Carlos Rodríguez
Página 12
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Hay zonas enteras aisladas, pueblos que prácticamente dejaron de existir y puertos arrasados por las olas. Los apagones siguen siendo masivos y regiones enteras no tienen teléfonos. Hay miles de heridos y hospitales desbordados.
El sismo de 8,8 grados en la escala de Richter que sacudió en la madrugada de ayer a Chile fue descripto como “un cataclismo de proporciones inmensas” por el ministro del Interior del país vecino, Edmundo Pérez Yoma, quien confirmó que hay al menos 214 muertos, 15 desaparecidos, un millón quinientas mil viviendas destruidas y dos millones de damnificados. El terremoto tuvo su epicentro en el mar, a unos 90 kilómetros de la ciudad de Concepción, una de las más importantes del país, con medio millón de habitantes. Las imágenes que pudieron verse de Concepción mostraron el gran puente sobre el río Bio Bío, orgullo de la ciudad, partido en varias partes. El temblor provocó olas gigantescas prácticamente en toda la costa chilena del Pacífico, desde Viña del Mar hasta Puerto Montt. En Concepción, 500 kilómetros al sur de Santiago de Chile, y en las zonas aledañas, los pobladores vivieron una jornada de terror en la que debieron soportar más de sesenta réplicas superiores a los cuatro grados. De ese total, siete alcanzaron más de seis grados.
La presidenta Michelle Bachelet sobrevoló Concepción y la región del Maule, las zonas más afectadas. Dijo que los daños “todavía no pueden evaluarse en su totalidad”, aunque admitió que “la fuerza de la naturaleza ha golpeado nuevamente a nuestra tierra”. Varios edificios altos se cayeron y las calles quedaron obstruidas por los escombros. “Estamos hablando de una cifra preliminar de 1,5 millón de viviendas afectadas. Un tercio probablemente no se puedan habitar nunca más”, informó la ministra de Vivienda, Patricia Poblete.
El sismo derrumbó varios puentes carreteros en zonas urbanas de Santiago y una parte importante de la infraestructura del aeropuerto internacional de la capital, que fue cerrado por al menos 24 horas. El temblor sorprendió a la mayoría mientras dormían y muchos salieron aterrorizados a las calles. Se mezclaron personas mayores en pijamas y grupos de jóvenes que abandonaban las discotecas, llenas como ocurre en las noches de los viernes. El inmediato corte de luz y el colapso de las líneas de teléfonos completaron el cuadro.
“Se cayeron los floreros, el televisor, todo se hizo añicos y quedó regado dentro de la casa”, declaró a la agencia AFP una mujer identificada como Aída, cuya vivienda al norte de Santiago quedó en ruinas. Los primeros testimonios se conocieron a través de las redes sociales de Internet Twitter y Facebook. “A las 3.34 me desperté. Estaba temblando. Sin luz, con las líneas telefónicas cortadas, sin Internet ni televisión y ni una radio a pilas, mi única fuente de información fue Twitter”, escribió un usuario que se identifica como Cony Stur.
En medio de la confusión, en Chillán, cerca de Concepción, 200 presos se fugaron de la cárcel local, aprovechando la caída de un muro. La isla chilena de Robinson Crusoe, que inspiró al narrador inglés Daniel Defoe para escribir su novela, se vio invadida por una serie de olas.
El canciller chileno, Mariano Fernández, pidió a los países que han ofrecido ayuda humanitaria que no la envíen hasta tanto los servicios de emergencias cuantifiquen las reales necesidades. El sismo es el segundo más potente de los últimos 20 años, tras el de 9,1 grados en la escala de Richter registrado en diciembre de 2004 en las costas de Indonesia y que desencadenó el tsunami que mató a 220.000 personas. Chile sufrió el terremoto más fuerte jamás registrado, de 9,5 grados Richter el 22 de mayo de 1960 en Valdivia, al sur de Santiago, con más de 3000 muertos.
“Todo tembló y en un minuto el mar entró en nuestra casa. El agua nos llegó hasta el cuello. Abracé a mi hija y le dije: tenemos que resistir”, relató a la prensa Eloísa Fuenzalida, habitante de la localidad de Iloca, en la zona central chilena de Curicó. “Como pudimos, arrancamos (salimos) por el fango hacia las montañas. No se sabe cuántos murieron”, agregó la mujer con los ojos en llanto. Un hombre llamado Luis Bravo agregó que debieron salir a pie de la zona, pues los caminos estaban inutilizados.
“El mar se llevó los autos, las casas, todo, todo”, contó un habitante anónimo que se comunicó con una radio de Curicó, ciudad ubicada a 120 kilómetros de Iloca. “Estos escombros eran una iglesia, se llamaba El Buen Pastor. Teníamos misa hoy (por ayer)”, comentó una feligresa, Nelly Acevedo, en diálogo con un periodista de DPA. Las casas de adobe cayeron sobre las calles. Muchos niños, abrazados a los juguetes que lograron rescatar, esperaban sentados en medio de las calles.
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