La Repubblica
Llegó la hora de echar cuentas en Grecia. El Parlamento ha capitulado ante el pelotón de fusilamiento compuesto por eso que llaman la Troika, formada por la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. La sociedad civil protesta con violencia frente al Parlamento. El Primer Ministro Papademos, alter ego de nuestro Monti, declaró que "el vandalismo y la destrucción no tienen cabida en la democracia": las mismas palabras que usó ayer, de modo preventivo, nuestro Presidente de la República, Giorgio Napolitano.
Por supuesto, los mandantes inmorales de la Troika, y los ejecutores materiales del gobierno griego, presentan las medidas que se van a adoptar como "inevitables y necesarias": palabras que hemos escuchado hasta la saciedad desde el golpe de Estado del 9 de noviembre de 2011 hasta hoy. Esas medidas son las siguientes: "Una reforma radical del mercado de trabajo, con una liberalización profunda. Una disminución de más del 20% del salario mínimo y un recorte en las pensiones. Una economía drástica del gasto público en áreas tales como hospitales y gobiernos locales. Y la venta de joyas de la familia, como las acciones públicas en petróleo, gas, agua y lotería."
A estas medidas no se les llama "austeridad", o "sacrificio" sino destrucción del estado del bienestar y liquidación de lo público al capital privado. Son del mismo tenor, van en la misma dirección, y se inspiran en la misma ideología demente de "reformas" que nuestro gobierno está tratando de colarnos también a nosotros, y que, por ahora, nuestro pueblo, otrora soberano, ha demostrado que acepta con mayor espíritu de tolerancia y menor espíritu de supervivencia que los griegos.
En su editorial de La Repubblica, ayer, hablando de las posibles consecuencias del incumplimiento por parte de Grecia, Portugal e Irlanda, Eugenio Scalfari escribió que "la quiebra de dos o tres países de la eurozona tendría un efecto dramático en el sistema bancario internacional, lo que obligaría a los estados-nación a nacionalizar toda o buena parte de sus sistemas bancarios". Pero, en lugar de una amenaza, ¡esto debe entenderse como una esperanza!
Y es que ahora está claro que los bancos tienen una buena parte de responsabilidad en la crisis mundial, después de haberla fomentado con una maniobra de usura en dos etapas: primero, financiando y comprando una gran parte de las deudas soberanas de los Estados y, después, amenazando con reclamar su restitución. Los hombres de los bancos que gobiernan, tanto en Grecia como en Italia, nos explican que tenemos que aceptar el chantaje, pagando el rescate de la liquidación del Estado. Los manifestantes de Atenas demuestran, de hecho, que se puede decir no a los usureros, incluso cuando te apuntan con una pistola en la sien, y están dispuestos a apretar el gatillo.
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