El Clarín
El día 2 de abril de 1982 las tropas argentinas bajo el comando del General Mario Benjamín Menéndez desembarcaron en la Isla Soledad en el archipiélago de Las Malvinas y avanzaron en dirección de Puerto Argentino (Port Stanley), donde se encontraba la Gobernación de las Islas. Ello dio inicio a la guerra con el Reino Unido la que se extendió por dos meses y doce días y les costó la vida a 649 militares y civiles argentinos, en su gran mayoría jóvenes reclutas que se encontraban realizando su servicio militar. Eso todo el mundo lo sabe.
También estamos al corriente de las deplorables condiciones en que se encontraban los jóvenes soldados que combatieron en las islas, muchos sin los pertrechos y equipamientos mínimos necesarios para encarar una contienda de esa magnitud, ante navíos de guerra de última generación y a un ejército con enormes recursos tecnológicos y logísticos. Aparte de eso y tal como se desprende del testimonio de un ex combatiente: “durante la guerra los soldados argentinos no sólo tuvimos que combatir al enemigo, sino el hambre, el frío y la inaudita incompetencia y crueldad de nuestros propios jefes militares (…) Al margen de los errores tácticos y estratégicos que definieron la suerte de la guerra, lo que aparece como inaudito son los injustificados malos tratos, las crueldades de algunos oficiales y suboficiales hacia sus soldados como los estaqueos durante horas en la turba mojada, con temperaturas bajo cero. En su gran mayoría eran castigos por robar comida. El hambre dolía tanto como el frío austral.”.[1]
Ahora, lo que mucha gente todavía no sabe es que existe un grupo de casi 8.000 veteranos de la guerra que aún no reciben el reconocimiento oficial por parte del Estado argentino. Nos referimos a aquellos combatientes que intervinieron en el conflicto del Atlántico Sur, pero que no fueron destacados en las bases de guerra localizadas en las propias Malvinas. Estos soldados fueron movilizados hacia la zona austral del Teatro de Operaciones, específicamente en el sector continental del litoral patagónico. A pesar de que su participación en la guerra no estuvo confinada al territorio de las islas, ellos permanecieron durante todo el conflicto en la llamada Zona de Despliegue Continental, proporcionando apoyo logístico a las tropas que combatían en Malvinas y a la fuerza aérea que hacia incursiones en las zonas de combate. Este contingente además realizaba acciones de hostigamiento a las tropas británicas que buscaban retomar el control de las islas desde los portaviones y también desde las bases instaladas “clandestinamente” en territorio chileno.
Estos soldados siempre estuvieron expuestos ante la eventualidad de luchar, atacar y ser atacados por las fuerzas enemigas, o sea, siempre fueron combatientes y no se puede disminuir su relevante papel en ese conflicto bélico. Por dicho motivo, resulta inexplicable que hasta el día de hoy los veteranos que participaron en esa guerra desde la orilla continental, no sean reconocidos por el Estado como ex combatientes ni incluidos en la legislación vigente, a pesar de que la propia ley señala expresamente que tienen derechos a reconocimiento de veteranos de guerra todos aquellos que hayan participado en el conflicto Malvinas, sin importar el grado de protagonismo que hayan adquirido en el marco de esa conflagración. De hecho, entre las tropas instaladas en el litoral austral existen 17 bajas, las cuales son producto de los enfrentamientos y ataques aéreos que sufrieron por parte de las fuerzas británicas.
No obstante, mucho después de terminada la guerra -en los años noventa- el Estado argentino le dio el estatus de ex combatientes solamente a quienes figuraban como prisioneros de las tropas británicas y cuyos nombres constaban en la lista confeccionada por la Cruz Roja. En su momento, el argumento que fue esgrimido para no incluir a todos los soldados movilizados hacia el Teatro de Operaciones Atlántico Sur (TOAS) fue de carácter presupuestario. De esta manera, el resto de los militares que participaron en el conflicto no aparecen hasta la fecha en el padrón de veteranos de guerra y, por lo tanto, no tienen los beneficios correspondientes a su condición, como pensión y otros auxilios. Además sobre los veteranos ha caído el escarnio de la culpa por la derrota en la guerra y ellos mismos se perciben como una basura que es necesaria esconder bajo el tapete: “Volvimos de la guerra de noche y tapados, con el peso de la derrota sobre nuestro hombros. Solo fuimos recibidos por nuestras familias y el entorno próximo. El Estado se mantuvo ausente. Hasta que cada uno de nosotros no reciba su reconocimiento va a seguir en su puesto allá en el Sur”.[2]
Pero el tiempo y la actitud de un grupo de veteranos se ha encargado de esclarecer la injusticia cometida con los aproximadamente 8.000 ex soldados conscriptos que continúan olvidados por causa de una decisión errática y arbitraria. En efecto, a comienzos del año 2008, un conjunto de aproximadamente 400 ex combatientes instalaron un campamento en el sector sur de la Plaza de Mayo, a escasos metros de la Casa Rosada. Ellos exigen el reconocimiento de su participación en la guerra y, consecuentemente, su derecho para acceder a los beneficios e indemnizaciones que por ley les correspondería obtener del Estado argentino. El pasado 25 de febrero se cumplieron seis años desde que este colectivo de ex combatientes decidió instalar dicho campamento como forma de presionar y ser escuchados por el gobierno y los legisladores. Han sido seis años duros, en los que han tenido que enfrentar la represión y los intentos de desalojo por parte de la policía. Inclusive ya fueron atacados por los veteranos “reconocidos” que ven a este grupo como una amenaza, pues consideran que a partir de la ampliación del padrón de veteranos, los exiguos valores que les entrega el Estado van a tener que ser repartidos entre más beneficiarios.
Un importante avance en esta lucha fue que en el año 2009 el Ejército argentino realizó un estudio en el cual se concluye que: “No existen impedimentos legales tanto a nivel Nacional como Internacional para el reconocimiento como Veteranos de Guerra de Malvinas, en consideración al mayor riesgo corrido al entrar en una zona de guerra, que fue el ámbito operativo de la estructura militar de combate, y en cumplimiento de órdenes superiores. Esto fue así considerado al entender que existía riesgo físico y psíquico tanto en el TOAS como dentro de la Zona de Despliegue Continental, sin hacer distinción entre ambos”.[3]
Seis años se han pasado y los veteranos continúan allí, con la perseverancia y la unidad que solo puede dar la convicción de una causa justa. Y no pierden la esperanza de ver una solución a corto plazo. Tienen la palabra del gobierno y de muchos congresistas, sin embargo, su cruzada continuará hasta que no tengan la anhelada justicia y el reconocimiento de su condición de veteranos en una guerra infame. Junto al campamento levantado en Plaza de Mayo se puede ver un enorme mural que representa la estrategia de los poderosos y el dolor de la batalla estampada en los rostros de los soldados. Es un homenaje a todos los caídos y un apelo a la memoria de los pueblos, porque como bien sabemos “la memoria pincha hasta sangrar a los pueblos que la arrancan y no la dejan andar…”
NOTAS
[1] Edgardo Esteban, “Malvinas: la guerra, el hombre”, Página 12, 02/04/2011.
[2] Testimonio recuperado en el documental “Tras un manto”, realizado por José Duacastella para el Grupo de Veteranos de Guerra Malvinas no reconocidos, Campamento TOAS Plaza de Mayo.
[3] Dictamen n° 27869/08 – CIJ N° 1885/09 del Ministerio de Defensa, República Argentina.
Nenhum comentário:
Postar um comentário