El diario
Dicen que el 25-N se celebran elecciones cruciales en Catalunya. Pero lo que hay convocado se parece más bien a un Barça-Madrid de fútbol. Podrán discutirse los motivos de cómo y por qué se ha llegado a esta situación y sería fácil elaborar una lista con 20 hipótesis, aunque ninguna certeza. Pero empieza a dar igual: la fiebre independentista en Catalunya se ha situado en un estadio nuevo, en el que las razones, el debate y las cifras son secundarias. Es tarde para esgrimirlas.
La novedad del terreno de juego no es tanto la existencia muy probable de una mayoría dispuesta a ejercer de forma inmediata el “derecho a decidir”, sino que la acción se desarrolle en una cancha de fútbol bajo la excitación de una hinchada desatada. Y es cierto que en Catalunya hay también muchos aficionados del Real Madrid. Pero es obvio que la mayoría de catalanes son del Barça.
La izquierda, comparsa
Que unas elecciones supuestamente cruciales se parezcan a un partido de fútbol es ya en si mismo un desastre. Pero la izquierda se ha encontrado además con un drama particular: en este escenario, ni siquiera podrá saltar al campo. Los comicios tienen aires plebiscitarios y el polo del Barça lo encabeza la derecha (CiU), mientras que al frente del polo del Madrid está… también la derecha (el PP). Y todo esto justo en el momento en que las derechas están impulsando (en Barcelona, en Madrid y en Bruselas) los mayores recortes de la historia contra Estado del bienestar y su hoja de servicios en la gestión de la crisis es muy deficiente.
Cómo y por qué las izquierdas se han dejado emboscar de esta forma debería ser objeto de tesis doctorales. Pero no se necesita ninguna para percibir que el papel que tienen asignado ante el gran duelo Barça-Madrid del 25N es el de mera comparsa.
ERC, la izquierda y la derecha
Esquerra Republicana parece dedicar sus esfuerzos a consolidarse como el filial que aspira a colocar al menos a un par de buenos canteranos en el equipo titular. Pero ERC, al menos desde los tiempos de Heribert Barrera, siempre ha basculado sin demasiado problema a derecha e izquierda.
Hasta la década de 1990 era de hecho un partido federalista y su ‘conversión’ al independentismo llegó desde muy a la derecha, empujado por Àngel Colom, quizá el dirigente más genuinamente carlista que ha tenido Catalunya desde la II República. Pero paradójicamente, la actual hegemonía independentista no se explica sin la cúpula de ERC formada en el marxismo (del PSAN), que acabó arrinconando a Colom: fueron de los pocos ex marxistas que ‘mutaron’ sin tirar por la borda las herramientas de análisis más valiosas del marxismo y que no tuvieron que leer a Lakoff porque aún se acordaban de Gramsci.
El PSC busca un ‘tercer espacio’
Es muy probable que los dirigentes del PSC también leyeran a Gramsci en su juventud, pero debe de haber quedado sepultado como mucho en algún rincón del inconsciente después de tantos años enfrascados en tan enrevesadas y modernas lecturas y batallas. Su ‘partido hermano’ sigue siendo formalmente el PSOE, pero cada vez se parece más al PASOK griego, aderezado además con ingredientes propios surrealistas: ¿Cómo calificar una purga de la intensidad acometida por la nueva dirección –nada menos que descabezar al presidente del grupo parlamentario, el portavoz y un vicepresidente de la Cámara—cuando el tam-tam electoral ya es audible para todo el mundo salvo para la pequeña cúpula bunkerizada? Ahora el PSC busca abrir un “tercer espacio” y seguro que tiene toda la lógica. Pero es extemporáneo sacar la bandera del Valencia cuando está incluso fijada la fecha y la hora del Barça-Madrid.
ICV, entre los recortes y las banderas
Finalmente, las encuestas auguran ciertamente un avance de ICV-EUiA. Pero la coalición izquierdista ha visto cómo de repente se esfumaba una campaña centrada en los recortes y aparecían las banderas, la patria y el Barça-Madrid, con los medios de la órbita de CiU ofreciendo el ‘abrazo del oso’ a los que siempre calificaba de “comunistas”. Joan Herrera, que tiene todas las condiciones para ser el Alexis Tsipiras catalán e importar el éxito de Syriza en Grecia, corre ahora el peligro de empezar a parecerse a Javier Madrazo, quien empezó con pequeños éxitos electorales y acabó ahogado en su propia marea soberanista.
El gran drama de Catalunya y España es que el 25-N se disputa en realidad un partido de fútbol. Y la tragedia de la izquierda catalana es que, si se porta bien, le darán entradas para verlo todo mejor desde el palco.
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