segunda-feira, 17 de março de 2025

Johannes Kaiser y la parodia fascista

Adolfo Estrela
El Desconcierto

Johannes Kaiser Barents-Von Hohenhagen, oriundo de Santiago de Chile, fue un nazi precoz. Gustaba de regalar esvásticas a sus compañeros de colegio, comentó en una entrevista. A confesión de parte, relevo de pruebas, aunque ahora reniegue de su pasado.

Desde 2013 mantiene un canal de youtube donde da rienda suelta a su incontinencia verbal, y desde donde insulta, menosprecia y manipula. Comenzó como un outsider y ahora es una carta presidencial de una extrema derecha nacional que él está ayudando a reconfigurar, formando parte de la ola reaccionaria mundial.

Su discurso es machista, vulgar y maniqueo. Mucho más que el de José Antonio Kast a quien, por ahora, está desplazando en el torneo electoral de la derecha por blando, demasiado fino y sonriente. El mercado de la extrema derecha criolla demanda, al parecer, otra cosa, algo más prosaico, si cabe. Sin embargo, nada está decidido todavía.

En un país donde se han diluido todos los controles morales frente a la barbarie, tenemos a un posible candidato a la presidencia de la República que justifica y aplaude con orgullo los crímenes de la dictadura cívico-militar (“Estaban bien fusilados esa gente en Pisagua. Bien fusilados”) que ataca y ofende a las mujeres, inmigrantes y minorías de todo tipo y, en sus ratos libres, produce un documental glorificando a un torturador como Miguel Krassnoff Martchenko.

Hoy es alguien a quien se invita habitualmente a conversar como representante de una opinión política más. Esto da cuenta de la debilidad ética, política y jurídica de la sociedad chilena en general y de la clase política en particular, frente a este tipo de personajes. El autoritario, el populista de derechas, el neofascista, o quien coquetea con estas ideologías, no es un “legítimo otro”, usando el concepto de Humberto Maturana.

Es decir, no es un sujeto con quien se puede asentar la convivencia sobre la empatía y el respeto mutuo. Kaiser no es simplemente un personaje “polémico”, no es una curiosidad más o menos folklórica dentro del espectáculo electoral. Kaiser es una persona intolerante que expresa una ideología cruel y tóxica que divide al mundo entre amigos y enemigos.

Pienso que frente a Kaiser sólo cabría la intolerancia y el ostracismo democráticos. Sin embargo -aquí y en todo el mundo-, ya es demasiado tarde. Los “cordones sanitarios” no funcionaron. El huevo de la serpiente ya eclosionó.

Kaiser, como muchos otros semejantes, carece de pensamiento propio. Es un repetidor, una parodia de las recetas de la altright norteamericana, que es un menjunje de neoliberales, ordoliberales, paleolibertarianos, anarcocapitalistas, supremacistas blancos y neofascistas partidarios de la “ilustración oscura”.

Todas estas “nuevas caras de la derecha” como las denomina Enzo Traverso, son muy liberales en lo económico pero archiconservadoras y represoras en lo social y en lo moral. Constituyen una fauna dogmática siempre transgrediendo los límites de “lo decible”, que en unas pocas décadas ha pasado de la marginalidad a gobernar países.

Pero, si bien “el fascismo a cuyo retorno estamos asistiendo no es el que alguna vez existió”, como afirma el historiador Federico Finchelstein, en muchos aspectos se parece mucho. Es una buena parodia. La estrategia de Kaiser, perniciosa como la de sus pares, consiste en repetir sandeces tras sandeces. Su estrategia es la provocación constante, usando y abusando de las redes sociales donde despliegan su odio y delirios conspiracionistas. Se apoyan en una masa digital domesticada, una masa algorítmica, diseñada y programada por ellos mismos. Una tecnomasa que no piensa pero actúa.

El discurso de Kaiser es una caricatura de discursos exteriores a la realidad chilena. No tienen arraigo cultural, pero sí tienen eficacia retórica porque remueven y movilizan las pulsiones básicas de la tribu.

Los fascistas paródicos, como los originales, tienen siempre disponible una oferta de orden autoritario para un desorden social, real o imaginario, que ellos mismos han contribuido a crear. Inventan o exageran peligros y a continuación ofrecen soluciones simples y burdas. Para ellos no hay más verdad que aquella que se construye a fuerza de repeticiones, aunque esas repeticiones sean mentiras.

Contra sus enemigos desatan una “batalla cultural” que consiste en reiterar, hasta el hartazgo, tres o cuatro ideas elementales para influir en los valores, creencias y normas culturales de una sociedad mundial hegemonizada por las izquierdas. Sus enemigos son el liberalismo claudicante, la multiculturalidad, el wokismo, el marxismo igualitarista, la Agenda 2030, los inmigrantes, las feministas y ecologistas. “De modo contraintuitivo se asegura que la izquierda ha triunfado y ha logrado imponer su hegemonía en lugares clave del poder global”, dice Pablo Stefanoni.

Kaiser todavía no ha dicho “zurdos de mierda” como su referente transandino ni ha mostrado una motosierra, pero ha dicho que hay que “depurar” el Estado de personas no eficientes. Adivine usted quienes, en la historia, han usado el término “depuración” y contra quienes. Como su hermano Alex, Johannes pelea sobre todo contra un enemigo inexistente: el Estado. Lo hace en un país como Chile, ejemplo neoliberal en el mundo, cuyo aparato público lleva décadas de desmantelamiento a partir de la dictadura civil-militar.

En Chile las empresas de propiedad pública corresponden aproximadamente al siete por ciento del total, mientras que, por poner un ejemplo, en España son alrededor de quince por ciento y en Argentina alrededor del veinte. Estos datos empíricos, sin embargo, no tienen ninguna relevancia para ellos porque la receta es repetir consignas falsas hasta que sean aceptadas como verdades.

Todo es posible cuando las ciudadanías desconcertadas están buscando al líder que las haga creer en algo. Kaiser es un emergente en una sociedad como la chilena, precarizada, desarticulada, desmovilizada y agotada después de décadas de hegemonía neoliberal.

Y, después del fracaso/derrota de la revuelta de octubre, es una sociedad asustada, deprimida, desconfiada y resentida que se ha negado a sí misma sus deseos emancipatorios y camina cabizbaja a intercambiar su libertad por la falsa seguridad que le ofrecen los mismos que han creado la inseguridad.

Kaiser, no es sólo otro momento del péndulo electoral, que en algún momento volverá a la cordura y elegirá a líderes “como los de antes”, esencialmente democráticos, con visión de Estado, ponderados etc. Kaiser es otra de las muchas expresiones tristes de sociedades que caminan hacia la barbarie.

segunda-feira, 10 de março de 2025

La clase obrera británica contra el golpe de Pinochet

Owen Dowling
Jacobin América Latina

Cuando el ejército chileno derrocó a Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, los tories británicos lo festejaron como una buena noticia para los inversionistas. Pero los sindicatos trabajaron para bloquear el comercio de Gran Bretaña con los golpistas.

«Para los intereses británicos (…) no hay duda de que Chile bajo la junta es una perspectiva mejor que el caótico camino de Allende hacia el socialismo, [y] nuestras inversiones deberían ir mejor». Diez días después del golpe militar contra el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile, el ministro de Asuntos Exteriores británico, Alec Douglas-Home, hizo una valoración optimista del golpe del general Augusto Pinochet y de la sangrienta reafirmación de la hegemonía capitalista.

Pero si Douglas-Home hablaba en nombre de muchos miembros de la clase dominante británica, el movimiento obrero de su país no compartía su actitud hacia el nuevo gobierno. Tal y como veían las cosas los sindicatos, sus «intereses» no estaban alineados con los inversionistas, sino con los partidarios de la Unidad Popular que ahora se enfrentaban a la tortura y el asesinato en las cárceles del régimen pinochetista.

De hecho, las consecuencias del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, cuando el nuevo régimen respaldado por Estados Unidos actuó de acuerdo con su intención declarada de «erradicar» el «cáncer marxista», horrorizaron a muchos miembros del movimiento sindical británico, lo que contribuyó a impulsar una campaña de solidaridad con el pueblo de Chile. La reacción fue tanto más sentida cuanto que el gobierno de Allende había aplicado un programa socialista democrático, y muchos de los perseguidos tras la toma del poder por los militares eran compañeros de militancia en partidos y sindicatos de izquierda. El diputado laborista Eric Heffer, que había conocido a Allende como parte de una delegación que viajó a Chile en 1972, «lloró sin pudor» al recibir la noticia de que el intento que había presenciado «de alcanzar el socialismo a través del proceso parlamentario» había sido «asesinado».

