La Jornada
Con tres años de formidable movilización social, aunada a la voluntad política de un indígena que quería ser presidente para alfabetizar Bolivia y a la solidaridad de los gobiernos y pueblos de Cuba y Venezuela, se logró la hazaña: este sábado, el segundo país más pobre de América después de Haití será declarado libre de analfabetismo. Se convertirá en el tercero que haya logrado vencerlo en América Latina, luego de Cuba, que lo hizo en 1961, y Venezuela, con apoyo cubano, en 2005.
Las cifras: 819 mil 417 personas alfabetizadas de un universo de 824 mil 101 iletrados detectados (99.5 por ciento); 28 mil 424 puntos de alfabetización creados en los nueve departamentos de Bolivia; 130 asesores cubanos y 47 venezolanos que capacitaron a 46 mil 457 facilitadores y 4 mil 810 supervisores bolivianos en la aplicación del método audiovisual cubano Yo sí puedo.
Y algo más: aquí el analfabetismo tenía “cara de mujer”, dado que más de 85 por ciento de los alfabetizados fueron del género femenino, explicó a La Jornada el embajador cubano en Bolivia, Rafael Dausá.
Mujeres, también, eran la mayoría de un grupo bullicioso que a las siete de la mañana de un domingo en la comunidad de Quila Quila, departamento de Chuquisaca, acudió a tomar su clase de alfabetización en el local adjunto al museíto paleontológico construido por los miembros de la comunidad para albergar los restos de animales prehistóricos encontrados en el lugar.
Ahí, doña Juana, de unos 70 años, sostenía su lapicito con el puño cerrado mientras murmuraba angustiada “no voy a poder”. Al final de la primera media hora frente al televisor mirando el Yo sí puedo y con la ayuda del facilitador, ella sonreía mientras se afanaba en dibujar su primera línea de redonditas oes.
Un panel solar daba energía a la televisión y a la videocasetera utilizadas para impartir las clases en esa comunidad. Cuba donó para el Programa Nacional de Alfabetización (PNA) de Bolivia 30 mil televisores e igual cantidad de equipos de video, un millón 200 mil cartillas y los correspondientes juegos de los 17 casetes del método audiovisual y manuales para el facilitador.
Cubanos y venezolanos donaron además 8 mil 350 paneles solares para otras tantas comunidades carentes de energía eléctrica en la intrincada geografía boliviana, salpicada de pueblos marginados.
Dausá no habló nunca de dinero. Quien dio las cifras fue el ministro de Educación boliviano, Rafael Aguilar, quien informó que el PNA tuvo un costo de 260 millones de bolivianos, es decir, unos 36.7 millones de dólares.
Ese dato, sin embargo, no cuantifica la energía, la solidaridad, la voluntad de aprender, el esfuerzo continuado, las caminatas de horas y horas para llegar a una comunidad a tomar clases después de una ardua jornada en el campo, un día de ventas en el mercado o en la calle, una larga mañana o tarde lustrando calzado o después del dificultoso ejercicio del sexo-servicio.
Tampoco la dedicación y el cariño de esos asesores cubanos y venezolanos que dejaron su país, su hogar, su familia, por dos años para colaborar en la misión de desterrar el analfabetismo. Es una labor que en Bolivia significó “una experiencia dura pero muy linda”, a decir de la asesora cubana Maribel Romagosa, porque hubo que enfrentar condiciones –como el clima frío y la altura– totalmente diferentes a las de Cuba.
La tarea no estuvo exenta de problemas. Algunas autoridades municipales no cooperaban con el transporte para movilizarse a las comunidades más alejadas. Algunos directores de unidades educativas o de servicio social se negaban a prestar un local para las clases, según el facilitador Joaquín Calle. Pero además, algunos de los alfabetizados escasamente aprendieron a firmar y a reconocer algunas letras, como se pudo comprobar en entrevistas con egresados del curso.
