sexta-feira, 29 de julho de 2022

La revolución política de Francia Márquez


Estefanía Santoro
Página 12

La recientemente electa vicepresidenta de Colombia vuelve a Argentina en una nueva edición del Proyecto Ballena. Una visita muy esperada de quien revolucionó la política internacional: se trata de la primera mujer, negra, afrodescendiente, popular y feminista que alcanza un cargo político tan importante.

El día que Francia Márquez pisó por primera vez la casa de la presidencia tuvo un gesto que pasó a la historia. Mientras la vice saliente Marta Lucia Ramírez ignoraba a las empleadas domésticas de la casa, Francia se detuvo para estrechar la mano de cada una de ellas.

Francia es la esperanza de cambio en Colombia para vivir sabroso, es decir, “sin miedo, en dignidad y con garantía de derechos” en sus propias palabras, una filosofía de vida de las comunidades afrocolombianas. Esta vicepresidenta es una luz que llegó para alumbrar a un pueblo que estuvo en las sombras de la represión, el despojo, el hambre y la pobreza.

La historia de vida de Francia Márquez es lo que la convierte en una figura política única. Se crió en los barrios, sabe lo que significa trabajar en una mina de oro, no sólo estuvo en las profundidades de la tierra para sobrevivir y mantener a su familia, también trabajó en agricultura, gastronomía y fue empleada de casas particulares. A los 16 tuvo a su primer hijo, era el único sostén de la familia. Su vida hace carne “lo personal es político”, que hoy Francia esté ocupando el cargo de vicepresidenta revoluciona a una Colombia en la que meses antes gobernaban las elites. Por primera vez, los sectores empobrecidos y la clase trabajadora sienten que unx de lxs suyxs está ahí arriba, representando sus intereses y no los de un pequeño núcleo adinerado.

Resistir desde la alegría y la lucha popular

“Lo que les molesta a muchos es que una mujer que pudo ser su empleada doméstica, pueda dirigir el país”, dijo y es por eso que Francia es también rebeldía antipatriarcal, alejada del feminismo liberal habla de la construcción colectiva y del rol de la mujeres negras que siempre fueron relegadas a trabajos precarios y de servidumbre. “Estamos aquí para irrumpir contra la política hegemónica que está acostumbrada a ver hombres blancos privilegiados de élite gobernar. Esos hombres han gobernado desde sus lugares de privilegio, desde lugares de exclusión, usando la violencia como parte de la política.

Estamos aquí para construir desde el amor, desde la alegría, desde la resistencia y desde la lucha popular. Representamos esa agenda de los y las nadies, de quienes no tienen voz, de las personas que en este país no cuentan para la política”, dijo en febrero durante una entrevista con la agencia Colombia Informa. “Soy porque somos” fue su lema de campaña, reconociéndose parte de una comunidad con base en la organización comunitaria. Esa frase proviene de la filosofía africana “ubuntu” que refiere a la idea de tener en cuenta al otrx, el ser y vivir en comunidad, incluso con la naturaleza, alejada de la idea de adueñarse de esta.

Por Marielle y contra el extractivismo

La misma frase con la que Marielle Franco tituló uno de sus textos publicado en el blog Agoraéquesãoelas, del diario Folha de São Paulo en 2016. En sintonía con Francia, la consejala brasileña fue recordada por Sofía Petro, estudiante de Ciencias Políticas e hija mayor de Gustavo Petro, -presidente electo de Colombia y pareja de fórmula de Francia- cuando en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales se mostró al lado de su padre con una remera que tenía el rostro de Marielle.

Francia dedicó su vida al activismo por los derechos humanos y la defensa del medio ambiente, denunciando el avance del extractivismo, otra de las banderas que hoy levanta desde la vicepresidencia con total coherencia política. Desde 1994 defendió junto a su comunidad el Río Ovejas enfrentando el avance de proyectos mineros en territorio ancestral y desde ese momento no paró. Francia se convirtió en una referente socio ambiental no sólo en su país, sino también a nivel mundial, lo que la llevó a recibir el Premio Medioambiental Goldman en 2018. “Hicimos muchas movilizaciones para parar la minería que estaba envenenado con mercurio nuestro territorio donde no hay agua potable y tenemos niñas y niños con mercurio en la sangre. Eso es parte del racismo ambiental porque no en todos lugares se envenena“, recordó el año pasado en su paso por la Facultad de Ciencias Sociales.

Francia Elena Márquez Mina tiene 40 años, nació en el norte del Departamento del Cauca, es abogada, realizó su tesis en la Universidad Santiago de Cali sobre racismo y consulta previa en Colombia. Es referenta del Proceso de Comunidades Negras de Colombia (PCN), una red de organizaciones afrocolombianas que en la década del 90 articuló por la defensa de los derechos étnicos, culturales y territoriales.