La apresurada organización de un movimiento de solidaridad con Chile en el Reino Unido exasperó los esfuerzos de los sucesivos gobiernos británicos por mantener relaciones con la junta. La aversión a las atrocidades de Pinochet en Gran Bretaña no se limitó a la izquierda socialista: muchos liberales y grupos eclesiásticos llegaron a oponerse al régimen por motivos humanitarios. Pero fue la claramente izquierdista Campaña de Solidaridad con Chile (CSC), con su dirección fundacional asociada al Partido Comunista, la que constituyó la principal voz antipinochetista en la sociedad civil británica, a través de su amplia labor entre el movimiento obrero.

Los sindicalistas que colaboraron con la CSC a lo largo de las décadas de 1970 y 1980 contribuyeron a crear una apasionada cultura de solidaridad internacional. Esto también supuso demostraciones prácticas de apoyo al pueblo chileno: concentraciones y conferencias, boicots a los productos chilenos y al trabajo en equipos chilenos, apoyo al reasentamiento de refugiados y delegaciones sindicales al país. La organización de la campaña entre el movimiento obrero trabajó para asociar la lucha contemporánea contra la dictadura de Pinochet con las tradiciones orgullosamente reivindicadas del socialismo británico, especialmente la solidaridad transnacional de la clase obrera y las luchas contra el fascismo.

El efecto fue un discurso muy emotivo en torno a la causa chilena que resonó entre los sindicalistas británicos y les inspiró para emprender acciones colectivas en apoyo de un pueblo situado a miles de kilómetros de distancia.

Sentimiento de clase

La CSC se fundó poco después del golpe, en medio de la alarma y la condena de las noticias procedentes de Santiago que resonaban en toda la izquierda británica. Desde el principio, se concibió como una organización abiertamente política. Se diferenciaba del Comité de Derechos Humanos de Chile, una ONG creada al mismo tiempo, por su defensa de perspectivas socialistas, antifascistas y antimperialistas, en un lenguaje de solidaridad y lucha.

Los sindicatos participaron en la CSC desde el principio, con sindicalistas que ocupaban puestos destacados en el comité ejecutivo de la campaña y muchas ramas del movimiento obrero que se coordinaban con los organizadores de la CSC a escala local. En su quinto año, la campaña contaba con treinta afiliados sindicales nacionales y contaba entre sus patrocinadores a dirigentes sindicales como Jack Jones, Joseph Gormley y Hugh Scanlon. La manifestación de diez mil personas en Londres para conmemorar el primer aniversario del golpe fue una movilización significativa: con más de doscientas pancartas sindicales y encabezada por una vanguardia de líderes sindicales, la marcha fue descrita por el Morning Star como «como un pase de lista del movimiento obrero británico».

La plétora de manifestaciones tanto locales como nacionales de solidaridad con Chile a lo largo de los años siguientes puede considerarse un producto del sentimiento de internacionalismo obrero que los sindicalistas afiliados a la CSC ayudaron a fomentar en toda la clase trabajadora. Jimmy Symes —representante de un combativo grupo de trabajadores en su calidad de presidente del Comité de Delegados Sindicales de los muelles de Merseyside— se dirigió en tono encendido a la conferencia sindical de la CSC de 1975: «La antorcha del socialismo, una vez encendida, nunca morirá. Pero es nuestra responsabilidad, como movimiento obrero, como socialistas, como internacionalistas, apoyar al pueblo de Chile en su lucha».

El sentimiento de clase que había animado a los estibadores de Liverpool en sus huelgas masivas por mejoras salariales y el fin de las condiciones precarias también se puso de manifiesto en las repetidas acciones que, junto con otras comunidades obreras, emprendieron en solidaridad con los chilenos. Muchos sindicalistas identificaron el encarcelamiento, la tortura y el asesinato de representantes sindicales, la abolición de los derechos de negociación colectiva y el deterioro de los salarios, las condiciones y el empleo por parte del gobierno de Pinochet como opresiones a las que se enfrentaban los trabajadores chilenos en tanto que trabajadores: una ofensiva de clase contra el trabajo, a la que las tradiciones de internacionalismo y las obligaciones de solidaridad de clase exigían que se opusiera el movimiento sindical británico.

Tal fue el caso del veterano sindicalista Jack Jones, secretario general de izquierdas del sindicato Transport and General Workers’ Union. Habiendo regresado recientemente de una delegación sindical a Chile, donde se había reunido con familiares de sindicalistas ejecutados, recalcó en la conferencia del Partido Laborista de 1974 la «responsabilidad personal» del movimiento obrero británico con la clase obrera chilena.

Los esfuerzos de solidaridad de los sindicalistas británicos se expresaron a menudo en sus propios lugares de trabajo, ya que la confianza de los militares chilenos en la ingeniería británica para el mantenimiento de gran parte de sus equipos ofreció a los trabajadores la oportunidad de poner en jaque la maquinaria de muerte de Pinochet.

Famosa fue la intervención de los delegados sindicales de una fábrica de Rolls-Royce en East Kilbride para «bloquear» los motores de los aviones de combate destinados a Chile. Retuvieron los motores de la fuerza aérea de Pinochet durante cinco años en un alarde de internacionalismo sindical caracterizado por uno de sus protagonistas como «uno de los mayores episodios de la historia del socialismo escocés».

Los trabajadores de la ingeniería de Newcastle, Rosyth, Glasgow y otros lugares también se negaron a trabajar en buques de guerra chilenos, mientras que los estibadores de Liverpool, Newhaven y Hull boicotearon de diversas formas la manipulación de mercancías procedentes de Chile o destinadas a este país. La decisión de seiscientos marineros desempleados de Liverpool de renunciar a trabajar a bordo de un carguero con destino a Chile para defender la política de su sindicato nacional fue celebrada en todo el movimiento de solidaridad.

Sus problemas son nuestros problemas

Una delegación clandestina del Sindicato Nacional de Mineros (NUM) que viajó a Chile en 1977 fue concebida explícitamente en términos de internacionalismo obrero. Entrando en Chile desde Perú haciéndose pasar por turistas privados, los delegados del NUM se desplazaron entre casas seguras, reuniéndose con mineros y representantes de sindicatos proscritos al amparo de la noche para recabar información sobre sus condiciones sociales bajo el terror antisindical sistemático del gobierno militar.

En un prólogo al informe ampliamente difundido sobre los resultados de la misión, la Ejecutiva del NUM escribió que «la solidaridad y el internacionalismo de los mineros es un sinónimo en el movimiento obrero británico» y subrayó los puntos en común de clase entre los mineros chilenos y británicos: «Sus problemas deberían ser nuestros problemas (…) sus logros serán nuestros logros». El representante del sindicato ante la CSC afirmó que era el «deber de la clase trabajadora» del NUM asegurarse de que se termine «la pesadilla que está viviendo esta gente».

La identificación social de los sindicalistas británicos con quienes se enfrentaban al asalto de Pinochet se vio reforzada por la llegada de miles de exiliados chilenos al Reino Unido, muchos de ellos patrocinados por el movimiento obrero y que pronto se convirtieron en activos dentro de la vida sindical. La interacción personal con los exiliados a menudo propició un mayor compromiso de los trabajadores británicos con el movimiento de solidaridad, ejemplificado en el caso de Ernesto Andrade, un marinero chileno que había buscado asilo entre el movimiento obrero de Liverpool, cuyo emotivo testimonio inspiró en 1978 la resolución de los estibadores de Merseyside de boicotear los productos chilenos.

La sensación de cercanía con los chilenos también se invirtió en algunos contextos, ya que las experiencias de los exiliados chilenos del ataque de 1973 contra su movimiento proporcionaron una forma de entender los acontecimientos en Gran Bretaña. Esto se demostró poderosamente durante la guerra de Thatcher contra el NUM en 1984-85, un ataque contra el poder de los trabajadores organizados basado en el mismo programa friedmaniano pilotado bajo Pinochet.

Los exiliados chilenos «ayudaron a dar forma a la imaginación política» de las comunidades mineras a la hora de entender el ataque del Estado contra el movimiento obrero a la luz de lo que había ocurrido en Chile. Muchos exiliados se involucraron en grupos de apoyo a la huelga, a veces dirigiéndose a las reuniones de solidaridad de la CSC en las comunidades mineras para «establecer los vínculos» y enfatizar lo que Sue Lukes, miembro ejecutivo de la campaña, describió como «la continuidad entre lo que estaba haciendo Thatcher y lo que había hecho Pinochet». La conciencia de los vínculos entre la experiencia chilena y la propia proliferó en las comunidades mineras británicas. Linda King, del Ollerton Colliery Women’s Support Group, insistió: «El pueblo chileno ha sido estupendo con nosotros. Saben lo que es pasar por esto mejor que nosotros mismos».

Antifascismo

Los sentimientos de solidaridad con los trabajadores asediados en Chile también se nutrían de otra fuente: las tradiciones antifascistas del movimiento obrero británico, que se remontan incluso a antes de la Segunda Guerra Mundial. La percepción del gobierno militar chileno como un régimen fascista se basaba en la idea de que el fascismo es una ideología y una práctica cuyo objetivo principal es destruir el movimiento obrero. La CSC caracterizó el golpe chileno lanzado por «generales fascistas» como «el ataque más salvaje contra el movimiento obrero internacional desde los oscuros días de la Alemania nazi».

