Página 12
El diario de Agustín, film de Ignacio Agüero y Fernando Villagrán, conmueve con uno de los fraudes más extendidos sobre el rol de los medios de comunicación: su pretendida autonomía. Estrenada esta semana en Buenos Aires en el marco del festival “DocBsAs”, la película expone la complicidad de grandes medios de comunicación no sólo con la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) sino también con un preludio de instalación de miedo, caos e inseguridad para que las fuerzas armadas allanaran su acceso al poder estatal.
Una dinastía de Agustines Edwards preside desde hace más de cien años el periódico de referencia en Chile: El Mercurio. La singularidad de El Mercurio, como explicó el domingo en Página 12 Horacio Verbitsky, radica en que conjuga el valor de la tradición periodística, su vocería y correspondencia con los intereses del poder económico y social, su liderazgo en las ventas en el mercado de diarios y su centralidad en la configuración de la agenda pública. Es hoy, como otros medios en la región, un grupo que controla buena parte de la producción y circulación de información en su país.
Pero su pasado lo condena. Un ex director del diario, periodistas entrevistados y portavoces de la dictadura pinochetista son contrastados en su testimonio con un contundente trabajo de archivo –a cargo de un equipo académico de la Universidad de Chile– para documentar las campañas de ocultamiento y tergiversación de hechos históricos por parte de El Mercurio y otros medios de comunicación. La publicación de “enfrentamientos” de personas que fueron en verdad desaparecidas y asesinadas por la dictadura; la perseverante operación de acoso y derribo del democrático presidente Salvador Allende en base a falacias; el aporte de más de dos millones de dólares de la CIA para El Mercurio (11 millones en moneda actual) para financiar el complot; y la interesada estigmatización de la movilización social como “comunista” o “pekinesa” son algunos de los casos retratados por un film de impecable factura técnica.
Dos meses después del golpe de Pinochet, el entonces líder del Partido Comunista Italiano (que era el mayor de Occidente), Enrico Berlinguer, planteó sus célebres “lecciones de Chile”, advirtiendo que la simple mayoría electoral no bastaba para comprometer a una sociedad con las transformaciones necesarias para superar la desigualdad. La “vía chilena al socialismo” que defendía el camino electoral y cuyo programa honró con su vida Allende, demandaban una mayoría cultural y política, sostenía un Berlinguer en tributo a Antonio Gramsci.
Precisamente el plano cultural y comunicacional puede enfocarse ahora a través de la penetrante lente del film El diario de Agustín. El Mercurio nunca revisó su complicidad con el golpismo y su manipulación informativa. Manuel Garretón interpreta en la película que asumir públicamente su responsabilidad implicaría para El Mercurio una reacción en cadena acerca de sus rutinas mismas de producción de noticias, lo cual conduciría a cuestionarlo en el presente. Y el presente está adiestrado en el lenguaje de lo políticamente correcto: después de muchos años, Pinochet puede ser aludido como “dictador” y no ya como “ex presidente”.
El Colegio de Periodistas de Chile sancionó en junio de este año a algunos de sus miembros involucrados en la producción de noticias falsas durante la dictadura. La investigación de la Universidad de Chile, las acciones del Colegio de Periodistas y la realización de la película remueven el fraude de la autonomía de los medios y permiten seguir extrayendo trascendentes lecciones de Chile.
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