quinta-feira, 28 de março de 2019

El gobierno Bolsonaro en caída libre

Fernando de la Cuadra
Rebelión

Ahora que se van cumplir los 3 meses desde que Jair Bolsonaro asumió el comando del país, la pregunta que más se realizan brasileños y no brasileños es si el actual presidente conseguirá mantenerse en su cargo hasta el final de su mandato en diciembre de 2022. Por la cantidad de errores cometidos, por los problemas de articulación entre sus bases y aliados, por la falta de comunicación con el resto del país que no son sus devotos seguidores de Twitter y por el desgaste enorme que ha sufrido en tan corto periodo de tiempo, parece poco factible que Bolsonaro logré finalizar en el Palácio do Planalto sus cuatro años de gobierno.

Efectivamente, ya no basta con admitir que Bolsonaro es un neofascista y adherente a una larga lista de racismos y prejuicios fundamentalistas que expresan lo peor de la naturaleza humana, sino que el tema relevante de hoy día se centraliza en la interrogante sobre si él va a ser capaz de darle continuidad a una administración que hasta el momento ha sido catastrófica.

Todos los días surgen nuevos indicios del estrecho vínculo entre el clan Bolsonaro y las bandas criminales y grupos milicianos que asesinaron a Marielle Franco. Por otro lado, las disputas internas entre los diversos componentes del gobierno afloran interminablemente. Especialmente patéticas son las acusaciones cruzadas entre el Vicepresidente, General Hamilton Mourão, y el astrólogo y gurú de algunos miembros del gabinete, Olavo de Carvalho.

Dichos atritos y roces también se han propagado entre miembros del Poder Judicial, específicamente, entre los jueces de la Operación Lava Jato y algunos ministros del Supremo Tribunal Federal (Corte Suprema). La reciente orden de detención dada por un juez del grupo Lava Jato al ex presidente Michel Temer y la ex gobernador Moreira Franco fue interpretada como una vuelta de mano a la descalificación que sufrió el Ministro Sergio Moro a manos del Presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia –yerno de Moreira Franco-, quien señaló que Moro no pasaba de un funcionario del gobierno y que los acuerdos con la Cámara tenían que ser vehiculados por el propio presidente y no por sus subordinados. Luego Temer fue liberado por orden de un procurador que desconoció los argumentos jurídicos de la anterior decisión condenatoria.

Las tensas relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo quedaron más expuestas en la reciente votación de la Propuesta de Enmienda Constitucional (PEC) del Presupuesto, en la cual el Congreso voto casi por unanimidad la medida que determina los gastos públicos y eleva para el 97 por ciento el nivel de restricción de las cuentas del gobierno federal. Ello ha sido considerado la mayor derrota del Ejecutivo en lo que va de su mandato.

Además, todo ello hace prever que la votación de la Reforma al Sistema Previsional se va a tardar más de lo que desearía el Ejecutivo, inclusive con grandes posibilidades de que sea rechazado por los integrantes de ambas Cámaras, gobernadores, alcaldes y la clase política en general. Hasta ahora el núcleo del gobierno se ha mostrado totalmente incapaz de construir acuerdos entre sus aliados y el presidente le ha asignado la función de articulación al presidente de la Cámara, quien la ha rechazado contundentemente.

Inmovilidad y escasa articulación son las palabras de orden para definir la estrategia del gobierno para impulsar la aprobación de esta reforma. Paradojalmente, ella representa la gran apuesta del gobierno Bolsonaro para salir de la crisis y de no aprobarse en los próximos tres meses, todo lleva a presagiar que su futuro se encuentra bastante comprometido. De no producirse una mejora sustantiva en las condiciones de la economía, un fracaso en la mentada reforma significará que el gobierno va a entrar rápidamente en una fase de descomposición política que lo condenará indefectiblemente a un colapso final a mediano o corto plazo.

Para agravar el contexto, la última decisión de “conmemorar” el Golpe de Estado de 1964 el próximo 31 de marzo parece llevar al límite la provocación hacia todas aquellas fuerzas que lucharon durante años por la restauración de la democracia en ese país, reforzando definitivamente la sospecha de algunos de que Bolsonaro está gobernando solamente para un grupo de fieles y radicales seguidores y no para el conjunto de la Nación, como es deseable y esperable en quien asume las funciones de primer mandatario. Hasta el momento existen demasiadas señales de que Bolsonaro no se asume todavía como presidente, no ha tenido ningún protagonismo en los debates más relevantes del actual momento y se ha dedicado a propagar factoides por Twitter, enredándose en disputas insignificantes con sus detractores y con los fantasmas que pululan en su cabeza.