Comparar la dictadura de Pinochet con la de Hitler era rutinario en todo el movimiento de solidaridad, una comparación que no solo condenaba al gobierno de facto sino que lo asociaba con un enemigo contra el que muchos trabajadores habían luchado durante la Segunda Guerra Mundial, lo que seguía teniendo resonancia emocional. Tras la llegada de un buque de guerra chileno a los muelles de Portsmouth, el secretario de distrito del sindicato de trabajadores de la ingeniería comentó que sus miembros, que habían votado negarse a trabajar en el buque, «tenían ganas de hundir el barco, que era, después de todo, lo que habían hecho con los barcos de los fascistas durante la Segunda Guerra Mundial».

Tales invocaciones de fascismos históricos enmarcaron la oposición contemporánea a la dictadura de Pinochet como un deber de la clase obrera, siguiendo la tradición del movimiento obrero británico. Este vínculo con el pasado también era evidente en los paralelismos entre el movimiento de solidaridad con Chile y la guerra de 1936-1939 en defensa de la República Española, en la que miles de socialistas británicos se habían alistado como voluntarios.

Tales lazos fueron personificados por Jack Jones, que había sido herido en España y escribió en Tribune inmediatamente después del golpe de 1973 que «estamos al principio de otra situación de guerra española». John Keenan, del Comité de Empresa de Rolls-Royce East Kilbride, entrevistado para el documental de 2018 Nae Pasaran, estableció paralelismos entre los regímenes de Franco y Pinochet, ambos compuestos por fascistas que habían derrocado gobiernos democráticos, y situó la acción de East Kilbride dentro de la herencia histórica de los voluntarios escoceses en las Brigadas Internacionales. Estas analogías fueron alentadas por la CSC, que describió la campaña internacional en torno a Chile como «un movimiento mundial de solidaridad (…) sin parangón desde la Guerra Civil Española».

La comparación popular del gobierno de facto con los odiados enemigos fascistas, y de la lucha contra él con las orgullosas tradiciones antifascistas, imbuyó al movimiento de solidaridad con Chile de un profundo significado para muchos sindicalistas británicos. Ted McKay, del NUM, elogió la delegación a Chile como un momento «en el que el NUM se unió, con una sola voz, para enfrentarse al enemigo común del fascismo» y «mostró al mundo lo que representa el sindicato».

Sin embargo, la concepción del régimen de Pinochet como fascista también dio a la solidaridad con Chile una urgencia práctica, debido al terror que inspiraba la perspectiva del ascenso fascista, especialmente con el telón de fondo contemporáneo del ascenso del Frente Nacional en Gran Bretaña. Los sindicalistas implicados en la CSC consideraban que el fascismo en Chile representaba un verdadero peligro para los socialistas británicos, como se expresó en la declaración de la conferencia sindical de la campaña: «al atacar el recurso a métodos fascistas en Chile, el movimiento obrero británico está contribuyendo a su propia defensa contra cualquier intento similar en Gran Bretaña».

Solidaridad internacional hoy

La solidaridad sindical británica con los trabajadores chilenos contribuyó a aislar moral y políticamente al régimen golpista de Pinochet. Persuadió al gobierno laborista de 1974-1979 para que sancionara y finalmente rompiera la mayoría de las relaciones con Chile, y aplicó suficiente presión social para impedir incluso que el ministerio de Margaret Thatcher estableciera una relación tan estrecha y pública con el gobierno de facto como le hubiera gustado. Grace Livingstone, historiadora de las relaciones de Gran Bretaña con el Chile de Pinochet, sugiere que, debido al activismo del CSC y otros grupos, «para mucha gente en Gran Bretaña, el general Pinochet llegó a personificar la imagen de un dictador brutal, uno de los pocos tiranos del mundo que el público medio podía identificar claramente».

La campaña pudo construir su influyente plataforma en la sociedad británica gracias a los esfuerzos de los sindicalistas afiliados por suscitar entre el movimiento obrero más amplio el desarrollo de una sentida conciencia de interés común con la clase obrera chilena. El golpe de Estado en el país sudamericano fue reconocido por todo el movimiento de solidaridad como un desafío contrarrevolucionario a la izquierda organizada internacional, que requería una respuesta igualmente internacionalista.

Pero no se trata solo de los acontecimientos de hace cinco décadas. Los socialistas que se organizan hoy en día se enfrentan a retos de proporciones también ineludiblemente globales: la superexplotación de los trabajadores a través de redes de producción transcontinentales, la complicidad de las corporaciones multinacionales en el suministro de los arsenales represivos de los Estados autoritarios, las crisis planetarias del cambio climático capitalogénico… Estos síntomas mórbidos del capitalismo global contemporáneo exigen igualmente nuestra organización a una escala proporcional, construyendo una solidaridad transnacional sobre la base de intereses de clase compartidos.

En este sentido, más recientes muestras de internacionalismo del movimiento obrero —como la negativa de los estibadores italianos a cargar armas para Arabia Saudí e Israel en solidaridad con los pueblos de Yemen y Gaza— proporcionan ejemplos a seguir. Muestran la posibilidad de resistir a las fuerzas disgregadoras de la atomización neoliberal y el nacionalismo insular construyendo en su lugar una conciencia popular basada en el internacionalismo de la clase trabajadora y en una orgullosa aceptación de la solidaridad como deber social.

En su día, la Campaña de Solidaridad con Chile representó la postura de los trabajadores británicos con los chilenos como una medida en su propio interés, contra las fuerzas sociales que habían apoyado el golpe de Pinochet, y como la herencia de una lucha honorable que sus antepasados habían librado contra el fascismo y la tiranía.

Los esfuerzos por desarrollar el apoyo social popular a las campañas transnacionales de hoy —por la justicia climática, el poder de los trabajadores en las cadenas de suministro, el fin de la violencia policial racista o una Palestina libre— deberían seguir este ejemplo. Esto significa poner de relieve los puntos en común entre las comunidades de la clase trabajadora que se resisten a la desposesión, la explotación y la dominación en todo el mundo, y los vínculos entre sus opresiones, como bases tangibles sobre las que construir la solidaridad.

En esta empresa vital, los socialistas deberían inspirarse en los sindicalistas que tendieron las manos proletarias al otro lado del Atlántico al pueblo de Chile, en cuyas luchas vieron las suyas propias.

domingo, 9 de março de 2025

Kollontai y Lenin: por un comunismo que libere a las mujeres

Liza Featherstone
Jacobin América Latina

Los pensadores bolcheviques discrepaban, y mucho. Pero los ideales compartidos fueron aún más importantes.

En el centenario de la muerte de Lenin vale la pena exami­nar su papel en los primeros debates socialistas, muchos de los cuales se repiten hasta nuestros días en los argumentos de la izquierda. Sus desacuerdos con la ideóloga, di­plomática y escritora bolchevique Alexandra Kollontai ofrecen una ventana particularmente revelado­ra de su pensamiento.

Los dos líderes comunistas man­tuvieron una profunda camaradería, aunque plagada de conflictos y dis­crepancias sobre muchas cuestiones. Algunas de estas discusiones condu­jeron a profundas y duraderas ruptu­ras políticas y personales entre ellos. Sin embargo, sus puntos de acuerdo pueden ser aún más relevantes para los socialistas de hoy. Lo más signi­ficativo fue que Kollontai y Lenin coincidieron en la centralidad de la liberación de la mujer para el comu­nismo y trabajaron juntos por esos ideales.

Un encuentro valioso

Nacida en la aristocracia, Alexandra Kollontai se convirtió en una de las traidoras de clase más importantes de la historia tras una visita a una fábrica durante la que vio las terri­bles y peligrosas condiciones de las trabajadoras y observó que un niño había muerto en la «guardería» de la fábrica, al cuidado de una «niñe­ra» de seis años. Más tarde escribió sobre esta experiencia: «Comprendí hasta el fondo de mi corazón que no podemos vivir como hemos vivido hasta ahora, cuando existen a nues­tro alrededor unas condiciones de vida tan terribles y un orden tan in­humano».

En otro lugar anotó: «Las mujeres y su destino me ocuparon toda mi vida y la preocupación por su suerte me llevó al socialismo». En los años previos a la Revolu­ción Rusa, Kollontai se erigió como defensora de las mujeres trabajado­ras, así como organizadora, oradora y pensadora. Frente a las feministas burguesas que pretendían dar más igualdad a las mujeres dentro del sistema capitalista, ella sostenía que solo el movimiento de mujeres co­munistas dirigido por la clase obrera podía conseguir la igualdad social. «Al esforzarse por cambiar las con­diciones de vida —escribió sobre las mujeres trabajadoras que se decla­raban en huelga y se organizaban en las calles de Rusia para llevar a cabo la revolución— ellas saben que tam­bién están ayudando a reformar las relaciones entre los sexos».

