terça-feira, 27 de setembro de 2022

Brasil: Un Frente Amplio para derrotar al fascismo


Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

“Vamos a andar, con todas las banderas,
trenzadas de manera que no haya soledad.
Vamos a andar, para llegar a la vida…” 
Silvio Rodríguez


Según la mayoría de las encuestas electorales, el candidato Lula da Silva puede ganar en la primera vuelta electoral del próximo domingo 2 de octubre. Sin embargo, todavía no se disipa del todo la amenaza golpista divulgada por Bolsonaro en sus últimos mítines y apariciones en público. En su breve estadía en Londres, el ex capitán declaró que, si no gana en el primer turno con el 60 por ciento de los votos, será debido a que se va a cometer un fraude electoral que deberá ser rechazado inmediatamente por sus huestes. Por lo tanto, advierte a sus seguidores para estar atentos ante una eventual derrota y no reconocer el triunfo de Lula. Con ello se buscará crear un clima de caos y violencia en el país que pueda generar una situación de inestabilidad que amerite la intervención de las Fuerzas Armadas que, utilizando el argumento de restituir el orden, determine finalmente anular las elecciones y sacramentar la continuidad del candidato de la situación.

Es una jugada desesperada y aparentemente descabellada, aunque plausible. El tema es si las Fuerzas Armadas estarán dispuestas a endosar esta salida golpista para mantener a Bolsonaro en el poder a través del recurso de las armas y la represión. Informaciones recabadas desde los círculos militares llevan a suponer que este escenario es rechazado entre los representantes del alto comando, aunque no a nivel de los mandos medios (Coroneles, Capitanes y Tenientes) que son precisamente aquellos que tienen una relación directa con la tropa.

Durante el gobierno Bolsonaro, las Fuerzas Armadas han tenido un trato privilegiado en la estructura de poder, en donde más de 6 mil efectivos vienen participando en las tareas de gestión y administración del ejecutivo, ocupando inclusive más puestos que en la época de la dictadura militar entre 1964 y 1985. La mayoría de ellos reciben un doble salario, como militares en activa y como funcionarios, lo cual ha llevado a muchos uniformados de alta graduación a obtener cifras exorbitantes por las tareas que desempeñan.

Empero, las Fuerzas Armadas como un todo deben evaluar las consecuencias de sumarse a una intentona golpista en un escenario cada vez más hostil a los arrestos autoritarios del ex capitán. En el plano interno, se viene construyendo un amplio pacto en Defensa de la Democracia y de las instituciones del Estado, como ya apuntamos en una columna anterior (Se inicia un nuevo ciclo de movilizaciones contra Bolsonaro).

Por su parte, la Comunidad Internacional también se ha manifestado en reiteras ocasiones sobre la importancia de respetar los resultados de las urnas, alertando sobre posibles sanciones políticas y comerciales si el actual gobierno insiste en perpetuarse en el poder contra viento y marea. Ya se encuentran en el país más de un centenar de especialistas de diversas entidades hemisféricas e internacionales que se dedicarán a monitorear la transparencia y veracidad del resultado de las urnas.

Entre la aprensión y la esperanza

Nunca será exhaustivo insistir en que la presente coyuntura que vive Brasil implica la definición de una dramática encrucijada entre escoger la democracia o el autoritarismo, entre un proyecto de desarrollo que busca consolidar los principios de una convivencia pacífica en un contexto de tolerancia y pluralismo o lanzarse por el oscurantismo que representan las fuerzas de la ultraderecha neofascista que pretenden extenderse por otros cuatro años para continuar desmontando el Estado Democrático de Derecho. Esto último con la consecuente destrucción de las políticas públicas de inclusión social, la ausencia de acciones para resolver el aumento del hambre y la miseria, la inobservancia de regulaciones que pongan freno a la devastación ambiental, la desmedida violencia policial que ha provocado innumerables masacres en los territorios más empobrecidos y un largo etcétera de retrocesos en todos los ámbitos de la vida nacional.


El modelo fascista que le ofrece Bolsonaro a la nación brasileña es más odio, más terror, más discriminación, más prejuicio y más destrucción. Su propuesta de seguir liberando la venta de armas y municiones parece que tiene el propósito de que los ciudadanos se maten entre ellos, para que finalmente los habitantes de Brasil acaben en una “guerra de todos contra todos”, restaurando en pleno siglo XXI el estado de naturaleza hobbesiano.

Colocados ante en este dilema civilizatorio, un amplio espectro de fuerzas democráticas se ha unido en torno a la candidatura del ex mandatario Lula da Silva, como lo demuestra la reciente reunión de ex candidatos a la presidencia que logró congregar desde el principal dirigente del Movimiento de los Trabajadores sin Techo, Guilherme Boulos hasta al banquero y ex presidente del Banco Central, Henrique Meirelles. En ese encuentro, el espíritu de unidad se expresaba en la obtención de un triunfo en primera vuelta para evitar los riesgos de una confrontación sangrienta en las cuatro semanas que separan ambos eventos electorales.

Tal como señaló el profesor Cristovam Buarque “Precisamos evitar de cualquier forma un segundo turno, pues será una tragedia prolongar este proceso hasta el fin de octubre. Serán cuatro semanas imprevisibles desde el punto vista de la violencia en las calles, de fake news para todos los lados”. O en palabras de Luciana Genro, ex candidata a la presidencia en 2014 por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL): “Lo que nos convoca aquí, en verdad, es un frente antifascista. Estamos en la inminencia de un retroceso aún mayor si Bolsonaro fuera reelecto”.

A pesar de todas las solicitudes e interpelaciones, el candidato Ciro Gomes (PDT) dice que se mantendrá en la corrida electoral, apartándose de cualquier posibilidad de integrar este Frente Amplio que sigue creciendo en torno a la figura del ex presidente Lula. Sin duda, la arrogancia y el narcisismo de Ciro Gomes le significarán un enorme costo que deberá comprometer seriamente el devenir político de su figura y de su proyecto.

Por otro lado, aun en el caso de que Lula triunfe en primera vuelta se imponen algunas consideraciones para ahuyentar el riesgo de que su victoria sea contestada o boicoteada hasta el 1 de enero de 2023, fecha en que asume el mandatario electo. Eso significa que este Frente Amplio no se debe acotar solamente a asegurar el triunfo en primera vuelta, sino que debe transformarse en un pacto indisoluble en defensa de la democracia, independiente de los eventuales ajustes de gobernabilidad que puedan surgir en un bloque político de vasto espectro, como el que se viene configurando en estos días.

A ello hay que sumar todas las turbulencias que se visualizan en el escenario internacional, con la disparada del precio de los combustibles fósiles, de los cereales y de otros commodities indispensables para establecer las bases de una seguridad alimentaria estable y permanente en el país. Para sacar nuevamente a Brasil del Mapa del Hambre, va a ser necesario emprender un gran acuerdo con los agentes económicos y con los grupos fisiológicos del Centrao enquistados en un Congreso que cuenta hasta la fecha con un “presupuesto secreto” descomunal que le ha sido concedido por el actual Jefe del Ejecutivo como moneda de cambio para apoyar su reelección.

De esta manera, es imprescindible que Lula sea capaz de acumular una fuerza política y ciudadana multitudinaria que le permita superar los obstáculos que se le presentarán ya en los primeros meses de gobierno, haciendo uso de todo su carisma y competencia negociadora, reorganizando además un apoyo popular activo en torno de su gobierno, un gobierno que, dicho sea, ya no será exclusivamente del Partido de los Trabajadores. Contará a su favor con una población movilizada para combatir y extirpar los resabios del fascismo heredados de estos cuatro años de miseria, desgracia y muerte, de este periodo funesto en la historia de Brasil.

domingo, 25 de setembro de 2022

Uma cartografia da luta social latino-americana


Raúl Zibechi
Outras Palavras

No livro Territórios em rebeldia, Raúl Zibechi, estudioso dos movimentos antissistêmicos da região propõe enxergá-los sem lentes eurocêntricas. O que une correntes como zapatismo, MST, pedagogia freireana e Teologia da Libertação? Suas conclusões são surpreendentes.

Na América Latina, os movimentos antissistêmicos apresentam algumas peculiaridades com relação aos do Primeiro Mundo, além de diferenças no que diz respeito às análises que a sociologia dos movimentos sociais tem produzido. Essas diferenças podem ser agrupadas em três grandes eixos: as correntes políticas em que os movimentos se inspiram; suas principais características; e as tradições que influenciam sua conformação. É a partir deles que podemos estabelecer uma definição de movimentos alternativos e antissistêmicos neste continente.

