Frida Modak
ALAI
La crisis económica estadounidense, que el país del norte transmitió al resto del mundo está generando cambios importantes en América Latina, a los que no sólo hay que observar sino acompañar para que desemboquen en lo que a la región le conviene.
En las últimas semanas se han producido dos reuniones que tienen que ver con América Central, las que ilustran el cambio a que nos estamos refiriendo.Una de ellas fue la Décima Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla, que culminó el 28 de junio pasado en Villahermosa, México, en la que se reafirmaron los objetivos del Plan Puebla Panamá, al que se le cambió el nombre y en una denominación abreviada se le llamará Proyecto Mesoamérica. A ella asistieron los mandatarios y jefes de gobierno de los países miembros: Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá, así como República Dominicana en su calidad de Estado Asociado del Sistema de la Integración Centroamericana, SICA, y el presidente de Colombia, país que es parte del Plan Puebla Panamá, hoy Proyecto Mesoamérica. Uno de los aspectos al que se le dio especial importancia y que abarcó 9 de los 60 puntos de la declaración final fue lo relativo al combate a la delincuencia organizada y a la adhesión a la Iniciativa Mérida financiada por Estados Unidos.
La otra reunión fue la Quinta Cumbre Extraordinaria de Petrocaribe, efectuada el 13 de julio en Maracaibo, Venezuela. Participaron los presidentes y jefes de gobierno de Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Cuba, Dominica, Granada, Guayana, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, República Dominicana, San Cristóbal y Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam y Venezuela. Costa Rica asistió como observador. En esta ocasión se establecieron los nuevos términos en que Venezuela proporcionará petróleo a los miembros de Petrocaribe, los que mientras el combustible siga cotizándose sobre los 100 dólares tendrán un descuento y pagarán el 40 por ciento a los 90 días de recibido y el resto a 25 años. Si el precio supera los 200 dólares, pagarían el 30 por ciento a 90 días y el resto a largo plazo. Hasta ahora se pagaba el 50 por ciento a 90 días y el resto a 25 años, con dos años de gracia y un interés del uno por ciento.
Nuevas presencias
El contraste entre ambas reuniones ha dado origen a interesantes análisis. Hasta comienzos de los años noventa, las áreas de influencia o presencia de los países más grandes de América Latina estaba bastante clara. México ejercía un liderato en América Central, pero tenía escasa presencia en el Caribe, exceptuando el alto nivel de sus relaciones con Cuba.
Por su parte, Venezuela tenía presencia, más que influencia, en el Caribe y no en Centroamérica, a la que se acercó más cuando integró el Grupo de Contadora. Brasil estuvo bajo un régimen dictatorial hasta fines de los ochenta, al igual que los países del cono sur.
Restablecida la democracia en América Central y del Sur, el cuadro se ha modificado, como lo están constatando también analistas vinculados a organismos internacionales relacionados con América Latina. Se habla de lo que se califica como el desplazamiento de México de América Central y la presencia de Venezuela y Brasil en esa área en particular y en el Caribe y América del Sur en general. Aunque a menudo se intenta presentar a los presidentes Lula y Chávez como antagonistas, los acontecimientos se encargan de mostrar sus coincidencias.
En lo que a América Central se refiere cabe recordar que al constituirse Petrocaribe el año 2005, participaron en su creación sólo países del Caribe y los proyectos estaban referidos tanto a precios preferenciales del petróleo, como también a la construcción y remodelación de refinerías. Los países centroamericanos recibieron del gobierno de México el ofrecimiento de instalar gasolineras de PEMEX, de remodelar las viejas refinerías que ya no funcionaban y cuotas de petróleo rebajado. Este fue el origen de la controversia entre los presidentes Chávez y Fox, por la forma en que éste último se refirió al proyecto venezolano.
Pasados los años la oferta mexicana no se concretó. Incluso ha trascendido en el medio diplomático que en su entrevista con el entonces mandatario guatemalteco Oscar Berger, el presidente Calderón le habría manifestado que su país no estaba en condiciones de venderle la cantidad de petróleo que su antecesor había ofrecido. Las refinerías tampoco se remodelaron ni se instalaron las gasolineras. El alza de los precios del petróleo le costó a las naciones centroamericanas centenares de millones de dólares y, finalmente, a pesar de las presiones estadounidenses Honduras y Guatemala ingresaron a Petrocaribe y con ello a un proyecto de desarrollo regional que contempla también inversiones y generación de empleos.