En 2020 la violencia en Colombia aumentó a niveles alarmantes y el 11 de agosto de ese año cinco adolescentes afrodescendientes de 16 años fueron asesinados en Cali. El hecho se conoció como la Masacre de Llano Verde y es un ejemplo del desastre social que causó la urbanización de familias víctimas del conflicto armado que en 2013 y 2014 fueron reubicadas en un proyecto de vivienda social pero sin ningún tipo de contención estatal, con la marginalidad como único destino, sin colegios, centros de salud, policía, transporte formal, centros de cuidado infantil, comunitarios o espacios de recreación. Ese suceso doloroso fue lo que impulsó a Márquez a presentarse como candidata a presidenta de Colombia.

“Hemos avanzado en un paso muy importante: después de 214 años logramos un gobierno del pueblo, un gobierno popular. El Gobierno de la gente de las manos callosas, el gobierno de la gente de a pie, el gobierno de los nadies y las nadie de Colombia. Vamos, hermanos y hermanas a reconciliar esta nación, vamos por la paz de manera decidida, sin miedo, con amor y con alegría, vamos por la dignidad, por la justicia social. Vamos las mujeres a erradicar el patriarcado en nuestro país, vamos por los derechos de la comunidad diversa LGBTI. Vamos por los derechos de nuestra madre tierra, de la casa grande, a cuidar nuestra casa grande, a cuidar la biodiversidad. Vamos juntos a erradicar el racismo”, con estas palabras cerró Francia su emocionante discurso de asunción como vicepresidencia.

Atrás quedaron las imágenes de la violencia atroz que desplegó el gobierno de Iván Duque durante el Paro Nacional que comenzó el 28 de abril en contra de la reforma tributaria. Hoy Colombia respira otros aires de naturaleza antiracista, feminista y popular.

Libertad sin límites


 

quarta-feira, 27 de julho de 2022

Marx no era un pensador eurocéntrico


Kevin B. Anderson
Jacobin América Latina

Los críticos de Marx lo acusan de haber impuesto ilegítimamente un modelo de desarrollo histórico en el mundo no europeo. Pero la verdad es que Marx rechazó el pensamiento eurocéntrico y desarrolló una perspectiva sofisticada de la historia mundial en toda su diversidad y sus complejidades.

A pesar del renovado interés en su crítica del capitalismo, los ataques contra Marx no cesan. Con ejes distintos, todos comparten el postulado de que Marx está muerto, que pasó de moda y que fue superado por las nuevas teorías y por el curso de los acontecimientos. Pero si es verdad que el marxismo está muerto, ¿por qué sus críticos sienten la necesidad de insistir tanto en el tema, de «demostrar» su punto de vista una y otra vez?

La respuesta verdadera es obvia. El marxismo nunca murió, aunque a lo largo de los últimos 150 años su influencia menguó y atravesó ciclos de letargo y resurrección. De ahí la necesidad de los críticos de Marx que intentan enterrarlo, sin éxito por ahora.

La crítica de Edward Said

La perspectiva liberal estándar sostiene que el socialismo marxista conduce hacia el totalitarismo y hacia un eventual colapso económico. En síntesis, los «experimentos» marxistas —¡miren lo que pasó en la URSS!— son peligrosos y deberíamos apegarnos a la alternativa más viable, el capitalismo liberal. Sin embargo, después de la Gran Recesión y del crecimiento de tendencias fascistas que salieron fortalecidas de la era Trump, surgieron dudas sobre el futuro del capitalismo y la democracia liberal que debilitan este tipo de argumentos.

Una acusación contra Marx que tiene más difusión, especialmente entre los intelectuales progresistas y los académicos, está centrada en la noción de que Marx era eurocentrista, es decir, un pensador del siglo diecinueve que desentona con la sensibilidad multirracial y anticolonial del siglo veinte. Esta línea crítica ganó bastante visibilidad con la publicación de Orientalismo (1978) de Edward Said.

Said encuentra dos puntos débiles en Marx. En primer lugar, el autor denuncia la supuesta adscripción de Marx al gran relato o serie unilineal de etapas de desarrollo económico y social. De acuerdo con esta perspectiva, Marx habría utilizado sin ninguna justificación este modelo unilineal, fundado en la historia de Europa occidental, para analizar y medir las sociedades no capitalistas de otras regiones. En segundo lugar, Said acusa a Marx de etnocentrismo, hasta de racismo, en función de sus descripciones de las sociedades no europeas.

Como parte de la primera crítica, Said escribió que para Marx, el imperialismo europeo era parte de la marcha adelante de la «necesidad histórica» que terminaría conduciendo a toda la humanidad hacia el progreso. Como destaca Said, los escritos de 1851 de Marx sobre la India publicados en el New York Tribune muestran un nivel sorprendente de respaldo del colonialismo británico.