No primeiro eixo, quatro grandes correntes políticas de resistência social e cultural, nascidas nesta região, configuram a estrutura ideológica e cultural dos grandes movimentos: as comunidades eclesiais de base, vinculadas à Teologia da Libertação; a insurgência indígena, portadora de uma cosmovisão distinta da ocidental; a educação popular; e o guevarismo, inspirador da militância revolucionária. Essas correntes de pensamento e ação estão presentes em quase todos os movimentos importantes, dando lugar a uma espécie de mestiçagem, sendo esta um de seus diferenciais. No entanto, essas correntes não apenas nasceram na América Latina: encontramo-nas somente aqui, pelo que podemos dizer que, na segunda metade do século XX, afirmaram uma personalidade diferenciada e diferente, sobre a qual vêm sendo erigidas pautas emancipatórias heterogêneas em relação às herdadas das tradições eurocêntricas.

A Teologia da Libertação, como corrente de pensamento e ação comprometida com os pobres e ligada à prática das comunidades eclesiais de base, forneceu um olhar crítico sobre a realidade dos oprimidos ao enfatizar os dois componentes da pobreza: a exploração e a opressão. Desse modo, contribuiu para superar o economicismo hegemônico no pensamento crítico até meados do século xx. Ela fomentou ainda o compromisso de resolver os problemas sociais coletivamente, por meio da organização popular. Presentes em todo o continente, as comunidades eclesiais de base tiveram papel significativo na inspiração de movimentos de trabalhadores rurais sem-terra, de indígenas e daqueles na pobreza urbana, bem como na formação de importantes partidos de esquerda.

As cosmovisões indígenas são opostas às ocidentais, em particular nos modos distintos de encarar a relação com o meio ambiente e entre as pessoas - ou seja, a relação sujeito/objeto é enriquecida pela existência de uma pluralidade de sujeitos em um mundo onde não existem objetos. As nações indígenas e suas culturas oferecem alternativas à crise civilizatória e ambiental em curso, na qual o individualismo hegemônico no mundo capitalista se dissolve nas lógicas comunitárias. As comunidades indígenas são uma parte central do contingente anticapitalista e antissistêmico, tendo em Chiapas e na Bolívia alguns de seus segmentos mais robustos e ativos. Em paralelo a isso, as formas de vida e as subjetividades existentes em milhares de comunidades indígenas em todo o continente podem ser uma poderosa base para avançar rumo a uma sociedade sem classes, mais igualitária e horizontal que as que conhecemos.

A educação popular formulada por Paulo Freire se arraigou como o meio de conhecimento dos setores populares organizados, facilitou a autoaprendizagem a partir das capacidades já existentes nas culturas populares e teve papel determinante na consolidação da autoestima dos dominados. Suas metodologias têm se estendido a quase todos os movimentos, sendo de suma importância na formação de intelectuais dos próprios setores populares.

O guevarismo pode ser definido como o compromisso ético e militante com os de baixo, seguindo a tradição do revolucionário argentino Ernesto Che Guevara. A potência ética e política do exemplo de sua vida tem levado gerações de ativistas a lutar para mudar o mundo sem esperar nada em troca e fortalecido o pensamento crítico, que, unido ao princípio de colocar o corpo junto às ideias, tem modificado a relação de forças no continente em favor dos de baixo.

No segundo eixo, os movimentos latino-americanos apresentam várias características comuns, para além das particularidades de cada um deles, que os diferenciam daqueles existentes no Norte. Boa parte dessas semelhanças deriva da territorialização dos movimentos, ou seja, de seu enraizamento em espaços físicos recuperados ou conquistados por meio de prolongadas lutas, abertas ou subterrâneas. É a resposta estratégica dos pobres à crise da velha territorialidade da fábrica e da fazenda e à reformulação por parte do capital dos velhos modos de dominação. O enraizamento territorial é a trajetória percorrida, por exemplo, pelos trabalhadores sem-terra, por meio da criação de uma infinidade de pequenas ilhas autogeridas; mas também pelos indígenas de todo o continente, que vêm expandindo suas comunidades até reconstruir seus territórios ancestrais tomados pelos colonizadores e fazendeiros.

Essa estratégia, surgida no meio rural, começou a se impor entre as parcelas de desempregados e trabalhadores informais urbanos que criaram assentamentos nas periferias das grandes cidades, por meio da tomada e da ocupação de imóveis. Em cidades inteiras, como El Alto e Oaxaca, os setores populares têm criado micropoderes territoriais locais, paralelos aos estatais, a partir dos quais asseguram a sobrevivência cotidiana e com base nos quais lançaram desafios inéditos às elites. Em muitas cidades do continente, destacando-se Caracas, Buenos Aires, Santa Cruz de la Sierra e Lima, têm sido construídos espaços autocontrolados pelos pobres urbanos que representam -ressalvadas as dimensões- experiências tão ricas como as praticadas pelos indígenas e pelos sem-terra em seus territórios comuns.


O resultado é que, em todo o continente, vários milhões de hectares têm sido recuperados ou conquistados pelos pobres. Em seus territórios, eles praticam formas de vida nas quais muitas vezes predominam relações sociais não capitalistas, já que o controle territorial -muito diferente dos espaços estudados por Henri Lefebvre- lhes permite viver de outro modo: trata-se de um mundo de valores de uso em vez de valores de troca. Grandes movimentos, como os indígenas de México, Bolívia, Equador, Peru, Chile e outros países, além dos trabalhadores rurais e de algumas periferias urbanas, exibem em seus territórios projetos de grande fôlego, entre os quais se destaca a capacidade de produzir e reproduzir a vida. A experiência dos piqueteros argentinos foi muito significativa, pois se trata de um dos primeiros casos nos quais um movimento urbano coloca a produção material em lugar de destaque.

A busca por autonomia é uma segunda questão em comum; desenvolveu-se primeiro entre os indígenas, mas é vista cada vez mais entre trabalhadores rurais e nos setores populares urbanos da América Latina.

Há certamente graus distintos de autonomia, que dependem muito do desenvolvimento da capacidade de se somar à autonomia política a material, sempre mais próxima daqueles sujeitos que vivem em zonas de escassa presença estatal onde podem assegurar a sobrevivência ao contar com terra própria. No terreno das autonomias, a experiência zapatista é sem dúvida a mais avançada do continente, provavelmente do mundo, já que mostra a possibilidade de construir poderes não estatais (sem burocracia permanente e separada da comunidade), de baixo para cima, com base na rotação que permite ao conjunto do corpo social se apropriar dos poderes coletivos.

A terceira questão é que os movimentos estão assumindo a educação e a formação dos próprios integrantes e equipes dirigentes, com critérios pedagógicos próprios frequentemente inspirados na educação popular e nas tradições rurais e indígenas. Os movimentos têm sido capazes de pôr em pé milhares de escolas, dezenas de centros de educação secundária e universidades. Tomar a educação em suas mãos foi um longo processo diante do abandono estatal, mas, em paralelo, foi também uma necessidade na hora de aprofundar a identidade diferenciada de cada sujeito coletivo. Ficou para trás o tempo em que intelectuais alheios ao movimento falavam em seu nome.

O destacado papel das famílias -e, nelas, o das mulheres- é o quarto traço compartilhado pela maior parte dos movimentos antissistêmicos latino-americanos. Quase todos são movimentos e famílias, não a família nuclear tradicional de classe média urbana, mas famílias extensas, integradas em comunidades rurais e em bairros de zonas populares urbanas. As famílias são unidades domésticas que cumprem funções múltiplas, entre elas as econômicas e as de pertencimento. O fato de se tratar de movimentos familiares significa que, na maioria das vezes, a adesão não é individual, e sim coletiva, familiar-comunitária. As mulheres têm um papel importante nesses movimentos, não tanto por ocupar lugares em estruturas formais e hierárquicas, mas pela importância decisiva no cotidiano da organização, como ficou patente nas experiências de El Alto e Oaxaca em 2003 e 2006, respectivamente. Essa é apenas a face visível de um fenômeno muito mais profundo: as novas relações estabelecidas entre os gêneros nas organizações sociais e territoriais que emergiram a partir da reestruturação do campo popular nas últimas décadas.

Por fim, os movimentos tendem a se dotar de uma organização mais flexível e menos hierárquica, na qual as diferenças entre direção e base aparecem atenuadas, e também mais informal e menos institucionalizada que as outrora hegemônicas na época da primazia do movimento sindical. As formas de organização dos movimentos atuais tendem a reproduzir a vida cotidiana, familiar e comunitária, configurando-se muitas vezes em redes de auto-organização territorial. Na Bolívia, o levante aimará de setembro de 2000 mostrou a organização comunal como ponto de partida e suporte da mobilização, sem que houvesse a necessidade de se dotar de órgãos especializados e separados para dirigi-la. Algo similar ocorreu com a Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca [Assembleia popular dos povos de Oaxaca] (APPO) durante o período em que ela controlou a cidade.

