crisis sistémica del país: Corrupción, violencia, desempleo, inflación, carestía de la vida, malos servicios, crisis moral y un largo etcétera atribuidos a los gobiernos del Partido de las Trabajadores (PT), crearon las bases para el surgimiento de una figura antes inexpresiva en la política, que en función de la crisis y el antipetismo, fue capaz de aglutinar en su entorno a los sectores descontentos y radicalizados de derecha que arrastraron a una derecha más moderada hacia posiciones extremas y, consecuentemente, la terminaron por destruir.

Líderes de centro derecha como Tancredo Neves, Fernando Henrique Cardoso, José Serra, Ulisses Guimarães o Mario Covas ya no existen. Algunos especialistas plantean que parece que la única alternativa del tiempo presente es entre Bolsonarismo versus Lulismo, con todos los desdoblamientos del caso. Pienso que el problema es más profundo. El bolsonarismo solo representa a una facción de la derecha extrema que pulverizó las posibilidades de una derecha civilizada de presentar un proyecto viable para Brasil. Por otra parte, el actual gobierno es mucho más que los partidarios de Lula, pues representa un frente amplio que lucha contra las embestidas contra la democracia provocadas por partidarios de prácticas neofascistas que desean imponen una nueva dictadura en el país. Frente a ese dilema, hasta el momento no se observan liderazgos que puedan cambiar el actual panorama sombrío que permita concebir un giro de esta derecha odiosa y fanática.

Sin embargo, puede ocurrir un milagro. Si admitimos que quienes controlan el Congreso hace mucho tiempo son los partidos del Centrão, un conglomerado extenso de agrupaciones de Centro derecha, no es del todo ilusorio pensar que a mediano plazo pueda surgir un liderazgo dentro de ese grupo de partidos y en ese contexto consigan construir una alternativa factible con un líder que surja desde sus filas. El problema es que la experiencia histórica ha demostrado que los liderazgos no surgen de un día para otro, ellos son construidos a lo largo de los años en sociedades que poseen amplios y variados canales de participación, debate permanente de propuestas e ideas, todo lo cual no representa o caracteriza precisamente lo que viene sucediendo en Brasil en este último periodo.

La vida precarizada, el control de los medios y la permanente lucha por la supervivencia –entre otros motivos- ha llevado a la sociedad brasileña a mostrar índices de participación muy bajos, con predominio del uso de las redes sociales que difunden mentiras y noticias falsas por doquier, como ya he expuesto en otras columnas (Genealogía y bases del neofascismo brasileño). Para responder directamente a tu pregunta, en este momento no veo ningún líder apareciendo en el horizonte y soy pesimista al respecto, pero como dije al comienzo milagros pueden ocurrir. Al hablar de milagros estamos en el ámbito de la fe y el análisis frío de la realidad me lleva a inclinarme por la hipótesis más pesimista de que esta derecha extremista continuará dictando el rumbo de ese campo de la política brasileña.

¿Es posible que el encarcelamiento de Bolsonaro, lejos de debilitar al bolsonarismo, provoque una rearticulación más peligrosa de la extrema derecha bajo formas menos evidentes, como candidaturas “independientes” o plataformas digitales más agresivas?

Es probable que ello suceda. De hecho, como ya escribí anteriormente figuras como Pablo Marçal (Pablo Marçal, el convidado de piedra del bolsonarismo) o Nikolas Ferreira pueden transformarse en los grandes líderes de esta extrema derecha y fuertes candidatos para sustituirlo. Ambos surgieron y crecieron a la sombra del bolsonarismo y hoy son considerados díscolos, ya que vienen sumando conflictos en este último periodo con el Clan Bolsonaro, apartándolos del núcleo duro de la familia y de sus asesores más cercanos.

Tanto Marçal como Ferreira son expertos en el uso de redes sociales y poseen miles de seguidores por todo el país, trabajan con equipos de jóvenes que dominan a la perfección el uso de las plataformas virtuales y tienen capacidad de llegada por medio de un discurso más centrado en el emprendedorismo, las capacidades personales y la teología de la prosperidad con un sesgo laico. También son agresivos y polémicos como el ex capitán y se alimentan del descontento y la frustración que invade a millones de electores que viven una realidad precaria y sin perspectiva de futuro. Es un gran desafío para la democracia brasileña desenmascarar a estos encantadores de serpientes y vendedores de sueños falsos que se han ido apoderando de las mentes de una enorme proporción de ciudadanos y electores de este país, inclusive entre aquellos grupos de renta más alta.

En el escenario que describes, ¿qué rol ves jugando al gobierno de Lula? ¿Puede esta coyuntura fortalecer su proyecto y abrir un nuevo ciclo político, o crees que también corre el riesgo de verse arrastrado por la polarización?

