quarta-feira, 10 de fevereiro de 2010

El Foro Social Mundial en crisis



Carlos Taibo
Público

Que el Foro Social Mundial (FSM) está en crisis es un secreto a voces. La principal de las explicaciones al respecto parece obvia: aunque los diagnósticos que desde el FSM se han formulado en lo relativo al derrotero del planeta han demostrado ser puntillosamente certeros, mientras la corrosión del capitalismo va a más, la capacidad de los movimientos para articular respuestas efectivas sigue siendo reducida. Y ello es así pese a que, del lado de aquellos, hay una conciencia clara en lo que se refiere al hecho de que la corrosión no afecta sólo al neoliberalismo, sino que alcanza, antes bien, al propio capitalismo como un todo.

Es verdad, claro, que la crisis del Foro Social Mundial tiene otra dimensión que afecta a la propia condición del proyecto. Desde bastante tiempo atrás se ha subrayado, con buen criterio, que las reuniones que han ido celebrándose en lugares del sur del planeta –así, Porto Alegre, Mumbai o Nairobi– en los hechos daban más cancha a los santones intelectuales y a los activistas del norte que a las propias redes de los países pobres. No sólo eso: esas reuniones han acabado por ofrecer un espacio muy goloso para que fuerzas de la izquierda tradicional –incluida la socialdemocracia más rastrera– encontrasen un eco que a buen seguro no merecían. Al final, el panorama ha resultado ser un tanto lamentable: las mismas fuerzas que en el trabajo sórdido y poco vistoso de cada día están dramáticamente ausentes se han servido a menudo del repetidor del FSM para aparentar, durante unas horas, lo contrario.

No está de más agregar, por cierto, que la multitudinaria presencia, en sucesivas sesiones del FSM, de presidentes de un puñado de países de América Latina no ha dejado de ser, también, un problema, en la medida en que ha facilitado la confusión entre los movimientos de base y realidades institucionales varias, y ello por muy respetables que estas puedan ser. En un escenario como el que acabamos de retratar no es difícil explicar por qué del Foro Social Mundial –una mezcla confusa en la que se dan cita ONG asistenciales, fuerzas políticas tradicionales y movimientos rompedores– no ha salido nada que huela a un programa mínimamente unificador de realidades tan extremadamente distintas.

Más allá de todo lo anterior, lo suyo es afirmar que el FSM arrastra de siempre una delicada relación con los movimientos de base. Reconozcamos, eso sí, que la proliferación de foros descentralizados ha servido para rebajar un tanto la intensidad del problema, aun cuando no falten los ejemplos de cómo esos foros de rango geográfico menor han acabado por reproducir los problemas de la matriz de escala planetaria. Parece claro, de cualquier modo, que ante las señales de naufragio de un proyecto en exceso cupular como al cabo ha resultado ser el Foro Social Mundial, sólo queda reivindicar el trabajo, a menudo heroico, que en tantos lugares siguen realizando esos movimientos de base de los que hablamos. Subrayemos, en cualquier caso, que el futuro de la contestación de la globalización capitalista no se dirime en Porto Alegre sino en el día a día de la vida de barrios y pueblos en todo el planeta.

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