De todas essas características, as novas territorialidades criadas pelos movimentos são o traço diferencial mais importante (com relação aos velhos movimentos e aos atuais movimentos do Primeiro Mundo), porque esses territórios são os espaços em que se constrói coletivamente uma nova organização da sociedade.

Os territórios dos movimentos são espaços nos quais os excluídos garantem a sobrevivência diária. Isso significa que agora os movimentos estão começando a tomar nas próprias mãos a vida cotidiana de seus integrantes. Passaram a ser produtores, e isso representa um dos maiores êxitos dos movimentos nas últimas décadas, pelo que supõe em termos de autonomia e de capacidade de criar um mundo novo, distinto do hegemonizado pelo capital.

No terceiro eixo, as tradições que influem nos movimentos são plurais, ou seja, não se inscrevem exclusivamente na tradição emancipatória ocidental, e sim, de modo significativo, nas tradições revolucionárias indígenas e populares latino-americanas. As tradições ocidentais de cunho marxista, anarquista e social-democrata formam parte de um paradigma racional, em sintonia com o Iluminismo, centradas no conceito de cidadão e nos direitos humanos individuais.

Diferentemente dos processos encabeçados pelos criollos, os indígenas têm se inspirado nas próprias tradições. As revoluções pan-andinas de 1780, encabeçadas por Túpac Amaru e especialmente por Túpac Katari, não se inspiraram na Revolução Francesa nem na haitiana e pertencem a uma genealogia distinta dos processos que promoveram as independências criollas. Os rebeldes sustentaram suas demandas e ações nas próprias tradições comunitárias, nas práticas de assembleias, descentralizadas, e no tradicional sistema de cargos rotativos ou por turnos.

Quero dizer que existe uma genealogia rebelde e emancipatória não ilustrada nem racionalista que, embora não tenha merecido maior atenção da academia ou dos partidos de esquerda, está na raiz do pensamento e das práticas “outras” de uma parcela substancial dos oprimidos deste continente. Essas genealogias outras se plasmam de algum modo nos conceitos de Sumak Kawsay, Bem Viver, ou Suma Qamaña, Viver Bem, que os Kíchwa equatorianos e os Aimará e Quéchua bolivianos fizeram incorporar às novas constituições de seus países. “Vida límpida e harmônica”, ou seja, viver de modo a estabelecer uma relação harmoniosa entre os seres humanos e, portanto, entre eles e a natureza, já que não se pode diferenciar entre o modo como as pessoas se relacionam entre si e como o fazem com o espaço em que vivem.

Trata-se de uma ruptura radical com a cultura ocidental, com as ideias de progresso e desenvolvimento, com as propostas de crescimento e consumo ilimitados que não passam da perpétua acumulação de capital e de poder em um polo da sociedade. Mas é também uma ruptura com a modernidade, com o colonialismo e o eurocentrismo. A crise civilizatória que vivemos sugere que os instrumentos analíticos com que contamos para compreender a realidade já não são confiáveis, porque são conhecimentos de matriz colonial -como a relação sujeito/objeto na qual estão sustentados- que se limitam a consagrar o atual padrão civilizatório como algo natural e impedem de pensar em formas de viver distintas.


Viver Bem ou Bem Viver é uma arte guiada por princípios e por uma alternativa de vida frente à civilização da morte, não uma lista de exigências que possam ser formuladas como direitos dos cidadãos e deveres do Estado. Uma arte que supõe harmonia com a natureza, considerada uma mãe da qual dependemos e com a qual não podemos estabelecer uma relação de competição ou domínio.

Nos setores populares das cidades é também gestada uma cultura diferente da hegemônica, com forte influência nos movimentos urbanos, que tem sido abordada a partir de diversos ângulos: desde a atuação dos padres argentinos nas favelas até as análises mais acadêmicas dos bairros populares venezuelanos. Eles vêm chamando a atenção para a existência de uma cultura urbana assentada sobre uma potente sociabilidade (ancorada no estar ou “estar sendo”) em que a relacionalidade social é determinante e capaz de configurar um modo de vida popular com características muito diversas da sociedade hegemônica, incluindo relações econômicas por fora do mercado.

As tradições indígenas, junto às urbano-populares, das quais fazem parte as culturas afro, as rurais, as cristãs de base e as indígenas, configuram um conjunto de referentes éticos e simbólicos, algo assim como os “usos e costumes” das rebeldias dos de baixo, presentes em muitos movimentos antissistêmicos.

Não se trata da existência de um paradigma emancipatório similar, diferente do ocidental, mas de um substrato de tradições rebeldes, múltiplas e não unificadas, praticadas e não teorizadas, que alimentam os modos e as formas dos insubordinados de hoje em dia. Aliás, os movimentos inspirados nessas tradições não excluem aquelas que os movimentos antissistêmicos herdaram da Revolução Francesa e das revoluções posteriores, mas as enriquecem, assim como estão, em algumas ocasiões, abertos a receber propostas ocidentais. É o caso da libertação das mulheres, tensão que não está presente nas tradições latino-americanas indígenas nem nas urbano-populares.

Pelo contrário, nestas não existe nada parecido à tábula rasa herdada do Iluminismo, nem a separação entre teoria e ação, nem mesmo entre estratégia e tática, uma vez que nas culturas originárias não existe divisão entre meios e fins. Os três aspectos mencionados permitem que coloquemos em debate o conceito de movimentos sociais, de cunho eurocêntrico. Nos países centrais, os movimentos sociais e antissistêmicos atuam no seio de uma sociedade que pretendem mudar, e seus debates têm se concentrado em como conseguir os objetivos a que se propõem, bem como nas formas de ação e de organização.

Na América Latina, podemos observar que os movimentos antissistêmicos estão começando a transformar seus espaços em alternativas ao sistema dominante, por dois motivos: convertem-nos em espaços simultâneos de sobrevivência e de ação política e constroem neles relações sociais não capitalistas. A forma como cuidam da saúde, como se autoeducam, como produzem alimentos e como os distribuem não é uma mera reprodução do padrão capitalista; em uma parcela considerável desses movimentos, vemos a intenção de ir mais longe, colocando em questão, em cada um desses aspectos, as formas de fazer herdadas de lutas anteriores.

Observamos, portanto, que na América Latina não existe “uma” sociedade, mas duas, mais ou menos separadas e diferenciadas, em cuja formação o fato colonial parece ter tido um papel determinante. Nessa fratura atuam os movimentos antissistêmicos mais importantes. O controle territorial que exercem tem sido a pedra angular que lhes permite criar seus pequenos mundos de relações sociais não capitalistas e de poderes não estatais no seio do mundo dos oprimidos.

Em cinco séculos, os movimentos dos de baixo têm percorrido um longo caminho: da reapropriação da terra e do espaço à criação de territórios; da criação de subjetividades à constituição de sujeitos políticos novos e diferentes em comparação à velha classe operária industrial sindicalizada e aos partidos que a representavam; da desocupação à criação de ofícios para abrir caminho a economias contestadoras. Esse longo processo não tem sido, a meu ver, alvo de reflexão em toda a sua complexidade, e ainda não descobrimos todas as suas potencialidades.

O aspecto central desse debate é se de fato existe um sistema de relações sociais que se expressam ou se condensam em um território. Isso supõe integrar a análise dos movimentos a partir de outro lugar: não as formas de organização e os repertórios da mobilização, mas as relações sociais, os territórios e a reapropriação dos meios de produção. Nesse tipo de análise aparecerão novos conceitos, entre os quais “autonomia”, “comunidade” e “poderes não estatais” são os mais destacados.

Porque os movimentos antissistêmicos latino-americanos propõem tanto a superação/destruição do capitalismo e dos Estados-nação quanto uma batalha igualmente importante pela descolonização do pensamento e, particularmente, do pensamento crítico.

Nesse sentido, os conceitos de “movimentos sociais” e ainda de “movimentos antissistêmicos” poderiam ser complementados com propostas e debates que têm nascido no calor da última onda de lutas sociais, tais como “movimentos societais” ou “sociedades em movimento”. Os dois conceitos buscam dar conta do fato de que, nos processos da última década, o que tem sido posto em movimento são relações sociais diferentes das hegemonizadas pelo capital e pelos Estados - ou seja, não apenas uma parcela da sociedade tem se mobilizado, mas uma sociedade distinta, entremeada por relações sociais não capitalistas.