Como ya delineé en líneas anteriores, pienso que en el corto plazo el gobierno Lula inevitablemente se verá arrastrado por la polarización que se agudiza en el país, aunque creo que si el gobierno Lula se distancia de las luchas coyunturales y es capaz de colocar y encantar a la mayoría de los brasileños con sus proyectos en beneficio de la población (la exención tributaria de los grupos de menor renta, el aumento del empleo, la estabilidad de la economía, los programas sociales, el paquete de ayuda a la pequeña y mediana empresa, los subsidios a los medianos exportadores que van a sufrir con las tarifas del gobierno Trump, etcétera), es esperable que la mayoría de la población adhiera a un proyecto que evite la confrontación y asegure cierta tranquilidad para llevar la vida adelante y, quizás, como mencionas, abrir un nuevo ciclo político en el país.

El artículo menciona la coordinación entre Bolsonaro, su hijo Eduardo y el entorno de Trump para sancionar a Brasil. ¿Qué lectura haces del impacto geopolítico de esta relación y del posible alineamiento internacional de las ultraderechas como estrategia común?

Las sanciones que comenzó a aplicar el gobierno Trump contra Brasil específicamente, tienen como discurso oficial, por un lado, la defensa de Bolsonaro de los ataques realizados por el Supremo Tribunal Federal y, por otro lado, la protección de las Big Techs y empresas de tarjetas de crédito propiedad de los amigos del mandatario estadounidense. Claramente, Trump y las empresas que lo apoyan desean boicotear y hasta terminar con el papel desempeñado por los BRICS como alternativa económica al “hegemon americano”.

Ello se hace evidente al observar el nivel de tarifas que están siendo aplicadas a los países del bloque: China, India, Brasil y África del Sur. El caso de Rusia es especial por todas las sanciones que viene recibiendo desde el inicio de la guerra con Ucrania. Pero, creo que está claro a esta altura del gobierno Trump, que la pretensión de este sujeto es transformar a Estados Unidos en el guardián o gendarme del mundo e imponer las reglas del juego a su medida, a pesar del comportamiento errático y desquiciado que a veces parece tener.

Con relación al posible alineamiento internacional de las ultraderechas como estrategia común, pienso que efectivamente la Internacional ultraderechista funciona y se articula permanentemente. Eduardo Bolsonaro ha participado en muchos de esos encuentros con el partido Vox de España, Alternative für Deutschland de Alemania, en Argentina con Milei, en encuentros con Kast en Chile, con el grupo de Steve Bannon y otros varios miembros de esa internacional como Viktor Orbán, Marine Le Pen o Giorgia Meloni. Es un grupo consistente, con un discurso coordinado sobre la defensa de la civilización occidental, las ventajas del ultraliberalismo, el apoyo a los banqueros, la legitimidad de la explotación, el combate a los migrantes y a la diversidad sexual. Es un discurso anti civilizatorio que tiene a Donald Trump como su máximo líder y difusor para el resto el mundo. Puede haber diferencias entre ellos, pero a la hora de actuar estas diferencias parecen sutiles y representan efectivamente la gran amenaza que se cierne sobre la humanidad, al igual que hace un siglo atrás lo representaron las posturas nazifascistas que llevaron al mundo a una catástrofe sin precedentes.

Estamos ante el resurgimiento de las fuerzas de extrema derecha y el bolsonarismo se ha encajado muy bien en este nuevo diseño que enfrenta y quiere destruir el frágil orden mundial construido al final de la segunda guerra mundial con instituciones como las Naciones Unidas o los Acuerdos de Bretton Woods, entre los cuales la Organización Mundial del Comercio, que el gobierno de Trump desconoce de manera brutal.

La operación lanzada por Eduardo Bolsonaro desde Estados Unidos ¿puede ser interpretada como un intento de desestabilización institucional? ¿Qué consecuencias puede tener sobre las instituciones brasileñas y sobre la región? ¿Puede ser calificada como una forma de intervencionismo?

Las gestiones realizadas por Eduardo Bolsonaro desde que huyó a Estados Unidos, renunciando a su mandato de diputado federal van a ser encuadradas seguramente por crimen de lesa patria, transgresión de la Constitución y ataque a las instituciones del Estado Democrático de Derecho. Son acciones que atentan directamente contra la soberanía del país y la autonomía de los Poderes del Estado, tratando de interferir desde otra nación en las decisiones del Poder Judicial. El boicot al equipo negociador que viajó a Estados Unidos para que su gobierno reconsiderara y amenizara el tema de las tarifas, las amenazas contra los presidentes del Senado y la Cámara de Diputados transformaron a Eduardo Bolsonaro en un enemigo de Brasil.

Los daños sobre los productores y exportadores son cuantiosos, lo cual podrá tener fuerte impacto sobre el empleo si los negociadores del gobierno brasileño no consiguen revertir las medidas aplicadas por la administración estadounidense. Es una intervención absurda y descarada sobre la nación y percibo que las instituciones brasileñas se mantienen unidas en el rechazo más rotundo ante estas medidas arbitrarias que no tienen futuro, ni siquiera para los consumidores de Estados Unidos que va a tener que pagar precios muchos más altos por el café o la carne.