Marx describió a los británicos como «superiores, y, por lo tanto, inalcanzables para la civilización india», además de definir a la India como una sociedad estática, incapaz de ejercer mucha resistencia contra el imperialismo. La posición de Marx queda resumida en las palabras de Said: «Incluso cuando estaba destruyendo Asia, Gran Bretaña estaba haciendo posible una verdadera revolución social».

Tal vez el ejemplo más evidente del tipo de problema que Said está destacando no esté en los escritos de 1853 sobre la India, sino en el Manifiesto del Partido Comunista (1848). En este texto, Marx y Engels parecen elogiar la penetración imperialista contra China:

La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer; las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas.

Marx no solo parece celebrar el «progreso» que conlleva el colonialismo, sino que también califica a los chinos de «bárbaros». Este tipo de lenguaje nos lleva a la segunda crítica de Said, la acusación de eurocentrismo.

Said incluye a Marx en una serie de pensadores europeos que incluye «desde Renan hasta Marx», que desarrolló un «sistema de verdades, verdades en el sentido nietzscheano del término»: «Por lo tanto, es verdad que todo europeo, en sus eventuales dichos sobre Oriente, era consecuentemente racista, imperialista y casi completamente etnocéntrico».

La trayectoria de Marx

¿Estos argumentos son válidos? ¿Era Marx realmente eurocentrista en el doble sentido del término, a saber, un teórico que construyó un gran relato abstracto que terminó subsumiendo la historia y la cultura del mundo bajo las categorías de Europa occidental, y un etnocentrista que adoptó una actitud condescendiente (o peor) hacia las sociedades ajenas a Europa occidental?

La respuesta no es en absoluto sencilla. A diferencia de algunos marxistas, pienso que, aunque estas críticas son exageradas, tenemos que reconocer su validez parcial, al menos cuando se trata de los primeros escritos de Marx —de 1848 a 1853— sobre las sociedades no occidentales. Pero la noción de un Marx eurocéntrico no se sostiene cuando uno examina todos sus escritos considerando el período que abarca de 1841 a 1883, porque Marx fue un pensador que nunca dejó de reelaborar y desarrollar su aparato conceptual.

Antes que anda, es difícil afirmar que eso hoy llamamos eurocentrismo y etnocentrismo hayan sido los únicos tonos que Marx hizo sonar, incluso en sus primeros textos sobre la India y China. Los problemáticos escritos sobre India también contenían pasajes como este:

Los indios no cosecharán los frutos de los nuevos elementos de la sociedad esparcidos entre ellos por la burguesía británica hasta que en Gran Bretaña las clases ahora dominantes hayan sido reemplazadas por el proletariado industrial, o hasta que los hindúes se hayan vuelto suficientemente fuertes como para terminar de una vez con el yugo inglés. En cualquier caso, es dado esperar, en un período más o menos lejano, la regeneración de este interesante y enorme país, cuyos gentiles nativos […] sorprendieron a las autoridades británicas por su bravura y cuyo país es la fuente de nuestras lenguas y de nuestras religiones.

Marx no solo muestra un gran aprecio por la cultura india y por las civilizaciones, sino que también adopta la posición, rara entre los europeos de su época, de defender la independencia de India. En segundo lugar, las perspectivas de Marx sobre India y sobre China cambiaron considerablemente en 1856-1858, en respuesta a la resistencia masiva que estas sociedades empezaron a ejercer contra el imperialismo británico. En artículos de Tribune rara vez citados, Marx pone el eje, no en el «atraso» de Asia, sino en la brutalidad colonial de la segunda guerra del Opio contra China. Es evidente en este fragmento de un artículo de Tribune publicado en 1856:

Los ciudadanos inocentes y los comerciantes pacíficos de Cantón fueron masacrados, sus casas fueron destruidas y su humanidad violada […]. Los chinos tienen como mínimo noventa y nueve heridas de las que quejarse contra una de parte de los ingleses. En respuesta a la revuelta Sepoy que irrumpió en 1857 en India, Marx respaldó de nuevo a los rebeldes indios contra los británicos en las páginas de Tribune. En una carta de 1857 dirigida a Engels también usó el término «nuestros mejores aliados» en una época en la que la clase obrera europea atravesaba un período de inactividad.

En tercer lugar, la noción de Marx de etapas de desarrollo histórico también sufrió cambios importantes a fines de los años 1850. En La ideología alemana de 1846, él y Engels postularon una teoría de etapas socioeconómicas, que después denominaron modos de producción: las sociedades sin Estado, las sociedades esclavistas de Grecia y de Roma y el feudalismo fundado en la servidumbre de la Europa occidental medieval, precedían al capitalismo con su régimen de trabajo asalariado libre y anticipaban un comunismo moderno en el futuro, que estaría fundado en el «trabajo libre y asociado». En síntesis, el desarrollo recorre la serie modo de producción «primitivo»-esclavista-feudal-burgués-socialista.