En su vergonzoso paso por Estados Unidos, el presidente advirtió que su gobierno se encuentra destruyendo lo que había de pervertido en los regímenes del pasado, para sobre esas ruinas reconstruir el país deturpado por los izquierdistas. Sin embargo, lo que es cada vez más evidente, es que la actual administración se encuentra sin ideas para construir algo coherente y sin un proyecto claro -excepto la censura y las imposiciones moralistas- que navega desorientada y que cree erróneamente que su fortaleza radica en los cientos de seguidores que siguen diariamente al clan Bolsonaro a través de las redes sociales.

Nada más distante de la realidad que esta visión que rehúye de los graves problemas de desempleo y del aumento desmedido de la pobreza en las principales ciudades y en el interior rural de un Brasil que parece perder la esperanza en el porvenir. A pesar de que el cuadro es crítico, sin duda es también necesario acelerar el proceso de descomposición del gobierno. Frente al escenario desolador, las fuerzas democráticas deben unirse y organizarse en un gran movimiento de resistencia y contestación para revertir el panorama sombrío y para recuperar las conquistas históricas alcanzadas por los ciudadanos brasileños: los programas de transferencia de renta, las políticas de inclusión, de desarrollo sustentable, de respeto a las minorías, de defensa de la soberanía y los recursos nacionales. Si los sectores democráticos no asumen decididamente la lucha por las transformaciones que se requieren con urgencia, existe el riesgo de que un autogolpe perpetrado desde los círculos militares venga a consolidar aún más la fisonomía represiva y oscurantista del actual gobierno.

sexta-feira, 15 de março de 2019

Las mil muertes de Marielle

Elaine Tavares
Rebelión

El día en que fue divulgado el nombre de los matadores de Marielle, lo que más se vio en los perfiles de los seguidores de Bolsonaro fueron calumnias y mentiras sobre ella. Un verdadero horror. Cada una y cada uno, a su modo, intentando descalificar a esa mujer que venía luchando valientemente, incluso por los policías militares que también son víctimas de la violencia en Río de Janeiro. Son muchos los relatos de familiares de policías asesinados que tuvieron el apoyo de Marielle en los más de 10 años en que ella trabajó con la ayuda jurídica y psicológica a las víctimas de la violencia. Sí, así es, Marielle no empezó su lucha contra la violencia cuando se eligió concejal, antes de eso ya estaba involucrada en pesadas batallas.

Como parlamentaria ha podido ir más profundo en esa lucha y estaba dedicada a deshacer a las milicias (grupos paramilitares que extorsionan a comerciantes y populares) que tomaron cuenta de Río de Janeiro. Asesinada por dos policías (un jubilado y otro ex) vinculados a las milicias, a lo largo de ese año ella todavía fue asesinada en cada mentira, en cada calumnia, en cada maledicencia dicha en su contra. Su cuerpo sigue caliente y recibiendo balazos.

Ahora, cerrada la fase de saber quién ha disparado, debería tener secuencia para llegar al mandante. Pero una vez más Marielle es asesinada. El delegado que estaba al frente de las investigaciones fue alejado del caso. Según el gobernador de Río, él no fue exonerado, apenas está saliendo porque "él está agotado, absorbió demasiada información" y va a pasar algunos meses en Italia, para quedar más liviano, quizás. Se sabe que los asesinos fueron advertidos de que había prisión, y ya trataban de huir. Pero el delegado adelantó el acto y consiguió atraparlos, uno de ellos ya en fuga. Eso dice mucho. Mucho. Ahora, sabes dios quien va a asumir el caso y con qué voluntad de llegar a la verdad. Marielle seguirá muriendo ...

Pero si Marielle sigue siendo asesinada todos los días, ya sea por las autoridades o por las gentes que siguen a Bolsonaro como un dios, eso significa que ella sigue viva. Y sigue. En las calles, en las plazas, en las casas, en los corazones de los que aman la paz y la justicia. Y para cada nuevo balazo que ella reciba, una nueva resurrección. Mil veces acribillarán su cuerpo. Mil veces se levantará. Hasta que caiga el que mandó borrar su sonrisa. ¡Sólo ahí podremos llorar y hacerla descansar!

quarta-feira, 13 de março de 2019

Brasil: Una nave a la deriva

Fernando de la Cuadra
ALAI

Después de más de dos meses del gobierno Bolsonaro, el país parece encontrarse paralizado y perdido en una interminable secuencia de declaraciones bizarras que no apuntan hacia ningún destino viable, es una producción absurda de incongruencias y desatinos. Esta indescriptible hemorragia de disparates tuvo su inicio desde el mismo día en que el gobierno tomó pose del poder el 1 de enero del presente año. Desde ese momento, los pronunciamientos del presidente y de sus principales ministros se han transformado en una verdadera “comedia de los horrores”, superándose día tras día.