Un nuevo perfil
En este contexto y en medio de la crisis económica que ya se admite como tal, América Latina, desde México a la Antártica se enfrenta a una nueva realidad. Nuestros recursos siempre han sido codiciados, pero hasta hace algunos años Estados Unidos se atribuía derechos que nadie le había concedido en lo que consideraba su área de influencia. Pero cuando en los setentas empezaron sus problemas económicos y para sortearlos se abrió a otro tipo de colaboración con Europa Occidental, ésta también empezó a incursionar en nuestros países. Hoy los europeos le disputan la hegemonía y ambos enfrentan el desafío ruso-asiático.
Resulta, entonces, que se nos ve como los que vamos a mantener a Estados Unidos como potencia en un mundo que ya no será unipolar o como parte de un nuevo alineamiento del sur. Esto significa que mientras se definen los futuros centros de poder vamos a ser objeto de innumerables presiones. La Amazonia y la Antártica esconden enormes recursos y ya los países llamados desarrollados están formulando reclamos sobre esos territorios. Si Estados Unidos no consigue el acceso a la Amazonia a través de Colombia, Centroamérica y el Caribe son otra vía. Gran Bretaña quiere la Antártica y los yacimientos petrolíferos que ha descubierto Brasil son una tentación, al igual que los del Golfo de México.
Este nuevo perfil que ha adquirido el subcontinente no ha sido aquilatado como corresponde. Brasil y Venezuela lo tienen claro. Los brasileños van a custodiar su petróleo con submarinos nucleares y están comprando nuevos aviones. Venezuela hace ya un tiempo que ha cambiado a sus proveedores de armamento, su presidente acaba de estar en Rusia y buscan una alianza estratégica ante la crisis. A iniciativa de Lula la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, creó un Consejo de Seguridad cuya importancia es obvia, tanto como la necesidad de abandonar esquemas que ya colapsaron. Se está diseñando un nuevo mapa geopolítico y nos toca decidir si seremos sujeto u objeto.
En las últimas semanas se han producido dos reuniones que tienen que ver con América Central, las que ilustran el cambio a que nos estamos refiriendo.Una de ellas fue la Décima Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla, que culminó el 28 de junio pasado en Villahermosa, México, en la que se reafirmaron los objetivos del Plan Puebla Panamá, al que se le cambió el nombre y en una denominación abreviada se le llamará Proyecto Mesoamérica. A ella asistieron los mandatarios y jefes de gobierno de los países miembros: Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá, así como República Dominicana en su calidad de Estado Asociado del Sistema de la Integración Centroamericana, SICA, y el presidente de Colombia, país que es parte del Plan Puebla Panamá, hoy Proyecto Mesoamérica. Uno de los aspectos al que se le dio especial importancia y que abarcó 9 de los 60 puntos de la declaración final fue lo relativo al combate a la delincuencia organizada y a la adhesión a la Iniciativa Mérida financiada por Estados Unidos.
La otra reunión fue la Quinta Cumbre Extraordinaria de Petrocaribe, efectuada el 13 de julio en Maracaibo, Venezuela. Participaron los presidentes y jefes de gobierno de Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Cuba, Dominica, Granada, Guayana, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, República Dominicana, San Cristóbal y Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam y Venezuela. Costa Rica asistió como observador. En esta ocasión se establecieron los nuevos términos en que Venezuela proporcionará petróleo a los miembros de Petrocaribe, los que mientras el combustible siga cotizándose sobre los 100 dólares tendrán un descuento y pagarán el 40 por ciento a los 90 días de recibido y el resto a 25 años. Si el precio supera los 200 dólares, pagarían el 30 por ciento a 90 días y el resto a largo plazo. Hasta ahora se pagaba el 50 por ciento a 90 días y el resto a 25 años, con dos años de gracia y un interés del uno por ciento.