Sin embargo, en 1857-1858, en los Grundrisse, Marx expandió su marco conceptual e introdujo, junto a los sistemas grecorromano y feudal europeos, un modo de producción asiático que vinculó especialmente con los imperios precoloniales de la India, de China y de Oriente Medio. Marx también hizo referencia a este marco extendido en El capital, donde escribió sobre los «modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno».

Cabe pensar que el modo de producción asiático (MDA) es un homólogo de las sociedades grecorromanas y feudal. El MDA es importante sobre todo como un indicador de que Marx no estaba intentando hacer encajar toda la historia humana en la trayectoria esclavismo-feudalismo-capitalismo. Desafortunadamente, la mayoría de los seguidores de Marx —especialmente en la Unión Soviética— insistieron en el programa de hacer entrar las sociedades de clase precapitalistas no occidentales, incluidos los imperios agrarios centralizados con importantes centros urbanos, en la camisa de fuerza del feudalismo.

Una teoría no es una llave maestra

Este tipo de temas ocuparon el centro de los escritos tardíos de Marx —de 1877 a 1882—, período en el que empezó a estudiar obras de antropología y de historia social sobre una gran variedad de sociedades pastoriles y agrarias no occidentales, desde la India hasta América Latina y desde Rusia hasta África del Norte. A esta altura, Marx había aprendido ruso para investigar la estructura social de ese país, donde para su sorpresa se publicó, en 1872, la primera traducción completa de El capital.

Partes considerables de las notas de investigación de Marx sobre este período, sobre todo las que tratan sobre la India, fueron publicadas y otros textos están en preparación. Marx también escribió dos cartas conceptualmente relevantes sobre una de estas sociedades agrarias, Rusia.

En esta época, Rusia todavía estaba determinada por una estructura social fundamentalmente agraria fundada a nivel local en las comunas rurales. Estas comunas, aunque estaban bajo control de una monarquía despótica anclara en las clases terratenientes, poseían cierto nivel de propiedad colectiva y acuerdos de trabajo que eran inconsistentes con las disposiciones sociales del feudalismo de Europa occidental.

Marx abordó dos preguntas importantes en estas cartas. En primer lugar, ¿estaba Rusia destinada a seguir el camino de desarrollo de Europa occidental? En segundo lugar, ¿sus comunas rurales tenían potencial revolucionario o anticapitalista, o era necesario que sus habitantes fueran despojados de sus tierras y formaran un proletariado industrial compuesto de asalariados en un proceso que Marx denominó «acumulación primitiva de capital»?

Muchos académicos consideran que este rumiar de Marx sobre Rusia concernía también a otras sociedades agrarias del Sur Global a las que dedicó sus últimos años de estudio. En una carta de 1877 dirigida a intelectuales rusos de izquierda, Marx negó enfáticamente haber creado una teoría general y transhistórica sobre el desarrollo social:

Así, acontecimientos de semejanza impactante, que toman lugar en contextos históricos diferentes, conducen a resultados completamente dispares. Estudiando cada uno de estos procesos por separado, sería fácil descubrir la clave de este fenómeno, pero esto nunca se lograría con la llave maestra de una teoría histórico-filosófica general, cuya máxima virtud consiste en ser suprahistórica.

Aquí Marx parece negar, avant la lettre, la acusación de construir un «gran relato» eurocéntrico.

La vía rusa

El contexto inmediato de estos debates era la pregunta, que se planteaban los intelectuales rusos, de si su sociedad, en caso de querer progresar, estaba «inevitablemente» destinada a seguir el camino de Europa occidental. En 1881, Marx escribe sobre este punto a Vera Zasulich:

Al tratar de la génesis de la producción capitalista, yo he dicho que su secreto consiste en que tiene por base «la separación radical entre el productor y los medios de producción» […] y que «la base de toda esta evolución es la expropiación de los agricultores. Esta no se ha efectuado radicalmente por el momento más que en Inglaterra… Pero todos los demás países de Europa Occidental siguen el mismo camino» [columna 1 de la edición francesa de El Capital citado, col. 2, p. 315]. Por tanto, he restringido expresamente la «fatalidad histórica» de este movimiento a los países de Europa Occidental.

De nuevo, Marx estaba negando haber creado un modelo unilineal de desarrollo social fundado en la trayectoria de Europa occidental. En este contexto, también debemos notar que en sus notas de investigación sobre la India de este período, ataca explícitamente la perspectiva de que la India precolonial era una sociedad feudal.

