El País
Estaba todo listo para hacer saltar por los aires uno de los grandes tabús que perviven en Israel. La música de Richard Wagner iba a escucharse en el Estado judío por primera vez desde su fundación. El contrato con el hotel Hilton estaba firmado y hasta las sillas del pequeño auditorio estaban elegidas. Pero en el último momento, la Asociación Wagner de Israel recibió la noticia sin mayor explicación: el concierto estaba cancelado. De nuevo. Días antes, la Universidad de Tel Aviv había rechazado albergar un acto semejante. Los organizadores del evento atribuyen con indignación a “presiones municipales” lo sucedido.
Wagner murió en 1883, décadas antes de que el dictador nazi se hiciera con el poder en Alemania, pero eso no impidió que el compositor se convirtiera en el músico venerado por Adolf Hitler. En el Wagner ensayista y poeta, el dictador del Tercer Reich encontró supuestamente inspiración para desarrollar la ideología nazi, la que causó la muerte de seis millones de judíos en Europa. Por eso, en el Estado judío, Wagner es el compositor maldito. No es que en Israel esté prohibido interpretar a Wagner por ley, se trata más bien de un boicot al que prácticamente se adhiere el país en bloque desde su nacimiento en 1948. La Asociación Wagner de Israel nació hace año y medio con el propósito de romper ese consenso. Numerosos supervivientes del Holocausto forman parte de ella. Jonathan Livny, su presidente, no oculta su frustración tras la cancelación del concierto de Tel Aviv.
Este es el segundo intento para celebrar un concierto programado para el fin de semana que viene, después de la universidad de Tel Aviv, decidiera prescindir de tan polémico evento en el último momento. La institución académica explicó en un comunicado que fueron poco menos que engañados, que les ocultaron de forma deliberada que Wagner formaba parte del repertorio. “Se trata de un tema muy sensible, en particular en Israel donde hay tantos supervivientes del Holocausto”. Las cancelaciones se producen después de que se conocieran las quejas de supervivientes del Holocausto. Las víctimas hablaron de “tortura emocional” en una carta que enviaron a la universidad y al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y que después reprodujeron los medios locales.
Livny explica que simplemente está en contra de cualquier boicot cultural y considera “estúpido reducir la memoria del Holocausto a si tocas a Wagner o no. Él fue sólo uno de los culpables. Hubo muchos otros antisemitas como Strauss o Chopin que sin embargo sí se escuchan en Israel”. Más allá de interpretaciones históricas, a Livny le repele la idea de que hay músicas o ideas prohibidas. “Uno de los síntomas de que una democracia es saludable es que se puedan discutir temas controvertidos y que se pueda escuchar música aunque venga rodeada de polémica. Parece que la democracia israelí no goza de muy buena salud”.
Unos cien músicos pertenecientes a diversas orquestas israelíes tenían previsto participar en el concierto. Contratar a una sola orquesta, financiada aunque fuera parcialmente por el Estado, habría hecho que la iniciativa naciera muerta, dicen en la Asociación Wagner. La idea del evento consistía en escuchar a Wagner dentro de un simposio dedicado también a analizar la influencia del compositor alemán sobre Theodor Herzl, el líder sionista que según estudiosos de Wagner en Israel, escribió su Altneuland escuchando Tannhäuser, la ópera de Wagner.
Es cierto que en alguna ocasión contada, la música de Wagner se ha escuchado, medio de refilón, en algún auditorio israelí. Se atrevió Daniel Barenboim en 2001, cuando al final de un concierto invitó a los músicos a interpretar un fragmento de Tristán e Isolda. El atrevimiento le costó los insultos por parte de algunos asistentes al concierto que se ausentaron de la sala al grito de “fascista”. A pesar de que el público israelí no está en general muy predispuesto a disfrutar la obra de Wagner, Livny y su Asociación anuncian que no piensan ceder. Quieren que al margen de iniciativas más o menos improvisadas como las de Barenboim, el compositor alemán pueda figurar oficialmente en un programa de un concierto.
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