Centro Miranda
Cambios en la foto de familia
Acostumbrado a encontrar la posibilidad de la transformación social en tiempos difíciles, y siempre confrontado, por su formación marxista, con la necesidad de encontrar una estrategia política que aunara las potencialidades de los nuevos actores y las limitaciones de las estructuras tradicionales, Antonio Gramsci pidió enfrentar al “pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”. El análisis, en tiempos oscuros, siempre tiende a la decepción. La decepción, cuando se ancla en las conciencias, genera conservadurismo y, en breve, desemboca en posiciones reaccionarias. El buenismo (o, como diría Atilio Borón, el budismo político) no suele llevar a ningún puerto emancipador. Nada más estructuralmente violento, por sus logros, que la no violencia de Gandhi.
Enfrente, el optimismo hueco, el creer que vivimos, como ya dijo Voltaire cuestionando una idea lineal de progreso, en “el mejor de los mundos posibles”, deja el campo libre a los seguidores de la mera violencia. En ningún sitio es más cierto que en las relaciones internacionales actuales, signadas por la expansión del capitalismo, aquello que dijo Hobbes de que la ley sin la espada no tiene ningún efecto. Pero esto no hace cierto lo contrario. La confrontación por la confrontación sólo desemboca en el agotamiento de las fuerzas y el desentendimiento de las masas. Una mentalidad de guerra termina creando una sociedad de guerra. Y el ser humano, por naturaleza, quiere la tranquilidad cuando puede escogerla. Valga todo esto para celebrar que el mensaje que la V Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago ha lanzado al mundo haya sido la foto de Hugo Chávez y Barack Obama mirándose, primero de reojo, luego de frente, y apretando sus manos hasta que sus pieles oscuras se confundieron.
Enfrente, el optimismo hueco, el creer que vivimos, como ya dijo Voltaire cuestionando una idea lineal de progreso, en “el mejor de los mundos posibles”, deja el campo libre a los seguidores de la mera violencia. En ningún sitio es más cierto que en las relaciones internacionales actuales, signadas por la expansión del capitalismo, aquello que dijo Hobbes de que la ley sin la espada no tiene ningún efecto. Pero esto no hace cierto lo contrario. La confrontación por la confrontación sólo desemboca en el agotamiento de las fuerzas y el desentendimiento de las masas. Una mentalidad de guerra termina creando una sociedad de guerra. Y el ser humano, por naturaleza, quiere la tranquilidad cuando puede escogerla. Valga todo esto para celebrar que el mensaje que la V Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago ha lanzado al mundo haya sido la foto de Hugo Chávez y Barack Obama mirándose, primero de reojo, luego de frente, y apretando sus manos hasta que sus pieles oscuras se confundieron.
Pero, a ambos extremos del escenario, había gente haciendo votos para que en la Cumbre hubiera más calor que luz. La derecha ha sido la gran decepcionada. Pasado el encuentro, sólo a la derecha clásica del Norte y del Sur les ha molestado el saludo sincero de los Presidentes Chávez y Obama. Saludo sincero, como sólo podía ocurrir en personas que no están donde están por casualidad. Sincero en la posibilidad de estrechar sus manos llevando cada uno en su mochila sus credenciales: la primera presidencia negra de un país racista y el discurso remozado que necesita superar la era Bush; el rescate de su presidencia por el pueblo un 13 de abril y la primera integración regional alternativa y llena de propuestas que recuerda la historia. Saludo sincero, en ese instante –pronto vendrán las obligaciones, limitaciones o compromisos de cada cual- en el convencimiento de que pertenecen a momentos y lugares diferentes. Ambos de piel oscura, cruzando en sus ojos en ese instante tanta historia, cada cual en su solapa la bandera de los países que representan, símbolos, a su vez, de tantas otras cosas en el concierto y el desconcierto mundial. Del puño de hierro de Bush al apretón de manos de Obama hay un gran salto.
