Angel Guerra
La Jornada
Con la elección de Néstor Kirchner como secretario general de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) en la cumbre extraordinaria celebrada en Argentina, el bloque dio otro paso firme hacia su consolidación como mecanismo de independencia, unidad e integración subregional. Y es que haberle asignado esa responsabilidad al ex presidente argentino tiene una gran carga simbólica toda vez que fue bajo su mandato y gracias a la influencia que le confería ser jefe de Estado del país sede que se hizo posible, entre otras causas, desactivar la puesta en vigor del ALCA en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata, instrumento monroísta concebido para la recolonización de América Latina por Estados Unidos, enterrado allí según lo expresara entonces el presidente venezolano Hugo Chávez. A la sazón, ya la rebelión antineoliberal latinoamericana –razón principal de que pudiera ser derrotado el ALCA– había llevado a la presidencia de sus países, además de a Kirchner y a Chávez, a Lula da Silva y Tabaré Vázquez en Brasil y Uruguay, respectivamente, y estaba por ser elegido un mes después Evo Morales, que acudió a la Cumbre (paralela) de los Pueblos todavía como candidato.
Otros acuerdos importantes de la cumbre fueron el apoyo a Argentina en el diferendo con el Reino Unido por la soberanía sobre las Malvinas y la censura a la ilegal exploración británica de recursos naturales en la plataforma continental argentina, la condena a la racista ley Arizona, el respaldo a las acciones de Paraguay en defensa de la seguridad ciudadana y la decisión de acelerar la dilatada ayuda a Haití. No fue posible alcanzar consenso sobre Honduras ya que Colombia y Perú reconocen el gobierno de Lobo a diferencia de los otros diez miembros.
La Unasur nació en Cusco en diciembre de 2004, aunque fue bautizada en isla Margarita en 2007. Es muy joven comparada con sus similares de otros continentes aunque fue en el nuestro donde más temprano surgieron las ideas de unidad e integración de varios de sus próceres, señaladamente Bolívar, pero dónde las oligarquías y el imperialismo, primero británico y luego estadunidense, le han puesto más obstáculos a su concreción. Sin embargo, pese a su juventud, la Unasur ya ha cumplido importantes funciones no obstante las diferencias ideológicas y políticas que por la índole plural de una organización de este carácter es natural que existan entre los estados miembros.
Su decisiva contribución para frenar y desmantelar el golpe de Estado separatista enfilado por Estados Unidos para derrocar al gobierno de Evo Morales fue histórica pues nunca antes los gobiernos latinoamericanos habían conseguido unirse para derrotar un plan sedicioso de la potencia del norte contra uno de ellos. La Unasur también ha cumplido un importante papel en la preservación de la unidad suramericana y latinoamericana, que Estados Unidos se proponía resquebrajar a partir del ataque a Ecuador por la zona de Sucumbíos, y en evitar nuevas intervenciones militares yanquis, amenaza enormemente potenciada a partir de la reactivación de la IV Flota, el golpe de Estado en Honduras y el convenio para la instalación de bases yanquis en Colombia, este último rechazado clamorosamente en la cumbre de Bariloche por una mayoría de miembros del bloque.
Kirchner tiene por delante la institucionalización de la Unasur, que debiera permitir un sostenido avance de las acciones integracionistas. De suma importancia es promover la ratificación del Tratado Constitutivo de la organización por los parlamentos de los países miembros, ya que sólo lo han hecho los de Bolivia, Ecuador, Venezuela y Guyana entre doce naciones que la integran. Otro asunto trascendental es acabar de poner en funcionamiento el Banco del Sur, que podría haber constituido una importante herramienta en medio de la crisis capitalista pero cuyo arranque sigue dilatándose. Además, existen numerosas iniciativas de integración regional que habría que estudiar para su aprobación y puesta en funcionamiento. En este campo la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América Latina y el Caribe acumula ya un cúmulo de experiencias de gran valor, sobre todo porque se apartan de los mecanismos tradicionales del comercio internacional, ya que buscan la complementación, la solidaridad y el beneficio mutuo antes que la ganancia a ultranza. Algunas de ellas son muy sencillas y poco costosas, como la campaña de alfabetización con el método Yo sí puedo, cuyo efecto multiplicador en la educación y la cultura es incalculable.
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