Pero Kollontai sabía que la igual­dad de la mujer no llegaría automáti­camente con la disolución del capita­lismo, por eso trabajó para construir un comunismo específicamente atento a la liberación de la mujer, luchando a veces contra comunis­tas que no compartían este objetivo.

Lenin no era uno de estos comu­nistas patriarcales. Estaba totalmen­te de acuerdo con Kollontai en que las trabajadoras eran fundamenta­les para la revolución comunista y tenían preocupaciones específicas que solo el comunismo podía abor­dar. Además de ser explotadas por los patrones capitalistas, escribió Lenin, las mujeres eran «esclavas del dormitorio, la guardería y la co­cina». Estaba convencido de que el comunismo liberaría a las mujeres de la subordinación patriarcal y de la monotonía de las tareas domésticas, y argumentaba que estas últimas eran un desperdicio del valioso trabajo de las mujeres y que contribuían a su opresión dentro del hogar, a la que se refería como «esclavitud doméstica».

Lenin estaba profundamente in­fluido por las mujeres comunistas que le rodeaban, y Kollontai a me­nudo formaba parte de ese círculo. Lenin apoyaba el derecho al abor­to, la anticoncepción y el derecho al divorcio, punto este especialmente controvertido entre los socialistas, algunos de los cuales argumentaban que a corto plazo causaría miseria a las mujeres y los niños porque serían demasiado pobres para sobrevivir sin los hombres. Aunque reconocía el problema, Lenin insistía en que si las mujeres no podían tomar decisio­nes sobre sus propias vidas entonces no disfrutaban de plenos derechos democráticos.

Él y Kollontai, junto con su ca­marada alemana Clara Zetkin, des­empeñaron un papel decisivo en la creación del Día Internacional de la Mujer, que todavía se celebra hoy (aunque con una considerable coop­tación capitalista). Lenin escribió, bajo la influencia de Kollontai: «Si no atraemos a las mujeres a la acti­vidad pública, a la milicia, a la vida política —si no arrancamos a las mujeres de la atmósfera mortífera del hogar y la cocina—, será imposi­ble asegurar la libertad real. Será im­posible asegurar la democracia, por no hablar del socialismo». De hecho, la organización de las trabajadoras —profundamente explotadas en el trabajo y agotadas por sus segundos turnos en casa— fue crucial para el éxito de la revolución bolchevique.

No se trataba solo de un acuerdo filosófico entre los dos pensadores sino de un profundo compromiso institucional: tras la revolución, Le­nin nombró a Kollontai comisaria de Bienestar Social, cargo desde el que ayudó a legalizar el aborto, el divorcio y el control de la natalidad. También se impuso la igualdad salarial para las mujeres y una licencia remunerada para las madres primerizas, al tiempo que el matrimonio eclesiástico fue sustituido por el civil. Se despenalizó el trabajo sexual y se abolió el estatus legal de «ilegitimidad» para los hijos de padres no casados.

Kollontai también estableció maternidades gestionadas por el gobierno, en las que tras el parto las madres podían recuperarse jun­to con sus bebés. Se apoyó la lac­tancia materna mediante una serie de políticas gubernamentales y se establecieron cocinas y lavanderías comunales para aliviar a las mujeres trabajadoras de las tareas domésti­cas (estas no tuvieron mucho éxi­to, ya que carecían de financiación adecuada y los servicios acabaron siendo deficientes: la comida era mala y la ropa solía rasgarse en las lavanderías).

En este prometedor periodo, la Unión Soviética también promulgó el sufragio femenino, un par de años antes que Estados Unidos. En 1919, Kollontai e Inessa Armand —otra camarada cercana a Lenin— crea­ron el Zhenotdel, un departamento especial dedicado a las necesidades de las mujeres.

Ninguna guerra salvo la guerra de clases

Con consecuencias menos prác­ticas pero igualmente importan­tes en la historia del pensamiento antimperialista, ambos estuvieron también unidos contra la Primera Guerra Mundial. Mientras los so­cialistas europeos se alineaban con sus gobiernos en torno a este derra­mamiento de sangre épicamente in­útil, Lenin y Kollontai —a menudo adversarios políticos en los años que condujeron a la Revolución de Oc­tubre— se unieron tanto en la opo­sición a la guerra imperialista como en las razones para ello.

Kollontai formó parte de los mencheviques hasta 1914, cuando se unió a los bolcheviques debido a la firme línea antibelicista de es­tos últimos. En 1916 escribió que la causa de la guerra era el capita­lismo y argumentaba que los tra­bajadores de todo el mundo debían unirse contra la clase dominante en lugar de matarse unos a otros. «Mi enemigo está en mi propio país — declaró— y esto aplica para todos los trabajadores del mundo». Ella y Lenin colaboraron estrechamente en ensayos y declaraciones de este tipo, intentando que los partidos so­cialistas de otros países se unieran a esta posición antibélica.

Las discusiones entre Kollon­tai y Lenin sobre cómo enmarcar la oposición comunista a la guerra lle­varon a Lenin a hacer importantes distinciones, rechazando lo que él llamaba el pacifismo «pequeñobur­gués» y «provinciano» que rechaza «la guerra en general». Como expli­có en una carta de 1915 a Kollontai, en la que afinaba una declaración marxista internacional de izquier­da que se oponía a la Primera Gue­rra Mundial para presentarla en la primera Conferencia Socialista Internacional: «Eso no es marxis­ta… Creo que es erróneo en teoría y dañino en la práctica no distinguir entre distintos tipos de guerras. No podemos estar en contra de las gue­rras de liberación nacional» (como, por ejemplo, las luchas anticolonia­listas de países como la India para liberarse de la dominación británi­ca). Kollontai tampoco era pacifista y exhortaba: «Volvamos nuestros fusiles y pistolas contra nuestros verdaderos enemigos comunes», es decir, los capitalistas. Más tarde, los comunistas convertirían esta idea en un eslogan conciso: «¡Ninguna guerra salvo la guerra de clases!».

Discrepancias

Sin embargo, los dos pensadores te­nían algunas diferencias cruciales. Unos años después de la revolución, Kollontai se unió a la tendencia lla­mada Oposición Obrera, crítica de la burocracia del partido y preocu­pada porque ya no se representaba a los trabajadores. En un panfleto de 1921 abogaba por más poder para los sindicatos y contra lo que con­sideraba el creciente poder de los profesionales tecnócratas de clase en el partido y el gobierno. Al año siguiente, Lenin aprobó una reso­lución del partido que prohibía el «fraccionalismo», clausurando de hecho la Oposición Obrera. Ese fue el fin de su influencia sobre Lenin o los bolcheviques.

Después de eso, Kollontai fue marginada dentro del gobierno y del Partido Comunista, aunque tuvo una larga carrera diplomática representando lealmente a la Unión Soviética en Noruega, México y Suecia. Pero tras la marginación de Kollontai la dirigencia soviética se mostró mucho menos comprome­tida con la igualdad de la mujer: el gobierno padecía tanto de falta de recursos como de actitudes patriar­cales hasta que, tras la muerte de Lenin, Stalin disolvió el Zhenotel y volvió a ilegalizar el aborto.

Kollontai y Lenin discreparon también sobre moralidad sexual: mientras que la primera argumen­taba a menudo que el comunismo conduciría a un tipo de amor dife­rente y menos posesivo entre hom­bres y mujeres, así como a un ethos sexual más moderno, el segundo pensaba que tales ideas eran liber­tinas y frívolas. Kollontai no fue la única mujer cercana a Lenin que discrepó con él en estas cuestiones, ya que también discutió con Inessa Armand y Clara Zetkin.

Considerando su apoyo al dere­cho al aborto e incluso a la despena­lización del trabajo sexual, no puede decirse que Lenin fuera conservador en lo social, pero a veces lo irritaba el radicalismo de las mujeres de su círculo. Y no era el único: las ideas de Kollontai sobre moralidad sexual eran con frecuencia objeto de burla por parte de compañeros comunis­tas socialmente muy conservadores, a veces en términos crudos y sexis­tas. Como escribió Sheila Robotham en 1971, también las mujeres de clase trabajadora criticaban a veces sus ideas sobre el amor libre, dado que la anticoncepción no estaba muy ex­tendida; «las campesinas sabían muy bien que —bromeaba Robotham— si te gusta andar en trineo tienes que estar dispuesta a subirlo a la colina».

Socialismo y familia

La gente sigue discutiendo sobre las cuestiones que dividieron a Kollontai y Lenin a lo largo de su camaradería. En Estados Unidos, por ejemplo, se critica a menudo a los Socialistas Democráticos de América (DSA) y a otras organiza­ciones de izquierda por conseguir a gran parte de su membresía y di­rigencia de entre lo que Barbara y John Ehrenreich llamaron alguna vez «la clase profesional-geren­cial» en lugar de nutrirse de la clase trabajadora.

