The Independent
Las ya escasas esperanzas de un avance en el conflicto israelo-palestino sufrieron un nuevo duro golpe ayer cuando Israel tajantemente rechazó los pedidos de Estados Unidos de un alto total a la actividad de los asentamientos, justo horas antes de que el líder palestino se reuniera con el presidente Obama en la Casa Blanca, donde el tema de los asentamientos figuraría entre los primeros de la agenda.
Anteayer, Hillary Clinton, la Secretaria de Estado, le pidió al estado judío que congelara todas las construcciones de asentamientos, incluyendo la expansión interna de los ya existentes, que Washington cree que es una precondición vital para las negociaciones productivas entre ambas partes. Pero Mark Regev, el vocero del gobierno israelí, respondió ayer que el llamado “crecimiento natural” continuaría, y el destino de las colonias sería decidido como parte de las negociaciones finales para un acuerdo de paz total.
La posición de Israel pone más en evidencia las crecientes tensiones entre la nueva administración de Washington y el gobierno de línea dura del primer ministro Benjamin Netanyahu, que no sólo es reacio a frenar los asentamientos, sino que se niega a apoyar el concepto de la solución de los dos estados que fue aceptada por sus más recientes predecesores.
El momento tampoco pudo haber sido peor. No sólo la declaración de Israel significa un ataque preventivo contra lo que sea que surja de la visita a la Casa Blanca de Mahmud Abbas, el presidente palestino, sino que está destinada a ensombrecer el gran discurso que Obama va a dar en El Cairo al mundo árabe y islámico. Aunque los funcionarios de la Casa Blanca dicen que la alocución no incluirá un proyecto para la paz en Medio Oriente, no puede menos que tocar un conflicto que lleva más de 60 años sin encontrar solución.
Las conversaciones con Abbas fueron la tercera reunión clave entre Obama y los líderes regionales, después de las discusiones con el rey Abdullá de Jordania y Netanyahu, y antes de las reuniones en Medio Oriente la semana que viene con los líderes de Egipto y Arabia Saudita. En su último esfuerzo por tratar de solucionar el problema palestino, el lado árabe está presionando por una nueva versión del plan saudita de 2002, que ofrecía relaciones normales a cambio de la devolución de los Altos de Golán, capturados durante la guerra de 1967.
Pero aun antes de la última confrontación por los asentamientos, las oportunidades de progreso en ese frente parecían pobres, dada la poca disposición de Netanyahu a ceder territorio y su renuencia a firmar una solución de dos Estados. Las relaciones entre Jerusalén y Washington están ahora más cargadas de tensión que en cualquier otro momento desde 1991, cuando el presidente Bush padre se negó a otorgar préstamos para viviendas al entonces gobierno israelí de Yitzhak Shamir, en un primer y finalmente fracasado intento de detener la construcción de asentamientos.
Las palabras de Clinton no podrían haber sido más explícitas. “Obama –dijo, después de conversaciones con su contraparte egipcia– quiere ver que se paren los asentamientos, no algunos asentamientos, no los puestos fronterizos, no las excepciones de crecimiento natural.” Añadió que Estados Unidos había comunicado su posición “claramente y tenemos la intención de presionar sobre ese punto”.
Esta insistencia por parte de Estados Unidos, su claro contraste con la línea de la administración del segundo presidente Bush, es otra señal de la amplia simpatía de Obama por la causa palestina. Pero las realidades políticas aquí y en Medio Oriente no son simples. No queda claro hasta dónde irá el Congreso, tradicionalmente muy partidario de Israel, con una línea dura de la Casa Blanca.
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