O que foi dito anteriormente implica modificar nossas hipóteses herdadas acerca da revolução e da mudança social. Ou, melhor ainda, recuperar algumas das mais brilhantes intuições dos fundadores do socialismo, como a delineada por Marx no balanço sobre a Comuna de Paris (1871). As mudanças são produzidas pelos movimentos antissistêmicos, não porque modifiquem somente a relação de forças na sociedade -e eles a modificam de fato-, mas porque neles nascem/crescem/germinam formas de laço social que são a argamassa do mundo novo. Não mais “o” mundo novo, mas embriões dele.

Marx assegurava que os operários não têm utopias pré-fabricadas para colocar em prática, nem têm de realizar seus ideais, mas “libertar” os elementos da nova sociedade que a velha sociedade burguesa leva em seu seio. Seu conceito sobre a revolução como parteira da história caminha no mesmo sentido.

Esse mundo “outro” já existe de alguma maneira no seio dos movimentos antissistêmicos. Uma boa prova disso são as Juntas de Buen Gobierno em Chiapas, os assentamentos dos sem-terra no Brasil e as centenas de fábricas recuperadas por operários, para mencionar apenas três exemplos.

Aparentemente, os movimentos latino-americanos, como assinalado pelo Subcomandante Insurgente Marcos, do Exército Zapatista de Libertação Nacional (EZLN), estariam experimentando uma nova forma de fazer política, abaixo e a partir de baixo, por fora das instituições estatais que já não pretendem ocupar, embora continuem aspirando destruí-las, para, em linha com Marx, “liberar” (expandir, disseminar) o mundo novo que já pulsa no coração dos movimentos.

quarta-feira, 21 de setembro de 2022

Nós, sobreviventes do ódio


Cristina Serra
Folha de São Paulo

Não haverá sigilo de cem anos para esconder os horrores deste governo

Não vamos esquecer das 685 mil covas abertas como feridas na terra, nem da vida que se esvaiu pela falta de oxigênio que o seu governo não providenciou (e você ainda zombou), nem da dor dos que tiveram que ser amarrados por falta de anestésico nos hospitais.

Estão gravadas suas palavras ásperas como pedras: "e daí?", "gripezinha", "não sou coveiro", "país de maricas". Lembraremos sempre que você tentou manipular o suicídio de um voluntário de testes com a vacina, sabotou as máscaras e o isolamento social, mandou cancelar a compra da Coronavac, riu de tudo isso.

Será preciso lembrar do desespero na fila do osso e da carcaça e de quem revira o lixo para comer, enquanto seus generais compram filé, picanha, bacalhau, salmão, camarão, Viagra e próteses penianas. Nada de esquecer seus amigos Adriano da Nóbrega e Fabrício Queiroz, os indícios de crime na formação de seu império imobiliário, as rachadinhas, sua ode à ditadura e a torturadores; a liberação das armas que nos matam. A propina cobrada em ouro no MEC, o orçamento secreto, liras, aras, kássios, mendonças, queirogas, damares, pazuellos, salles.

Não esqueceremos a aversão doentia de Paulo Guedes às empregadas domésticas que gostam da Disney e aos porteiros que sonham com seus filhos doutores. No acerto de contas, estarão florestas em brasa, bichos calcinados, agrotóxicos na comida, rios contaminados, Bruno, Dom, Genivaldo, Moïse e tantos mais, os rios de sangue no Jacarezinho, na Vila Cruzeiro e no Alemão.

Acesos como tochas em nossas consciências estarão seus planos de golpear a Constituição, as eleições, a democracia e o Estado de Direito, suas ameaças contra cada um de nós que acreditamos num país em que a diarista Ilza, de Itapeva, possa comer sem ser humilhada.

Não haverá sigilo de cem anos para esconder o seu Brasil de horrores. Você, Jair, não tem direito ao esquecimento. E nós, sobreviventes do vírus do ódio, temos o dever da verdade e da memória.

segunda-feira, 19 de setembro de 2022

Alegato socialista de la tradición republicana


Matt McManus
Jacobin América Latina

La idea que habita en el corazón del republicanismo representa un desafío contra las empresas privadas y contra la tiranía estatal: podemos vivir sin los caprichos de un poder arbitrario. Los socialistas democráticos deberían aprovechar las corrientes radicales de esta antigua filosofía.

Si la virtud y «el bien» eran los valores políticos fundamentales de la Antigüedad, la libertad y la igualdad son sin duda los de la modernidad. Muchas de las disputas ideológicas entre las grandes doctrinas modernistas del liberalismo y del socialismo están centradas en definir la mejor manera de comprender y realizar estos principios. Muchos insisten en que es imposible llegar a un compromiso entre concepciones opuestas, pero también están los que piensan lo contrario. Muchas veces estas disputas subieron tanto de tono y polarizaron tanto con otros participantes notorios (sobre todo los conservadores) que olvidamos que existen otras tradiciones políticas ricas.

El republicanismo es una de estas escuelas de pensamiento con frecuencia pasadas por alto. Cualquiera que dedique un tiempo a desentrañar el canon político de Occidente la descubrirá en las obras de Marco Tulio Cicerón y Niccolò Machiavelli o en los interminables debates sobre la Revolución francesa y su impacto volcánico. Pero sus contribuciones específicas al pensamiento político, especialmente a la política radical, no recibieron la misma atención que el liberalismo o el marxismo.

Radical Republicanism intenta llenar este vacío con una buena introducción a la filosofía antigua. Editado por tres teóricos políticos (Bruno Leipold, Karma Nabulsi y Stuart White) está destinada a convertirse en una piedra de toque en los próximos años. Si tengo una crítica es que terminar el libro fue un poco como cerrar Mad Max: Fury Road de George Miller: sí, tenemos mucho, pero, ¡por Dios!, quiero más. Y lo digo en términos absolutamente positivos.

La conexión entre la libertad y la igualdad

¿Qué es la libertad? ¿Qué relación tiene con la igualdad? Estas preguntas que engañan por su simpleza dieron lugar a montañas de palabras y tratados. Aunque los teóricos pensaron esta relación de muchas formas distintas —y muchos sostuvieron que garantizar completamente una depende de realizar la otra— podemos distinguir tres enfoques distintos. (El cuarto es el que podríamos denominar cognitivo y aplica a quienes sostienen que las diferencias de poder permiten que las élites mantengan sujeta la conciencia de las personas, pero decido omitir en pos de la brevedad).

El primer enfoque es la concepción negativa de la libertad, según la célebre terminología de Isaiah Berlin. Teorizada en un primer momento por liberales clásicos como Thomas Hobbes, John Locke y muchos de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, es probablemente la más conocida en Estados Unidos y está bien resumida en la popular consigna antiestatal «No me pises». La concepción negativa sostiene que todos los ciudadanos tienen el mismo derecho a proteger su autonomía corporal y su propiedad (aunque la definición de quiénes son los ciudadanos está sujeta a polémica). La libertad, en definitiva, es cuando el Estado no interfiere en tus asuntos más allá de estas funciones mínimas.

Aunque la concepción negativa tiene cierto atractivo inmediato —¿quién quiere tener a unos funcionarios estatales abusadores en su puerta?— siempre enfrentó la crítica de aquellos que piensan que es un enfoque simplista o inadecuado de la libertad y de la igualdad. Además, los defensores de la concepción negativa siempre tuvieron dificultades para explicar dónde termina la no inferencia y comienza la interferencia: el hecho de que el Estado, por ejemplo, tenga que proveer un sistema judicial que funcione para garantizar el derecho a un proceso justo, ¿entra en la definición de libertad puramente negativa?

El segundo enfoque a la libertad y a la igualdad es el «sustantivo» o de «derecho positivo», que surgió con el desarrollo del capitalismo industrial del siglo diecinueve. En vez de solo centrarse en aquello de lo que la gente se libera, los enfoques sustantivos insisten en que consideremos aquello que la gente es libre de hacer. Casi nadie elegiría ser un Robinson Crusoe solo en una isla porque aunque nadie fuera a amenazar su libertad negativa, sus opciones en la vida estarían básicamente reducidas a escribir y sentarse solo en la playa. El enfoque sustantivo también destaca el modo en que la distribución de los recursos y del poder limita seriamente la libertad. Cuando Bernie Sanders hizo campaña con la consigna de Medicare for All como un medio para hacer a Estados Unidos más libre y más igualitario, adoptó este enfoque del derecho positivo.

El tercer enfoque es el que más se acerca a los corazones republicanos. Destaca que la libertad no es solo individual, sino social e irrevocablemente política. Ser libre es tener la posibilidad de influenciar significativamente las estructuras y las leyes que nos gobiernan. Es vivir sin estar sometidos a los caprichos de un poder arbitrario, sea público (un Estado despótico) o privado (un lugar de trabajo o un hogar autocráticos).