Haciéndose eco del panfleto de Kollontai de 1921 «Oposición obrera», muchos de estos críticos argumentan que el sindicalismo de base es un espacio más sólido pa­ra la organización socialista que la organización electoral o en torno a otros conflictos puntuales. Pero los propios Ehrenreich argumen­taban que la proletarización de las profesiones —y, podríamos añadir, la creciente dificultad de alcanzar una vida de clase media debido al alto costo de la sanidad, la vivienda y la educación superior— crean una situación en la que parte de la llamada «clase directiva profesio­nal» quiere genuinamente el so­cialismo y aporta su educación y conocimientos técnicos a la causa (en cuanto al sindicalismo frente al electoralismo, ambos son crucia­les y no es productivo forzar una elección: en los últimos años los so­cialistas han obtenido algunas vic­torias utilizando ambas tácticas).

La moral sexual también puede ser un factor de división entre so­cialistas. Aunque ya nadie discute si el «amor libre» debería formar parte de una sociedad comunista —tanto el tabú como el exuberan­te ethos liberacionista están obso­letos—, el abolicionismo familiar está teniendo un pequeño retorno entre los intelectuales marxistas. Mientras que algunos pueden aco­ger con satisfacción el socialismo como forma de fortalecer la familia nuclear, dando a la gente más tiem­po fuera de la esclavitud asalaria­da para criar a sus hijos y generar el acceso a guarderías gratuitas y la universidad, otros pueden abrazar el potencial socialista para liberarnos de las relaciones obligatorias, lo que nos permite sobrevivir económica­mente sin el matrimonio o la forma de familia nuclear.

En efecto, el socialismo tiene el potencial de mejorar la vida íntima de las personas de diversas maneras, y estas no están necesariamente en conflicto. En lo personal, prefiero optar por la noción de Kristen Ghod­see de «expansionismo familiar», basado en las ideas de Kollontai so­bre la colectivización de los deberes de la familia, un concepto que deja abierto el horizonte político respec­to a cómo la gente podría elegir or­ganizar su vida privada si contara con más libertad económica.

La propia Kollontai, como Enge­ls antes que ella y Simone de Beau­voir después, era por esa misma razón agnóstica en cuanto a si la fa­milia persistiría o no, pero sabía —e insistía en ello— que se transforma­ría luego de una serie de cambios profundos en la estructura social y las condiciones materiales. Con me­joras en las condiciones materiales de las mujeres, argumentaba, esos cambios en la vida familiar serían para mejor.

Hoy en día, la abolición de la fa­milia plantea solo una división en el ámbito teórico ya que todos los so­cialistas están de acuerdo en que los padres necesitan más apoyo o en que las guarderías deben ser gratuitas, por ejemplo. Pero hay cuestiones sociales contemporáneas que sí divi­den a los socialistas. En México, por ejemplo, el presidente López Obra­dor abrazó muchas políticas econó­micas de izquierdas combinándolas con una retórica antigay o antitrans­género y lo mismo ocurre con los dirigentes chinos. En los círculos intelectuales anglosajones, algunos conservadores sociales poco amigos de los derechos trans han abrazado ideas económicas socialdemócratas.

Sin embargo, gran parte de la iz­quierda global apoya, con razón, los derechos, la seguridad y las libertades de las minorías sexuales tanto por una cuestión de solidaridad como por una visión antipatriarcal que puede verse como una continuación del legado de Kollontai y que probablemente esté en desacuerdo con la perspectiva más conservadora de Lenin.

Actualidad

Aunque sus desacuerdos puedan re­sonar hasta nuestros días, los mo­mentos de convergencia de Lenin y Kollontai tienen incluso mayor relevancia actual en tanto que la guerra y la situación de las mujeres son preocupaciones profundamente mayoritarias.

Con el retorno del fascismo pa­triarcal en todo el mundo y la abso­luta falta de respuestas ofrecidas por los partidos centristas, vale la pena revivir el compromiso compartido de Lenin y Kollontai en lo que hace a los derechos de las mujeres, desde el derecho al aborto hasta las licen­cias remuneradas por maternidad. Y también vale la pena recuperar su coincidencia en la oposición a la guerra imperial, posición que si bien sigue siendo fuerte en todo el Sur Global, en los últimos años se ha debilitado mucho en Estados Unidos y en Europa.

Una reflexión sobre estos dos pensadores comunistas debería inspirarnos para volver a poner a la igualdad de género y al antimperia­lismo en el centro del pensamiento de izquierdas. Las cuestiones sobre las que Lenin y Kollontai discrepa­ron son interesantes y difícilmente irrelevantes hoy en día, pero los so­cialistas realmente hacemos historia cuando somos capaces de encontrar un terreno común. Aunque Lenin y Kollontai no crearon un comunismo que emancipase verdaderamente a las mujeres, sí promulgaron muchas políticas progresistas que marcaron una diferencia en la vida de las mu­jeres soviéticas y, como argumen­tó Kristen Ghodsee, presionaron a los gobiernos capitalistas de todo el mundo para hacer lo mismo.

En marzo de 1917, pocos meses antes de la revolución, Lenin escri­bió a Kollontai una carta cálida y en­tusiasta, llena de promesas sobre el mundo que estaban construyendo juntos. Utilizó rótulos respetuosos pero efusivos —tanto «Suyo» como «Todo lo mejor»— e incluso una exclamación: «¡Le deseo mucho éxito!». En aquel momento, Lenin reflexionaba sobre el poder que es­taban construyendo entre la clase trabajadora para ganar «pan, paz y libertad». Hoy esto funciona como recordatorio de la potencialidad de una camaradería y de unos ideales que el mundo sigue necesitando des­esperadamente.

domingo, 16 de fevereiro de 2025

El nexo entre clima, biodiversidad y agua: la protección de los servicios ecosistémicos en Sudamérica

Carlos Joly y Cristiana Seixas
Latinoamérica21

Los servicios ecosistémicos, que son los beneficios que la naturaleza proporciona a las personas, dependen de la conservación, el uso sostenible y la restauración de la naturaleza.

En los últimos años, incendios forestales sin precedentes han devastado regiones de todo el mundo, entre ellas Australia en 2019-2020, Canadá en 2023 y, más recientemente, Brasil, otros países de América del Sur y California en Estados Unidos. En Brasil, los incendios en la Amazonia y el Pantanal (el humedal tropical más grande del mundo) destruyeron más de 20 millones de hectáreas en 2024, mientras que en Bolivia ardieron al menos 4 millones de hectáreas. Al hacer que las condiciones atmosféricas sean más cálidas y secas, el cambio climático aumenta el riesgo de incendios, causando trágicas pérdidas de vidas humanas, daños económicos extremadamente altos y una pérdida masiva de biodiversidad, con la destrucción de innumerables especies de todo tipo.

No hay evidencia científica de que la tendencia del cambio climático se revertirá en los próximos años. Por el contrario, continuará, y es probable que provoque escasez de agua y alimentos, la desaparición de bosques nativos, menor cantidad de abejas para polinizar los cultivos y menos espacios naturales para que disfrutemos. En otras palabras, la aceleración del cambio climático y los incendios resultantes en todo el mundo no solo están teniendo un enorme impacto en la pérdida de biodiversidad, sino que también están disminuyendo, a un ritmo acelerado, los servicios ecosistémicos, como la regulación de la cantidad y calidad del agua dulce, de la que depende el bienestar humano.

Los servicios ecosistémicos, que son los beneficios que la naturaleza proporciona a las personas, o en términos más simples, todo lo que la naturaleza hace para ayudarnos a tener una vida saludable, dependen de la conservación, el uso sostenible y la restauración de la naturaleza. Un futuro con servicios ecosistémicos en declive es un futuro de menor calidad de vida y mayor inequidad, ya que la escasez de alimentos, energía y agua será la regla y no la excepción.

Las poblaciones ya vulnerables de las áreas rurales y urbanas sufrirán desproporcionadamente los impactos de la pérdida de servicios ecosistémicos. En unas pocas décadas, se espera que el cambio climático sea el principal impulsor de la pérdida de biodiversidad y servicios ecosistémicos, lo que conducirá a lo que se conoce como injusticia climática. Los desastres naturales intensificados por el cambio climático, como huracanes e inundaciones, en América Latina y el Caribe, se han triplicado en los últimos 50 años. Los desastres pueden reducir el PIB hasta en un 0,9 por ciento en los países de bajos ingresos del continente, mientras que en el Caribe pueden destruir el 3,6 por ciento. El cambio climático también impulsará la migración de 17 millones de personas para 2050.

Además de reducir el consumismo y el uso de combustibles fósiles, las soluciones basadas en la naturaleza son una de las mejores opciones que tenemos como sociedad global para luchar contra el cambio climático. Estas consisten en acciones que utilizan la naturaleza y los procesos naturales para resolver problemas ambientales, por ejemplo, restaurando o protegiendo los bosques para tener agua limpia o absorbiendo carbono para luchar contra el cambio climático. Estas soluciones pueden mejorar el medio ambiente al tiempo que benefician a las personas, haciendo que las comunidades sean más saludables y resilientes.