Nuevas presencias
El contraste entre ambas reuniones ha dado origen a interesantes análisis. Hasta comienzos de los años noventa, las áreas de influencia o presencia de los países más grandes de América Latina estaba bastante clara. México ejercía un liderato en América Central, pero tenía escasa presencia en el Caribe, exceptuando el alto nivel de sus relaciones con Cuba.
Por su parte, Venezuela tenía presencia, más que influencia, en el Caribe y no en Centroamérica, a la que se acercó más cuando integró el Grupo de Contadora. Brasil estuvo bajo un régimen dictatorial hasta fines de los ochenta, al igual que los países del cono sur.
Restablecida la democracia en América Central y del Sur, el cuadro se ha modificado, como lo están constatando también analistas vinculados a organismos internacionales relacionados con América Latina. Se habla de lo que se califica como el desplazamiento de México de América Central y la presencia de Venezuela y Brasil en esa área en particular y en el Caribe y América del Sur en general. Aunque a menudo se intenta presentar a los presidentes Lula y Chávez como antagonistas, los acontecimientos se encargan de mostrar sus coincidencias.
En lo que a América Central se refiere cabe recordar que al constituirse Petrocaribe el año 2005, participaron en su creación sólo países del Caribe y los proyectos estaban referidos tanto a precios preferenciales del petróleo, como también a la construcción y remodelación de refinerías. Los países centroamericanos recibieron del gobierno de México el ofrecimiento de instalar gasolineras de PEMEX, de remodelar las viejas refinerías que ya no funcionaban y cuotas de petróleo rebajado. Este fue el origen de la controversia entre los presidentes Chávez y Fox, por la forma en que éste último se refirió al proyecto venezolano.
Pasados los años la oferta mexicana no se concretó. Incluso ha trascendido en el medio diplomático que en su entrevista con el entonces mandatario guatemalteco Oscar Berger, el presidente Calderón le habría manifestado que su país no estaba en condiciones de venderle la cantidad de petróleo que su antecesor había ofrecido. Las refinerías tampoco se remodelaron ni se instalaron las gasolineras. El alza de los precios del petróleo le costó a las naciones centroamericanas centenares de millones de dólares y, finalmente, a pesar de las presiones estadounidenses Honduras y Guatemala ingresaron a Petrocaribe y con ello a un proyecto de desarrollo regional que contempla también inversiones y generación de empleos.
Un nuevo perfil
En este contexto y en medio de la crisis económica que ya se admite como tal, América Latina, desde México a la Antártica se enfrenta a una nueva realidad. Nuestros recursos siempre han sido codiciados, pero hasta hace algunos años Estados Unidos se atribuía derechos que nadie le había concedido en lo que consideraba su área de influencia. Pero cuando en los setentas empezaron sus problemas económicos y para sortearlos se abrió a otro tipo de colaboración con Europa Occidental, ésta también empezó a incursionar en nuestros países. Hoy los europeos le disputan la hegemonía y ambos enfrentan el desafío ruso-asiático.
Resulta, entonces, que se nos ve como los que vamos a mantener a Estados Unidos como potencia en un mundo que ya no será unipolar o como parte de un nuevo alineamiento del sur. Esto significa que mientras se definen los futuros centros de poder vamos a ser objeto de innumerables presiones. La Amazonia y la Antártica esconden enormes recursos y ya los países llamados desarrollados están formulando reclamos sobre esos territorios. Si Estados Unidos no consigue el acceso a la Amazonia a través de Colombia, Centroamérica y el Caribe son otra vía. Gran Bretaña quiere la Antártica y los yacimientos petrolíferos que ha descubierto Brasil son una tentación, al igual que los del Golfo de México.
Este nuevo perfil que ha adquirido el subcontinente no ha sido aquilatado como corresponde. Brasil y Venezuela lo tienen claro. Los brasileños van a custodiar su petróleo con submarinos nucleares y están comprando nuevos aviones. Venezuela hace ya un tiempo que ha cambiado a sus proveedores de armamento, su presidente acaba de estar en Rusia y buscan una alianza estratégica ante la crisis. A iniciativa de Lula la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, creó un Consejo de Seguridad cuya importancia es obvia, tanto como la necesidad de abandonar esquemas que ya colapsaron. Se está diseñando un nuevo mapa geopolítico y nos toca decidir si seremos sujeto u objeto.
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