Por su lado, tanto Brasil como otros países de la región están buscando nuevos mercados o ampliando los ya existentes (como China o Europa) en base a una estrategia de diversificación de las exportaciones. Los países se van a adaptar a las medidas impuestas por el gobierno Trump y deberían simultáneamente aplicar la política de reciprocidad –una regla de oro utilizada en el comercio internacional- aumentando también las tarifas de importación de productos estadounidenses. ¿Es el fin de la era del libre comercio? Pienso que no, que los países y sus economías van a colocar en un corto periodo un freno a esta situación.

Finalmente, propones que esta crisis podría ser una oportunidad para construir un nuevo pacto democrático. ¿Cómo visualizas ese pacto en la práctica? ¿Qué actores podrían liderarlo y qué elementos deberían dejarse atrás para que sea realmente duradero?

Como señalaba anteriormente, creo que están dadas las condiciones para construir un nuevo pacto democrático a partir de esta crisis y que quizás a mediano plazo se puede recuperar una derecha que, aunque conservadora, se aleje de las posiciones más radicales levantadas por el bolsonarismo. A pesar que el tiempo de la política y las transformaciones sociales es más lento que el tiempo de lo que deseamos ver, puede ser que antes del fin de esta década el escenario político brasileño sea más estable y la mentada polarización que afecta al país sea un recuerdo ingrato.

No tengo una bola de cristal que me asegure que el futuro se va a comportar de esa forma, aunque percibo que el clima de odiosidad y confrontación instalado por el bolsonarismo y sus huestes va a terminar. Es solo ver que las manifestaciones de apoyo a Bolsonaro son cada vez menos expresivas. Por último, pienso en el principio de “esperanzar” elaborado por Paulo Freire, es decir, la esperanza requiere acción, no basta esperar que las cosas acontezcan, hay que trabajar para que ellas sucedan. Tenemos que trabajar para que Brasil pueda salir de este impasse. Seguro que no es tarea fácil, pero hay que intentarlo.

quarta-feira, 6 de agosto de 2025

El Buen Vivir como alternativa viable a la crisis ambiental

Fernando de la Cuadra
Revista Descolonialidad del Poder, Buenos Vivires y Diálogo de Saberes

Los últimos acontecimientos que han conmovido al mundo demuestran fehacientemente un fenómeno que viene siendo expuesto y discutido desde hace varias décadas. El agotamiento de un modelo productivista y predatorio que amenaza cada vez con mayor intensidad las bases materiales de la vida sobre el planeta. El cambio climático es un hecho que a estas alturas no podemos negar. Aunque existe un acuerdo casi global entre el mundo científico sobre su inevitabilidad, aún subsiste bastante incertidumbre sobre las consecuencias efectivas que éste puede acarrear.

Las sucesivas catástrofes ambientales y “climáticas” que viene sufriendo el planeta, permiten sustentar sin exageración que nos encontramos en un estadio avanzado de riesgo fabricado o de crisis estructural, no sólo del capital, sino de la sustentabilidad de la especie. Por lo mismo, necesitamos mucho más para resolver los graves problemas ambientales que aquejan a la humanidad. En América Latina se estima que los mayores impactos de estos cambios se abatirán especialmente sobre la agricultura, la pesca y el acceso al agua potable. Anticipándose a este escenario incierto y sombrío han surgido en la región diversas iniciativas (como la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático) que han buscado construir alternativas al modelo productivista, predador y explotador actualmente imperante.

Paralelamente, también se han concebido algunas alternativas teóricas y prácticas para enfrentar la crisis: El ecosocialismo contemporáneo, el consumo consciente y la simplicidad voluntaria, el decrecimiento, los movimientos slow y otros, nacen precisamente como una respuesta a esta dimensión autodestructiva del capitalismo y se plantean como una alternativa racional y factible ante los dilemas socioambientales y civilizatorios que enfrenta la humanidad. En un campo promisorio de las alternativas que vienen surgiendo, en las próximas líneas abordaremos las posibles soluciones que se pueden levantar a partir de la recuperación del pensamiento de José Carlos Mariátegui en torno de las identidades culturales y las cosmovisiones de los pueblos indígenas de nuestra región y su relación con la concepción del Buen Vivir.

José Carlos Mariátegui (1894-1930) es un intelectual autodidacta peruano, autor de una vasta y prolífica obra, a pesar de haber fallecido prematuramente a los 35 años de edad. Mariátegui desarrolló una intensa actividad política, literaria e intelectual que lo hizo acreedor al título del “primer marxista de América” por parte del estudioso italiano Antonio Melis. Mariátegui, también conocido como Amauta , es un autor de una excepcional originalidad, creador de una poderosa e innovadora producción teórica y literaria que es a la vez profunda y auténtica, porque rescata elementos de la identidad indígena de su país y de la región altiplánica, incorporando a dichas comunidades dentro del proyecto de construcción de un socialismo con un sello particular, que él denominaba como socialismo indoamericano.