Un ejemplo de solución basada en la naturaleza es el Proyecto de Conservación del Agua, en el municipio brasileño de Extrema, Minas Gerais. Se considera un modelo exitoso de Pago por Servicios Ecosistémicos (PSA), donde los agricultores y propietarios de tierras locales son compensados ​​por conservar y restaurar áreas forestales que protegen las fuentes de agua. El proyecto, que comenzó en 2005, ha ganado atención a lo largo de los años por su papel en el aumento de la disponibilidad de agua para las áreas urbanas circundantes, incluida la zona metropolitana de São Paulo. Esta iniciativa ha restaurado además, más de 5.000 hectáreas de bosque, lo que ha permitido proteger la biodiversidad.

Ubicado en el estado de Minas Gerais, el municipio de Extrema prioriza la conservación del agua en la cuenca de los ríos Piracicaba, Capivari y Jundiaí (PCJ). El proyecto ofrece incentivos financieros (unos 70 dólares por hectárea al año) a los propietarios rurales para restaurar áreas degradadas, proteger manantiales y adoptar prácticas sostenibles como la agroforestería. Hasta la fecha, el proyecto ha beneficiado a más de 2.500 familias, ha mejorado las condiciones agrícolas y ha mejorado los servicios ecosistémicos, como la filtración de agua y la resistencia a la sequía.

Las acciones clave de este proyecto incluyen la plantación de más de 80 especies de árboles nativos para restaurar las zonas ribereñas y mejorar el ciclo del agua, la recolección de agua de lluvia, el control de la erosión, la agricultura sostenible y el uso de imágenes satelitales e inspecciones de campo para garantizar el cumplimiento de los objetivos ambientales.

La iniciativa se basa en el liderazgo municipal, la participación de las bases y un modelo de gobernanza de abajo hacia arriba, que fomenta la confianza y la participación a largo plazo. Además, integra tecnologías avanzadas como la teledetección, imágenes satelitales, SIG (sistemas de información geográfica) y sistemas de riego inteligentes para una gestión eficiente de los recursos.

El proyecto Extrema comparte similitudes y diferencias con las iniciativas de PSA en otros países. En comparación con el PSA de Costa Rica, que, desde la década de 1990, comenzó a compensar a los propietarios de tierras por la reforestación, la conservación de la biodiversidad y la protección del agua, el Proyecto Extrema también utiliza los mismos modelos de incentivos financieros financiados por los usuarios de los servicios ambientales (por ejemplo, las empresas hidroeléctricas) para promover prácticas sostenibles. A diferencia del primero, que opera a nivel nacional, el proyecto Extrema está más localizado y se centra en una cuenca hidrográfica específica (la cuenca del río Jaguari). El proyecto también enfatiza la colaboración directa con otros municipios dentro de esta cuenca, promoviendo un mejor enfoque de gobernanza regional.

El Fondo de Agua de Ecuador financia proyectos de conservación en los Andes para proteger las fuentes de agua para el consumo urbano. Tanto esta como la iniciativa de Extrema aprovechan a los beneficiarios de aguas abajo para financiar la conservación aguas arriba. Las diferencias son que este último incorpora amplios esfuerzos de reforestación y agroforestería, mientras que el modelo de Quito se centra más en mantener los ecosistemas existentes a través de la participación y la educación de la comunidad.

El Programa de Conversión de Tierras en Pendiente de China compensa a los agricultores por convertir tierras de cultivo degradadas en bosques o pastizales para combatir la erosión y mejorar la retención de agua. Tanto este proyecto como el de Extrema son similares en lo que respecta a abordar la seguridad hídrica a través de la reforestación y el control de la erosión, centrándose en paisajes vulnerables. Sin embargo, Extrema enfatiza fuertemente la participación de las partes locales interesadas e integra prácticas agrícolas tradicionales, mientras que el SLCP de China funciona más como una política de arriba hacia abajo.

Estas comparaciones resaltan el importante papel del proyecto de Extrema en el nexo entre clima, biodiversidad y agua y su potencial para servir como modelo para regiones con estrés hídrico como Nairobi o Ciudad del Cabo, donde la demanda de agua urbana presiona las cuencas hidrográficas frágiles.

El Proyecto de Conservación del Agua de Extrema demuestra cómo los esfuerzos localizados y centrados en la comunidad pueden abordar los desafíos interconectados del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la escasez de agua. Ampliar estas iniciativas a nivel mundial puede mejorar la resiliencia frente a fenómenos meteorológicos extremos, como los incendios forestales, conservar los ecosistemas y promover el acceso equitativo a los recursos.

Aquí, solicitamos su apoyo a políticas que repliquen soluciones transformadoras como Extrema, garantizando prácticas más sostenibles en su comunidad, como la restauración de la vegetación nativa, programas de reciclaje y compostaje y recolección de agua de lluvia. Compartir historias de éxito puede inspirar la acción colectiva para un futuro sostenible.

terça-feira, 11 de fevereiro de 2025

Hugo Motta, el falsario que preside la Cámara de diputados

Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

No había pasado ni siquiera una semana desde que Hugo Motta asumiera la presidencia de la Cámara de diputados, para que declarara que los actos del día 8 de enero de 2023 no pueden ser clasificados como un intento de Golpe de Estado. Además, el ahora presidente afirmó posteriormente que hubo un cierto desequilibrio para parte del Supremo Tribunal Federal (STF) en la aplicación de las penas a quienes fueron condenados por los actos vandálicos y sediciosos cometidos ese día.

Antes de ser electo presidente de la Casa el día 1 de febrero, Motta había conseguido pasar incólume los casi 100 días de su campaña a la presidencia de la Cámara evitando cualquier alusión sobre los condenados del 8 de enero y negándose a dar entrevistas a la prensa para no comprometer su candidatura. Ahora, ya confirmado en el cargo, ha tratado de omitir las responsabilidades de quienes invadieron las sedes de los Tres Poderes, llamándolos simplemente de un grupo minúsculo de vándalos frustrados por el resultado de las urnas, aunque sin atribuirle a estos la pretensión de aplicar un Golpe de Estado encabezado por el ex presidente Bolsonaro.

Las declaraciones realizadas por Motta han recibido el rechazo unánime de muchas autoridades y políticos, entre ellos, de la diputada Eliziane Gama, que fue presidenta de la Comisión Parlamentaria Mixta de Investigación (CPMI) sobre los actos del 8 de enero: “Como relatora de la CPMI puedo atestar categóricamente que después de cinco meses de investigación, de recibir cientos de documentos y de escuchar decenas de testimonios, de que si hubo intención de aplicar un Golpe de Estado y el responsable por liderar esos ataques tiene nombre y apellido, es Jair Messias Bolsonaro”.

Con estas declaraciones Motta está poniendo a prueba la reacción de los parlamentarios, de la clase política, de la prensa y de la sociedad civil para pautar dentro de los trabajos de la corporación la posibilidad de legislar sobre una amnistía para los condenados y conceder un indulto al ex presidente Bolsonaro para que pueda candidatearse en las próximas elecciones presidenciales de 2026.

Condenado por el Tribunal Superior Electoral (TSE), Bolsonaro se encuentra actualmente inelegible hasta octubre de 2030, por dos acciones movidas en su contra: por la diseminación de información falsa sobre las urnas electrónicas en una reunión con diversos embajadores y por los actos del 7 de septiembre en que llamó a sus militantes a preparar un Golpe de Estado y subvertir el Estado Democrático de Derecho. A pesar de ello, sigue promocionándose como el candidato de la extrema derecha para el pleito del próximo año.

Con la anuencia de Motta, las huestes bolsonaristas se han entusiasmado para reactivar su campaña de aprobación de una amnistía general y el perdón incondicional al ex capitán, sobre las condenaciones que posee y sobre los futuros procesos que pesarían en su contra. En noviembre de 2024, la Fiscalía General de la República (PGR) recibió oficialmente el informe final elaborado por la Policía Federal en la cual se inculpa a Bolsonaro y otras 36 personas por intento de Golpe de Estado (¿Qué falta para que Bolsonaro sea encarcelado?). Se espera que la PGR emita su veredicto en este mes, lo cual puede significar ampliar o disminuir la gravedad de los crímenes, entender que se configuraron otros delitos y establecer responsabilidades particulares a cada uno de los denunciados.

Junto con ello, la posición de Motta con relación a la revisión de la Ley de la Ficha Limpia propuesta por aliados de Bolsonaro, también figura en la pauta de nuevo presidente de la Cámara, lo cual reduciría de ocho para solo dos años la punición de inelegibilidad de aquellos políticos que han sido condenados por la Justicia por abuso de poder político o por el uso indebido de los medios de comunicación. Por supuesto, el ex presidente que actualmente se encuentra inelegible hasta el año 2030, podría presentarse a las próximas elecciones de 2026 si entra en vigor esta nueva normativa de la Ficha Limpia impulsada por la derecha.