E igualmente fue impresionante ver al Presidente de los Estados Unidos escuchando la lista de la infamia gringa tras un siglo de inmoralidades (Bush se marchó en la anterior Cumbre negándose a escuchar tantas verdades). Un siglo de invasiones, humillaciones, presencia militar, pago de una deuda odiosa e inmoral, transferencia neta de capital del Sur al Norte, financiamiento y asesoría de guerras, chantajes, masacres en Chile, en Argentina, en Brasil, en Guatemala, en El Salvador, en Colombia, en Perú, en Paraguay ¡Cien años de responsabilidad! Y Obama, con la piel de esclavitud pegada al cuerpo y el traje de Washington tapando la memoria, escuchando el cuaderno de quejas del continente sólo para sus oídos.
Durante la campaña electoral norteamericana se repitieron argumentos que decían que un negro nunca podría ganar la Presidencia de los Estados Unidos, que los medios iban a impedir su victoria, que si ganaba iban a matarlo…Pero ganó. Decir ahora que es igual que hubiera ganado McCain es frívolo. Obama no es McCain, aunque los Estados Unidos sigan siendo los Estados Unidos. Será el tiempo el que los empate. Hacerlo ahora es querer enturbiar las aguas para que parezcan más profundas. Han hecho falta 500 años para que esa foto sea posible. Lo correcto era el saludo. Hugo Chávez ha salido triunfador de la Cumbre por la humildad de saludar al representante del Imperio. Que sea ahora él quien eche por tierra las promesas. América Latina, una vez más, ha sido amable. Pero no hay espacio para el engaño: ahora tiene la memoria activada.
Lo que no difícilmente puede cambiar: un juego de suma cero
Sabemos que la política norteamericana está signada, en el discurso teórico, por la mano invisible, y en la práctica por la promesa de un apretón de manos siempre y cuando no se perjudiquen los intereses del poder. En ese momento, entrará en escena el puño de hierro.
La hostilidad de las diferentes administraciones norteamericanas con los países de la izquierda latinoamericana no se debe a que Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras o Paraguay –por citar los vinculados al ALBA- caigan fuera de los parámetros oficiales que le permiten señalar a un país como “canalla”. No hay allí bombas nucleares, no se apoya al terrorismo y son profundamente eficaces en la lucha contra el narcotráfico (Todo lo contrario de los Estados Unidos, que tendría que condenarse, en buena ley, a sí mismo; pero ya sabemos que si en Norteamérica no ha habido nunca un golpe de Estado es porque allí no hay embajada de los Estados Unidos).
La hostilidad es ideológica, y lo que ha buscado siempre ha sido evitar el fenómeno “contagio” que impidiera cualquier forma neocolonial o paleocolonial en su patio trasero. Pero no hay “cordones sanitarios” para el virus de la soberanía. Tensaron mucho la cuerda y se rompió. América Latina fue el continente que mejor hizo los deberes del FMI. A la receta neoliberal se la llamó Consenso de Washington porque, después de acabar con el Chile de Allende y tras Plan Cóndor, todo fueron buenas maneras por parte de los equipos económicos latinoamericanos para con las exigencias del Norte. Cuba aguantó el tipo. Venezuela se echó a la calle en febrero de 1989, al tiempo que en Europa se caía el Muro de Berlín. Hoy la izquierda es hegemónica en los gobiernos latinoamericanos. Es muy difícil que la OEA siga siendo, como denunció el Che, el Ministerio de colonias norteamericano. De hecho, la OEA, que era un zombie desde la Cumbre del Mar del Plata, hoy es un cadáver. Y es mejor concebir nuevas criaturas antes que andar resucitando muertos.
Entonces ¿un “nuevo comienzo”?
Eso es lo que reclamó el Presidente Obama antes de la Cumbre y lo reiteró en su primera intervención. De entrada ¿quién puede estar en contra? Pero ni la palabra perro muerde ni la palabra fuego quema. Y tampoco la palabra amabilidad cura. América Latina –el mundo gracias a la globalización- es un juego de suma cero. Lo que se ponga en un lado hay que quitarlo en otro. De ahí que arreglar el mundo no permita augurar escenarios tranquilos.
