Luiz Bernardo Pericás
Jacobin América Latina
Este 10 de enero se cumple un nuevo aniversario del asesinato del joven revolucionario cubano Julio Antonio Mella, cuyo pensamiento político marcó un hito para la izquierda latinoamericana.
Julio Antonio Mella fue uno de los grandes pioneros del marxismo en América Latina. A lo largo de su breve vida, fue un destacado dirigente del movimiento estudiantil cubano, fundador del Partido Comunista de Cuba e impulsor de diversas organizaciones populares y revolucionarias. También obtuvo un amplio reconocimiento como intelectual audaz y provocador.
Nacido en La Habana en 1903, Mella pasó su juventud estudiando en escuelas de Cuba y Nueva Orleans. Antes de terminar el bachillerato, ya había leído obras de José Enrique Rodó, Manuel González Prada, José Ingenieros y Emilio Roig de Leuchsenring, pero sobre todo recibió la influencia de las ideas de José Martí, una de las figuras clave de la lucha por la independencia de Cuba.
En 1921 ingresó en la Universidad de La Habana como estudiante de Derecho, Filosofía y Letras. Fue a partir de ese momento cuando comenzó realmente la carrera de Mella como activista revolucionario e intelectual. Varios acontecimientos marcarían a la nueva generación, entre ellos las reverberaciones de la Revolución Mexicana, la crisis económica y política tras el final de la Primera Guerra Mundial y la influencia de la Revolución Rusa.
Juventud revolucionaria
La reforma universitaria argentina de 1918, que poco a poco se extendió a otras partes de América Latina, también desempeñó un papel fundamental en la agitación de los ánimos de la juventud cubana. Fue a través de su participación en el movimiento estudiantil que Mella comenzó a destacar. Fue uno de los fundadores (y más tarde presidente) de la Federación de Estudiantes Universitarios, organización creada en diciembre de 1922 por iniciativa suya, además de dirigir la revista Alma Mater, de la que fue fundador. Además, dirigió el primer Congreso Nacional de Estudiantes y creó la revista Juventud.
A partir de este momento, Mella trataría siempre, cuando fuera posible, de unir al movimiento obrero y a los estudiantes en una lucha amplia y unificada. Sus contactos con dirigentes obreros como Carlos Baliño y Alfredo López fueron producto de esa época. Fue uno de los principales protagonistas del movimiento de reforma universitaria y desempeñó un papel clave en la creación de la Universidad Popular José Martí, un experimento que acabaría siendo clausurado por el gobierno de Gerardo Machado, a quien Mella apodó el «Mussolini tropical».
En 1924, Mella fundó la Federación Anticlerical de Cuba como parte de la organización continental del mismo nombre, con sede en México. También creó el Instituto Politécnico Ariel con algunos amigos y se afilió a la Agrupación Comunista de La Habana. Ese mismo año contrajo matrimonio con una estudiante de Derecho llamada Oliva Zaldívar Freyre. La siguiente tarea de Mella fue fundar la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas en julio de 1925. Esta era una organización que había sido fundada el año anterior en México por comunistas estadounidenses y mexicanos, junto con su periódico El Libertador.
En 1925, con solo veintidós años y una impresionante experiencia política, Mella participó en la fundación del Partido Comunista de Cuba (PCC). Ese mismo año fue expulsado de la universidad. El gobierno de Machado también llegó al poder en 1925 e inició una intensa campaña de represión política. Varios opositores al régimen fueron encarcelados, asesinados o (en el caso de los extranjeros) deportados.
Poco después de tomar posesión, Machado ordenó la detención de dos docenas de militantes comunistas y anarcosindicalistas, muchos de los cuales fueron puestos en libertad bajo fianza. Sin embargo, en septiembre se produjeron explosiones en distintos puntos de La Habana. Varios activistas de la oposición fueron acusados de los atentados y detenidos, entre ellos Mella, que ingresó en prisión a finales de noviembre.