En este período, Marx también abordó las contradicciones sociales de la sociedad rusa, donde a esta altura había surgido un movimiento revolucionario importante. No solo negó ante sus interlocutores rusos que sus teorías demostraran que las comunas rurales debían ser «inevitablemente» destruidas en un proceso de acumulación primitiva de tipo europeo occidental. También afirmó que estas comunas eran la base social de un nuevo tipo de movimiento revolucionario.

Este movimiento marcaría un paralelo con, pero no seguiría la misma línea que, la clase obrera europea, como escribieron Marx y Engels en el prefacio a la edición rusa de 1892 de El manifiesto…:

[S]i la revolución rusa da la señal para una revolución proletaria en Occidente, de modo que ambas se completen, la actual propiedad común de la tierra en Rusia podrá servir de punto de partida para el desarrollo comunista.

Aquí Marx propone un concepto multilineal de la revolución, en el que las comunas rurales de Rusia podrían convertirse en un aliado importante de las clases obreras industriales de Europa occidental. Pero Marx va todavía más lejos y argumenta que un levantamiento campesino de este tipo en la periferia del capitalismo podría llegar primero y convertirse en el «punto de partida» capaz de desatar un movimiento revolucionario a nivel europeo.

Al mismo tiempo, Marx nunca defendió la posible autarquía de una sociedad agraria. Sin vínculos con los países más desarrollados, pensaba, una revolución campesina en Rusia sería incapaz de conducir a una forma viable de comunismo moderno. En cambio, Marx defendía una revolución mundial contra un sistema mundial de dominación de explotación, el capitalismo.

Un Marx contemporáneo

En este sentido, el Marx tardío se alejó de toda teoría unilineal del desarrollo fundada en Europa occidental y a la que debía adecuarse todo el resto del mundo. Lejos de mostrar una actitud condescendiente con las sociedades de la periferia capitalista, estos escritos exhiben una cualidad exactamente opuesta: una teoría sobre su potencial revolucionario.

En la época en la que la crítica de Marx elaborada por Edward Said empezaba a tomar vuelto, muchos intelectuales defendieron un punto de vista similar al que sostengo. Rosa Luxemburgo, la liberación femenina y la filosofía marxista de la revolución (1982), escrita por mi mentora, Raya Dunayevskaya, y en El Marx tardío y la vía Rusa (1983) de Teodor Shanin, destacaron la noción de un Marx tardío que desarrolló una perspectiva multilineal y verdaderamente mundial de la sociedad y de la revolución, y que llegó a plantear cuestiones de género.

Estas interpretaciones de Marx no recibieron mucha atención en un período definido por el neoliberalismo, el posestructuralismo, el posmodernismo y las sentencias de «muerte» del marxismo. En los años sucesivos, el debate sobre el Marx tardío avanzó lentamente. Espero que el retorno a Marx que parece definir el presente sea un momento propicio para el desarrollo de estas perspectivas.

quinta-feira, 21 de julho de 2022

Bajo el dominio de los gusanos


Eliane Brum
El País

Por qué la campaña electoral de Brasil en 2022 es aún más violenta que en 2018

En la campaña electoral de 2018, en Brasil, los resentidos salieron de su capullo para metamorfosearse al revés. Orgullosos de su esencia, apaleaban a las personas LGBTQIA+, les gritaban a los negros que “volvieran a los barracones”, juraban barrer a los indígenas de la Amazonia, destruían centros religiosos afrobrasileños. Era la venganza de los resentidos que habían acumulado rencor durante décadas ante el avance de los derechos y de aquello que denominan “la prisión de lo políticamente correcto”. Su acción fue decisiva para elegir a su portavoz, el entonces candidato Jair Bolsonaro. La campaña electoral de 2022, en la que Bolsonaro busca reelegirse, es mucho peor.

Tras casi cuatro años en el poder utilizando la máquina del Estado para minar la democracia, el bolsonarismo ha infiltrado más profundamente sus raíces podridas en las instituciones brasileñas y en organizaciones de la sociedad civil. Si en 2018 los peores ataques los llevaban a cabo individuos o grupos, en 2022 provienen de parlamentos y asociaciones. Aunque ambos escenarios sean espeluznantes, la diferencia es sustancial. Y muestra que la corrosión de la sociedad brasileña aún será más difícil de revertir de lo que piensan los más pesimistas. Como el personaje de Smith en la icónica serie Matrix, Bolsonaro se replica por millones. Aunque no se reelija ni sea capaz de consumar el golpe de Estado que prepara por si pierde, miles de Bolsonaros se reelegirán en el Parlamento y seguirán ocupando cargos de poder en todas las esferas.