Como aquellos que defienden el enfoque sustantivo, los republicanos contemporáneos disputan directamente cuestiones de igualdad y de poder, porque estas determinan en gran medida la cantidad de libertad social que tienen las personas. Tomemos el caso de los Estados Unidos: si la investigación de académicos como Martin Gilens es correcta, el ciudadano promedio no tiene prácticamente ninguna libertad social significativa a nivel nacional, mientras que el más rico disfruta de ella en gran medida.

Libertad social y republicanismo

El concepto de libertad social tiene raíces históricas profundas. Las sociedades de la Antigua Grecia creían que la libertad estaba inextricablemente vinculada a la ciudadanía y a la participación política: la ciudadanía otorgaba una voz fuerte a las personas en los asuntos del gobierno de la ciudad, y esto evitaba el surgimiento de una clase dominante tiránica y también inculcaba en los ciudadanos la virtud cívica necesaria para repeler la dominación de las potencias imperiales. Tener virtud cívica implicaba tener una mentalidad política, un espíritu público y considerar la libertad propia como atada a la libertad de otros ciudadanos.

Esta perspectiva griega de la libertad social como eje de la libertad también fue un rasgo clave del republicanismo romano. La res publica latina, es decir, el espacio público, está en la raíz del término moderno «república».

Pero aunque tanto los demócratas atenienses como los romanos republicanos exaltaban la libertad de la dominación y el poder político de los ciudadanos comunes, no percibían una gran contradicción en proteger con celo sus libertades mientras se las negaban a aquellos que consideraban indignos (sobre todo a los esclavos) y participaban de violentos proyectos de expansión. En Atenas, la ciudad griega no solo dependía del trabajo esclavo, que respaldaba la politiquería de los ciudadanos libres, sino que la misma definición de libertad estaba vinculada con la esclavitud: ser libre era no ser esclavo.

Sin embargo, muchos pensadores posteriores descubrieron núcleos emancipatorios en la tradición republicana. En La guerra civil en Francia, Karl Marx busca respaldo en la teoría republicana para explicar cómo la concentración del poder capitalista en la política limita la libertad y el desarrollo de todos. El teórico político William Clare Roberts argumenta en un libro reciente, Marx’s Inferno: The Political Theory of Capital, que la gran obra del pensador alemán está atravesada por el republicanismo.

Para los socialistas de inclinación republicana como Marx, la libertad social es fundamental a la hora de garantizar otras formas de libertad y de igualdad. Nuestra capacidad para influir en el gobierno nos ofrece protección contra la violación de nuestra autonomía corporal, nos permite exigir la provisión de bienes públicos y alimenta la reflexión ideológica sobre el orden social existente y sobre el orden ideal al que nos gustaría llegar.

Radical Republicanism es un excelente punto de entrada a estos aspectos emancipatorios de la filosofía antigua.

Republicanismo radical

Está claro que todo compilado de ensayos tiene textos que sintonizan mejor con distintos gustos. Pero lo que destaca a Radical Republicanism es que encontré interesantes incluso los ensayos que no estaban en mi línea y todos me hicieron pensar mucho. Es mérito de Leipold, Nabusi y White que el libro se sienta como un todo unificado aun cuando los hilos tiran en distintas direcciones.

En mi opinión, los dos textos más importantes son los de Alan Coffee (teórico político que escribió mucho sobre Mary Wollstonecraft) y Alex Gourevitch (autor del libro de 2014 From Slavery to the Cooperative Commonwealth, que bucea en el republicanismo radical del movimiento obrero estadounidense del siglo diecinueve).

El ensayo de Coffee, «A Revolution in Thought: Frederick Douglas on the Slave’s Perspective on Republican Freedom», nos recuerda que muchas veces fueron los oprimidos los que mejor comprendieron la forma de la libertad social. Douglass insistió en que la república estadounidense requería abolir definitivamente la dominación de los amos sobre los esclavos, primero a través de la eliminación de la esclavitud formal y después de una «revolución radical de todas las formas de pensar que florecieron bajo el infortunio del sistema esclavista». Esta revolución del pensamiento llegaría cuando los ex esclavos ejercitaran sus virtudes políticas alineadas con las libertades sociales y erosionaran gradualmente los prejuicios racistas que los oponían unos contra otros. El ensayo de Coffee sugiere que el fin de la Reconstrucción eliminó esta posibilidad antes de que terminara de nacer.

La obra de Gourevitch amerita convertirse en un importante recurso intelectual para los socialistas democráticos que quieren avanzar. Su ensayo en este libro —«Solidarity and Civic Virtue: Labour Republicanismo and the Politics of Emancipation in Nineteehnth-Century America»— describe cómo los obreros radicalizados intentaron nada menos que repensar íntegramente la virtud cívica en los Estados Unidos. Esto implicaba fomentar el orgullo en los barrios obreros y destacar las contribuciones de la clase obrera a la sociedad, y muchas veces esto empalmaba con el proyecto político de democratizar el Estado, la economía y las relaciones sociales.

Los Caballeros del Trabajo, escribe Gourevich, quisieron forjar una «política de solidaridad» y de virtud cívica que las generaciones siguientes subestimaron. Tal vez la lección más importante para la izquierda contemporánea sea que la política socialista requiere mucho más que una alternativa a gran escala opuesta al statu quo. Exige que pensemos cómo nos relacionamos unos con otros y creamos instituciones centradas en colocar la solidaridad por sobre la competencia.

Un compilado rico

Desafortunadamente, Radical Republicanism presta poca atención a ciertos temas. No incluye prácticamente nada vinculado a la emancipación de las mujeres, y esto es una lástima dado que muchas de las teóricas de la libertad social de los siglos veinte y veintiuno surgieron de, o al menos encontraron inspiración en, la tradición feminista (Wendy Brown, Seyla Benhabib y Nancy Fraser, por mencionar las primeras que me vienen a la cabeza). En el otro extremo del espectro, no hay menos de tres ensayos (buenos) sobre el republicanismo francés y el radicalismo. Incluir más ensayos como el excelente capítulo del radicalismo otomano de Banu Turnaoğlu habría inclinado más a Radical Republicanism en dirección al internacionalismo.

Pero estas críticas son menores cuando se las considera en relación con las múltiples virtudes del libro. Dos áreas en particular resultan de utilidad para el movimiento socialista contemporáneo. En primer lugar, el republicanismo conduce nuestra atención hacia el vínculo estrecho entre la libertad social y las virtudes cívicas. Esto es importante porque la izquierda tiende a subestimar las últimas. Incorporar los ideales republicanos en el léxico de la izquierda podría permitirnos aprovechar el lenguaje de la virtud y de la participación ciudadana, que en general es monopolizado por la derecha y por los liberales, pero que las reivindicaciones sociales de democratización de la vida política y económica encarnarían mejor. Las reivindicaciones de propiedad cooperativa y la lucha contra la servidumbre en los lugares de trabajo de los Caballeros del Trabajo son un buen ejemplo histórico en este sentido.

En segundo lugar, el énfasis moral que pone el republicanismo en la no dominación alumbra los puntos ciegos del liberalismo. Históricamente, los liberales clásicos se limitaron a polemizar contra el poder estatal ignorando la falta de libertad que define los lugares de trabajo capitalistas y la concertación del poder clase que permite que las élites económicas capturen los órganos de gobierno. El republicanismo arroja luz sobre estos espacios de dominación y nos brinda un lenguaje potente para combatirlos. Sobre esta base podemos construir una coalición política para luchar contra la dinámica del poder plutocrático que arruina tantas vidas.

quarta-feira, 14 de setembro de 2022

La lección de Sabra y Shatila es de gran alcance


Ramzy Barout
Monitor de Oriente

El 16 de septiembre se cumple el 40º aniversario de la masacre de Sabra y Shatila. Cerca de 3.000 refugiados palestinos fueron asesinados a manos de las milicias falangistas libanesas que actuaban bajo el mando del ejército israelí.

Han pasado cuatro décadas, pero los supervivientes de la masacre y los familiares de las víctimas no han recibido ninguna medida de justicia. Muchos han muerto, y otros envejecen mientras llevan las cicatrices de las heridas físicas y psicológicas con la esperanza de que, tal vez, dentro de su vida vean a los verdugos entre rejas.

Sin embargo, muchos de los comandantes israelíes y de Falange que ordenaron la invasión del Líbano y orquestaron o llevaron a cabo las atroces masacres en los dos campos de refugiados palestinos en 1982 ya están muertos. Ariel Sharon, que fue implicado por la Comisión oficial israelí Kahan un año más tarde por su «responsabilidad indirecta» en la espeluznante matanza y violación, ascendió posteriormente de rango hasta convertirse en primer ministro de Israel en 2001. Murió en 2014.