El Presidente Obama ha sido votado por el pueblo que más se beneficia en el planeta de la desigualdad –en consumo, contaminación, tráfico de drogas, presencia militar, etc.-, ayudado en ese esfuerzo por las principales empresas de ese país. Nadie nunca en la historia ha cedido un privilegio que no haya sido arrancado. La pregunta correcta no es cómo va a cambiar América Latina con la elección de Obama, sino cómo tiene que cambiar Estados Unidos con la nueva realidad de América Latina. La reunión del ALBA (como ayer ocurrió con la puesta en marcha del euro) que habilitó el SUCRE, lleva a que cada unidad de compensación (cada sucre) sea un dólar que va a dejar de obrar esa magia de cambiar bienes por un papelito verde sin ningún respaldo detrás. La recuperación de América Latina perjudica en el corto plazo a los Estados Unidos. Repetimos: se trata de un juego de suma cero. Y no hay que perder de vista cómo ha obrado ese país cada vez que se le han tocado sus privilegios.
“Tenemos que aprender de la historia, pero no dejar que nos atrape”, ha dicho Obama en la Cumbre de las Américas. Kennedy dijo lo contrario. Los pueblos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla. Una mirada rápida al siglo XX nos demuestra que los pueblos que se han liberado son los que no han creído a la administración norteamericana de turno. Vale para Francia y vale para Sudáfrica. También lo tuvo bien claro Jomeini después de tantas traiciones inglesas y norteamericanas durante el siglo XX. Por eso en Irán no han podido hacer lo que han hecho en Irak. Carter también era un buen tipo. Al menos, mejor que Nixon y Ford. Daniel Ortega dice que le dio la mano, antes que a Obama, a tres Presidentes norteamericanos. Hoy sabemos que hizo mal en confiar en ellos.
Siempre es saludable sospechar del poder. Obama es simpático y elegante, y después del nefasto Bush, parece un baño de aire fresco. Pero, cuando llega el momento de la estrategia, la recomendación es clara: no nos engañemos. Obama es lo más funcional para el papel dominante de unos Estados Unidos que estaban ya en la frontera de la rebelión mundial contra su hegemonía. Como decíamos, no se trata de hacer un análisis a posteriori. Todos pudimos leer críticas que decían que Obama estaba sólo ahí para legitimar las elecciones, que un negro no podía estar sentado en el despacho oval si no era para limpiarlo, que iba a durar muy poco… Obama ganó y fue una sorpresa bienvenida. Bien podía haber ganado McCain –sólo los diferenció un 7% de los votos- y Estados Unidos hubiera ahondado en la dirección suicida de Bush. De ahí que, bienvenida la elección de Obama. Pero sigue siendo el Presidente de los Estados Unidos. El poder imperial del mundo. El país emisor de la moneda de reserva mundial. El país responsable de la crisis económica que afecta a todo el planeta.
Bajar la guardia porque Obama es negro, intelectual, buena gente o nuevo demócrata (esa es la ideología que él ha dicho profesar, bien lejos de cualquier asomo de socialismo), no es un análisis político. Es el Presidente del país que sigue pretendiendo tener la hegemonía mundial y la influencia propia de los gendarmes planetarios. Ni Obamafobia ni Obamafilia. Se ha visto en la Cumbre que no son pocos los que padecen el síndrome de Estocolmo que lleva a amar a quien te domina. Pero los pueblos que no crecen, como las personas que no crecen, están siempre tutelados. Pero no entreguemos victorias al enemigo que aún no ha ganado. Acertemos el análisis y confrontemos la realidad con ellos. Nada, de entrada, contra Obama. Todo, de entrada, contra lo que representa. ¿Acaso es que ya se acabó el capitalismo? Cuidado. El imperialismo, como el neoliberalismo, es más peligro muerto que vivo: vivo por lo menos se le ve venir.