Ya en su primer pronunciamiento a la nación y renunciando a su papel de estadista y presidente de “todos los brasileños”, Jair Bolsonaro consiguió la proeza de esbozar un programa que solo puede satisfacer a sus seguidores de la extrema derecha, ultraconservadores y oscurantistas. Proclamó que Brasil ya nunca más será socialista -como si alguna vez lo hubiera sido- que va a terminar con lo políticamente correcto, que se va a expurgar la ideología de género, que la bandera brasileña jamás será roja y otras consignas por el estilo.

Sus ministros no se han quedado atrás y sería largo y cansador enumerar uno por uno el abundante y vasto inventario de anuncios esdrújulos e irracionales que han realizado algunos miembros del ejecutivo. Como el canciller Ernesto Araujo, quien ha señalado –entre muchas necedades- que la globalización y el cambio climático son un invento marxista. Otros casos patéticos son los de la Ministra de la Mujer, Familia y los Derechos Humanos, Damares Alves, el Ministro de Educación, Ricardo Vélez o el Ministro de Medioambiente, Ricardo Salles.

Todos ellos han diseminado en un mare magnum de sandeces que viene espantando a los brasileños, los cuales observan con legitima preocupación como un gobierno que se arrogaba el papel de “restaurador de la nación” para liberarla de las garras de la ideología izquierdista, se ha dedicado hasta ahora a dar señales confusas de lo que pretende hacer y que por lo mismo no ha mostrado ninguna medida concreta de avance hacia algo mínimamente constructivo.

Podemos resumir que el actual gobierno se ha propuesto, de manera caótica, imponer una agenda moral ultra conservadora o retrograda, que ha tenido a estos personeros como sus portavoces más declarados, pues desde que asumieron se han dedicado principalmente a pedir la renuncia de funcionarios considerados “marxistas” o a tratar de imponer una agenda de restricciones y censuras. Por ejemplo, el Ministerio de Educación le fue asignado a un ex profesor de la Academia Militar, el cual ha estado implementando iniciativas como la “Escuela sin Partido” que supone la denuncia y sumario de cualquier docente que realice algún tipo de pronunciamiento “ideológico” durante su clase. Esta medida puede expandirte rápidamente como una nueva “caza de brujas” en el Brasil del siglo XXI.

Por su parte, el decreto 9.465 promulgado el 2 de enero –un día después de la investidura- creó una secretaria de fomento de las escuelas cívico-militares, que busca instituir un sistema de enseñanza tutelada por las Fuerzas Armadas para alejar a los niños y jóvenes del adoctrinamiento marxista que –según el decreto- estaría imperando actualmente en los centros educativos del país.

Al inicio del año escolar, el jefe de la cartera emitió una directriz que obligaba a los estudiantes a cantar todos los lunes el himno nacional y además que los alumnos fuesen filmados en esa ceremonia y el archivo enviado al Ministerio. Este reglamento resultó ser tan contraproducente entre la ciudadanía y transgresor de la Constitución, que el propio ministro tuvo que pedir disculpas y sacarlo de la pauta del ministerio, demostrando un fragrante desconocimiento del orden jurídico del país. Su propuesta ha sido hasta ahora desmontar los programas que estaban en curso y aumentar los grados de coerción y sanción sobre profesores, funcionarios y alumnado en general.

Si hubiera que hacer una síntesis, este gobierno se sustenta sobre dos ejes. Un eje es de tipo ético, moral y cultural que se caracteriza por su oscurantismo cultural y su fundamentalismo religioso, apoyado por diversas vertientes del pentecostalismo que tienen representación en el parlamento, la llamada “Bancada de la Biblia”. Junto con ello, se encuentran los apoyos de militares, ex militares, policías y agentes de seguridad que también han accedido a cuotas importantes de participación en el congreso, la “Bancada de la Bala”. Ellos sustentan un proyecto de Populismo autoritario que encarna los valores de la dictadura militar, hacen apología de la tortura y piensan que los problemas de seguridad ciudadana se resuelven aumentando la dotación de policías y matando a los criminales. Su consigna es: “Bandido bueno es bandido muerto”.