Incluso antes de la masacre de Sabra y Shatila, el nombre de Sharon siempre fue sinónimo de asesinatos en masa y destrucción a gran escala. Fue en la llamada «Operación Shoshana» en la aldea palestina de Qibya, en Cisjordania, en 1953, donde Sharon se ganó su infame reputación. Tras la ocupación israelí de Gaza en 1967, el general israelí pasó a ser conocido como «El Bulldozer»; después de Sabra y Shatila, fue «El Carnicero».

El primer ministro israelí de la época, Menachem Begin, también está muerto. No mostró ningún remordimiento por la matanza de más de 17.000 libaneses, palestinos y sirios durante la invasión israelí del Líbano en 1982. Su respuesta indiferente a los asesinatos en los campos de refugiados del oeste de Beirut personifica la actitud de Israel hacia todos los asesinatos en masa y todas las masacres llevadas a cabo contra los palestinos en los últimos 75 años: «Los goyim matan a los goyim», dijo, «y culpan a los judíos».

Los testimonios de quienes llegaron a Sabra y Shatila después de los días de matanza describen una realidad que requiere una profunda reflexión, no sólo entre palestinos, árabes y -especialmente- israelíes, sino también de toda la humanidad.

La difunta periodista estadounidense Janet Lee Stevens describió lo que había presenciado: «Vi mujeres muertas en sus casas con las faldas hasta la cintura y las piernas abiertas; docenas de hombres jóvenes fusilados después de haber sido alineados contra la pared de un callejón; niños degollados, una mujer embarazada con el vientre abierto, los ojos aún abiertos, su rostro ennegrecido gritando en silencio de horror; innumerables bebés y niños pequeños que habían sido apuñalados o despedazados y que habían sido arrojados a montones de basura.»

La Dra. Swee Chai Ang acababa de llegar al Líbano como cirujana voluntaria, destinada a la Media Luna Roja en el Hospital de Gaza en Sabra y Shatila. Su libro, From Beirut to Jerusalem: A Woman Surgeon with the Palestinians, sigue siendo una de las lecturas más críticas sobre el tema.


En un artículo reciente la Dra. Swee escribió que tras la publicación de las fotografías de los «montones de cadáveres en los callejones del campo», se produjo una indignación mundial, pero todo duró poco: «Las familias de las víctimas y los supervivientes pronto se quedaron solos para seguir adelante con sus vidas y revivir el recuerdo de esa doble tragedia de la masacre, y las diez semanas anteriores de intensos bombardeos por tierra, aire y mar y el bloqueo de Beirut durante la invasión».

Las pérdidas libanesas y palestinas en la guerra israelí fueron devastadoras en términos de número. Sin embargo, la guerra también cambió el Líbano para siempre y, tras el exilio forzado de miles de hombres palestinos junto con toda la dirección de la OLP, las comunidades palestinas del país quedaron políticamente vulnerables, socialmente desfavorecidas y económicamente aisladas.

La historia de Sabra y Shatila no fue simplemente un oscuro capítulo de una época pasada, sino una crisis moral permanente que sigue definiendo la relación de Israel con los palestinos, poniendo de manifiesto la trampa demográfica y política en la que viven numerosas comunidades palestinas de Oriente Medio y acentuando la hipocresía de la comunidad internacional dominada por Occidente. Esta última parece preocuparse sólo por algunos tipos de víctimas, pero no por otros.

En el caso de los palestinos, los gobiernos y los medios de comunicación occidentales suelen presentar a las víctimas como los agresores. Incluso durante aquella horrible guerra israelí contra el Líbano hace 40 años, algunos líderes occidentales repitieron el manido mantra de que «Israel tiene derecho a defenderse». Este apoyo inquebrantable a Israel es lo que ha hecho que la ocupación israelí, el apartheid y el asedio de Cisjordania y Gaza sean políticamente posibles y financieramente sostenibles; de hecho, rentables.

¿Habría podido Israel invadir y masacrar a su antojo si no fuera por el apoyo militar, financiero y político de Estados Unidos y Occidente? La respuesta es un rotundo «no». Los que dudan de esta conclusión sólo tienen que considerar el intento, en 2002, de los supervivientes de la masacre de los campos de refugiados del Líbano de hacer responsable a Ariel Sharon. Llevaron su caso a Bélgica, aprovechando una ley belga que permitía procesar a presuntos criminales de guerra internacionales. Tras muchos regateos, retrasos e intensas presiones por parte del gobierno estadounidense, el tribunal belga acabó abandonando el caso. Al final, Bruselas cambió sus propias leyes para garantizar que no se repitan estas crisis diplomáticas con Washington y Tel Aviv.

Para los palestinos, sin embargo, el caso nunca se abandonará. En su ensayo «Vengando a Sabra y Shatila», Kifah Sobhi Afifi’ describió el ataque conjunto falangista-israelí contra su campo de refugiados cuando ella tenía sólo 12 años.

«Así que corrimos, tratando de mantenernos lo más cerca posible de los muros del campamento», escribió. «Fue entonces cuando vi los montones de cadáveres alrededor. Niños, mujeres y hombres, mutilados o gimiendo de dolor al morir. Las balas volaban por todas partes. La gente caía a mi alrededor. Vi a un padre que usaba su cuerpo para proteger a sus hijos, pero de todos modos les dispararon y los mataron».

Kifah perdió a varios miembros de su familia. Años después, se unió a un grupo de resistencia palestino y, tras una incursión en la frontera entre Líbano e Israel, fue detenida y torturada en Israel.

Aunque las masacres israelíes pretenden acabar con la resistencia palestina, sin quererlo la alimentan. Mientras Israel sigue actuando con impunidad, los palestinos también siguen resistiendo. Esta no es sólo la lección de Sabra y Shatila, sino también la lección mucho más grande y de mayor alcance de la ocupación israelí de Palestina.

terça-feira, 13 de setembro de 2022

Brasil ad portas de la definición de su futuro


Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

El lamentable espectáculo del Bicentenario

Las manifestaciones convocadas por el presidente para la conmemoración del día de la Independencia tuvieron como palco principal las ciudades de Brasilia y Río de Janeiro. Era una fecha importante, considerando que en esa oportunidad se celebraba el Bicentenario de Brasil. Sin embargo, nadie se hubiera imaginado que al final de la jornada lo que quedará en la memoria de millones de brasileños fue la sucesiva declaración -a los gritos- del jefe del Ejecutivo de que es un “imbrochável” (traduciendo, es algo así como que tiene siempre el miembro erecto).

Brasil no se merece la ignominia y el vejamen de tener un gobernante que en el día de su Bicentenario debe soportar las demostraciones de virilidad de un espécimen cavernario que por los azares de la historia llegó a ser electo presidente de esta nación. Me arriesgo a sostener que ningún mandatario en el mundo se atrevería a afirmar -en un acto cívico y multitudinario- que es un ser dotado de cualidades de hombría y de potencia sexual dignas de ser divulgadas y reconocidas urbi et orbi.

Y ello no es lo más bizarro. Lo peor es que esta exaltación de la masculinidad del mandatario, ha generado un largo e intenso debate sobre la supuesta imbrochadura del ex capitán. No es gratuito que la instalación del tema en la agenda noticiosa surge precisamente cuando Bolsonaro y su clan están siendo investigados por la compra de 107 inmuebles en los últimos 30 años, de los cuales 51 fueron adquiridos parcial o totalmente en efectivo con dinero vivo. La maniobra distractora es tan evidente que cuesta entender las causas por las que la prensa y muchos especialistas han destinado enormes cantidades de tiempo a reproducir un debate irrelevante y patético.

El ajedrez electoral comienza a decantarse

Esta temática absurda también pretende encubrir los resultados obtenidos por las recientes encuestas sobre las preferencias de los votantes en las próximas elecciones de octubre. En efecto, con los resultados arrojados por las diversas encuestas realizadas por Datafolha, IPEC, Quaest y otros institutos de estudios electorales, queda cada vez más claro que, de no suceder algo realmente extraordinario, el ex presidente Lula da Silva será el próximo ganador de las elecciones del próximo mes. Aunque ha tenido leves oscilaciones en las últimas mediciones, el candidato del Partido de los Trabajadores cuenta con un apoyo que fluctúa entre el 48 y el 44 por ciento del electorado y su nivel de rechazo se mantiene en torno del 30 por ciento.

