quarta-feira, 5 de setembro de 2012

El pueblo del abismo: el Londres que denunció Jack London

Ramón Pedregal Casanova
Crónica Popular

Jack London (1876-1916) además de los conocidos “Colmillo blanco”, “La llamada de la selva” y “Martín Edén”, escribió libros con carácter marcadamente social: “El talón de hierro”, “Guerra de clases”, “La revolución y otros ensayos”, y “El pueblo del abismo”. Éste último lo hizo en 1902 tras su paso por East End, barrio londinense de la clase obrera, y se editó por primera vez en 1903.

El East End era un gueto al que la burguesía echaba a las familias de la clase obrera para así tenerlas retiradas de su vista. Jack London decidió conocer esa parte de la ciudad estando a la espera de la documentación que el periódico para el que escribía debía hacerle llegar con el fin de que continuase su viaje como corresponsal a la Guerra de los Bóers, en Sudáfrica. Y durante un par de meses vivió en esa zona de la ciudad que hoy se vende como la ciudad olímpica de lo occidental, moderna y atractiva para el turismo, más allá de ser uno de los puntos neurálgicos donde los poderosos toman decisiones que ensombrecen el mundo.

Jack London comunicó a un amigo su intención de traslado, algo que el otro intentó quitarle de la cabeza advirtiéndole de todo tipo de peligros. Sin embargo dejó su dinero excepto alguna moneda para usar en caso de una situación extrema, y se adentró en aquel barrio. Compró a un ropavejero la ropa desechada por un marinero, buscó una habitación que era más una cueva inmunda, y, a partir de ese momento, vivió con el hambre, los castigos y demás calamidades que ocasionaban a la clase obrera los patronos capitalistas, su policía y los guardianes de los comedores para pobres; quería saber de primera mano.

“El pueblo del abismo” es un reportaje de investigación impresionante, y además tan conectado con el momento que vivimos que nos hace pensar que 1902 no está tan lejos como parece; multitudes sin empleo, casas míseras, alimentos de la basura, explotación degradante, sin derechos, sin descanso, persecución policial a los más pobres por motivos que nos devuelven a nuestra vida diaria… Hace tan solo unos días se denunció el caso de los niños que pasan hambre en Inglaterra y en concreto en Londres.

Jack London sabe las circunstancias en las que viven las víctimas del sistema y cuales son los resultados de su imposible escapatoria: “Desde el instante mismo de su nacimiento todo cuanto le rodeaba contribuyó a hacerle insensible, más que a endurecerlo”. Escribe lo que ve a su alrededor, lo que le cuentan, lo que lee en periódicos, y saca a la luz lo más oculto haciendo que lo que pasa por normal adquiera relevancia; se rebela contra el embrutecimiento en el que están sumidos los 450.000 habitantes del East End, “Ni siquiera sueñan con pedirle algo más a la vida”. A pesar de que el hambre mata, pudre, consume a la multitud, la familia obrera, por más que todos sus miembros empleen las 24 horas del día en cualquier trabajo, no encuentra el camino de las aspiraciones de clase.

En ese verter constante a los cuadernos los acontecimientos vividos cuenta cómo, tras varios días sin comer, después de acudir con otros dos parados a un albergue y ser rechazados, decide usar la moneda que había guardado como último recurso e invitarles a comer en una taberna: “Ya no tuve más remedio que contarles que no era un mendigo, sino un investigador, un estudioso social que intentaba saber cómo vivía la otra mitad de la población, la más desfavorecida. Entonces se cerraron como si tuvieran las valvas de las almejas. No era yo uno de ellos, luego nada tenían que decirme; había cambiado mi manera de expresarme, hasta mi tono de voz era diferente; era, en suma, un individuo superior, ante el que ellos no podían por menos que demostrar su gran conciencia de clase”.

En el libro, además de los acontecimientos que recoge, deposita sus reflexiones y las advertencias y las llamadas a quien puede leer y lee: “… mis queridas gentes de vida muelle, si algún día visitáis Londres y os topáis en vuestro paseo con estas personas miserables que duermen en los bancos y sobre la hierba de los parques, no creáis que son vagos que se tumban ahí para no trabajar. Sabed que, por el contrario, los poderosos, los que mandan, les han obligado a caminar de un lado a otro durante toda la noche, y que de día no tienen otro sitio donde echarse a dormir”.

Por allí mismo, poco más allá, pasa la Guardia Real, es el desfile de la Coronación del reinante mantenedor de la miseria y la explotación. La Guardia Real, hombres de gran estatura con corazas de combatge y espada de acero, “dispuesta a defender a los poderosos”, y la multitud a distancia tras varias filas de policías y otros en formación, hombres altísimos y con pinta de estar bien alimentados, con buenos músculos… y con las armas prestas por si había necesidad de usarlas. … mucha fuerza. Una fuerza aplastante. Millares de hombres espléndidos, fortísimos, lo mejor del pueblo, sin otra misión en esta vida que la de cumplir ciegamente las órdenes que se les dieran. Matar y destruir”.

Jack London continua explicando el desequilibrio en el reparto de los bienes sociales, de cómo un porcentaje minúsculo, un grupito social, se adueña de todo lo producido, de la implicación eclesiástica y de los distintos poderes en el mantenimiento de semejante organización social recorrida por el hambre y el miedo. Aunque, a veces se encontraba con alguien rico en esfuerzo por saber y luchar capaz de, tras jornadas de trabajo durísimo y a lo largo de años, sacar de las horas de la noche el conocimiento hasta hacerse un destacado luchador por los derechos de la clase obrera.

Por las páginas de “El pueblo del abismo” pasa la persecución a los vagabundos, la negación de la comida a quienes no tienen nada y la persecución a quienes les dan (en estos días se ha sabido que en EEUU han sacado una ley por la que se persigue a quien ayude a las gentes que viven en la calle, y hay 50 millones de pobres) , nos cuenta la burla que hacen los jueces de quienes se suicidan por pura desesperación por los desahucios, el hambre y las enfermedades, las condenas que dictan sobre quien no encontrando trabajo coge algo para dar de comer a sus hijos (en España 1 de cada 4 niños pasa hambre) que se encuentran desamparados, cuya nobleza y risa se empañan y desaparecen en la selva del capitalismo que les ataca sin piedad. Cadáveres vivos y cubiertos con harapos, mujeres, chicas, hombres, niños, que, a pesar de todo, dan lo que tienen para la caja de resistencia de sus compañeros.

¿Por qué es tan poco conocido este libro de investigación periodística de Jack London? En su momento causó un escándalo de tal calibre que en Inglaterra los sectores dominantes emprendieron contra London una virulenta campaña de condenas e insultos. Sin embargo, a Jack London al escribir lo que iba conociendo, se le encogía el corazón y se le llenaban los ojos de lágrimas. Su profundización en lo que le rodea, sus reflexiones, su llamada desde el abismo, son para leer a gritos, para saber, asumir, llamar a la puerta de la clase obrera y sentir el mayor respeto.

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