Una vida de lucha
El 5 de diciembre inició una huelga de hambre, algo inusual en Cuba en aquella época, y comenzó una campaña nacional por su liberación. La huelga de hambre de Mella se convirtió en el principal tema de discusión en la prensa y en un verdadero drama nacional. Sin embargo, esto disgustó mucho al PCC, que le ordenó interrumpir el ayuno inmediatamente, aunque Mella no cumplió la instrucción.
Los dirigentes del partido acusaron a Mella de vanidoso, indisciplinado y propenso a actitudes pequeñoburguesas. Algunos le consideraban desobediente e inclinado a romper con la jerarquía del partido. Mella fue incluso tachado por sus correligionarios políticos de traidor y desertor y acusado de querer constituir su propia corriente, el «mellismo», lo que no era cierto. Pasó dieciocho días en huelga de hambre y sufrió un infarto debido a la gravedad de su estado. Pero Machado acabó cediendo bajo el peso de la presión pública. El 23 de diciembre de 1925 se dio la orden de liberación de Mella.
En enero de 1926, ante la posibilidad de ser enviado de nuevo a prisión, Mella decidió abandonar Cuba en secreto para exiliarse en México. Abandonó el país sin su esposa Oliva, que en ese momento estaba embarazada y pasó semanas sin tener noticias de su marido. Ese mismo mes, fue expulsado del PCC (según algunos, «excluido temporalmente», «sancionado» o «suspendido» del partido), a pesar de que pertenecía a su Comité Central y había sido uno de sus fundadores.
Esta actitud hacia Mella aisló a los comunistas cubanos de la época. La Comintern consideró su expulsión como una medida sectaria y exigió la revisión de la decisión. Cuando llegó a México, el presidente Plutarco Elías Calles concedió inmediatamente asilo político al joven militante. Mella se afilió al Partido Comunista Mexicano (PCM) con el apoyo de la Comintern.
Durante su estancia en México, Mella dirigió la Liga Antimperialista de las Américas, trabajó en la redacción de la publicación El Machete y participó en otras actividades políticas, tanto nacionales como internacionales. Al mismo tiempo, reanudó sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de México y fundó la Asociación de Estudiantes Proletarios y su órgano El Tren Blindado.
Mella fue también miembro del Comité Manos Fuera de Nicarágua (MAFUENIC) y del Comité Ejecutivo del Partido Revolucionario Venezolano. Incluso fue detenido durante unos días tras participar en las protestas contra la condena de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti frente a la embajada de Estados Unidos (junto con su esposa, que en ese momento se había trasladado a México para vivir con él).
Esta agotadora rutina de activismo político y las dificultades económicas que soportaba Mella prácticamente no dejaban espacio para una vida familiar tradicional. Después de un embarazo que terminó en un nacimiento sin vida en 1926, su esposa dio a luz a su hija Natasha al año siguiente. Poco después, extrañando a su familia, descontenta con la constante vigilancia de su actividad por parte de la Policía y los agentes de Machado y agotada por las privaciones diarias que sufrían, regresó a Cuba con Natasha. Mella no volvió a verlas. Al poco tiempo, inició una relación con la fotógrafa Tina Modotti.
Brillantez inusual
La labor política de Mella durante este periodo incluyó un viaje a Europa en febrero de 1927 para participar en el congreso fundacional de la Liga contra el Imperialismo y la Opresión Colonial en Bruselas, donde denunció el fascismo y el Ku Klux Klan al tiempo que exigía la libertad de los pueblos africanos. El congreso reunió a 174 delegados de veintiún países diferentes. Algunos de los asistentes, como el comunista argentino Vittorio Codovilla y el peruano Haya de la Torre, hicieron comentarios desfavorables sobre Mella, pero el novelista Henri Barbusse lo describió como «un delegado de una brillantez inusual».