Las sexo-servidoras que ofrecen sus oficios en una plaza pública de esta ciudad no pudieron tomar clases con el tradicional equipo de televisión y videocasete. Calle, quien trabajó con ellas, relató que tomaban sus clases bajo un portón, y ahí “podían haberles robado el equipo”. En ese lugar, sentadas en el piso, conversamos con cinco de ellas que se ufanaban de que ya saben leer, escribir su nombre y firmar.
Una historia de marginación y exclusión detrás de cada analfabeto. Una epopeya personal y colectiva de voluntad y dignidad detrás de cada una o uno que recibió su diploma al graduarse del Yo sí puedo en ceremonias encabezadas por el director de la escuela, del asilo de ancianos, del líder del mercado, donde se impartieron los cursos, o del presidente boliviano Evo Morales, quien asistió a decenas luciendo invariablemente el collar de flores, frutas o panes que le cuelgan al cuello y el puñado de confeti que le desparraman en el cabello cada vez que asiste a las fiestas de clausura.
Ceremonias que normalmente fueron silenciadas por los medios de comunicación bolivianos, que ocasionalmente las registraban, pero destacando una declaración controversial del mandatario.
¿Cómo empezó el PNA? Dausá explicó que en una conversación entre el entonces presidente electo de Bolivia y el todavía presidente Fidel Castro, el 29 de diciembre de 2005, hablaron de la nueva etapa que se abría en el país andino y firmaron un documento con una serie de acuerdos para apoyos en materia de salud y educación, en los que específicamente se establecía el respaldo que daría La Habana al PNA en Bolivia.
Menos de dos meses después, en la segunda mitad de febrero de 2006, llegaron los primeros asesores cubanos de la campaña y los cursos fueron inaugurados en Camiri, departamento de Santa Cruz, el primero de marzo. El 1 de junio se hizo la primera graduación en Cochabamba. Ahora, este 20 de diciembre, se declarará a Bolivia “libre de analfabetismo como fenómeno social”, indicó el diplomático.
No puede haber cero analfabetismo, porque siempre hay alguna persona discapacitada que no puede o alguna persona mayor que no quiere aprender a leer y escribir. Los estándares que reconoce la Organización de Naciones Unidas para la Educación están en torno de 3.9 o 4 por ciento; si existe una cifra como esa o menor, se considera un país libre de analfabetismo como fenómeno social. La cifra cubana es de aproximadamente 0.7 por ciento, añadió.
Con el método Yo sí puedo se ha alfabetizado a más de 3 millones de personas en el mundo y se imparte actualmente en 28 países, incluido México, con el apoyo de asesores cubanos. Para lograr estos resultados el programa ha sido contextualizado en más de 16 versiones, porque no es lo mismo alfabetizar en Haití que en Venezuela o en Bolivia.
Así, un grupo de bolivianos fueron a Cuba a grabar el método en castellano, en quechua y en aymara. La expectativa era alfabetizar a 200 mil personas en quechua, pero sólo se logró hacerlo con 24 mil, y a 300 mil en aymara, pero únicamente 30 mil lo solicitaron en este idioma. La gran mayoría prefirió hacerlo en castellano, explicó el director nacional de Alfabetización, Benito Ayma.
“Antes de hablar aymara y quechua era mucho más difícil, porque hasta para los jóvenes era una vergüenza hablar en su propia lengua; este es un proceso que tiene que cambiar, el gobierno del pueblo a la cabeza de Evo tiene apenas tres años; todavía hay una deuda histórica”, agregó Ayma.
Detalló que además se entregaron 200 mil anteojos a los participantes en el PNA que han tenido problemas de la vista. Dausá y Ayma expresaron que una segunda etapa, la de posalfabetización, se iniciará en febrero de 2009 con el programa Yo sí puedo seguir, para la impartición del ciclo básico (primaria), en dos o tres años, con contenidos de español, matemáticas, geografía, historia, ciencias.
“Creo francamente que estamos a punto de culminar una tarea muy importante en Bolivia, lo hemos hecho con gran seriedad, sobre todo sabiendo que siempre va a haber muchos críticos que jamás han hecho nada por alfabetizar al pueblo de Bolivia, pero que ante una tarea tan importante como ésta van a tratar de cuestionar los resultados”, comentó Dausá.
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