Le Monde
Se acerca el centenario de la revolución de octubre de 1917 y sigue sin resolverse la cuestión de qué hacer con Lenin. Noventa y dos años después de su muerte, el dirigente de la revolución bolchevique sigue presente en todos los rincones de Rusia, en el metro de Moscú y, por supuesto, en la plaza Roja, donde su cuerpo embalsamado reposa dentro de un mausoleo de granito. Lenin está en todas partes. En 2011, Rusia Unida, el partido en el poder, trató de movilizar a los partidarios de su entierro lanzando una página web con el nombre de Good Bye Lenin. Sin embargo, hasta ahora, y pese a las 620 648 respuestas afirmativas, la iniciativa ha caído en saco roto. Ningún dirigente ruso ha logrado tumbar la figura de Vladímir Ilíich Uliánov, el primer jefe de Estado soviético.
Peor aún, el actor estadounidense Leonardo Di Caprio lo representará en el cine. También han sorprendido las declaraciones de Vladímir Putin ante el Consejo de la Ciencia y la Educación reunido el 21 de enero en el Kremlin, en que el presidente ruso no ha dudado en acusar a Lenin de haber llevado a Rusia a su “hundimiento”. “Puso una bomba atómica bajo la casa Rusia que después explotó”, afirmó, provocando la ira del Partido Comunista, primera fuerza de oposición parlamentaria en Rusia. “Criticar [a Lenin] es atentar contra la seguridad del Estado”, zanjó el 2 de febrero Guenadi Ziugánov [estalinista de relieve que juega su baza], primer secretario del PC ruso, citado por la agencia Interfax.
“Me avergüenzan las cosas absurdas que dice el dirigente de nuestro país sobre su gran predecesor”, escribe Roman Kobízov, diputado de la región de Amur, en el extremo oriente del país, en un largo texto publicado en la página web del partido, y añade: “Quienes vapulean su país como hacen los nacionalistas ucranianos del Sector Derecha son una reencarnación de Bandera. El nombre de Putin es Bandera.” ¡Caramba!, ¿el presidente ruso equiparado al nacionalista ucraniano que colaboró con la Alemania nazi? El asunto va en serio. En un congreso político celebrado en Stavropol, Putin trató poco después de endulzar sus palabras. “Al igual que millones de ciudadanos soviéticos, yo fui miembro del Partido Comunista”, dijo pasando por alto su pasado como agente del KGB (servicio secreto soviético). “Sin embargo, a diferencia de muchos funcionarios del partido, no he tirado mi carnet, no lo he quemado […]. Todavía lo guardo en alguna parte.”
Ucrania en el punto de mira
“Siempre me han gustado las ideas comunistas y socialistas”, prosiguió el jefe del Estado. “Si leemos el código de los fundadores del comunismo […], se parece mucho a la Biblia. No es un chiste. Estamos hablando de cosas buenas, de igualdad, de fraternidad, de felicidad…” Al oír esto, los comunistas recuperaron el aliento, pero lo que vino después les desengañó: “Sin embargo, la realización concreta de esos ideales tiene muy poco que ver con las utopías socialistas de Saint-Simon u Owen.” Y adujo el ejemplo del asesinato de la familia del último zar de Rusia por los bolcheviques: “Supongo que tenían razones ideológicas para eliminar a sus herederos, pero ¿por qué matar al doctor Botkin, médico del Zar Nicolás II? ¿Por qué acabar con el personal doméstico, que eran proletarios? Para cubrir el crimen.”
Ya puestos, Putin denunció el papel del partido bolchevique durante la primera guerra mundial –“perdimos frente a una nación derrotada […], un caso único en la historia”–, antes de abordar la cuestión central de su intervención: sí, Lenin colocó sin duda “una bomba de relojería” bajo los cimientos de Rusia. Por un motivo muy sencillo, como explicó el jefe del Kremlin: la autonomía que el antiguo dirigente había concedido a los “sujetos” de la URSS “sobre la base de una igualdad plena, con derecho de cada uno a abandonar la unión”, fue un error. Putin calificó de “absurda” la decisión de ceder el Donbas a Ucrania…
“Las fronteras se fijaron de forma arbitraria, sin mucho razonamiento. ¿Por qué integraron el Donbas en Ucrania?” Mientras prosiguen laboriosamente los debates sobre la puesta en práctica de los acuerdos de Minsk -que se supone apaciguarán la situación en el este de Ucrania, donde se libra un combate sangriento entre los separatistas prorrusos, apoyados por Moscú, y las fuerzas de Kiev-, esta reflexión dice mucho de la visión que tiene el Kremlin de la integridad territorial de su vecina… Desde luego, no asombrará a quienes se acuerdan de que Putin calificó en su día la desaparición de la URSS de la “mayor catástrofe” del siglo XX. Sin embargo, no cabe duda de que detrás de esta evaluación del papel de Lenin hay más cosas. Obnubilado por las “revoluciones”, esas auténticas bombas de relojería, Putin no las tiene todas consigo ante la aproximación del centenario de uno de los más grandes revolucionarios de todos los tiempos.
Nenhum comentário:
Postar um comentário