quinta-feira, 17 de março de 2016

Los grandes desafíos del ministro Lula

Esther S. Sieteiglesias
Diario La Razón

¿Cómo valora el movimiento de Lula da Silva? ¿Entra en el Gobierno brasileño para protegerse de la Justicia?

Solo en parte, porque el fuero privilegiado que le otorga a Lula asumir el cargo como Ministro de la Casa Civil sólo le evita seguir en el proceso a cargo del juez Sergio Moro, en el Tribunal de Curitiba, Estado de Paraná. Ese “blindaje” no le sirve del todo, pues las investigaciones deberán pasar a manos del Tribunal Supremo Federal, instancia que tiene absoluta autonomía del Gobierno y que bajo ninguna hipótesis permite sospechar que participaría de algún tipo de colusión con Lula, el Gobierno o el Partido de los Trabajadores. Existen demasiadas evidencias de que Lula no contará con el beneplácito de los magistrados, que han demostrado que el principio de isonomía funciona –aunque sea tardíamente- en la República de Brasil. En todo caso es un movimiento complejo, pues la oposición ya está preparando una batería de acciones legales en todos los estados del país para impedir que el ex presidente asuma dicha cartera ministerial, con el argumento de que el ex mandatario se encuentra en estos momentos inhabilitado para ejercer cualquier cargo público debido a que está siendo investigado por la Justicia.

Al frente de este importante ministerio, ¿qué podrá hacer el ex presidente Lula?

Si Lula llega a asumir efectivamente este jueves el Ministerio de la Casa Civil, tendrá que resolver dos importantes desafíos. El primero es evitar que prosiga el "impeachment" contra la presidenta Rousseff. El Gobierno y sus partidarios, esperan que Lula haga gala de sus habilidades de articulador y consiga el apoyo de un sector mayoritario del PMDB (partido de la base aliada) y de otros partidos para bloquear en la Cámara de Diputados la apertura del pedido de impugnación del mandato y, por el contrario, consiga que dicho proceso sea archivado en forma definitiva. El segundo gran desafío que tiene Lula es lograr que la economía brasileña salga de la crisis recesiva y de “un salto hacia adelante” a través de la la vuelta ael crecimiento por vía de políticas neo desarrollistas con aumento de la inversión, generación de empleo y mantenimiento de las políticas sociales que han sido el sello de las administraciones del PT desde 2003. Por cierto, ambas tareas son muy difíciles y existe una alta probabilidad de que Lula fracase en su esfuerzo, comprometiendo seriamente su imagen política y sus pretensiones de ser el candidato favorito en las próximas elecciones presidenciales de 2018.

Lula da Silva es muy querido en Brasil, ¿cree usted que la presidenta Rousseff le hace ministro para mejorar su popularidad?

Sí, efectivamente Lula es muy querido en Brasil, pero especialmente en los sectores populares que han sido los principales beneficiarios de las políticas asistencialistas de transferencia de renta condicionada impulsadas por los diversos gobiernos del PT. Pero existe un porcentaje no despreciable de brasileños que sospechan que Lula y su familia se enriquecieron durante los últimos años y las manifestaciones del último domingo representan una demostración de que el malestar provocado por la corrupción y el asalto a los cofres públicos -siendo un problema transversal a todos los partidos- se agudizó en este último periodo principalmente debido a la gestión del Gobierno y de los vínculos sospechosos que se generaron entre éste, los partidos de la coalición y las empresas contratistas. El caso Petrobras viene a corroborar el nivel de compromiso entre importantes funcionarios del Gobierno, líderes de partidos y gerentes de las empresas en desvíos millonarios de recursos. La delación premiada del senador Delcídio do Amaral (ex líder del gobierno en el Congreso) está provocando un torrente de acusaciones, principalmente entre sus ex correligionarios del PT.

Con Lula al frente, ¿pasa Rousseff a un segundo plano?

A pesar de este escenario complejo y adverso, la presidenta Dilma y miembros de su Gobierno confían en que el ex presidente Lula podrá superar los escollos que se vislumbran en el camino a partir de su carisma personal y de su gran capacidad de persuasión y negociación. Un problema –muy serio por lo demás- derivado de la decisión de nombrar a Lula en un cargo de indiscutible importancia política, es que la presidenta virtualmente abdica de su papel de primera mandataria y cede a Lula la función de gobernar y poner “orden en la casa”, con el riesgo de transformarse en poco tiempo en una mera figura decorativa que circula por los corredores del Palacio de Planalto. No creo que la nominación de Lula le permita mejorar su popularidad, que ya se encuentra muy deteriorada. A lo más, le permitirá un respiro de corto plazo en medio de la crisis, pero cuyas proyecciones en un futuro cercano son bastante grises, considerando entre otros elementos, que la oposición está convencida en acabar con su mandato lo más rápido posible y que la recesión económica puede mantenerse por otro par de años.

Los votantes y simpatizantes del Partido de los Trabajadores, ¿están contentos con este movimiento?

En el clima de polarización que se ha apoderado del país en este último periodo, un sector de la militancia apoya incondicionalmente al partido y al Gobierno, es un nosotros contra ellos, las fuerzas progresistas y populares contra las fuerzas golpistas y reaccionarias. Sin embargo, un sector crítico de las acciones del PT, tanto a nivel de ciertos líderes como de su militancia, observan con preocupación la pérdida de orientación en que se encuentra el proyecto petista, producto de su política pragmática y de abandono de sus principios ético-políticos en que se enaltecía el papel del sujeto colectivo, de las bases partidarias, de la honestidad y la vocación pública de sus militantes y, especialmente, de sus dirigentes. Este proceso de descomposición del partido no es nuevo, aunque se profundizó efectivamente desde que el PT asumió el Gobierno. Desde ese 1 de enero de 2003 muchas figuras emblemáticas y militantes del conglomerado han renunciado a sus filas ya sea para formar otras organizaciones (PSOL, REDE) ya sea para renunciar definitivamente a la vida partidaria.

¿Esperaban algo más de sus políticos, sobre todo tras los escándalos de corrupción?

Muchos de los militantes del PT están decepcionados, no solo de la corrupción sino también de la política de ajuste que impulsa el Gobierno para contener los gastos. Pero en el actual contexto de confrontación que existe en Brasil, se presenta un falso dilema del tipo o estoy a favor del Gobierno, del PT y la democracia o estoy con los golpistas que quieren retrotraer las conquistas populares. Insisto en el hecho de que este es un falso dilema, porque los gobiernos del PT no han sido ni revolucionarios ni anti-capitalistas. Sus políticas se enmarcan dentro de lo que podríamos llamar como un ciclo socialdemócrata imperfecto, en el cual se despliegan un conjunto de acciones de perfil asistencialista y de protección social que buscan crear mayores condiciones de igualdad y justicia social entre los brasileños. Todo ello realizado en un marco de respeto a las instituciones y observancia de la ley y la Constitución.

La marca del patrimonialismo y la corrupción endémica existente en el país también contaminó al gobierno y al partido creando una estructura burocrática llena de privilegios que estableció relaciones fraudulentas con las grandes empresas y que se enriqueció a costa de las aspiraciones ciudadanas de una vida más digna. Pienso que en un futuro próximo esta tergiversación subterránea, dramática, de los principios ético-políticos puede llevar a la decadencia del partido en términos de tener un papel irrelevante en el escenario político. A no ser que un profundo proceso de autocrítica le permita al PT recuperar su legado original junto con una renovación dialéctica de su proyecto, que lo posicione nuevamente como la gran esperanza de justicia social e inclusión para la enorme mayoría del pueblo brasileño.

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