En sus textos, el pensador peruano realizaba una vehemente crítica al modelo de desarrollo seguido por Perú, con todos sus efectos nocivos sobre los sectores populares y las masas campesinas e indígenas. Diferentemente de lo que pensaban los intelectuales de derecha y los grupos hegemónicos de la sociedad peruana, Mariátegui percibía que el tipo de modernización que sustentaban estos sectores, solo reforzaban las estructuras de poder imperantes en el Perú en ese momento histórico. Como plantea Héctor Alimonda:

Mariátegui vislumbró que la modernización importada apenas como flujos de capitales reforzaba al tradicional esquema de dominación oligárquica, con el que se fusionaba. De esa forma, el “progreso” reproducía y reforzaba al “atraso”. Hubo en él una percepción crítica increíble para su época de lo que hoy denominamos “modelo de desarrollo devastador”, que tiene total correspondencia con la crítica al crecimiento económico insostenible como paradigma de modernidad.

En otras palabras, desconfiado de la racionalidad instrumental heredada de la matriz eurocéntrica, el Amauta esbozaba un modelo alternativo de modernidad que rescatando aspectos del comunismo incaico pretendía construir aquello que llamaba un tipo de socialismo indoamericano a partir del pasado indígena y de la recuperación de formas de solidaridad, reciprocidad y de ayuda mutua que caracterizaba a las formas de vida y de organización de la producción existentes en esos pueblos ancestrales y, por lo tanto, perfectamente factible de llevar a cabo en su país y en el resto de la región.

Este acercamiento a la noción de lo indoamericano permite destacar la relevancia que le asigna Mariátegui a los repertorios económicos culturales que se encuentran presentes en la visión de mundo y formas de vida de las comunidades andinas como alternativa a las actividades predatorias de la empresa capitalista, sustentada en una matriz con lógica cuantitativa, productivista y crematística. Sin despreciar del todo los aportes de la modernidad, Mariátegui aboga por una racionalidad alternativa que se nutre en relaciones de cooperación, reciprocidad, confianza y solidaridad que se expresan efectivamente en la vida cotidiana de los pueblos originarios que habitan estos territorios del mundo.

De esta manera, según la acertada conceptualización de Héctor Alimonda, en Mariátegui “el socialismo, la organización futura de la sociedad humana, está inscripto en el pasado andino, en las tradiciones comunitarias y solidarias que, recompuestas por una nueva política, abrirán el camino para una modernidad propia, en dialogo productivo con las tendencias renovadoras contemporáneas”.

Ello no implica, por cierto, realizar un mero trasvasije mecánico de las ideas de Mariátegui para nuestras actuales sociedades y si más bien intentar un ejercicio de “traducción” del pensamiento del gran Amauta, en el cual se integren las visiones de mundo y las formas de vida que desenvuelven los pueblos indígenas del continente. En efecto, el pensador peruano sustenta que no es necesario remontarse a las épocas remotas de los pueblos altiplánicos, ni volver al sistema de plantaciones en tarrazas, tal como era usual en dichas sociedades. Lo que es necesario recuperar –nos dice el Amauta- es el ethos andino, su manera de relacionarse con la naturaleza, entre ellos y consigo mismo.

Es decir, la crítica del Amauta a la civilización del capital, no significaba para nada un retorno literal a un pasado incaico, sino sobre todo recuperar las referencias históricas de las formas de vida de estas poblaciones capaces de concebir en las tradiciones colectivistas de los pueblos originarios una poderosa plataforma para desvendar los efectos deletéreos del proyecto capitalista inspirado en la obtención del lucro y la consagración del individualismo posesivo, para construir diferentemente las bases de un nuevo proyecto sustentado en el potencial emancipatorio de la cual la modernidad de impronta eurocéntrica reniega y se opone con vehemencia.

Para Mariátegui la tarea de recuperar las tradiciones legitimas debe recaer en quienes piensan que Perú es un “concepto por crear” y que el mismo no se formará sin la presencia del indio. Por lo mismo, el pasado incaico se introduce en la historia no a partir de la lectura sesgada que le imprimen los tradicionalistas de salón, sino por los revolucionarios que buscan en las raíces y en la cosmovisión indígena aquellos aspectos que abrirán el camino para la construcción de un proyecto socialista y libertario. Es una reintegración espiritual de la historia peruana, que tiene mucho de rupturista y revolucionaria en su “intención y trascendencia”.

