Manuel Ansede
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Por fin se llegó a un acuerdo, pero la interminable cumbre del clima de Durban (Sudáfrica) ha demostrado que a los ministros de Medio Ambiente el desafío les viene grande. No está en juego el freno del calentamiento global, sino las relaciones de poder en mayúsculas, entre las potencias que se desvanecen, como la UE y EEUU, y las que emergen: China, India y Brasil. Sobre la mesa no está sólo la reducción de emisiones de CO2, sino el dominio económico del planeta. La enviada india, Jayanthi Natarajan, lo resumió el viernes citando a la ex-primera ministra Indira Gandhi para defender su derecho a crecer y emitir más CO2: "La pobreza es el mayor contaminador y el desarrollo es el mayor sanador". India emite 1,5 toneladas de CO2 per cápita; China, 6; Alemania, casi 10 y EEUU, 18.
El cónclave de la ONU, en el último minuto, aprobó a las 5:23 horas del domingo una enrevesada y vaga hoja de ruta hacia un futuro "protocolo, otro instrumento legal o un resultado acordado con fuerza legal" para frenar las emisiones mundiales de CO2. Están todos los países, incluidos EEUU y China, responsables de la mitad del CO2 expulsado por el ser humano. Ese acuerdo se empezaría a negociar el año que viene y estaría listo en 2015, para entrar en vigor "desde 2020". Es la primera vez que todos los países se suben a un mismo autobús, aunque sin saber muy bien hacia dónde se dirige ni a qué velocidad. Han hecho falta 17 cumbres como ésta, 17 años, para acercarse a esa meta, exigida desde hace mucho por la comunidad científica. La comisaria europea de Cambio Climático, Connie Hedegaard, calificó el resultado de "bueno y fuerte".
Los ecologistas fueron mucho más críticos, sobre todo con la puerta falsa que podría esconderse detrás de la expresión "resultado acordado con fuerza legal". Para el director ejecutivo de Greenpeace Internacional, Kumi Naidoo, "la mala noticia es que los bloqueadores, liderados por EEUU, han tenido éxito en la inserción de una cláusula fundamental que podría evitar que el próximo gran acuerdo climático sea legalmente vinculante". EEUU e India, por diferentes razones, pedían esa cláusula.
El plenario de la ONU también aprobó una prórroga del protocolo de Kioto, que expira en 2012. La segunda parte de este tratado, el único vinculante que actualmente controla las emisiones de CO2, estará en vigor entre 2013 y 2017 o 2020. La fecha final se decidirá el año que viene en otra cumbre en Catar. Sólo cubre a la UE, Nueva Zelanda, Noruega, Suiza y Australia. Juntos apenas representan el 15% de las emisiones mundiales. Venezuela y Bolivia, que torpedearon las pasadas cumbres, criticaron el nuevo Kioto por su falta de ambición. De momento, no se aprueban nuevos compromisos de reducción de emisiones para el Kioto 2. El plenario sólo toma nota. "Si el segundo periodo de Kioto está vacío, no es por culpa de la UE", replicó Hedegaard, en alusión a EEUU, que nunca se sumó, y a Rusia, Canadá y Japón, que se han negado a asumir nuevos recortes de CO2.
La presidenta de la cumbre, la surafricana Maite Nkoana-Mashabane, celebró ayer el desenlace de Durban porque ofrece "un proceso legal para todos", que da la oportunidad de "aumentar la ambición en el futuro". "No dejemos que lo perfecto sea enemigo de lo bueno", imploró antes de pedir la aprobación del borrador.
El cónclave de la ONU, en cualquier caso, no llenará el gran agujero de la negociación climática. Con las promesas de reducción de emisiones actuales, la temperatura media del planeta aumentará 3,5 grados hacia 2100. El texto que sale de Durban sólo reconoce la "grave preocupación" por "la importante distancia" entre los compromisos sobre la mesa y el esfuerzo necesario para evitar una subida de 1,5 o 2 grados respecto a los niveles preindustriales. Es el umbral considerado desastroso por la comunidad científica.
"Queremos ambición en la reducción de emisiones y no vemos nada", lamentaba ayer en los pasillos el negociador maliense Hussen Alfa Nafo. Los países menos desarrollados han peleado hasta el último momento para que, más allá de una hoja de ruta hacia un acuerdo global en 2020, hubiera avances en el recorte de emisiones. Sin éxito. Nadie se ha movido un ápice.
Según un estudio del Instituto Ambiental de Estocolmo, muy exhibido en la cumbre por las delegaciones de China e India, el anunciado freno voluntario a las emisiones de los países emergentes ya supone una cantidad de CO2 superior al recorte ofrecido por los países industrializados, responsables del 75% de las emisiones históricas. En Durban nada ha cambiado. EEUU sólo ofrece un recorte del 4% en 2020 respecto a 1990. La UE, el 20%.
La cumbre también ha servido para avanzar en la arquitectura del Fondo Verde Climático, que deberá alcanzar en 2020 un trasvase anual de 100.000 millones de dólares de los países ricos a los pobres para su adaptación a los efectos del cambio climático. También ha habido avances en otros temas, como la transferencia de tecnología y la gestión forestal. Además, la captura y almacenamiento de CO2 recibe en Durban el aval de la ONU como mecanismo de desarrollo limpio, una decisión muy criticada por los ecologistas, que ven en esta tecnología experimental una perpetuación del modelo energético basado en la quema de carbón.
La prórroga de la cumbre destapó un error infantil de muchas delegaciones, con el vuelo de vuelta a sus países programado para el sábado. Algunos ministros de la UE y de otros países, como Canadá y varios en desarrollo, abandonaron la ciudad surafricana ante la imposibilidad de encontrar otro avión cuando las negociaciones entraban en la fase decisiva y todo estaba por resolver. También se fue ayer por la tarde el grueso de la delegación española, con la secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera, al frente. "Lamento tener que irme ahora porque siempre es mejor asistir hasta el final", declaró. Doce horas después de su partida, se llegó a un acuerdo.
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