Con una destacada presencia en más de 46 países y unos beneficios impresionantes, Monsanto se ha convertido en la empresa líder de los organismos genéticamente modificados (OGM), así como en una de las compañías más controvertidas de la industria mundial por la fabricación de PCB (piraleno), devastadores herbicidas (como el agente naranja durante la guerra de Vietnam) o la hormona de crecimiento bovino (prohibida en Europa).
Desde 1901, fecha de su fundación , la empresa de Missouri ha ido acumulando infinidad de procesos penales debido a la toxicidad de sus productos, aunque hoy se presenta como una empresa de «ciencias de la vida» reconvertida a las virtudes del desarrollo sostenible.
Gracias a la comercialización de las semillas transgénicas (más del 90% del mercado mundial), Monsanto no sólo controla una parte importante de la alimentación mundial y la forma en que se produce, sino que pretende extender su poder sobre las formas de vida tradicionales de una parte importante del planeta.
Basándose en documentos inéditos, testimonios de afectados y víctimas, campesinos, reconocidos científicos y destacados políticos, El mundo según Monsanto reconstruye la génesis y desarrollo de este gigante industrial, la primera productora mundial de semillas, una empresa que según declaran sus responsables «sólo quiere nuestro bienestar». A seguir, la entrevista concedida a Consuelo Mora para El Mundo.
Posee una extensa carrera como periodista de investigación caracterizada por el compromiso. ¿Siempre tuvo clara esta línea de trabajo?
Escogí esta profesión porque con la información el público conoce y puede tomar decisiones. Por otra parte, hay dos temas que me han preocupado siempre mucho por mi origen familiar, ya que soy hija de campesinos y de una familia cristiana muy comprometida con la cuestión de los derechos humanos. Por ello, he trabajado sobre dos ejes: el de la agricultura, biodiversidad y medio ambiente, y los derechos humanos. El caso de Monsanto cubre los dos temas.
¿Cómo surge la idea de hacer este documental y el libro?
Llegó de manera casual. Hice tres documentales para la cadena francoalemana Arte sobre la biodiversidad, amenazada por las prácticas agroindustriales y su uso de fertilizantes, pesticidas y las plantas de alto rendimiento. Entonces, me topé con el tema de las patentes. Viajaba por todo el mundo y me encontraba siempre con Monsanto, que en aquellos años ya contaba con más de 600 patentes de plantas. En el documental cuento la historia de un granjero americano que se fue a México y conoció unos frijoles amarillos que no había visto nunca, compró un paquete de semillas y los sembró en Colorado. Los patentó en Washington y los campesinos mexicanos, que habían sembrado y cultivado este producto toda su vida, no podían ya hacerlo sin pagar a ese hombre.
Pero ¿se pueden pedir derechos sobre formas de cultivo tradicionales?
Hasta principios de los años 80 no se podían patentar organismos vivos, y la ley de 1951 así lo dice. Pero a finales de esa década un ingeniero que trabajaba para la General Electric manipuló una bacteria que se suponía que servía para descontaminar terrenos y pidió una patente a la oficina de Washington, que se la denegó. Acudió al Tribunal Supremo, que se la concedió bajo la famosa frase 'todo lo que esté bajo el sol y haya sido tocado por la mano del hombre puede ser patentado'. Eso abrió la puerta a la privatización de lo vivo y los OGM (organismos genéticamente manipulados).
¿Las consecuencias?
Si se acepta que se patenten las semillas transgénicas, las consecuencias son dramáticas, pues los agricultores no pueden conservar una parte de la cosecha para sembrarla al año siguiente. Deben comprarlas cada año. Esto significa que los transgénicos en las manos de Monsanto son un medio para apoderarse de la semilla, que es el primer eslabón de la cadena alimenticia. Si eres el propietario de las semillas, eres el propietario de la alimentación del mundo, y esa es la meta de Monsanto.
¿Se trata pues de una neocolonización?
Es más que eso, pues se hace propietaria de la vida en todos sus aspectos, de lo que la gente come, de las medicinas que la curan y de todo lo que hace que el hombre viva, es hacerse propietario de la vida. He conocidos casos en EEUU y Canadá, donde muchos agricultores tienen juicios con Monsanto porque sus campos han sido contaminados de transgénicos por polinización, y fueron condenados a pagar a la multinacional.
¿Nos enfrentamos entonces a un sistema que prioriza la protección de la propiedad privada por encima de los derechos humanos?
Monsanto está comprando todas las empresas semilleras del mundo, imponen las transgénicas patentadas y así van colonizando.
¿Qué hace tan peligrosos a los transgénicos?
El 70% está preparado para absorber Rondup, un poderoso insecticida también creado por Monsanto, y nunca hubo estudios para comprobar cuáles eran las consecuencias para la salud de las plantas fumigadas con ese insecticida. Cuando Monsanto se lanza a los transgénicos desde el principio pretende hacer plantas resistentes a él, no a la sequía u otras cosas. Sabía que en 2000 perdía la patente y, como es el pesticida más vendido del mundo, quería seguir haciendo negocio. ¡No se trata de hacer un transgénico para vencer el hambre en el mundo, eso es una mentira!
Lo sé pues he pasado años investigándolo. Esta idea se la da una agencia de comunicación ubicada en Inglaterra, con el objetivo de que cambie la opinión negativa que se tiene en Europa de los transgénicos. Por cierto, es la misma agencia que llevó la imagen de la copa del Mundo de Argentina en el 78, contratada por la junta militar
¿La lucha del siglo XXI va a ser por los alimentos y el agua?
Sí, por el control privado de los alimentos y el agua.
¿Qué es lo que más le impresionó al investigar para el libro?
Las consecuencias de los cultivos transgénicos a gran escala, como lo que vi en Paraguay, donde se fumiga desde el aire sobre los campos de pequeños campesinos matando sus recursos. En el documental aparece un niño con las piernas completamente quemadas por el pesticida, de caminar en los campos de soja. Los campesinos tienen que dejar sus tierras e irse a la ciudad a vivir de la basura. Este modelo es el del hambre organizado.
Dadas las circunstancias ¿qué podríamos comer en el día de hoy?
Tengo previsto hacer otro documental y otro libro sobre el origen medioambiental de la epidemia de cáncer y Parkinson que vamos a ver en los próximos años. El primero se llamará 'El cáncer está en el plato'. Vegetales y frutas tienen residuos de productos químicos tóxicos cuyos efectos no han sido analizados. Es evidente que estamos en el inicio de una epidemia de cáncer, hay expertos que me han dicho que ya se calcula que uno de cada dos europeos va a tener cáncer. Hay que cambiar la manera de comer, es la única solución.
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