Como mencionábamos, entre los principales aspectos que Mariátegui rescata de esta tradición indígena susceptibles de transformarse en un proyecto socialista, se encuentran aquellas expresiones vinculadas a su identidad, tales como la solidaridad, la cooperación y la reciprocidad. Si bien para el Amauta, a diferencia de Valcárcel, la cuestión de la emancipación indígena no se restringía a la problemática de la identidad y si más bien ella se vinculaba con factores económicos y sociales, especialmente con el problema de la expropiación de la tierra y las formas de servidumbre a la que fueron sometidas las poblaciones andinas desde la irrupción de la Conquista española , nunca desestimó la importancia de la dimensión cultural en la formación de un programa emancipatorio y revolucionario.

En sus escritos el intelectual peruano se impuso la tarea de rescatar el papel desempeñado por la cultura y las tradiciones de las colectividades indígenas, las que eran tratadas con sumo desprecio por las clases dominantes peruanas. Para estas clases privilegiadas y urbanas, la verdadera tradición provenía de los ancestros españoles, lo cual representaba para Mariátegui la negación misma de la tradición más profunda, pues según su concepción cuando la tradición es reivindicada por aquellos tradicionalistas que se apegan a las costumbres anquilosadas y anacrónicas de España, solo se consigue empequeñecer a la Nación, reduciéndola a las expresiones de apenas su población criolla o mestiza. La tradición que la República pretende imponer es la tradición rancia y arcaica de la evangelización española y del idioma, despojando a los pueblos originarios de sus identidades y singularidades históricas.

Buscando respuestas desde los pueblos originarios de América Latina

Precisamente, aspectos importantes de la tradición indígena pueden dar pie a una recuperación de la discusión contemporánea sobre el Sumak Kawsay o Buen Vivir. La irrupción de la concepción del Buen Vivir como un paradigma que postula una lógica diferente a la instaurada por el capitalismo, nos sitúa a Mariátegui como un pensador pionero que busca ya en los albores del siglo XX estos elementos de la cosmovisión andina para romper con la estructura destructiva da la humanidad y de la naturaleza que emana del llamado proceso civilizatorio pretendido por el modo de producción capitalista como modelo universal. Esto no significa que Mariátegui utilizará los conceptos de Sumak Kawsay (buen vivir) o Sumak Quamaña (vivir bien) como han sido recuperados actualmente por otros autores que inspirándose en la cosmovisión andina sustentan que dicho Buen Vivir representa una forma de concebir la vida en equilibrio, de una manera holística porque entiende que la naturaleza humana es componente de una realidad vital mayor de carácter cósmico cuyo principio básico es la interconexión entre los diversos entes que conforman un todo armónico e integrado.

Lo que postulamos es que entre el conjunto de temáticas que aborda el Amauta, esta noción del Buen Vivir se articula con la perspectiva crítica que ya se encontraba presente en Mariátegui con relación a su propuesta de pensar una racionalidad diferente de aquella enraizada en el pensamiento occidental. Es decir, en sus escritos también se expresa un juicio que intenta superar las limitaciones a que nos ha conducido el pensamiento occidental, el cual ha venido construyendo una narrativa lineal y unilateral de la modernidad y del capitalismo como la única vía posible de pensar y de existir. En ese sentido, anticipándose a esta corriente en debate actualmente, en los 7 ensayos, hace ya un siglo atrás, Mariátegui recuperaba estos valores que son parte del repertorio de la humanidad, pero que habían quedado postergados en función de las fuerzas colonizadoras y de marca feudal que los habían situado en un segundo plano.

Como apuntábamos, sin abjurar o renegar del capitalismo, Mariátegui es crítico de la forma en que dicho capitalismo se había implementado en su país: un capitalismo retardado confundido con la feudalidad y el atraso, impulsada por una burguesía casi inexistente, carente del sentimiento de aventura, del ímpetu de creación y del poder de organización de un espíritu capitalista auténtico. En Perú, lo que subsiste al final es una clase terrateniente que mantiene relaciones subalternas con el capital extranjero británico y norteamericano. Estos mismos sectores anclados en una feudalidad subordinada son aquellos que desprecian e invisibilizan las cosmovisiones presentes entre los habitantes andinos.

A diferencia de lo anterior, Mariátegui destaca de la cultura incaica aquellas formas existentes en su comunismo agrario, los elementos que constituyen su argamasa social y que se expresa en una ética diferente. No es el modelo productivo de los incas lo que se prioriza en esta perspectiva, sino la coexistencia de la solidaridad y la reciprocidad actuando en su cotidiano. Su recuperación responde al deseo y a la misión asumida por el Amauta de imprimir en la vida cotidiana de los peruanos esta rica cosmovisión incaica, pisoteada por el proyecto colonizador y civilizatorio del Estado controlado por las clases dominantes, sea como oligarquía latifundista heredera del sistema de Mercedes de tierra y de la encomienda española (y el gamonalismo), sea como burguesía entreguista presa a los intereses del capital y de las grandes corporaciones multinacionales asentadas en la metrópolis.

