La Nación
Experto en política latinoamericana y movimientos sociales, el doctor en sociología desmenuza el escenario de la región, analiza el desgaste concertacionista y la llegada de la derecha chilena al gobierno. De Chávez y su acuñado socialismo del siglo XXI toma distancia y afirma que le falta una producción teórica y una fuerza política que lo sustente.
En medio de tertulias académicas y visitas familiares de rigor -incluido el cumpleaños de uno de sus nietos-, el sociólogo boliviano Fernando Calderón revive por estos días su vínculo con Chile. Si hay algo que une al experto en política latinoamericana con nuestro país, además de sus dos hijos chilenos, es su paso por la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile durante la década de los 70. Especialista en movimientos sociales de la región, ex asesor regional en Desarrollo Humano y Gobernabilidad Democrática del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y ex secretario general del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), Calderón está de visita en nuestro país, invitado por la Universidad Alberto Hurtado.
“Mi paso por Chile en los ’70 marcó mi vida y la de una generación. Fue una impronta cultural, que más allá de las tragedias, marcó un sello en la región”, asegura Calderón, quien es parte de la generación que él mismo denomina “maldita”. Amigo de Ricardo Lagos y crítico a la falta de renovación concertacionista, porque “la Concertación no ha tenido capacidad de renovación ni en el plano de las ideas ni de las generaciones”, el académico asegura que la alternativa para una democracia más perfecta son las nuevas generaciones. “La generación actual es más cultural que la de antes, reclama construir múltiples identidades y se hace en función a su relación con los medios de comunicación. Se opone a la lógica brutal de concentración de poder que trae la globalización, pues trae rasgos distintos y podría reconstruir un proyecto emancipatorio y democrático”, sostiene.
¿Cómo describiría el actual concierto político de la región?
Hoy hay cuatro orientaciones políticas que prácticamente todos los países disputan: una es la modernización conservadora; otra, la experiencia de reformismo pragmático; y hay una generación de reformismos nacional populares fuertes, un populismo de segunda generación en países como Venezuela, Nicaragua y en gran medida Argentina. Éstos marcan un retorno a la idea del sujeto pueblo como emancipador y a la idea de reproducir antagonismos con el imperio norteamericano. El cuarto fenómeno es lo que yo llamo neodesarrollismo indigenista, que es el caso boliviano y que tiene la virtud de combinar un juego político interno con presencia internacional única.
¿El triunfo de la derecha en Chile va en contra del panorama general de la región?
No. En Chile triunfó una derecha renovada, moderna, pero no es una innovación sino una consecuencia. Hay una construcción de una derecha más laica, pero por otro lado profundamente religiosa, que tiene un elemento común con el ala más derechista de la Concertación, que es el mercado. Este gobierno va a trabajar sobre lo que dejó la Concertación, va a disputar su resultado y procesarlo cultural y políticamente, vinculando valores conservadores tradicionales con racionalidad de mercado. Ahora, en todos los países de América Latina hay algo de esta modernización conservadora. En Chile siempre ha habido una elite minoritaria más consistente, pero el modelo está presente en el Partido de Acción Nacional (PAN) en México con Felipe Calderón, estuvo con Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia y con la Alianza Repúblicana Nacionalista (Arena) en El Salvador.
¿Hay nuevos comportamientos electorales?
Claro. En toda América Latina, históricamente, había una relación de lealtades absolutas entre los partidos, los líderes y la sociedad. En estos 20 años de experiencia democrática ha surgido un nuevo tipo de comportamiento ciudadano, que hemos llamado un contraciudadano. Es un ciudadano más autónomo, más reflexivo, más crítico, más mediatizado, más cuestionador de los medios, más dialogante y con comportamiento político complejo. Por ejemplo, da 90% de confianza a Bachelet, pero no vota por su partido en las presidenciales.
¿En qué categoría está el “socialismo del siglo XXI” de Venezuela?
Chávez es parte de un proceso histórico. No creo que el socialismo del siglo XXI sea tal, porque no hay una producción teórica, ni una fuerza política para explicarlo, quizás es un tema pendiente. Lo que sí hay -eso es genuino y verdadero- es esta fuerza de emancipación nacional con niveles de igualdad y a través de un liderato fuerte y esto se explica por las características económicas, sociales e históricas de Venezuela, donde siempre hubo un Estado fuerte benefactor y una sociedad subordinada a éste. Pero no creo que estén planteando una construcción política viable o teórica de un socialismo para el siglo XXI, creo que ese es un casillero vacío en todo el mundo. Sí se evidencia la necesidad de repensar nuevos proyectos emancipatorios que están redefiniendo la relación de América Latina con el resto del mundo y en especial con Estados Unidos y este es quizás el cambio más importante.
¿Cómo mira el caso de Bolivia?
En Bolivia hay un cambio fuerte, es un modelo de neodesarrollismo indigenista que coloca en el centro del debate político el cambio de las jerarquías culturales y sociales que ha habido históricamente. Que haya cuatro mujeres indígenas de pollera en el gabinete del Presidente Evo Morales es muy conmovedor. Por ejemplo, pienso en Chile -ya sea en un gobierno de la Concertación o de Piñera-, una empleada doméstica de ministra de justicia es impensable. En el primer gabinete de Morales, hubo una ministra con esas características y eso es lo más extraordinario, que hay un cambio en las estructuras culturales de origen colonial. Pero, este cambio no se va a plasmar mientras no se traduzca en una lógica de pluralismo democrático y la creación de una comunidad de ciudadanos bolivianos que también reconozca la diversidad de los que se oponen. Eso no depende sólo del gobierno, sino de la oposición, de la sociedad y de los medios de comunicación.
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