La Jornada
La pérdida de importancia del sector manufacturero en México no puede entenderse sin una referencia al proceso de lo que se ha comenzado a llamar la reprimarización de América Latina. Este feo neologismo sirve para referirse a la importancia que han recuperado los sectores primarios de la economía en los últimos veinte o treinta años. Estos sectores primarios son el grupo de ramas de actividad encargadas de la producción de materias primas, productos básicos (las commodities) y los bienes intermedios poco elaborados. Es deseable incluir en esa clasificación a la industria maquiladora.
El principal indicador que confirma la hipótesis de la reprimarización está en la pérdida de importancia de la industria manufacturera en el producto interno bruto (PIB) de la región. Aquí los datos son contundentes y muestran cómo el proyecto de industrialización está en franco retroceso, al grado de que es posible afirmar que se ha abandonado. Para toda la región, la participación del sector manufacturero en el PIB cayó de 12.7 por ciento a 6.4 por ciento en promedio entre los años 1970-1974 y 2002-2006, respectivamente.
El caso más espectacular de la reprimarización y desindustrialización es Argentina: la participación de las manufacturas en el PIB cae de 43.5 a 27 por ciento en ese periodo. Un desplome parecido sufrió Ecuador, donde las manufacturas pasan de 19 por ciento a 10 por ciento del PIB en ese periodo. Para Brasil, la caída parece menos dramática: las manufacturas pasan de 28 a 24.8 por ciento del PIB en ese periodo. Pero hay que observar que el nivel brasileño de industrialización era menor al de Argentina. De todos modos, hoy se habla mucho de Brasil como un gigante cuya economía está cimentada en la industria manufacturera. Nada más lejos de la realidad. Lo que sí se puede decir es que Brasil podría, con una política industrial cuidadosa, recuperar la importancia que tenía su sector manufacturero y hasta superarla. Pero ese camino no será fácil porque las fuerzas que impulsan la reprimarización no van a facilitar la inversión productiva en las manufacturas.
Las economías que muestran una tendencia distinta (aumento en la participación de las manufacturas en el PIB) fueron receptoras de las maquiladoras: México, El Salvador, Honduras y Costa Rica. Pero no hay que engañarse: la maquiladora no corresponde a un proceso de industrialización. Es simplemente una forma de integrarse a la economía mundial a través de la exportación de mano de obra barata. O, en otras palabras, es otra forma de reprimarización.
La caída de 50 por ciento en el peso de las manufacturas en el PIB regional se acompaña de la destrucción de capital productivo y de capacidades humanas que son de muy difícil recuperación. Ese retroceso es equivalente al que se sufre en una guerra económica sin cuartel. Desde una perspectiva histórica hay que recordar que América Latina pudo comenzar a salir de un modelo primario exportador y comenzar a descubrir lo que era una plataforma industrial a través de su estrategia de sustitución de importaciones. En ese intento, entre 1950 y 1973, la región en su conjunto experimentó, una tasa de crecimiento del PIB per cápita de 2.5 por ciento. En contraste, entre 1973 y 2001, el PIB per cápita apenas crece un imperceptible 0.75 por ciento anual.
Hoy América Latina está cayendo en los mismos vicios del modelo primario exportador que con tanto empeño trató de dejar atrás en los años de la posguerra. Los datos muestran cómo en los últimos 10 años las exportaciones de América Latina se han concentrado en las materias primas y productos poco elaborados.
La reprimarización conduce a un crecimiento mediocre, si no es que al estancamiento. La razón es que los sectores primarios tienen pocos vínculos con el resto de la economía y eso impide que transmitan impulsos dinámicos al sistema. Además, los sectores primarios son de escaso valor agregado y con remuneraciones al trabajo inferiores a los de las manufacturas. Estos sectores sufren más la volatilidad de los precios y el deterioro de los términos de intercambio. Finalmente, con la reprimarización América Latina está colocando mayor presión sobre su base de recursos naturales, intensificando la deforestación, la pérdida de biodiversidad, la degradación de suelos y, en general, provocando un mayor deterioro ambiental.
Se podría pensar que la reprimarización se debe a que la región está redescubriendo sus ventajas comparativas. Ese punto de vista es falso. La reprimarización es la consecuencia directa de un modelo de política macroeconómica que busca privilegiar el capital financiero. En este modelo, las políticas monetaria y fiscal están organizadas para transferir recursos de los sectores reales de la economía al sector financiero. Para ese modelo (neoliberal) la base de recursos naturales y la mano de obra barata constituyen espacios de rentabilidad que deben aprovecharse bajo las modalidades que le son propias al capital financiero. El corolario: si queremos revertir el proceso de reprimarización, es necesario cambiar el modelo de política macroeconómica.