Tras este evento, Mella visitó la Unión Soviética durante unas semanas, donde fue invitado a participar en la segunda conferencia del Socorro Rojo Internacional y fue elegido miembro de su comité como representante centroamericano. Preparó dos detallados informes políticos, uno sobre Cuba y otro sobre México. Parece ser que en esta ocasión también mantuvo contactos con miembros de la Oposición de Izquierda. Se dice que Codovilla lanzó varias acusaciones contra Mella, tachándolo de intelectual pequeñoburgués y oportunista sin disciplina revolucionaria.
De Moscú, Mella fue a París antes de regresar a México en junio de 1927. Quedó tan impresionado por la Unión Soviética que en una carta dijo haber vuelto «del paraíso». Mella escribió varios artículos sobre la URSS, en general bastante elogiosos. Vladimir Lenin aparece en los escritos de Mella como un punto de referencia fundamental: el líder bolchevique era para él «el maestro del proletariado internacional» y «el más exacto y práctico de los intérpretes de Karl Marx». Menciona a León Trotsky en algunos artículos, normalmente de forma positiva: en un texto, Trotsky es descrito como un «dínamo humano». Iósif Stalin, en cambio, no figura en ninguna de las obras del joven.
El Partido Comunista Mexicano tenía suficiente confianza en Mella como para nombrarlo secretario general interino del partido en junio de 1928. Sin embargo, cuando una delegación del partido regresó del VI Congreso de la Comintern en septiembre de ese año, Mella fue destituido no solo de este cargo interino, sino también del Comité Central. En diciembre de 1928, Mella decidió abandonar el Partido. Según el secretario del partido, Rafael Carrillo, entregó un «repudio insultante» a los dirigentes del PCM.
El motivo fue una carta que el PCC envió a los comunistas mexicanos, solicitando que el «grupo cubano» (Mella y sus socios) se subordinara al Comité Central del PCM en lugar de trabajar por su cuenta, lo que podría comprometer «de manera verdaderamente criminal» a los camaradas que trabajaban en la propia isla. Se supone que la respuesta de Mella fue tan impulsiva que los dirigentes del PCM pretendieron hacer circular una resolución al respecto entre todos los partidos latinoamericanos.
Sin embargo, Mella reconsideró su decisión unos días después y pidió disculpas en una carta, solicitando permanecer en el partido. En ese momento, Carrillo declaró que Mella siempre había tenido «debilidades trotskistas». El partido aceptó su petición, con la condición de que no asumiera ningún papel dirigente durante los tres años siguientes.
El enemigo de Machado
Los partidarios del régimen de Machado acusaron a Mella de antipatriótico, presentándolo como un mercenario y una marioneta de la Unión Soviética. Se trataba claramente de una imagen falsa destinada a reducir su gran popularidad en los círculos progresistas. De hecho, Mella perteneció a una generación de intelectuales latinoamericanos muy originales que tuvieron la capacidad de captar la realidad nacional de sus países, identificando posibles vías de acción y adaptando diversas líneas de pensamiento, tanto marxistas como no marxistas, para comprender la historia y la coyuntura local.
En la primera mitad de 1928, Mella llevó a cabo su proyecto más importante al crear la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC), una organización antimperialista, interclasista y declaradamente «democrática» con sede en Ciudad de México. Claramente inspirada en José Martí, el nicaragüense Augusto César Sandino y el Partido Revolucionario Venezolano, su objetivo inmediato era desalojar a Machado del poder.
Para Mella, la organización debía unir las luchas de todos los que se oponían al régimen —estudiantes, trabajadores, intelectuales e incluso miembros de la Unión Nacionalista liberal-burguesa— para iniciar un levantamiento armado en Cuba, sin perder de vista el objetivo socialista final. Sin embargo, el foco principal siempre estuvo en la clase obrera; después de todo, la publicación oficial de la ANERC tenía un título (¡Cuba Libre! Para los trabajadores) que indicaba claramente cuál era el objetivo principal del grupo.
