Cristian Carrillo
Página 12
132 congresales republicanos se opusieron sorpresivamente a su propio gobierno y la iniciativa no prosperó. El Dow Jones cayó 7 por ciento, el mayor desplome de su historia, y el Nasdaq, 9,1 por ciento. El temblor también se sintió fuerte en Argentina y Brasil.
“Por ahora, habrá que arreglarse con lo que hay”, es el mensaje que dejó el Congreso estadounidense. El rechazo al plan de rescate financiero fue un duro e inesperado golpe para un sistema por demás vapuleado. El preacuerdo logrado el domingo hacía prever su aprobación. Sin embargo, durante la mañana de ayer quedó claro que no sería tan sencillo. El presidente estadounidense George W. Bush se dirigió temprano a los negociadores para ponerle presión al debate. Eso encendió algunas luces de alerta y las bolsas del mundo comenzaron con sus primeros retrocesos. Luego el temido desenlace se confirmó y el plan de rescate perdió el partido por 228 a 205 votos; al menos el primer tiempo, ya que se comenzó de inmediato a trabajar en un segundo proyecto para que se trate esta misma semana.
Tras el anuncio, el silencio en Wall Street fue sepulcral y sólo se interrumpió por el grito de ventas, que se multiplicaron hasta llevar a los principales indicadores del mundo a bajas que jamás habían experimentado. El resultado fue un verdadero lunes negro: el Dow Jones, principal indicador del mercado de acciones, cayó 7 por ciento, el mayor desplome en toda su historia. En la región, las bolsas de Brasil y Argentina acompañaron la tendencia mundial y bajaron 9,4 y 8,7 por ciento respectivamente.
Las imágenes por televisión arrojaron un contundente resumen acerca de la situación bursátil. Los presidentes de las bancadas republicana y demócrata explicaban el resultado de la votación y expiaban culpas, pero siempre asegurando que se contaba con las herramientas para poder sortear la crisis. En la misma pantalla, el display con la cotización del índice industrial Dow Jones se asemejaba a un cronómetro en cuenta regresiva. A cada palabra de los congresales le correspondió una baja considerable en panel de la Bolsa neoyorquina. La síntesis era clara: nadie cree que esto se pueda morigerar sin un programa de rescate del gobierno.
“Los republicanos los mataron”, exclamó Barney Frank, titular del Comité de Servicios Financieros del Congreso norteamericano. No hubo un Julio Cobos, hubo más de un centenar, 132 para ser más precisos. Esa cantidad de legisladores republicanos fue la que votó “no positivo” el proyecto de salvataje por 700.000 millones de dólares que se diseñó en Washington. Durante el fin de semana, la propuesta inicial había sufrido varias modificaciones que parecían conformar a ambas partes. Entre los puntos que se anexaron al plan: los contribuyentes recibirían derechos de compra de acciones, el dinero no se utilizaría para pagar indemnizaciones millonarias a los jefes de empresas quebradas y se establecía un consejo de supervisión del programa. Con esa carpeta comenzó la discusión, pero luego de cuatro horas de debate no se aprobó.
Las dos horas de operaciones que le siguieron a esta noticia fueron un verdadero caos. En Wall Street, el Dow Jones se hundió 7 por ciento, mientras que el índice selectivo Standard & Poor’s concluyó la jornada con un retroceso de 8,8, y el Nasdaq rescindió 9,1 por ciento. De esta manera, en promedio, el recinto neoyorquino mostraba en sus pantallas la mayor caída diaria en su historia. Las bolsas latinoamericanas se sumaron al descontento. La plaza de San Pablo perdió 9,4 por ciento, el índice porteño, 8,7, y Santiago de Chile bajó 5,5 por ciento.
Pero el rechazo al megasalvataje sólo rebasó el vaso. Desde la primera hora de ayer, las informaciones acerca de bancos que naufragaban gracias a intervención privada o estatal llegaban desde todos lados. El grupo japonés Mitsubishi UFJ formalizó ayer su entrada como accionista mayoritario del estadounidense Morgan Stanley al comprar por 9000 millones de dólares el 21 por ciento del paquete accionario de la entidad. Por su parte, el Citigroup adquirió las operaciones bancarias de Wachovia, el cuarto mayor banco de Estados Unidos y, hasta al momento, la última víctima de la crisis de las hipotecas de alto riesgo. Además, la debilidad estadounidense aceleró la crisis en Europa, llevando a la intervención de urgencia en favor de bancos del Reino Unido, Islandia y Alemania.
Todo parecería indicar que los costos de la crisis seguirán estimándose en cientos de miles de millones de dólares, con o sin aprobación del Congreso estadounidense. Con el objetivo de evitar nuevas quiebras, los principales bancos centrales del mundo realizaron una nueva intervención para brindar liquidez al sistema financiero. El Banco Central Europeo inyectó 120.000 millones de euros con vencimiento a 38 días y una tasa de interés de 4,4 por ciento.
Ahora el Congreso estadounidense deberá trabajar sobre un nuevo borrador para que se trate antes del fin de semana. El presidente norteamericano “se reunirá con su equipo financiero esta tarde (por ayer) para determinar los próximos pasos a dar. También estará en contacto con los líderes del Congreso”, informó anoche el portavoz de la Casa Blanca, Tony Fratto.
El secretario del Tesoro, Henry Paulson, manifestó ayer su decepción por el rechazo parlamentario a la propuesta, tras lo cual aseguró que utilizará “todas las herramientas disponibles” para enfrentar la crisis. Precisamente, mientras se trataba un plan de 700.000 millones de dólares para tales efectos, la Reserva Federal anunciaba un aumento de 330.000 millones en sus líneas de crédito acordadas a los otros bancos centrales de Europa, Japón, Canadá y Australia. El monto, elevado a 620.000 millones de dólares, permitirá a los organismos monetarios extranjeros conceder liquidez en dólares en sus respectivos países. De todos modos, para el titular del Departamento del Tesoro, estas armas son “insuficientes” para enfrentar la situación. “Hay mucho trabajo por hacer, pero lo que nos jugamos es demasiado importante como para simplemente dejarlo fracasar”, dijo Paulson.
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