quinta-feira, 4 de março de 2021

¿Quién puede detener al genocida?

 

Fernando de la Cuadra
Socialismo y Democracia

El mayor enemigo del pueblo brasileño tiene nombre y apellido, es su presidente y se llama Jair Bolsonaro. Su personalidad psicopática está causando la muerte de miles de ciudadanos que se encuentran amenazadas no solo por las diversas mutaciones del Covid-19, sino especialmente por una política que está siendo ejecutada ex professo para aumentar el número de víctimas fatales.

No es mera negligencia e inoperancia, es una acción deliberada de negar los efectos del coronavirus sobre la población. La secuencia de declaraciones contra las medidas de precaución es larga, siendo que el ex capitán ha conspirado contra el distanciamiento social, contra el uso de la vacuna y, en su última y desastrosa manifestación, cuestionando el uso de las mascarillas, afirmando que podría tener efectos colaterales para quienes la usan, especialmente los niños. En su escalada genocida, Bolsonaro continúa insistiendo en el uso de la cloroquina como tratamiento precoz, un fármaco que ha sido descartado como remedio para el Covid-19 por todos los estudios científicos realizados hasta el presente. Al contrario, existen muchas más evidencias de que su utilización en pacientes infectados ha provocado la muerte y no la recuperación de los enfermos.

Brasil se encuentra en este momento en la peor fase de la pandemia, llegando casi a los 2.000 decesos por día, con hospitales colapsados, sin camas UCI para pacientes en situación grave, que se mueren en las salas de espera de los centros asistenciales, con un crecimiento acelerado de los contagiados y sin un programa de vacunación nacional que permita abrigar alguna esperanza sobre la superación de la crisis sanitaria que se instaló en el país. Además, por la falta de lechos en las Salas de cuidados intensivos, también están muriendo pacientes que tienen otras enfermedades que requieren atención de emergencia (infartos agudos al miocardio, accidentes vasculares, peritonitis, comas diabéticos, traumatismos, etc.).

Después de negarse a conversar y negociar con las farmacéuticas, Brasil se encuentra sin dosis para ofrecer a la población, inoculando con suma lentitud a su población más vulnerable y alcanzando a inmunizar a esta altura a solo un 3 por ciento de un universo de 109 millones de personas que requieren la vacuna con mayor urgencia (el país posee una población total de 210 millones de habitantes).

¿Qué han hecho hasta el presente las instituciones para resguardar la vida de los brasileños? Muy poco o casi nada. El Supremo Tribunal Federal se ha mantenido omiso frente a la grave crisis humanitaria decurrente de la ausencia de planificación y de la inexistencia de una política de salud. Cuando mucho, permitió que gobiernos estaduales y municipales puedan comprar sus propias vacunas en función de la incapacidad del gobierno federal de proveer de dosis al conjunto de la nación. Los gobernadores se han resistido a declarar la cuarentena de sus respectivos estados para no perjudicar aún más el comercio y las actividades productivas. Recién ahora las medidas de lockdown están siendo tomadas en varios estados de la federación, pues la situación actual de los contagios, muertes y colapso de los servicios es insoportable.

Por su parte, los alcaldes, también han sido timoratos y negligentes en la adopción de medidas para revertir la expansión desmesurada de los contaminados. Muchos de ellos, transfieren la responsabilidad de la enfermedad a los individuos que no han tomado en serio las medidas de precaución, siendo que la ausencia de una política pública efectiva en las tres esferas de la federación ha sido indudablemente la causa principal del colapso sanitario. Del Congreso Nacional no se puede esperar nada, pues la mayoría de los “honorables” parlamentarios han sido comprados con recursos de enmiendas al presupuesto en proyectos para continuar engañando a sus respectivos electores. Los más de 70 pedidos de impeachment del mandatario, ciertamente seguirán esperando y vegetando en la gaveta del presidente de la Cámara de diputados, Arthur Lira, hasta el final de su mandato.

Según el científico y gran especialista en virología y pandemia, Dr. Miguel Nicolelis, Brasil se está transformando en el mayor reservatorio biológico de coronavirus en el mundo. Ello debido a que el aumento exponencial de los contagios viene provocando no solamente el crecimiento de las defunciones, sino lo que es más grave, nuevas mutaciones del virus que pueden ser mucho más agresivas y nocivas que las cepas conocidas del Covid-19 y por lo mismo más inmunes a las vacunas actualmente disponibles. “Brasil es un laboratorio a cielo abierto para que el virus prolifere y eventualmente produzca mutaciones más letales. Infelizmente en la actualidad somos un paria mundial”.

Mientras tanto, Bolsonaro sigue gobernando y la diseminación del coronavirus es una acción premeditada del genocida y sus secuaces del gobierno, es una política de muerte o necropolítica pensada y ejecutada con perversidad y frialdad. El ex capitán considera que mientras más individuos sean contaminados con la “gripezinha”, la inmunidad de rebaño hará el resto y se podrán retomar las actividades económicas restringidas por la existencia de la pandemia. Pero los contagios y las muertes siguen aumentando de manera asustadora. El Covid-19 ya mató más de 260 mil personas hasta ahora. Si las previsiones de óbitos siguen la curva estimada por los especialistas de la Fiocruz y otros centros de investigación, en menos de 3 meses se llegará a la escalofriante cifra de medio millón de defunciones a causa del coronavirus. Por su obstinación en recusarse a combatir el Covid-19, Bolsonaro debería ser juzgado por el Tribunal Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad contra la población brasileña.

Si las instituciones no funcionan, es la ciudadanía y las organizaciones de la sociedad civil las que deben levantarse para frenar esta máquina de exterminio en que se ha transformado el gobierno brasileño. Pero la población se encuentra aislada en sus casas y es un peligro salir a manifestarse en las calles. Sin embargo, tímidamente las personas están saliendo en bicicleta o en auto para expresar su rechazo al genocida, su defensa de la democracia y de la vida. También cada cierto tiempo se escuchan protestas y cacerolazos en las principales ciudades del país. Es una lucha desigual y persistente por preservar los valores de una comunidad que desea sobrevivir a la muerte y al abandono. Como nos advierte muy acertadamente la escritora Eliane Brum: “La alternativa es seguir asistiendo a Bolsonaro ejecutar su política de muerte, hasta que no podamos más asistir porque también estaremos muertos”.

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