segunda-feira, 9 de agosto de 2010

Una claridad bastante opaca


José Manuel Naredo
Público

A veces la excesiva iluminación de una fachada impide ver los interiores en penumbra. Es lo que ocurre con las deslumbrantes pruebas de resistencia de la banca española que, en vez de subrayar, soslayan sus puntos débiles. Este alarde mediático no disipará las dudas que frenan la afluencia de capitales hacia la economía española, ni disolverá el endeudamiento exterior de la banca que motiva la sequía de créditos.

Los test de resistencia aplicados confirman que tanto la banca europea como la española ocupan posiciones sólidas en lo que concierne a sus ratios de capitalización formal. El problema de la banca española no arranca de no haber provisionado bien los riesgos, sino de haberlos concentrado en el sector inmobiliario desoyendo las advertencias sobre el peligro que entraña la exposición de diversas entidades a un mismo riesgo. La exposición de la banca española al sector inmobiliario acabó siendo superior a la de todos los otros países de nuestro entorno, incluido EEUU, como informó el Banco de Pagos Internacionales en 2007. El problema actual estriba en que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria afecta por diversos caminos a la salud del negocio bancario y hace depender los juicios sobre la solvencia de la banca de los criterios de valoración de los activos inmobiliarios y sus derivados. Por ejemplo, la comprometida solvencia de las cajas no sólo resulta del aumento de la morosidad y los impagos, sino de la pérdida de valor de sus activos y participaciones asociadas al negocio inmobiliario o a proyectos ruinosos vinculados al mismo, como los parques temáticos… o el aeropuerto privado de Ciudad Real.

La forma en la que se valoran los activos inmobiliarios en los balances es una cuestión clave cuya opacidad persiste a pesar de los test de resistencia de la banca. El hecho de que, a diferencia de la bolsa, el mercado inmobiliario no disponga de una estadística de los precios a los que efectivamente se realizan las transacciones, sino de precios de tasación que muestran una sospechosa aversión a la baja, contribuye a mantener esa opacidad. Las pruebas de estrés soslayan esta oscura situación para atribuir en el peor de los pronósticos una caída total del precio de la vivienda del 28%, cuando las propias entidades financieras e inmobiliarias vienen ofreciendo rebajas superiores a esa cifra. Por favor, menos complacencia y más modestia y transparencia a la hora de encarar los problemas.

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