Sin embargo, pentecostales y militares no operan como un bloque monolítico, sino que muy por el contrario, mantienen una dura disputa al interior del gobierno por cuotas de poder. De hecho, parlamentarios de la bancada evangélica están acusando a los militares de blindar a Bolsonaro y alejarlo de su base social. Algunos representantes apuntan a que existiría intolerancia religiosa entre los militares, presionando al presidente para exonerar a varios funcionarios que formaban parte de los cuadros directivos del gobierno y que han sido destituidos poco a poco sin previo aviso.

Otro eje del gobierno está representado por el ultraliberalismo económico, el cual es sintetizado en la figura y el proyecto del Ministro de Economía, Paulo Guedes, un economista que ha circulado en las esferas del mercado, despreciado por el mundo académico y por los organismos gubernamentales. Jamás ocupó algún cargo de importancia entre las instituciones del Estado. La elección de Guedes para hacerse cargo de la cartera de economía representa la firme adhesión de Bolsonaro a la política económica de la Escuela de Chicago, donde el primero realizó su doctorado con parte de la generación conocida como los Chicago Boys. En su paso por Chile a inicio de los años ochenta, Guedes convivió con José Piñera, en el preciso momento en que el hermano del actual presidente de Chile ponía en práctica la instalación y privatización del sistema de previsión chileno, que tantas críticas sigue recibiendo hasta el día de hoy por los enormes lucros que obtienen los seis fondos privados que dominan el mercado previsional y por las condiciones paupérrimas en que deja a los futuros jubilados.

La propuesta de Guedes es principalmente implementar una agenda ultraliberal que entre otras medidas supone un gran programa de privatizaciones de empresas que aún se encuentran en manos del Estado (con Petrobras en la mira), cortes de gastos sociales y transformación del actual sistema previsional de reparto para uno de capitalización individual, siguiendo los pasos de lo realizado por Chile.

En este momento, Guedes libra una batalla para obtener lo antes de posible la aprobación por parte del Congreso de la Reforma del Sistema Previsional brasileño. El problema es que aprobar una ley que afecta tan sensiblemente a tantos millones de ciudadanos no es una tarea fácil y el presidente con sus declaraciones diarias por medio de Twitter no ha facilitado para nada esta tarea. Diariamente brinda a sus seguidores con comentarios burdos y grotescos o exhibe videos escatológicos, como en el caso de las imágenes que difundió de una pareja haciendo “Golden Shower” durante el último carnaval. Bolsonaro nunca se ha caracterizado por su postura de presidente, pero la falta de decoro y sus opiniones vulgares han boicoteado su proyecto y ponen en duda su permanencia en el poder.

Ello porque con sus permanentes desatinos, el mandatario está comprometiendo el apoyo a las reformas y transformándose en un obstáculo para la continuidad de estas y el programa regresivo que le ofrecieron al país. Justamente, su vicepresidente, el General Hamilton Mourão, ha emergido como una figura más cautelosa y tolerante en estos dos meses, un perfil que no tenía durante la campaña. Existen rumores de que Mourão estaría intentando catalizar el creciente descontento entre las huestes bolsonaristas, para provocar un autogolpe de Estado que le daría mayor viabilidad a los cambios que desean emprender las elites empresariales y los grupos de intereses que apoyaban hasta hace poco al gobierno.

Al mismo tiempo, muchos juristas han señalado que existen condiciones de juzgar a Bolsonaro por falta de decoro e improbidad en las funciones que ejerce un mandatario, no solo por la publicación a través de un medio oficial de un video pornográfico, sino por otros acontecimientos que han involucrado al presidente y comprometido la liturgia del cargo y por incitar actos de violencia hacia sus detractores.

En resumen, el gobierno Bolsonaro se descompone tempranamente y el país se asemeja a una nave sin rumbo, movida solamente por una inercia institucional que además está siendo desmontada todos los días. Parece un gobierno que se apaga lánguidamente al final de su periodo, desgastado, desarticulado y denigrado. Sin embargo, esta es una administración que lleva poco más de dos meses y que ya se encuentra en absoluta decadencia. Ello permite preguntarse, cuánto tiempo más podrá durar el presidente y su gobierno y cuál será la reacción de la ciudadanía en los próximos días en caso de que -como es de esperar- se profundice aún más la crisis económica, política, social y ecológica en que se debate Brasil.