El principal indicador que confirma la hipótesis de la reprimarización está en la pérdida de importancia de la industria manufacturera en el producto interno bruto (PIB) de la región. Aquí los datos son contundentes y muestran cómo el proyecto de industrialización está en franco retroceso, al grado de que es posible afirmar que se ha abandonado. Para toda la región, la participación del sector manufacturero en el PIB cayó de 12.7 por ciento a 6.4 por ciento en promedio entre los años 1970-1974 y 2002-2006, respectivamente.
El caso más espectacular de la reprimarización y desindustrialización es Argentina: la participación de las manufacturas en el PIB cae de 43.5 a 27 por ciento en ese periodo. Un desplome parecido sufrió Ecuador, donde las manufacturas pasan de 19 por ciento a 10 por ciento del PIB en ese periodo. Para Brasil, la caída parece menos dramática: las manufacturas pasan de 28 a 24.8 por ciento del PIB en ese periodo. Pero hay que observar que el nivel brasileño de industrialización era menor al de Argentina. De todos modos, hoy se habla mucho de Brasil como un gigante cuya economía está cimentada en la industria manufacturera. Nada más lejos de la realidad. Lo que sí se puede decir es que Brasil podría, con una política industrial cuidadosa, recuperar la importancia que tenía su sector manufacturero y hasta superarla. Pero ese camino no será fácil porque las fuerzas que impulsan la reprimarización no van a facilitar la inversión productiva en las manufacturas.
Las economías que muestran una tendencia distinta (aumento en la participación de las manufacturas en el PIB) fueron receptoras de las maquiladoras: México, El Salvador, Honduras y Costa Rica. Pero no hay que engañarse: la maquiladora no corresponde a un proceso de industrialización. Es simplemente una forma de integrarse a la economía mundial a través de la exportación de mano de obra barata. O, en otras palabras, es otra forma de reprimarización.
La caída de 50 por ciento en el peso de las manufacturas en el PIB regional se acompaña de la destrucción de capital productivo y de capacidades humanas que son de muy difícil recuperación. Ese retroceso es equivalente al que se sufre en una guerra económica sin cuartel. Desde una perspectiva histórica hay que recordar que América Latina pudo comenzar a salir de un modelo primario exportador y comenzar a descubrir lo que era una plataforma industrial a través de su estrategia de sustitución de importaciones. En ese intento, entre 1950 y 1973, la región en su conjunto experimentó, una tasa de crecimiento del PIB per cápita de 2.5 por ciento. En contraste, entre 1973 y 2001, el PIB per cápita apenas crece un imperceptible 0.75 por ciento anual.
Hoy América Latina está cayendo en los mismos vicios del modelo primario exportador que con tanto empeño trató de dejar atrás en los años de la posguerra. Los datos muestran cómo en los últimos 10 años las exportaciones de América Latina se han concentrado en las materias primas y productos poco elaborados.
La reprimarización conduce a un crecimiento mediocre, si no es que al estancamiento. La razón es que los sectores primarios tienen pocos vínculos con el resto de la economía y eso impide que transmitan impulsos dinámicos al sistema. Además, los sectores primarios son de escaso valor agregado y con remuneraciones al trabajo inferiores a los de las manufacturas. Estos sectores sufren más la volatilidad de los precios y el deterioro de los términos de intercambio. Finalmente, con la reprimarización América Latina está colocando mayor presión sobre su base de recursos naturales, intensificando la deforestación, la pérdida de biodiversidad, la degradación de suelos y, en general, provocando un mayor deterioro ambiental.
Se podría pensar que la reprimarización se debe a que la región está redescubriendo sus ventajas comparativas. Ese punto de vista es falso. La reprimarización es la consecuencia directa de un modelo de política macroeconómica que busca privilegiar el capital financiero. En este modelo, las políticas monetaria y fiscal están organizadas para transferir recursos de los sectores reales de la economía al sector financiero. Para ese modelo (neoliberal) la base de recursos naturales y la mano de obra barata constituyen espacios de rentabilidad que deben aprovecharse bajo las modalidades que le son propias al capital financiero. El corolario: si queremos revertir el proceso de reprimarización, es necesario cambiar el modelo de política macroeconómica.
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