El Desconcierto
El próximo miércoles 19 de abril se llevará a cabo un nuevo censo nacional, que en esta oportunidad tendrá el carácter de abreviado. Este proceso de empadronamiento de la población de Chile se realizaba todas las décadas en años terminados en el dígito 2. Como es ampliamente conocido, el último censo de 2012 fue marcado por el fracaso, a pesar de que fue anunciado como una medición que marcaría historia en los anales de la estadística nacional. Como el censo en cuestión no tuvo los resultados esperados, ello terminó inutilizando prácticamente la totalidad de la información recabada. En concreto, hasta ahora no se puede disponer de una información confiable para elaborar diagnósticos y proyecciones necesarias y las diversas entidades públicas y centros de investigación deben trabajar con los datos recogidos en el censo de 2002.
Por lo mismo, reviste especial importancia que la ciudadanía participe en este proceso, pues de ello dependen no solo la información estadística de la población existente en Chile en un momento determinado, sino que también las tendencias de la dinámica poblacional del país. Esta caracterización implica conocer una serie de indicadores como sexo, edad, escolaridad, religión, grupo étnico, composición del núcleo familiar, tipo de actividad, situación habitacional y de movilidad de la población, entre otros. El censo es una herramienta esencial para la gestión del gobierno central, regional y municipal, pues permite recoger los datos necesarios, por ejemplo, para diseñar programas de vacunación, subsidios y subvenciones, definición de espacios rurales o urbanos, clasificación socio-económica, etc.
El énfasis en los procesos de descentralización y las transformaciones ocurridas en la composición demográfica de ciudades, pueblos y aldeas en los últimos 15 años requieren de datos fidedignos que permitan realizar los análisis prospectivos y elaborar las políticas públicas en los diversos territorios. Implica por lo mismo, contar con una información primordial para elaborar las políticas, programas y acciones a la luz de los datos actualizados y de las proyecciones de población en todas las localidades y rincones del país. Además, el acelerado ritmo que han tenido los procesos migratorios en los últimos años están reconfigurando el país de norte a sur, colocando nuevos desafíos para el gobierno y para el conjunto de la nación.
En ese marco, el censo representa una oportunidad especial para fortalecer la política territorial, pues como nunca antes existen los mecanismos y la voluntad para realizar una política que aborde las especificidades de cada localidad en función de su historia, su tendencia demográfica, su nicho agroecológico, su vocación productiva, su identidad y su cultura. Sin desconocer la dimensión política y las relaciones de poder que cruzan la acción territorial, el censo puede transformarse en un importante subsidio para la planificación en diversos ámbitos geográficos y sectoriales, velando para que los variados espacios y confines del país puedan aspirar a una política que estimule y preserve la igualdad de oportunidades entre todas las regiones.
Un problema en permanente discusión es la definición de aquello que se delimita un área rural a diferencia de una zona urbana. Difícilmente el censo resolverá esta cuestión en términos estadísticos, pero aun así va a permitir tener una radiografía más detallada de las tendencias demográficas existentes en el país, a gran y pequeña escala. De esta manera, el censo debe mejorar la provisión de servicios en el ámbito de la salud, educación, vivienda, saneamiento básico, sistemas previsionales, etc. En resumen, la información recogida por el censo no resolverá automáticamente los obstáculos y dificultades que enfrenta el país, pero ciertamente permitirá contar con mejores insumos para conocer la situación de cada territorio y planificar los programas y acciones en función de dicha información.
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