Entre las más recientes agresiones cometidas por instituciones públicas se encuentra la solicitud que presentó una partidaria de Bolsonaro en el Estado de Santa Catarina para abrir una Comisión de Investigación. La diputada Ana Campagnolo quiere investigar a una niña que a los 10 años se quedó embarazada tras ser violada y, aunque sea un derecho legal, solo consiguió abortar después de luchar mucho. Para abrir una investigación en ese Parlamento se necesitan 14 votos. Campagnolo consiguió 21: más de la mitad de los diputados está dispuesta a utilizar su mandato para criminalizar a una niña que ahora tiene 11 años y ya ha sufrido una violación, un embarazo y un aborto.

Entre los más recientes ataques de organizaciones de la sociedad civil se encuentra la carta que las asociaciones y federaciones de la industria de Pará enviaron a la Presidencia de la República clamando que abandone la Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que establece la necesidad de realizar una consulta “libre, previa e informada” a las comunidades indígenas y tradicionales que puedan verse afectadas por proyectos económicos. En 2021, la Amazonia perdió 18 árboles por segundo, pero la élite económica del Estado campeón en deforestación se siente autorizada a exigir que se silencie oficialmente a los guardianes de la selva.

Hace poco más de una semana, un hombre invadió la fiesta de otro que celebraba su cumpleaños con una decoración pro-Lula en la ciudad de Foz de Iguazú. Lo mató a tiros, ante todos los invitados, gritando “Aquí somos de Bolsonaro”. La Policía Civil afirmó que no se trataba de un crimen político. Y gran parte de la prensa responsabilizó no a la destrucción de los adversarios que promueve Bolsonaro, sino a la “polarización”, como si ambos lados fueran igualmente violentos. Así se pudre un país.

Bolsonaro puede perder las elecciones, pero la bestialidad de lo que representa no solo circula por las calles a plena luz del día, como en 2018, sino que, en 2022, también lidera gran parte del aparato institucional en todas las áreas. Bolsonaro ya ha ganado, aunque pierda. Y derrotarlo será una lucha que durará mucho más que una generación.

quarta-feira, 20 de julho de 2022

¿Cómo enfrentar la pesadilla brasileña?


Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

En una bizarra -pero no menos preocupante- reunión convocada por la Presidencia de la República para un grupo de embajadores a inicios de esta semana, el ex capitán insistió en realizar ataques a las urnas electrónicas y poner en duda la transparencia de las futuras elecciones que se llevarán a cabo en octubre. En una transmisión en directo por un Canal Oficial (TV Brasil), a la cual no tuvo acceso la prensa audiovisual o escrita, el presidente Bolsonaro no solamente efectuó acusaciones infundadas sobre la seguridad y confiabilidad del sistema electoral, como también acusó a tres miembros del Supremo Tribunal Federal (STF) y del Tribunal Superior Electoral (TSE) de estar propiciando un escenario en que los votantes serán fraudados.

A pesar de que diversos juristas y constitucionalistas señalaron que el cuestionamiento del jefe del Ejecutivo al sistema electoral constituye un crimen pasible de provocar una casación de su mandato, esta “afrenta” a las instituciones democráticas no ha tenido una respuesta a la altura por parte de las mismas instituciones y poderes del Estado que Bolsonaro insiste en denigrar. Aparte de algunas declaraciones y advertencias a sus palabras, los principales actores de la vida política y los medios en general no han denunciado la gravedad del aviso de Golpe que estaría incitando Bolsonaro en el caso de que las urnas no le sean favorables para obtener su reelección. En su discurso, que muchos han evaluado como el discurso de un perdedor, el mandatario cuestiona desde ahora el probable resultado que le daría la victoria al ex presidente Lula da Silva.

En su monumental biografía novelada de Benito Mussolini (M. El hijo del siglo), el escritor italiano Antonio Scurati nos relata que luego del atentado con granadas perpetrado contra una multitud que marchaba por la Via San Damiano, en la que murieron algunos participantes, Mussolini y una parte de sus secuaces fueron arrestados al día siguiente bajo la acusación de “atentado a la seguridad del Estado y formación de un bando criminal”. Después de haber sido sometido a interrogatorios por su responsabilidad en el atentado, Mussolini es dejado en libertad, permaneciendo solo 24 horas detenido. A su favor intervino el Director del Corriere della Sera, Luigi Albertini, un connotado pensador liberal para quien el desastre electoral de los fascistas en esas recientes elecciones no ameritaba un tratamiento drástico contra ellos. En su argumentación Albertini señalaba: “Mussolini es un desastre, no hagamos de él un mártir”.

La experiencia histórica del nazismo y el fascismo deberían ser una clara advertencia para que las sociedades democráticas se mantengan en alerta y activen prontamente los frenos necesarios para contraponerse a las embestidas autoritarias de la extrema derecha. En caso contrario, dichas sociedades pueden sucumbir a los desbordes tiránicos de un líder y un pequeño grupo que impone su proyecto con el recurso de la violencia y las armas, tal como podría suceder en el caso brasileño.