En los pocos días que lleva al frente de la Cámara, Hugo Motta demostró comportarse como un buen simulador. Luego de elegirse con el apoyo del gobierno y los diputados del PT y de exaltar en su primer discurso, los valores de la democracia y la tolerancia, ahora comienza a dar su viraje hacia las pautas de la derecha y la extrema derecha tratando de congraciarse con los seguidores de Bolsonaro , mudando el discurso de mediación y neutralidad que se había comprometido a implementar junto con la bancada de la situación, para comenzar a debatir los temas más caros a la derecha: amnistía, revisión de la Ficha Limpia con la reducción de los años de inelegibilidad, aumento de los cortes en gastos sociales, seguridad pública.

Asimismo, el actual presidente de la Cámara es un protegido del abyecto y deshonesto diputado Eduardo Cunha, que poco después de abrir y liderar el proceso de impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff, fue apartado de su mandato como diputado por orden de la Justicia Federal que lo condenó por corrupción pasiva y lavado de dinero. Según la documentación producida en el proceso, en ese periodo Hugo Motta operaba como intermediario de Cunha, presentando enmiendas y propuestas a nombre del diputado, que se ocultaba de estos requerimientos que podían denunciar sus reales intereses en determinadas tareas legislativas.

A partir del apoyo de Cunha, el joven diputado Motta fue asumiendo importantes funciones dentro de la Cámara, consolidándose como un astuto operador del grupo que comandaba el Centrão en aquel momento. Es decir, ya desde esa época Motta es la cara de un parlamento fisiológico y chantajista que está preferencialmente interesados en sus propios intereses y en reforzar los corrales electorales de los diversos caciques que lo integran. Con la actual presidencia de Motta, se configura un difícil escenario que tendrá el gobierno Lula para sacar adelante los proyectos que le importan al país en los próximos dos años.

quarta-feira, 5 de fevereiro de 2025

Tesis sobre Marx

Bruno Bosteels
Communis

I

La mayoría de las formas existentes del marxismo, si no todas, han intentado desarrollar una teoría o una filosofía de Marx desde Marx para Marx. Esta forma circular de proceder se impone porque en los escritos del propio Marx tal sistema teórico está presente sólo en estado práctico, diseminado en introducciones o prefacios o en notas y manuscritos inéditos. Así, al constituir diferentes formas de marxismo, las y los marxistas han producido un sistema teórico o filosófico, un «ismo» que alternativamente se ha llamado «materialismo dialéctico», «materialismo histórico», «filosofía de la praxis», etcétera. De este modo, sin embargo, siguen una tendencia que va en contra de la reticencia del propio Marx—salvo en intervenciones críticas y polémicas tales como se encuentran en La Sagrada Familia o en La ideología alemana—a escribir un tratado sistemático sobre su (nuevo) tipo de materialismo dialéctico o histórico, al contrario del (viejo) materialismo sensual y contemplativo de tipo feuerbachiano, o sobre su visión de la dialéctica, contrariamente a la versión idealista de Hegel.

II

Las distintas formas históricas y corrientes del marxismo, ya sean ortodoxas, vulgares, humanistas, heréticas, abiertas, etcétera, pueden distinguirse según la primacía que otorgan a ciertos períodos o textos en la producción crítico-teórica de Marx. Algunos prefieren al joven Marx en vez del Marx maduro o, al revés, al Marx científico y antihumanista por encima del Marx humanista. Otros movilizan las tendencias subjetivas-autonomistas de los Grundrisse en contra de las férreas leyes del desarrollo capitalista desplegadas en El capital. O hay quienes contrastan los análisis sistemáticos en la crítica de la economía política con los textos más intervencionistas y coyunturales que son de naturaleza histórica y político-militante. También hay quienes sacan provecho de los escritos, las cartas y los cuadernos del último Marx, donde se aventura en los campos de la antropología histórica y la etnología de las sociedades llamadas primitivas o las comunas agrarias. Considerada aisladamente, como un asunto de rigor teórico y fidelidad hacia el texto, la disputa sobre cuál de esas versiones constituye el «verdadero» marxismo es una cuestión puramente escolástica. De lo que se trata, sin embargo, es de comprender cómo todas esas tendencias se combinan, aun cuando estén sometidas a una escarpada trayectoria de constante auto-rectificación en el conjunto de la obra de Marx.

III

Si el objeto de análisis en El capital es el movimiento contradictorio del desarrollo capitalista, lo que está en la mira de textos militantes como El manifiesto comunista o La guerra civil en Francia es intervenir en ese movimiento, sobre la base de una comprensión sistemática de sus contradicciones internas, desde el punto de vista de una contratendencia comunista.

IV

Toda la obra de Marx presupone una intrincada articulación entre movimiento y sistema, intervención y análisis, acontecimiento y estructura, o historia y lógica.

1. Las formas eurocéntricas y angloamericanas del marxismo tienden a privilegiar el lado de la lógica, el análisis, la estructura y el sistema: es el lado filosófico y metodológico para el cual los conceptos se elaboran sobre el terreno de lo que después de Marx se ha llegado a conocer como materialismo dialéctico, o dialéctica materialista. Aunque se suponen abiertos a la imprevisibilidad del acontecimiento, tales acercamientos filosóficos tienden a rodear a este último con un robusto edificio o una fortaleza teórica para pensar la naturaleza de acontecimiento de un acontecimiento cualquiera.

2. Las formas periféricas del marxismo tales como existen en América Latina, a menos que imiten la moda filosófica de sus contrapartes europeas, tienden a privilegiar el lado de la historia, el acontecimiento, la intervención y el movimiento: es el lado histórico y coyuntural que se estudia en la ciencia de la historia que después de Marx se ha llegado a conocer como materialismo histórico. Aunque se pretenden fieles a la sistematicidad conceptual de la lógica marxista, tienden a caer bajo la presión de tener que re-marcar la particularidad de su situación, lejos de la elevación del concepto al noble nivel de lo universal y el apriori.

No se trata simplemente de elegir entre lo universal que sería inexistente en el centro y los particulares que se darían en las periferias, sino de comprender cómo aquél, en un proceso desigual de abstracción real, surge a partir de la borradura y el desplazamiento de éstos últimos, aun cuando inversamente lo dado siga siendo pensable sólo a través de la generalidad del concepto.

V

Del mismo modo que las lecturas filosóficas anglo-europeas de Marx tienden a privilegiar sus textos más sistemáticos por encima de sus escritos históricos e intervencionistas que las lecturas más militantes de Marx favorecen, dentro de un solo texto como los Grundrisse las primeras favorecen la perspicacia de la «Introducción» por encima de las «Formas que preceden a la producción capitalista», supuestamente historicistas e insuficientemente científicas, las cuales, junto con los borradores y la carta a Vera Zasulich, durante décadas han servido como el pan de cada día para los antropólogos marxistas latinoamericanos.

VI

La ambición de encontrar la articulación apropiada o la síntesis dialéctica entre historia y lógica, entre movimiento y sistema, entre intervención y análisis, o entre acontecimiento y estructura en las diferentes formas de marxismo derivadas de Marx a veces se convierte en un sustituto de la praxis revolucionaria que habría sido el fin de todos sus análisis y críticas. Nos falta todavía hacernos a la idea que afirma una máxima de René Zavaleta Mercado sobre el estatuto único del discurso de Marx para el marxismo: «Ni piedra filosofal ni feliz summa mesiánica.»

VII

Si Marx, según Friedrich Engels, pudo contestarle a gente como Jules Guesde y su yerno Paul Lafargue, quienes se habían proclamado orgullosamente marxistas, «si algo sé es que no soy marxista», aparte de ser una impugnación ingeniosa de la «fraseología revolucionaria» de aquéllos, también puede leerse como un reflejo del hecho de que Marx nunca compuso un tratado o manual sistemático de marxismo o de materialismo dialéctico e histórico, sino tan sólo una teoría o una filosofía marxista «à l’état pratique», como solía decir Louis Althusser, es decir, en estado práctico.

VIII

Proclamarse marxista conlleva siempre el riesgo de traicionar la reticencia de Marx a convertir su pensar en un «ismo» así como su renuencia, su incapacidad o su falta de deseo respecto de escribir un tratado filosófico sistemático o un manual como los que proliferaban en la Unión Soviética. En el mejor de los casos, ser marxista no puede significar sino un intento parcial, selectivo y partidista de seguir uno o varios de los múltiples objetos y orientaciones de análisis presentes en estado práctico en los escritos de Marx, la mayoría de los cuales se presentan no como teorías o filosofías sino como críticas: crítica de la religión, crítica de la dialéctica hegeliana, crítica del Estado, crítica de la economía política.