Por su parte, Bolsonaro ha experimentado un leve aumento en las intenciones de voto (en torno del 31%), aunque tiene un nivel de rechazo superior al 50 por ciento, es decir, no tiene como alcanzar la mayoría en la próxima contienda electoral. Son personas que señalan que no votarían de ninguna manera en el ex capitán, ni en primera ni en segunda ronda. Entonces, la cuestión que se coloca en debate en este momento no es si Lula va a ganar o no las elecciones, pues debería ganarlas, el tema es si podrá hacerlo ya en la primera vuelta.

Configurando un tablero complejo, con 11 candidatos en la disputa por la presidencia, las próximas jugadas del candidato Lula da Silva deberían orientarse preferencialmente en avanzar hacia una aproximación con las iglesias pentecostales que representan una parcela significativa del voto popular. Lula es preferencia entre las poblaciones más pobres que ganan hasta 2 salarios mínimos, entre los negros, pardos y entre las mujeres. Es necesario consolidar y aumentar estos apoyos para liquidar el triunfo en la primera concurrencia a las urnas. Con la violencia política desatada en muchas localidades del país, es muy importante intentar detener la escalada de agresiones y muertes que se producirán en una magnitud superior, en el caso de que las elecciones se decidan entre Lula y Bolsonaro en una segunda instancia marcada para el día 30 de octubre.

A partir de un escenario que se propone la conformación de un amplio bloque democrático, Lula ha tenido un reencuentro con su ex correligionaria y ex Ministra de Medioambiente, Marina Silva (Rede), prometiendo incorporar las pautas ambientales que la actual candidata a diputada federal le ha entregado en un documento que contiene propuestas para “un Brasil más sustentable, más justo y que vuelva a proteger el medioambiente”, según las palabras del propio Lula. Ello se suma a la cuestionada incorporación de Geraldo Alckmin (PSB) como vicepresidente de la chapa, buscando con esta decisión “tranquilizar al mercado y los empresarios” y de paso levantar la imagen de que se está construyendo un gran pacto de unidad nacional para derrotar a la extrema derecha.

Faltan menos de tres semanas para que los brasileños decidan quién va a gobernar por los próximos cuatro años y el clima de hostilidades se viene profundizando, a pesar de las declaraciones “oportunistas” del resto de los candidatos que claman por el fin de la radicalización de los extremos y la urgente pacificación del país. Todos estos llamados a la cordura y al diálogo entre los grupos polarizados no pasa de un embuste, pues en los hechos es solo la extrema derecha que ha estado utilizando el recurso de la violencia, la descalificación mentirosa y el asesinato. De hecho, muchos candidatos de oposición no están consiguiendo llevar adelante sus campañas en algunas zonas de Río de Janeiro dominadas por las milicias, la mayoría de ellas vinculadas a los hijos, parientes y amigos del presidente.

Para contrarrestar el impacto del uso exacerbado del aparato de gobierno desplegado por el Ejecutivo, el candidato Lula da Silva va a tener que manejarse con mucho criterio y analizar detenidamente los próximos pasos que necesita efectuar para ampliar su base de apoyo electoral. Hay sectores en los cuales ciertamente no debería hacer muchos esfuerzos, como son las asociaciones de caza y tiro, el agronegocio –especialmente el de origen ganadero- las Fuerzas Armadas y las denominaciones evangélicas controladas por pastores corruptos que han conseguido exenciones tributarias de la actual administración.

Fuera de ellos, Lula puede lograr la adhesión de vastos sectores que ya lo consagraron como el mandatario con el mayor apoyo popular de las últimas décadas, llegando a alcanzar más del 80 por ciento de aprobación al final de su segundo mandato en 2010. Lula, el obrero metalúrgico del ABC paulista que lideró las huelgas contra la dictadura a fines de los años setenta y que comandó por 8 años los destinos de Brasil (2003-2010), es la esperanza de millones de ciudadanos que desean ver renacer las oportunidades de mayor bienestar y de movilidad social a partir de políticas inclusivas y de la concretización del Estado Social de Derecho contemplado en la Carta Constitucional de 1988. Ese Brasil más justo, democrático y ambientalmente sustentable deberá luchar paralelamente para desmontar los efectos deletéreos de la pesadilla neofascista que destruye el país y contamina el alma nacional.

segunda-feira, 5 de setembro de 2022

Chile: Aprendiendo de las derrotas


Antonio Elizalde Hevia
Socialismo y Democracia

Quiero evitar la mirada del académico o intelectual progresista que enfatiza el poder y los medios del sistema que buscamos cambiar. Yo lo asumo como un dato de realidad, no como una variable sino como una constante. Está allí y seguirá allí, salvo que cambie abruptamente la correlación de fuerzas. Por eso creo más importante atender a nuestras debilidades, que es lo que podemos y debemos modificar. El plebiscito recién culminado es una dolorosa experiencia de la cual tenemos mucho que aprender. Intentaré enunciar algunas reflexiones, un tanto apresuradas, que creo necesario compartir.

1. El compromiso político es para quienes lo asumimos como parte de nuestras vidas algo que nos trae muchas alegrías, pero también grandes dolores. Y para quienes asumimos y nos identificamos con la búsqueda de cambios, llamémonos progresistas o izquierdistas, tenemos que aprender a convivir con la derrota y aprender en cada ocasión de ellas. Más aún cuando lo hacemos desde una condición privilegiada. O dicho en términos más sociológicos, cuando existe una contradicción entre nuestra opción y nuestra posición de clase.

2. El ejercicio de la política como actividad humana por muy noble que sea en los propósitos que persiga, no puede nunca olvidar las formas. El diálogo es siempre mejor que la descalificación o el insulto. La ira nunca es una buena compañera, la indignación si lo es, como lo enseñó Hassel. Cuidémonos de la “aporofobia inversa”: el tránsito abrupto desde el elogio del pueblo sabio y generoso a la descalificación como “facherío pobre”. Recordemos que los pobres, por quienes luchamos no son mejores ni peores seres humanos, son pobres, personas privadas injusta e involuntariamente de los bienes esenciales de la vida digna. Entre ellos el carecer de la educación cívica y capacidad para discernir en la avalancha de información a la cual están expuestos. Estamos del lado de ellos por una cuestión de justicia.

3. La política no es un quehacer aislado, es algo que impregna y trasvasa todas las dimensiones de la vida colectiva. Se hace política en la casa, en la escuela, en las plazas, en la calle o en el metro. Somos animales políticos y es algo que hemos olvidado e invisibilizado. Politicemos y democraticemos nuestros entornos, nuestro propio metro cuadrado.

4. La despolitización de la población es algo que siempre favorece al statu quo, de modo tal que la crítica generalizada y al voleo de los partidos políticos, de la "clase política" y de la política en general, es algo que termina impidiendo los cambios. Recuperemos la condición republicana, el diálogo ciudadano, el escucharnos unos a otros en todo lo que dice relación a la vida en común, a los bienes comunes, a la cuestión pública.

5. La tarea política consiste en construir mayorías, en sumar y no restar. Se resta cuando se instala el discurso de la superioridad moral, de la descalificación fácil del otro, incluso del que está a nuestro lado, del cálculo pequeño y de la exclusión fácil y mezquina. Se suma con acuerdos amplios e incluyentes. La inclusión suma y la exclusión resta. Quien transita hacia nuestras propuestas e ideas merece siempre nuestros aplausos y nunca insultos y cobradas de cuentas.

6. Los legítimos discursos reivindicativos de causas particulares que pueden movilizar a grupos o sectores específicos pueden entrar en conflicto con el sentido y dirección del cambio y de los avances globales y no necesariamente pueden tener la misma capacidad de convocatoria o aceptación en el resto de la población. Pudiendo incluso generar rechazo si esto aparece como tozudez y no como convicción. Cuidemos entonces los mensajes y los énfasis puestos en ellos. No nos confundamos en hablar para convencer a otros del hacerlo para nosotros mismos, eso es auto aplauso y no nos sirve.

7. El voto obligatorio, aunque favorece al statu quo, es un enorme avance democrático pues aumenta la legitimidad y por tanto la gobernabilidad del sistema político, en momentos en que la democracia experimenta enemigos íntimos como lo apuntó Todorov, pero eso nos plantea un desafío político aún mucho mayor, de educación cívica y de trabajo político para sumar estos grupos, los invisibles y los no considerados hasta ahora, al debate republicano.

8. Honrar la palabra. La credibilidad es el gran activo o patrimonio de quienes dedican su vida al quehacer político. De allí la necesaria coherencia entre palabra y acción, entre lo que se dice y se hace, y el cuidar lo que dice es algo fundamental para un político. Un político es un eterno prisionero de sus palabras. Esto vale para todos y en todo momento.