Al igual que en la bestial declaración de Millán Astray en la Universidad de Salamanca luego del triunfo de los franquistas en la Guerra Civil Española, el deleznable Jair Bolsonaro también quiere hacer suyo el perverso eslogan de “Viva la muerte, muera la inteligencia”. Para ello viene trabajando desde que asumió hace 3 años. Con casi 700 mil fallecidos por la pandemia e indicadores de desempleo, miseria y hambre que no se veían hace décadas, Brasil también enfrenta una crisis en sus indicadores de salud mental, sin precedentes en la historia nacional.

Según un estudio realizado recientemente por el Centro Datasus, la cifra de suicidios sube alarmantemente, siendo que el número de óbitos por esta causa aumentó el doble en los últimos 20 años, pasando de casi 7 mil decesos en 2000 a más de 14 mil muertes auto provocadas en el año 2021. La curva que expone las cifras brasileñas van a contramano de la tendencia mundial – a pesar de la pandemia- y los especialistas atribuyen esta grave situación al aumento de la pobreza, la desigualdad, la desesperanza, la exposición a eventos de violencia y la inexistencia de una política efectiva de contención y prevención de la depresión y el suicidio.

Cada día se desmantela alguna política pública, especialmente la política social, que había sido construida a través de muchos años de gobiernos que intentaban disminuir la desigualdad escandalosa y enfrentar los altos índices de pobreza y exclusión. A pesar de su incompetencia en la gestión gubernamental, el ex capitán y sus ministros han demostrado extrema eficacia para desmontar el Estado brasileño, tal como ya lo hemos apuntado en una columna anterior (La paradoja de un gobierno devastador).



Por lo mismo, la interrogante que se mantiene en el aire es si las instituciones republicanas serán capaces de colocar un basta a las atrocidades que viene cometiendo el gobierno de extrema derecha y si las fuerzas sociales serán capaces de contraponerse a las amenazas golpistas propaladas por el presidente y su núcleo de incondicionales. Hasta ahora las organizaciones sindicales, los movimientos sociales y la ciudadanía en general, se han mantenido en una pasividad asustadora para enfrentar los desvaríos de Bolsonaro.

Es de esperar que en la medida que se inicien las campañas para la próxima contienda electoral, las personas estén dispuestas a salir a la calle para exigir un juicio por los crímenes cometidos por este desgobierno, aun cuando sus resultados se vean obstaculizados por la complicidad de políticos, jueces y empresarios que siguen defendiendo la actual administración. El pueblo, los ciudadanos deben ocupar el protagonismo indiscutible a ellos asignados para detener el oscurantismo y la expansión de la estrategia del miedo y la mentira. Son ellos los convocados a dar un giro definitivo a este periodo de penumbras y ocupar las calles, plazas y espacios públicos de ciudades, pueblos y villas de todo Brasil. De no ser así, una mancha de infamia se apoderará del país y la desidia de las entidades políticas y de las instituciones sometidas al poder despótico pavimentarán el camino para que las expresiones nefastas del neofascismo se consoliden para la desgracia de la inmensa mayoría de los brasileños.

sexta-feira, 15 de julho de 2022

O país de Bolsonaro


Ruy Castro
Folha de Sao Paulo

Talvez, hoje, Brasil seja o único país no mundo em que o povo assiste de casa à sua demolição

Em 2020, no auge da pandemia sem vacina, sem isolamento e sem controle em seu governo, Jair Bolsonaro declarou que o brasileiro precisava ser estudado. "Ele se joga no esgoto e não pega nada!", ejaculou. A frase nos custou milhares de vidas, mas não seria Bolsonaro a se importar com isso. E eu não diria que o brasileiro deva ser estudado, mas os seguidores dele, sim. Bolsonaro os joga diariamente num esgoto —profissional, financeiro, sanitário, educacional, moral— e eles não pegam nada. Tanto que votarão nele.

Um homem é assassinado pelo ódio político insuflado por Bolsonaro. Bolsonaro, coerente, culpa o assassinado e se solidariza com o assassino. E o irmão do assassinado, que é eleitor de Bolsonaro, não apenas aceita falar com ele ao telefone como afirma que Bolsonaro é contra a violência e não tem nada com o crime. Em que país vive esse sujeito a quem não chegam os discursos de Bolsonaro pregando exatamente o que matou seu irmão?

Em que país vivem seus seguidores, infensos à inflação (nos dois dígitos), ao desemprego (11 milhões de pessoas neste momento), à fome (35 milhões) e à pobreza (63 milhões)? E que país é este, sem corrupção, em que todo o dinheiro roubado no passado virou moeda de troco diante dos R$ 60 bilhões que Bolsonaro já desviou para se reeleger?