IX

«Marxismo» es un nombre para el conjunto de los intentos, con mayor o menor fidelidad, de extraer un «ismo» de los escritos de Marx. Los grados de fidelidad marcan las diferencias entre marxistas vulgares, ortodoxos, heterodoxos o críticos, hasta llegar al punto de quiebre que es el posmarxismo en cuanto borde interno o externo del marxismo mismo. Pero mientras que los escritos de Marx son centrífugos, la construcción de varias formas del marxismo tiende a volverse centrípeta. En vez de moverse hacia fuera con un ojo puesto en las intervenciones en la coyuntura, voltean la mirada hacia adentro de la teoría o la filosofía sistemática extraída de Marx para Marx.

X

Muchas formas existentes del marxismo, en nombre de una fidelidad sin igual a la letra o el espíritu del discurso de su fundador, han sustituido por una interpretación teórica o filosófica, ni siquiera del mundo capitalista, sino de los escritos críticos de Marx sobre este mundo, su transformación revolucionaria. De ese modo, se ven arrastrados hacia el interior del «ismo» del marxismo como totalidad discursiva autorreferencial pero también internamente contradictoria, de la misma manera en que los lectores de filosofía tienden a ser tragados por la gran summa de su filósofo continental favorito. La filosofía es el lugar al que las intervenciones marxistas van a morir, sólo para ser enterradas en la pesada tumba de un sistema en múltiples volúmenes.

XI

Hasta que sea imaginable la vida desajenada, toda invocación de la oncena tesis será falsa—incluida ésta.

terça-feira, 28 de janeiro de 2025

El gobierno Lula es rehén del Parlamento brasileño

Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

El próximo sábado 1 de febrero se concretizará la elección del nuevo presidente del Senado y de la Cámara de Diputados de Brasil. El favorito para el Senado es Davi Alcolumbre del Partido Unión Brasil. También existe bastante consenso que el candidato “tapado” para presidir la Cámara es Hugo Motta del Partido Republicanos. Lo que también es un hecho confirmado es que, desde antes de la proclamación de ambos candidatos, las demandas y presiones que ejerce el Congreso Nacional sobre el gobierno se ventilan a plena luz del día.

Se sabe que la actual gestión deberá realizar un ajuste ministerial en un futuro mediato, sin embargo, la Cúpula de la Cámara de Diputados aguarda la elección del nuevo comando de la Casa para negociar directamente con el presidente Lula da Silva la reforma ministerial, saltándose la ronda de negociaciones con el actual ministro de la Secretaria de Relaciones Institucionales y, por lo tanto, quien debiera ser el responsable de liderar la articulación política, Alexandre Padilha.

El argumento de los líderes de la Cámara, es que solo van a negociar con el presidente Lula, pues es él quien tiene la discrecionalidad de decidir al final los cupos ministeriales que reivindican los miembros del Centrão, que dominan sobradamente las acciones dentro del Congreso. A pesar de que el cargo de Padilha cuenta con el apoyo de Lula y es parte del andamiaje institucional del gobierno, los diputados no reconocen su legitimidad para realizar las negociaciones sobre el futuro de la composición ministerial.

Ellos también le hicieron llegar al Palácio do Planalto la información de que prefieren que en esta negociación no participen los líderes de los partidos de la amplia coalición, sino que los acuerdos sean realizados directamente por los presidentes de ambas Casas del Congreso Nacional. Para ello, se sabe que existe un diseño con todos los cambios propuestos para la reforma ministerial, con candidatos marcados para asumir los nuevos cargos, todos de partidos de derecha que antes habían formado parte del gobierno de Bolsonaro.

En un acto de chantaje político directo, descarado y sin escrúpulos, los líderes del Congreso vienen señalándole al gobierno que esa es la única manera de mantener los actuales equilibrios de fuerzas entre ambos Poderes del Estado, lo que a su vez es una condición que permitiría afirmar y garantizar la gobernabilidad de la presente gestión.

De hecho, en la primera mitad de este tercer mandato del gobierno Lula ha sido evidente la falta de colaboración y de presiones ejercidas por los Congresistas, quienes se han dedicado a boicotear la mayor parte de los vetos realizados por el Ejecutivo, desconociendo la voluntad del presidente y reponiendo prácticamente todos los proyectos propuestos por el Legislativo, que tiene la prerrogativa de dar la palabra final para la aprobación de las medidas provisorias y las leyes.

Actualmente, las enmiendas parlamentarias son el principal instrumento utilizado por los parlamentarios para reforzar sus corrales electorales, quienes destinan gran parte del tiempo de su labor legislativa a gestionar los recursos para obras e inversiones en sus reductos y articulando con los poderes locales y estaduales mayores cuotas de poder que les permitan la reproducción de su actuación política en esos territorios.

Desde 2015 hasta la fecha, los valores de las enmiendas fueron adquiriendo un crecimiento acelerado que las ha llevado a ocupar un impactante volumen dentro del presupuesto nacional, algo así como 50 mil millones de reales (aproximadamente 8 mil quinientos millones de dólares). Además de este enorme caudal de dinero, el Congreso aprobó la ejecución obligatoria para la mayor parte de estos fondos, inclusive con las contraindicaciones y bloqueos realizados por el Supremo Tribunal Federal, quien ha tratado de velar por la transparencia y trazabilidad de los dineros transferidos desde los cofres públicos.

Con los montos abultados que han acumulado las enmiendas impositivas, que en muchos casos superan los presupuestos de determinados ministerios, el poder de negociación y la influencia de los congresistas viene, en consecuencia, aumentando considerablemente. Anteriormente, tanto la ocupación de ministerios como los recursos públicos destinados a diversos tipos de emprendimientos daban una gran capacidad de negociación a los gobiernos. Actualmente, esta capacidad se encuentra definitivamente concentrada en el parlamento.

El carácter desmedido que ha tomado este empoderamiento de las huestes del atraso fisiológico del Congreso, coincide con la derrota sistemática que vienen sufriendo las fuerzas progresistas y de izquierda en las últimas elecciones parlamentarias y municipales, lo que les otorga a los representantes de la derecha y la extrema derecha una presencia mayoritaria en las decisiones más significativas de la legislatura, la mayoría de ellas marcadas por corrupción y cooptación del aparato institucional del país. En efecto, tales sectores se encuentran más habituados con las prácticas de esta índole durante décadas en la historia política brasileña.

Si bien es cierto Lula da Silva ganó las elecciones de 2022 -y, dicho sea de paso, por un margen estrecho-, la composición del Congreso Nacional le ha sido francamente adversa, debiendo ampliar la base de su administración a partidos de derecha que hasta hace muy poco formaban parte del gobierno Bolsonaro. De esta manera, Lula tuvo que distribuir al inicio de su mandato nada menos que nueve ministerios entre partidos de esta amplia coalición, entre ellos, Unión Brasil, Partido Social Democrático (PSD), Movimiento Democrático Brasileño (MDB), aumentando después la transferencia de nuevos ministerios para otros dos partidos ontológicamente de derecha, el Partido Progresistas (PP) y Republicanos.

No obstante, a pesar de participar en esta “amplísima” base gobiernista, muchos diputados y senadores que militan en los partidos indicados anteriormente, siguen siendo en los hechos de oposición, apoyando en escasas oportunidades las iniciativas emanadas desde el Ejecutivo o directamente boicoteando los proyectos presentados por el Palácio do Planalto.

Si a ello se suma la amenaza siempre latente de una sanción contra el gobierno a causa de cualquier posible acusación por irresponsabilidad fiscal y, por ello mismo, la consecuente aplicación medidas de contención de gastos promovidas por su actual Ministro de Hacienda, Fernando Haddad, hace que este tercer mandato del presidente Lula es claramente más deficitario en la promoción de programas sociales de gran impacto, como es el caso de los Programas Bolsa Família, Fome Zero, Minha Casa/Minha Vida o los diversos tipos de apoyos a la investigación científica y la formación universitaria.

Presionado por una oposición activa, grupos económicos decididamente contrarios, una prensa hostil y acosado por sus propios errores, el gobierno Lula parece una administración debilitada que debe enfrentar a un Congreso empoderado, manipulador y turbinado por el conjunto de enmiendas parlamentarias que le otorgan un poder expresivo a la hora de decidir sobre las políticas públicas y otro sinfín de materias. Estos órganos asumieron un nivel de protagonismo no solamente dentro del proceso político sino especialmente en la definición de las prioridades del presupuesto fiscal, que en concreto son las prioridades de los intereses de cada uno de los “excelentísimos” diputados y senadores.

Lejos del escrutinio popular, los parlamentarios no tienen que rendirle cuentas a nadie, menos a los electores y ciudadanos brasileños que hasta ahora han aceptado pasivamente el curso de los acontecimientos. Es decir, nos encontramos frente a una institución que detenta poderes casi omnímodos y que actúa sin grandes contrapesos institucionales. Ello permite vislumbrar un escenario sombrío y trágico que va a requerir de la movilización activa, comprometida y permanente de la sociedad civil y de los otros poderes, para garantizar una mayor transparencia y un ejercicio efectivamente democrático en los procesos políticos decisorios por parte de los diversos agentes que conforman ambas Casas Legislativas. Si no es así, el despotismo parlamentario puede comprometer seriamente el futuro de Brasil.