Página 12
La palabra viene del griego y, como todos saben y la Real Academia dice, es el fingimiento de cualidades “o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. Es una práctica “normal” en el planeta y los años afinan cada vez más el olfato que la detecta. Voltaire opinó que “el hipócrita sonríe, el energúmeno ladra”. Claro que hay casos y casos. En todas partes se cuecen habas, pero hay lugares donde se cuecen habas solamente.
El 1º de este mes tuvo lugar un debate entre los tres candidatos a fiscal del distrito de Manhattan y dos de ellos, Cy Vance Jr. y Richard Aborn, admitieron que, además de marihuana, habían probado cocaína en su juventud. Se ha convertido en un lugar común que parlamentarios y funcionarios estadounidenses confiesen que probaron marihuana alguna vez, pero algunos todavía vacilan en hablar de drogas más pesadas y pareciera que esto no hace mayor efecto en sus electores. Han pasado más de dos décadas desde que el juez Douglas Ginsburg, propuesto por Ronald Reagan para ocupar un sillón en la Corte Suprema, tuvo que retirar su candidatura porque una periodista reveló que había fumado marihuana en los ’60 y los ’70 “en algunas ocasiones”.
Tom Newman, director de comunicaciones de Drug Policy Alliance, institución que brega por “políticas nuevas en materia de drogas, basadas en la ciencia, la compasión, la salud y los derechos humanos”, denuncia un acto de hipocresía particular. El alcalde de Nueva York y opulento millonario, Michael Bloomberg, no sólo se dedica a borrar estupendas pinturas espontáneas de las paredes de la ciudad con camiones tanques que las rocían con un disolvente especial: declaró alguna vez que había fumado marihuana y aun que la había gozado, pero en el 2008 eran 40.000 los neoyorquinos presos por posesión de pequeñas cantidades del cannabis. Hay, desde luego, hipocresías más inusitadas todavía.
La semana pasada, el secretario de Defensa de EE.UU., Robert Gates, condenó de “la manera más enérgica” a la agencia Associated Press por dar a conocer la foto de un marine mortalmente herido en Afganistán. La foto muestra al cabo Joshua M. Bernard, 21 años, caído en una emboscada que los talibán tendieron en la provincia sureña de Helmand. Fue tomada por Julie Jacobson, que cumple su función periodística acompañando a los efectivos estadounidenses, y Gates se muestra muy indignado en la carta que dirigió a Thomas Curley, presidente de la AP.
“No alcanzo a imaginar –escribe, comprensivo, Gates– el dolor y el sufrimiento que la muerte del cabo Bernard ha causado a su familia.” Esta, según él, le había pedido que impidiera la difusión del documento gráfico. “Su falta de compasión y de sentido común (los de AP), al poner la imagen de su hijo agredido y exánime (Bernard) en la primera plana de muchos periódicos estadounidenses, causa consternación.” Y agrega: “No se trata de la ley, la política o el derecho constitucional, es una cuestión de juicio y de decencia común y corriente”. Vaya. Esta sí que es una hipocresía mayúscula. Si la foto de Bernard no hubiera aparecido en los diarios, para Gates sería un número más en la estadística de los miles de estadounidenses muertos en Irak y Afganistán.
La tierna indignación de Gates no abarca a las familias de los 52.000 militares norteamericano que combaten en Afganistán y menos, claro, a los 68.000 “contratados” –es decir, mercenarios– que llevan el número de las fuerzas armadas de EE.UU. a una cifra superior a las que instaló la ex URSS en nueve años de guerra. Y se espera que Obama envíe aún más tropas, lo que tampoco le importa mucho al jefe del Pentágono, más bien al contrario. Las bajas norteamericanas aumentan en Afganistán de mes en mes y, paralelamente, crece de mes en mes el rechazo a esa guerra de la opinión pública de EE.UU.
Una reciente encuesta de CBS muestra que el 48 por ciento de los entrevistados aprueba “la nueva estrategia” de Obama en Afganistán; en abril ese guarismo fue del 56 por ciento. El 52 por ciento opina que a EE.UU. le va mal en Afganistán, contra el 37 por ciento que estima lo contrario. Y lo más significativo: el 41 por ciento expresa la voluntad de que las tropas empiecen a regresar a casa, un rápido ascenso en comparación con el 33 por ciento en abril y el 24 por ciento en febrero de este año. La proporción de quienes están de acuerdo con enviar más tropas bajó del 39 por ciento en abril al 25 por ciento ahora. Los jefes militares de EE.UU. y de la OTAN en el terreno quieren más contingentes para fin de año.
Gates protesta por la publicación de la foto de Bernard, pero la matanza de civiles afganos lo deja indiferente. No alcanza a imaginar el dolor y el sufrimiento de sus familias. Para eso le bastaría un poco de juicio, sentido común, compasión y decencia común y corriente.
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