Este país é o Brasil, onde, por muito menos, presidentes se mataram com um tiro no peito e foram depostos ou impichados. É o país que, outrora tão vigilante à menor suspeita de subversão, baderna e terrorismo por grupos clandestinos, assiste bovinamente à prática de tudo isso, só que agora pelo próprio Estado. E é o país em que, outro dia mesmo, milhões estavam gritando nas ruas.

Bolsonaro tem razão: o brasileiro precisa ser estudado. Deve ser hoje o único povo do mundo que assiste à demolição de seu país, horária, descarada, em todos os níveis, e fica quieto em casa, se tiver uma.

terça-feira, 12 de julho de 2022

Bolsonaro estimula sin pudor el uso del asesinato político


Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

El asesinato del militante del Partido de los Trabajadores (PT), Marcelo Arruda, ocurrido el último fin de semana en la ciudad de Foz do Iguaçu, demuestra fehacientemente como el gobierno y su gabinete del odio viene instigando el crimen político a escasos meses de las elecciones del 2 de octubre. Desde que asumió en 2019, Bolsonaro se ha caracterizado por amenazar de muerte a los opositores, especialmente de fusilar a aquellos que él denomina de Petralhada (militantes o simpatizantes del PT).

Hasta la presente fecha, son innumerables las declaraciones destempladas del ex capitán para hacer uso de las armas contra quienes no profesan sus ideas, inspiradas en el falso eslogan de la defensa Dios, la familia y la patria. Cualquier opción diversa de su propuesta debe ser enfrentada con violencia y con la fuerza de las armas si es necesario, apelando incluso a la intervención de las Fuerzas Armadas en caso de que su candidatura no salga reelecta en los próximos comicios.

En su discurso retorcido, Bolsonaro y sus seguidores vienen sembrando el odio entre los brasileños y la prensa audiovisual y escrita atribuye esta violencia política a lo que erróneamente llaman de una radicalización de posiciones. Pero la realidad es que los únicos radicales que han ejecutado acciones criminales en estos últimos 3 años son los partidarios de la extrema derecha que no solamente han eliminado a adversarios políticos y miembros de grupos vulnerables, sino que también defensores de comunidades indígenas y del medioambiente, como es el reciente caso de Bruno Pereira y Dom Phillips, que fueron asesinados por orden de un político bolsonarista y traficante local.

Desde que asumió el actual gobierno, Brasil ha visto aumentado exponencialmente la compra y el uso de armas de fuego, fenómeno que ha sido el resultado de la flexibilización legal para el porte de armas dictaminado por la autoridad. Según cifras oficiales, solo el año pasado el registro de nuevas armas de fuego alcanzó la marca de casi 250 mil artefactos inscritos en la Policía Federal. Esto representa un aumento de más del 300 por ciento con relación a las 51 mil piezas registradas en 2018, antes de que Bolsonaro asumiera la presidencia de la República con la promesa de facilitar el acceso a las armas de los ciudadanos comunes. El efecto concreto de dicho incentivo, es que la tenencia de armas en manos de particulares prácticamente se cuadruplicó en el curso de los tres últimos años. La normativa vigente, hecha efectiva a través de decretos, permite que un miembro de un Club de Caza y Tiro pueda adquirir hasta 60 armas de fuego, incluso de fusiles de alto poder, lo cual no era permitido hasta hace poco tiempo atrás.

Sin embargo, investigaciones realizadas en este mismo período han podido verificar que el apoyo a la facilitación para el porte de armas de fuego es solamente aprobado por un 30 por ciento de la población, precisamente el mismo porcentaje que sigue sustentando al ex capitán en su proyecto de reelección. Ahora tenemos la amarga constatación que la pose de armas en manos de individuos y grupos armados de la extrema derecha puede desencadenar muchas tragedias en esta fase final de la campaña electoral y lejos de hacer un llamado a la calma y la ponderación, el presidente genocida sigue estimulando a sus seguidores a hacer un uso desmedido de la violencia política para provocar el miedo y la desazón entre sus adversarios y en el conjunto de los electores menos posicionados.

Muchos especialistas y comunicadores sociales advierten del peligro inminente que enfrenta Brasil en este periodo sombrío de su vida política, aunque con argumentos maliciosos y tendenciosos muchos de ellos no son capaces de advertir que la mayor amenaza para la convivencia política y la vida democrática está representada por el presidente y los grupos neofascistas que lo apoyan. La interrogante que permanece en el aire es saber si las instituciones, los partidos políticos, las organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía en general están preparados para contener esta espiral violentista que puede comprometer seriamente el futuro del país. Por lo mismo, la tarea urgente de la hora presente implica no solamente derrotar a Bolsonaro en octubre próximo, sino que también acabar con el bolsonarismo y todo su legado de odio e infamia que asola a los hijos de este suelo, de esta Patria llamada Brasil.