No obstante, pese a esta impronta de dominación de siglos, Mariátegui rescata una praxis viva y poderosa entre los pueblos originarios de su país, que se expresan en sus hábitos cotidianos y en las maneras de expresarse a través de los lazos que establecen con la naturaleza y entre ellos mismos. El pueblo sometido, residual a los ojos de la cultura criolla, es capaz, por lo tanto, de mantener intacta sus ancestrales prácticas de protección y respeto mutuo (con ellos y con su entorno), que se exteriorizan como una forma de resistencia cultural a los saberes y haceres dominantes.

La valoración de estos aspectos de la identidad y cultura indígenas, nos vincula con la recuperación contemporánea del Sumak Kawsay o Sumak Qamaña que representan en su cierne una redescubierta revolucionaria con relación a la lógica depredadora a que nos ha conducido el capitalismo. La concepción del Buen Vivir se propone desnudar y superar los errores y las limitaciones de la matriz de pensamiento eurocentrista, de una determinada narrativa de la modernidad y del capitalismo como única forma posible de pensar y vivir. Ello se encuentra asociado a las diversas nociones y teorías tradicionales del progreso y el desarrollo que se sustentan en el crecimiento exponencial de bienes y servicios lo cual supone la explotación ilimitada de los recursos naturales y humanos que existen en el planeta.

Para alcanzar los beneficios que presume la distribución de los frutos de este crecimiento económico persistente, se insiste en valorizar una determinada visión del desarrollo como crecimiento, proceso que es reforzado por un conjunto de instancias financieras, de capacitación y transferencia de conocimientos desde el mundo desarrollado hacia el mundo en vías de desarrollo. A diferencia de ello, la concepción del Buen Vivir se basa en la idea de que el progreso no debe medirse solo en términos de crecimiento económico, sino también en términos de equidad social, sostenibilidad ambiental y valores e identidades culturales.

Así, la idea de crecimiento económico se transformó en una especie de mandato sacrosanto, en una verdad única e incuestionable que acabó por someter o ignorar toda y cualquier perspectiva surgida fuera del canon occidental de formación de la modernidad y del capitalismo como modelo civilizatorio. Consecuencia directa de ello es que la mayor parte de las actividades productivas, extractivistas o de matriz energética tradicional (p. ej. Centrales termoeléctricas o Hidroeléctricas) poseen efectos devastadores sobre el clima, tal como lo hemos demostrado en la primera parte.

Ello se ha venido incrementando desde hace algunos años, razón por la cual diversos pueblos originarios han denunciado ante las autoridades nacionales y ante organismos internacionales los impactos nefastos de las actividades productivas y predatorias realizadas por empresas privadas y, a veces, por entidades públicas. Tales “emprendimientos” traen como consecuencia la deforestación, la contaminación o extinción de las aguas, la devastación de territorios ocupados por pueblos indígenas, la destrucción de la biodiversidad, la devastación causada por la minería, la agricultura y/o la producción pecuaria, que aceleran el exterminio de dichos pueblos junto con la destrucción de sus ecosistemas.

De esta manera, el Buen Vivir se fue articulando con otras propuestas alternativas a dicho padrón convencional del desarrollo, constituyéndose en nuevas formas de pensar y de sentir la realidad, el sentipensar del cual nos hablaba Orlando Fals Borda. Para estas sociedades la noción de Buen Vivir se vincula fuertemente con la idea de democracia radical, es decir, con la necesidad de elaborar espacios de toma de decisiones para el conjunto de la población, ya sea a nivel local, regional o nacional, en donde el saber atávico y popular y las tradiciones ancestrales sean reconocidas y valoradas y de esta manera poder incidir en el diseño y la formulación de las propuestas de políticas públicas de desarrollo. Como acertadamente ha señalado César Germaná, el Buen Vivir es finalmente una revuelta contra el individualismo, la tecnocratización y la perdida de sentido. De manera que su irrupción en el debate teórico y en las experiencias prácticas representa una recuperación de las “tradiciones que habían sido subalternizadas y marginalizadas por el patrón de poder colonial/moderno”.

En ese contexto, numerosos estudios se han dedicado a rescatar variadas experiencias prácticas de Buen Vivir entre comunidades indígenas, abordando la relación de sus miembros con la gestión de los recursos naturales, las formas de cooperación y reciprocidad y el respeto por la diferencia, la diversidad, el pluralismo de pensamiento y el autogobierno comunitario presente en dichas colectividades. Tales comunidades se preguntan, entre otras cosas, en cómo ser lo que somos con la presencia de la diferencia. Su respuesta aplicada en la vida cotidiana es aprender a convivir con lo diferente, que es distinto de lo opuesto, pues según su cosmovisión no existen los seres humanos opuestos.