Se trataba de preparar una expedición militar que zarparía de México e iniciaría una insurrección en la isla. El grupo estaba fuera del ámbito del PCC: ni su estructura ni su estrategia coincidían necesariamente con los proyectos de los comunistas cubanos. Según algunos autores, Mella pensaba que la lucha armada en Cuba abriría un nuevo frente contra el imperialismo norteamericano, que ya estaba ocupado en Nicaragua.
La ANERC fue fuente de fricciones entre Mella y miembros de la dirección del PCM. Los comunistas mexicanos consideraban el proyecto de carácter «golpista» y pequeñoburgués, que implicaba alianzas con sectores reformistas y liberales y no priorizaba la acción de las masas proletarias. Se lo acusó de no seguir las instrucciones de la Comintern y de albergar simpatías por el trotskismo.
Al mismo tiempo, los planes de Mella disgustaron mucho al régimen de Machado. El 10 de enero de 1929, hacia las nueve de la noche, mientras caminaba por una calle de Ciudad de México con Tina Modotti, recibió dos disparos por la espalda a quemarropa. Aunque fue trasladado a un hospital para ser operado, Mella no sobrevivió al ataque y exhaló su último aliento hacia las dos de la madrugada del día siguiente. Solo tenía veinticinco años.
Aunque hubo varias teorías especulativas sobre el móvil del atentado —desde un «crimen pasional» que implicaba a Modotti hasta el asesinato por militantes comunistas que actuaban en nombre del estalinismo—, quedó claro que los asesinos eran agentes contratados por Machado para eliminar a su rival político. A partir de ese momento, la leyenda en torno a Julio Antonio Mella no pararía de crecer.
Las influencias de Mella
Como todo personaje complejo, Mella no puede ser encasillado teórica ni ideológicamente. Luchó por la revolución sin descartar la posibilidad de lograr reformas radicales en el camino. Era antirracista, pero hacía especial hincapié en la lucha de clases. Defendió al proletariado como principal protagonista político sin dejar de incluir en sus proyectos a sectores de clase media, estudiantes e intelectuales progresistas. Fue «nacionalista» pero siempre mantuvo una perspectiva internacionalista y continental. Fue marxista sin dejar de estar comprometido con el legado de José Martí.
Mella podía trabajar tanto dentro como fuera de los partidos a los que pertenecía en organizaciones muy heterogéneas. Polémico y a veces contradictorio, fue un excelente organizador, y su activismo en diversos frentes fue constante y frenético. Combatió la dictadura de Machado con un proyecto de democracia, modernización institucional, desarrollo económico y verdadera independencia para Cuba. Mella apoyó una educación que abarcara a las clases populares, un antimperialismo intransigente y (en última instancia) una revolución social dirigida por los trabajadores.
Para entender la ideología de Mella necesitamos identificar las diferentes influencias teóricas que moldearon su pensamiento. Su primera gran influencia fue, sin duda, José Martí. Mella se propuso «redescubrir» y «reinterpretar» la obra del poeta, reivindicando su vida y su pensamiento para las luchas populares.
El vínculo entre Martí y Mella fue probablemente Carlos Baliño. Conocido como el primer marxista cubano (y quizás incluso el primer marxista de toda América Latina), Baliño fue un contemporáneo de Martí que se hizo amigo suyo y se afilió al partido que este fundó. Comprendió las particularidades de la historia cubana y la necesidad de una verdadera independencia política y económica, combinando estos elementos con el conocimiento del movimiento obrero, la participación en las luchas sindicales y el compromiso con la revolución socialista.
Baliño fue probablemente el primero en unir las ideas de Martí y Marx en la isla, además de ser un excelente organizador político y un gran admirador de Lenin y la Revolución de Octubre. Posteriormente mantuvo una estrecha relación con Mella y fue uno de los fundadores del PCC. Debemos recordar su papel en el desarrollo del pensamiento del joven.
También es digno de mención el impresor anarcosindicalista Alfredo López. Mella reconoció a López como su «maestro» en muchos aspectos. Cuando Mella era dirigente estudiantil, aprendió mucho de su colega, que contribuyó a acercar a los universitarios a los trabajadores.