9. Los extremos se tocan. La forma tradicional de entender la política en términos ideológicos de tipo polar o de polos situados en los extremos de una escala que nunca se encuentran, debería transitar hacia una visión circular ya que las posiciones extremas terminan siempre coincidiendo, en actuaciones o valoraciones de la coyuntura similares, que si bien, difieren en términos estratégicos, en los aspectos tácticos o de beneficio inmediato, habitualmente antidemocráticos, coinciden.

10. La política es el arte o técnica de conciliar voluntades y de evitar la tendencia a la concentración del poder intrínseca en su propia naturaleza, la búsqueda del poder absoluto mediante mayorías inamovibles. La alternancia es el antídoto a la adicción y propensión o tendencia a la omnipotencia del poder. Y asumir esto implica aprender a ganar y también a perder, con humildad y con autocrítica siempre.

Addenda: Sobre cómo evitar la paradoja del fuego amigo o del dispararse en los propios pies.

Un factor que siempre ha usado la derecha, y el periodismo que está a su servicio, así como la línea editorial de los medios que controla, es el uso recurrente de los errores y desaciertos de quienes militan en las fuerzas progresistas. Para ello hacen uso de ciertos criterios, respecto a conductas y actuaciones nuestras que creo que son necesarias de identificar a fin de no seguir regalándoles el terreno abonado.

1. Cuidarse de la explotación sistemática y a ultranza de las actuaciones desatinadas de algunos personajes públicos que no tienen la mesura y el criterio necesarios para dedicarse al quehacer político ya que acostumbran a ventilar públicamente las intrigas y habladurías propios de cualquiera relación humana.

2. Preocuparse de lo que se dice incluso en los espacios públicos de debate interno ya que hay un uso sistemático de fuentes que filtran hacia el exterior, información que debería mantenerse privada y circular sólo en los debates internos.

3. Evitar y aislar a aquellas personas y grupos minoritarios que, en función de transformar correlaciones internas de fuerzas, no trepidan en emporcar su propio nido.

4. Establecer alguna forma o dispositivo que permita un filtraje previo y revisión del historial de las personas que representarán públicamente al colectivo que busca acceder al poder político.

5. Aprender a callar cuando sea necesario para evitar dañar al colectivo político al cual se representa y evitar hacer uso del "minuto de gloria" cuando aquello pueda dañar las posiciones que se defienden.

6. Evitar andar dándose "gustitos" para alimentar egos o para tomarse revanchas de antiguos litigios u ofensas vividas.

En síntesis, propongo volver a aplicar y experimentar las tan importantes, aunque depreciadas virtudes de la moderación, del diálogo y del respeto al otro, de la prudencia, cordura o mesura, en el ámbito y quehacer de la política, para que esta pueda retornar a los carriles que nunca debió abandonar.

quinta-feira, 1 de setembro de 2022

Mentira y corrupción, las señales de una derrota anunciada


Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

“Para hacer cumplir las mentiras del presente,
es necesario borrar las verdades del pasado”
George Orwell

En el primer debate entre los principales candidatos a la presidencia del país, el postulante Bolsonaro acusó al ex Presidente Luiz Inácio Lula da Silva de mantener buenas relaciones con gobiernos izquierdistas de América Latina, profiriendo una de sus mentiras más groseras del último tiempo: “Lula apoyó al Presidente de Chile también. El mismo que practicaba actos de prenderle fuego al Metro (sic)”. Los dichos de Bolsonaro fueron inmediatamente desmentidos y repudiados por la Cancillería chilena, llamando incluso al Embajador brasileño en Chile para entregarle una carta oficial de protesta por las inaceptables y gravísimas declaraciones difundidas por el mandatario brasileño.

Esta acusación sin pruebas lanzada contra el presidente Gabriel Boric no representa una conducta aislada del jefe del ejecutivo, al contrario, ella es parte de una política permanente de encubrir la realidad o intentar construir un universo paralelo. En efecto, desde que asumió la presidencia hace 3 años y 8 meses, Bolsonaro ha utilizado insistentemente el recurso de la mentira para justificar sus actitudes y sus acciones. Desde el 1 de enero de 2019, el presidente ya mintió en más de 5 mil oportunidades, según los cálculos de agencias independientes dedicadas a analizar la transparencia y la probidad de los agentes del Estado y los conglomerados políticos.

Una de sus principales banderas de campaña del ex capitán, que lo situaba como un político antisistema, fue la de acabar con el fisiologismo de los partidos del llamado “Centrao”, pero en concreto su mandato ha sido la peor demostración de los arreglos establecidos con la mayoría de los parlamentarios a través de un conjunto de transferencias desde el gobierno central para condicionar el apoyo de la clase política instalada en el Congreso, entre ellos, la dictación de un “presupuesto secreto” que ningún órgano del Estado podrá fiscalizar.

Valiéndose de la mentira como estrategia política, el gobernante y sus ministros han conseguido crear una realidad virtual que los exculpa ante una opinión pública manipulada del conjunto de atrocidades cometidas en diversos ámbitos de la conducción del país, siendo el caso más notable, la postura negacionista y negligente con relación al combate del Covid19 que ya ha cobrado la vida de más de 682 mil personas. Bolsonaro hasta ahora sigue insistiendo en recomendar el uso del tratamiento precoz a base da cloroquina o ivermectina, lo que ha sido vehementemente desmentido por la Organización Mundial de la Salud e innumerables agencias y autoridades sanitarias alrededor del mundo.

El recurso a la mentira ha sido esgrimido tantas veces que una parte de los ciudadanos ya no tienen una clara noción de lo que es una verdad y lo que es una falacia, sembrando la duda y el desconcierto, especialmente entre aquellos grupos neo pentecostales que creen ciegamente en la palabra de los pastores que reproducen las falsedades del presidente y sus asesores del llamado Gabinete del Odio. Dicho Gabinete es una especie de milicia digital instalada en el mismo Palacio do Planalto, cuya principal función es difundir calumnias contra el Supremo Tribunal Federal (STF), contra los partidos opositores, contra la prensa y contra cualquier persona que realice alguna crítica al presidente. En este último periodo se ha dedicado especialmente a restarle credibilidad a las urnas electrónicas, señalando -anticipadamente y sin ninguna prueba contundente- que ellas propiciarán un fraude electoral en la eventualidad de que gane el candidato del Partido de los Trabajadores, Lula da Silva.

Como ya apuntamos en una columna anterior (La mentira como forma de acción política), la vasta campaña de difusión de invenciones ha contado con la asesoría de grupos y entidades de extrema derecha de otras latitudes, más concretamente en el caso de Steve Bannon y su empresa Cambridge Analytica que desempeñó un importante papel en la creación de post verdades en la estrategia de Donald Trump para llegar a la presidencia de los Estados Unidos.

La cortina de humo amparada por innumerables falsedades vehiculadas en redes sociales y en la prensa que adhiere a la extrema derecha, ha permitido que todavía no sean juzgados los hijos, esposa y amigos del presidente por casos de corrupción, como es el caso de las “rachadinhas”, en que funcionarios de los gabinetes de Bolsonaro y sus hijos entregaban parte de sus salarios a un intermediario (Fabricio Queiroz) que después los transfería a las cuentas de la familia Bolsonaro. Parte de este peculio desviado ha sido destinado a la compra de inmuebles comprados con dinero en especie. Una reciente investigación de UOL constató que el clan Bolsonaro ha adquirido 107 bienes raíces en los últimos treinta años, de los cuales 51 fueron comprados total o parcialmente al contado con maletas de dinero vivo. Se sabe que la transferencia o adquisición de bienes con dinero en especie es la forma más regular de circulación de recursos obtenidos ilícitamente que utilizan las facciones criminales. Si este escándalo de corrupción no adquiere la gravedad que tiene, solo puede ser explicado porque las instituciones de la contraloría y la justicia brasileña han sido cooptadas por el actual gobierno a niveles hipertrofiados.

Para desviar la atención de sus fechorías, Bolsonaro y sus cómplices insisten en exacerbar una dinámica de polarización entre conservadores y sus adversarios progresistas, lo cual le dio resultado en las elecciones de 2018. Sin embargo, el desmantelamiento de las mentiras y la mayor exposición de los casos de corrupción efectuados por el Clan, deberán tener un sensible impacto en las intenciones de voto del electorado. Aún más si consideramos que diversos estudios señalan que este clima confrontacional estimulado por la ultra derecha ya tiene hastiado a un porcentaje significativo del pueblo brasileño. Por lo mismo, la apelación al odio, la agresión y la mentira como eje de la campaña por la reelección no va a tener éxito en las actuales circunstancias. Definitivamente, ella no responde a los anhelos de pacificación y a la aspiración de construir un país con estabilidad y tranquilidad por parte de amplios sectores del electorado nacional.