En ese contexto, los pueblos nativos vienen demostrando una relevante capacidad para organizarse mancomunadamente en torno a la defensa de sus territorios y sus derechos. Tales comunidades han utilizado estrategias novedosas de movilización, cooperación, comunicación y uso de mecanismos institucionales y legales para el acceso a los bienes comunes, tal como ha quedado demostrado por una serie de investigaciones realizadas en torno a las dinámicas de cuidado y preservación de la vida y la naturaleza.

Reflexiones finales

Sostenemos resumidamente que la búsqueda de una racionalidad alternativa, tal como se puede desprender de la obra del Amauta, se enlaza fuertemente con la cosmovisión incorporada por los pueblos originarios en la noción de Buen Vivir. Siendo el Buen Vivir una filosofía, una visión de mundo y una praxis asentada en dichas poblaciones que promueve el bienestar holístico de las personas y sus grupos en plena armonía con la naturaleza y las diversas formas de vida, en el actual contexto de crisis climática, esta perspectiva cobra especial relevancia.

El Buen Vivir aboga por un cambio en el paradigma de desarrollo, alejándose de un modelo centrado en el crecimiento ilimitado y su distribución por medio del consumo, encaminándose hacia un modelo que priorice a la gente, su bienestar y la protección del entorno en que viven. Ello implica reconocer la interdependencia entre los seres humanos y la naturaleza y aspirar hacia la consolidación de un equilibrio que asegure la preservación de los ecosistemas para las generaciones futuras, tal como está incorporada en la definición básica de sustentabilidad.

Esto implica valorar y respetar la diversidad cultural y la pluralidad de las diversas formas de existencia, reconociendo que no existe una única forma de llevar la vida. Y junto con ello, es preciso promover la participación ciudadana y el dialogo inclusivo en la toma de decisiones, asegurando que las políticas y acciones que tienen impacto sobre el clima sean debatidas y deliberadas por estos colectivos. Reconocer y respetar la autonomía de los pueblos indígenas y las entidades locales para gestionar sus propios recursos naturales, es una tarea imprescindible para asegurar una mayor equidad y una justicia climática que sea capaz de contornar los efectos perversos de las actividades empresariales en los diversos ecosistemas.

Asimismo, esta cosmovisión y sus desdoblamientos prácticos representan una reorganización de la vida en muchos ámbitos, suponen renunciar al consumo artificial para emprender un consumo auto-limitado y adecuado a las necesidades reales de las personas, suponen pensar en el uso de energías alternativas y limpias, suponen reducir la huella ecológica a través de actividades en escala local y de relaciones más equitativas entre los miembros de una comunidad.

En resumen, el Buen Vivir ofrece un marco ético y político para abordar la crisis climática, que va más allá de simplemente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Propone un cambio profundo en la forma en que concebimos el desarrollo y nuestra relación con la naturaleza, promoviendo un enfoque holístico y equitativo con respecto a los posibles caminos para construir una vida más armónica del ser humano consigo mismo, con sus congéneres y con el mundo natural, que pueda garantizar la supervivencia y el bienestar de todas las formas de vida en el planeta.

En su propuesta original, José Carlos Mariátegui ya vislumbraba estos aspectos como una dimensión que él atribuía al “comunismo incaico” y que serían las bases para la construcción de un nuevo proyecto colectivo. Una plataforma viable capaz de superar las formas nocivas del modo de producción capitalista para centrarse en la realización de una sociedad más justa, solidaria y equilibrada: el socialismo indoamericano.

terça-feira, 5 de agosto de 2025

Los posibles escenarios que se abren con la prisión efectiva de Bolsonaro

 
Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

Bolsonaro está en prisión domiciliar, destacan los titulares de los principales diarios del país ¿Y ahora qué puede pasar si Bolsonaro es efectivamente encarcelado? Según los pasos que ha seguido el proceso judicial en su contra, falta poco para que el expresidente sea condenado a la cárcel por los delitos que él, junto a otros 33 cómplices -militares y civiles- cometieron a partir de su derrota electoral en octubre de 2022.

Solo para recordar, las acusaciones que pesan sobre este grupo de sediciosos articulados en torno a una trama golpista fracasada incluye los siguientes cinco crímenes: Conspiración para dar un Golpe de Estado; abolición del Estado democrático de Derecho; asociación criminal armada; daño calificado al patrimonio público y deterioro del patrimonio histórico nacional. Si es considerado culpable por todos estos delitos, Bolsonaro puede llegar a ser condenado a más de 40 años de cárcel y aumentar su inelegibilidad, que actualmente llega hasta el año 2030.

