The New York Times
Tal como lo ha estado señalando mucha gente, lo que dijo Mitt Romney sobre el 47 por ciento no fue distinto a lo que se escucha todo el tiempo de Rush Limbaugh y gente como él. Pero recuerden que Romney se dirigía a la súper élite financiera, y dio toda la apariencia de creer lo que dijo (normalmente desdeño análisis basados en cómo se ve alguien, y nunca pondría mucho peso en ello, pero el Mitt Romney de este video fue mucho más relajado y claro para expresarse que el tipo que normalmente vemos).
Lo que esto sugiere fuertemente es que Los Amos del Universo, y el propio Amo Mitt, realmente lo creen, cosa bastante notable. El sarcasmo de suertudos para referirse a la gente que depende del gobierno y no paga impuestos federales sobre el ingreso, clara y obviamente es un disparate. Igualmente obvio es que originalmente fue creado en un esfuerzo para embaucar a la gente que no los conoce.
Fue y es lo que George Orwell llamó prole comida en su novela 1984: basura apuntada a las masas ignorantes (ignorantes por diseño) –la gente dispuesta a creer inmediatamente que siempre hemos estado en guerra con Estasia.
En la visión de Orwell, empero, no se suponía que el Partido, especialmente el Partido Interno, consumiera estas mismas tonterías. Supuestamente debía entender la verdadera agenda y visión del Partido. Entonces, de hecho es una revelación ver que Romney y sus amigos obviamente se traguen toda la prole comida. La noticia aquí realmente no es que carecen de empatía; es su ignorancia cruda.
La economía política de la redistribución
Mitt Romney está siendo golpeado, y con justa razón, por afirmar que la redistribución es antiestadunidense. Por supuesto que redistribuimos, y lo hemos estado haciendo durante generaciones a escala sustancial.
Medicare, por ejemplo, en efecto es un programa fuertemente redistributivo; es financiado por un impuesto a la nómina (y otros ingresos), donde la cantidad que aporta depende del ingreso, pero provee un beneficio que sólo depende de sus costos médicos. ¡De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades!
Entonces, no, el presidente Obama no es un radical por sugerir que deberíamos seguir haciendo lo que ya estamos haciendo; los verdaderos radicales son la gente de la derecha que quiere declarar ilegítimo gran parte de lo que nuestro gobierno ha estado haciendo estas últimas tres generaciones.
La verdadera cuestión –discutiblemente la cuestión central de la economía política– es cuánto redistribuir. Y es interesante e importante entender cómo se toma esa decisión. Hay mucha literatura que usa algo parecido al siguiente modelo:
1. El gobierno grava impuestos a todos, digamos, como proporción constante del ingreso.
2. Usa ese ingreso para pagar por un beneficio que todos reciben.
3. Los votantes escogen partidos con base en cuál ofrece el programa de impuesto/beneficio que más se acerca al que maximiza su propia utilidad.
4. El resultado final refleja las preferencias del votante medio.
Este tipo de modelo sugiere que el votante medio, de hecho, querrá redistribución siempre que su ingreso –ingreso medio– sea menor que el ingreso promedio, porque en ese caso tendrá más que ganar a consecuencia de un poco de redistribución. Y esta condición siempre se cumple porque la distribución del ingreso está sesgada a la derecha (hay gente con ingresos de un millón de dólares por arriba del ingreso medio, pero nadie con ingresos un millón de dólares por debajo de la media).
Pero en ese caso, ¿el votante medio no favorecerá una distribución completa con todos los ingresos gravados y posteriormente entregados como beneficios? No, debido a los incentivos: un impuesto muy elevado desalentará el trabajo y reducirá el ingreso general. Entonces, hay un trueque que lleva a cierto nivel de equilibrio de redistribución.
Bueno, debería ser obvio que aunque este modelo es bonito, se derrumba mal en el departamento de realismo. Por un lado, los modelos de política de votantes medios sugieren que los partidos deberían convergir en políticas similares; de hecho, están polarizados. Más allá de eso, el modelo sugiere que mayor desigualdad en el ingreso debería llevar a mayor redistribución.
Lo que vemos en la práctica, empero, es que los países europeos con relativamente poca desigualdad hacen mucho más redistribución que Estados Unidos, con su alta desigualdad, y que conforme Estados Unidos se ha vuelto más desigual, su sistema de impuestos y transferencias se ha vuelto menos redistributivo, y no más. No creo que tengamos una explicación completa para estos hechos extraños.
Pero el modelo sigue siendo útil para pensar en el mundo político en el que vivimos. En particular, imagínese que trabajara para el extremo derecho de la distribución del ingreso. ¿Qué haría en un esfuerzo por impedir que los votantes medios se den cuenta que se beneficiarían más de un sistema estilo europeo?
Bueno, haría todo lo que pudiera para exagerar los efectos desincentivos de elevar los impuestos, y al mismo tiempo intentaría convencer a los votantes de ingreso medio que los beneficios de los programas gubernamentales son para otras personas.
También, haría todo lo que pudiera para privar del derecho al voto a los ciudadanos de menor ingreso, para que el votante medio tuviera ingresos más altos que el ciudadano medio. Hasta el momento, los esfuerzos en esta línea han sido notablemente exitosos en Estados Unidos. Pero a los operativos de la derecha claramente les preocupa que su periodo de tres décadas de éxito pudiera estar llegando a su fin.
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