Por supuesto, Marx sería una influencia decisiva para Mella, junto con Lenin y la Revolución Rusa. Aunque leyó obras de Trotsky y Nikolai Bujarin, fue la obra de Lenin la que más le impactó en aquella época. Mella creía que la existencia de «apóstoles», «héroes» y «mártires», junto con los «revolucionarios profesionales», era esencial para que la causa triunfara. En su opinión, el revolucionario debía dedicarse por entero a la causa y subordinar su propia personalidad a las necesidades políticas y sociales.
Patria Grande
Por un lado, Mella defendía un «nacionalismo revolucionario» con un claro carácter de clase, popular y proletario. Por otro, buscaba la unión de América Latina como Patria Grande de todo el continente. Llamaba a luchar por hacer realidad «el viejo ideal de [Simón] Bolívar, adaptado a los tiempos actuales»: la «unidad de América», una «América libre», no la América explotada y colonial que era feudo de unas pocas empresas capitalistas, apoyadas por gobiernos que actuaban como agentes del imperialismo.
Mella basó su visión del imperialismo principalmente en el libro de Lenin El imperialismo, fase superior del capitalismo y en los escritos de Martí. También es posible que leyera y se viera influido por las obras de Scott Nearing, a quien se refirió como un «formidable sociólogo estadounidense» (El Imperio Americano de Nearing fue traducido al español por Carlos Baliño). Mella creía que la teoría leninista del imperialismo era «universalmente aplicable», en lugar de ser específica para ciertas regiones, «como sostienen algunos “revisionistas” de manera simplista».
Mella fue uno de los opositores más acérrimos de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), el movimiento fundado por Haya de la Torre. Escribió un panfleto que posiblemente sea el texto crítico más importante sobre el APRA de aquella época. Para Mella, el APRA representaba una variante del populismo con un programa que en la práctica lo convertiría en el instrumento de una política reformista para las burguesías de América Latina.
Mella estaba ciertamente preocupado por las cuestiones de «raza» y racismo. En una entrevista señaló que un tercio de la población de Cuba tenía «sangre africana» y que estaban terriblemente explotados, encontrando grandes obstáculos en los campos de la política y la educación. También denunció con indignación el linchamiento de afroamericanos en Estados Unidos. A pesar de ello, Mella consideraba que la lucha de clases tenía prioridad sobre la cuestión racial.
Su posición se hizo más explícita en sus críticas al APRA, especialmente en relación con el papel de los pueblos indígenas de América Latina. Según Mella, era un error hablar del potencial revolucionario de los pueblos indígenas:
La penetración del imperialismo ha acabado con el problema de la raza, en su sentido tradicional, en la medida en que el imperialismo transforma a indios, mestizos, blancos y negros en trabajadores, es decir, le da al problema una base económica y no étnica.
Para Mella, la experiencia ya había demostrado que «el campesino —el indio en América— es extraordinariamente individualista y que su máxima aspiración no es el socialismo, sino la propiedad privada». Solo la clase obrera podría liberar al campesinado de este error, «sobre la base de la alianza que el Partido Comunista establezca entre las dos clases».
Por supuesto, existen limitaciones en los textos de Mella, que en general son bastante breves y no necesariamente desarrollan con gran profundidad las ideas que expone, quizás debido a su estilo de vida y a la falta de tiempo, con la gran cantidad de actividades políticas que desarrollaba simultáneamente. Hablamos de alguien todavía muy joven que a menudo preparaba artículos sobre la coyuntura política inmediata, muchos de los cuales tenían un sesgo propagandístico y una visión determinista de la historia. Su objetivo era ser lo más directo posible, lo que se traducía en obras de contenido polémico y provocador.
Aun así, se puede encontrar en Mella una marcada sensibilidad y una enorme capacidad para comprender la época en que vivió y las necesidades del momento. Su vida y su obra siguen inspirando a la gente en Cuba y merecen ser conocidas por la juventud progresista de hoy más allá de la isla.
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