Lo anterior no incluye otros crímenes por los cuales el excapitán también está siendo investigado, como su conducta negligente durante la pandemia del Covid19 que causó la muerte de más de 700 mil ciudadanos, la falsificación del certificado de vacuna cuando viajó a Estados Unidos o la intención de vender las joyas y relojes de oro que había recibido del gobierno de Arabia Saudita. A ello, se puede sumar recientemente, la conspiración efectuada por el expresidente y su hijo Eduardo junto al gobierno de Trump, para que este aplique sanciones tarifarias a Brasil y penalice a miembros del Supremo Tribunal Federal, en especial al Ministro Alexandre de Moraes.

En rigor, no existe ninguna ilegalidad cometida por el ministro de Moraes por las cuales pueda ser acusado por la Justicia estadounidense y el gobierno de Trump. Al contrario, el proceso conducido por este ministro ha seguido estrictamente todos los pasos procesuales que considera la legislación brasileña, con la posibilidad de legítima defensa de los reos y el derecho al contradictorio consagrado en la Constitución.

Entonces, pensando en una situación -cada más plausible- de que se haga efectiva la prisión de Bolsonaro, cabe preguntarse sobre sus desdoblamientos en posibles futuros escenarios, tanto en términos institucionales como en lo que respecta al ámbito de lo que pueda ocurrir con la extrema derecha y el bolsonarismo.

Una primera cuestión es que la prisión del expresidente y sus comparsas por los delitos de que son acusados, representa un triunfo del Poder Judicial y del cumplimiento del principio de que “nadie está por encima de la ley”. Ello debería fortalecer la confianza de la población en el papel del Supremo Tribunal Federal (STF) y en la pluralidad de organismos de la institucionalidad democrática atacados sistemáticamente por el bolsonarismo.

Indudablemente, Bolsonaro y sus huestes van a reaccionar violentamente a una decisión de este tenor, acusando a la justicia de ser víctimas de una persecución política y llamando a sus seguidores a tomar las calles –como el pasado 8 de enero de 2023- para exigir una amnistía de los condenados, pero en este caso, sin muchas posibilidades de revertir la condena. La mayor parte de la población brasileña ya se manifestó a favor del encarcelamiento de Bolsonaro y sus secuaces por el conjunto de los delitos por los cuales están siendo juzgados.

Pero una radicalización del llamado “bolsonarismo raíz”, se va a enfrentar con la propia división de la derecha y la extrema derecha con vistas a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias del año que viene. En este espacio político se constata una división entre las varias figuras que se vislumbran como posibles candidatos a presidentes, entre ellos, Tarcísio de Freitas, Romeu Zema, Ronaldo Caiado y Ratinho Junior, que son los actuales gobernadores de Sao Paulo, Minas Gerais, Goiás y Paraná, respectivamente. También aparecen como posibles presidenciables la esposa del expresidente (Michelle) y los hijos Flavio y Eduardo Bolsonaro.

En ese sentido, existen distintas estrategias que deberán ir asumiendo estos posibles candidatos, algunos acentuando su extremismo con una adhesión sellada a Bolsonaro y a las medidas coercitivas tomadas por el gobierno Trump, junto con un enfrentamiento directo al Supremo Tribunal Federal como una manera de movilizar a los votantes incondicionales del excapitán. Otros deben asumir una postura más distante del bolsonarismo, tratando de ganar el apoyo de electores de derecha más moderados que perciben que una solución a los dilemas del país no pasa por una mayor radicalización de la derecha, sino que en la conformación de un bloque conservador que se mueva dentro de las reglas del juego democrático. Otros pueden mantenerse en una posición más “neutra” esperando los resultados de los acontecimientos y las encuestas de opinión.

Por otra parte, sin la presencia aglutinadora de Bolsonaro como sucedió en las dos elecciones pasadas (2018 y 2022), la tendencia es que se producirá una reconfiguración y probable fragmentación del campo de la derecha, con corrientes que recuperen su discurso tradicional liberal, otras que apuesten en una mirada tecnocrática y conservadora o, finalmente, otras ideológicamente más radicalizadas, como las huestes ultraderechistas y neofascistas que siguen reivindicando el Golpe de Estado y la ruptura democrática. La inclinación por una u otra alternativa va a depender ciertamente de la postura que asuma la mayoría de los electores con relación al encarcelamiento e Bolsonaro y de quienes lo acompañaron en la tentativa de dar un golpe.

Ello también puede implicar un repunte del presidente Lula da Silva que sigue siendo la carta más fuerte de la actual situación y el candidato mejor evaluado entre todas las posibles figuras que se destacan para darle continuidad a su gobierno (Fernando Haddad, Geraldo Alckmin o Simone Tebet). Resumiendo, la prisión de Bolsonaro representa el triunfo de la democracia y las instituciones jurídicas del país, como también puede significar la pulverización de la extrema derecha y la oportunidad para el surgimiento de un nuevo pacto democrático entre el conjunto de fuerzas políticas cansadas del clima de odio, violencia extremista y radicalización impuesto por el bolsonarismo en los últimos años.