Buenas palabras, menos hechos y algunos preocupantes: Cuba como cortina de humo
Obama ha traído muchas buenas palabras por el continente latinoamericano. Menos gestos. Esa fue la crítica general de la prensa mexicana tras la visita previa al Presidente Calderón, el penúltimo bastión de la derecha en el continente. Otro tanto ocurre con las medidas hacia Cuba aprobadas antes de la Cumbre –facilitar el envío de reservas y permitir los viajes a la isla-. Gestos baratos, pero poco más. Estaría bueno. La OEA ya no es la de años atrás. ¿Qué credibilidad tendría Obama frente a Chávez, Kirchner, Lugo, Ortega, Zelaya, Morales, Da Silva, Correa o, incluso, Bachelet, si pretendiera seguir repartiendo en el continente las etiquetas de quién es o deja de ser demócrata? ¿Qué sentido mantener la exclusión de Cuba de la OEA cuando de facto ya pertenece gracias a las relaciones con todos los países latinoamericanos? El verdadero gesto hubiera sido ir a Trinidad con el levantamiento del bloqueo. Muy al contrario, Obama se atreve a pedir “gestos” a un país soberano para que Estados Unidos termine con una política criminal. Guantánamo, recordemos, sigue sin solventarse.
Los cubanos de Miami ya no tienen tanta influencia en Washington. Tienen más los que están pensando en negocios turísticos y de telecomunicaciones en este rincón del Caribe. Ahora, piensan, se trata de tumbar a la isla con la contaminación ideológica capitalista. Quizá alguno ha pensado desde los Estados Unidos en la cínica frase de Deng Xiao Ping (en China, quien practica bien el capitalismo se enriquece y quien habla bien de él es fusilado). Cuba le dirá al mundo, después de varios decenios de ejemplo de solidaridad, cómo es su participación en el socialismo del siglo XXI.
El abuso del discurso: cuando se ve la intención, la lágrima ya no es fácil
En esta Cumbre se ha visto demasiado a su equipo redactor de discursos. Y, al igual que ocurre en el cine, cuando se ve la cámara o el micrófono, la emoción decae y la lágrima se resiste. Cansan los fuegos de artificio de los discursos de Obama. Y preocupan porque narcotizan. Y retira de la pelea a gente cansada de tanta pugna. Una pulsión ideológica de muerte. Además, el análisis de fondo deja muchos flecos sueltos.
El objetivo central del discurso era: miremos para adelante, que en el pasado no hay lecciones que valgan ahora. Un exceso. ¿Qué justificación es esa usada por Obama afirmando que también Estados Unidos viene de ser colonia? ¡Como si España hubiera justificado la conquista de América diciendo que también ella fue ocupada por los árabes desde el siglo VIII! Igual de intolerable que cuando trazó puntos equidistantes entre la tarea de los paramilitares y la insurgencia de izquierda, entre los logros sociales y el cumplimiento de la democracia formal. No ha entendido nada. Cuando se han levantado guerrillas en América Latina ha sido en nombre de la democracia ausente; los paramilitares lo hacen en nombre del privilegio. No los ponga en la misma balanza. Y no compare falsas democracias donde se compra el voto (¿cuándo seremos honrados los politólogos y diremos que si el voto se compra no se puede hablar de democracia?) con el esfuerzo social que ha hecho Cuba desde que la revolución habitó en la isla. Estos deslices son una señal clara de que las posiciones sobre Cuba eran mera táctica. Richard Lugar, senador republicano del Comité de asuntos internacionales, le ha recordado recientemente a Obama que la cuestión cubana puede entorpecer objetivos mayores y a más largo plazo en el hemisferio. El bloque a Cuba no ha fracasado porque en la isla “no haya libertad”, como ha afirmado Obama, sino porque nunca Cuba ha tenido tanto apoyo en América Latina. El fracaso de unos es el éxito de otros. Obama puede creer sinceramente que tiene mucho que aprender, que quiere cambiar las relaciones con América Latina, pero, al tiempo, leer este discurso contradictorio y vacío. El Presidente Chávez exageró al regalarle Las venas abiertas de América Latina en español. Obama, no tiene toda la culpa, sigue hablando inglés.
La verdadera discusión sobre la integración americana
La V Cumbre de las Américas ha firmado la defunción de un tipo de Cumbre que, al igual que ha ocurrido con otras –recordemos las Cumbres Iberoamericanas- estaban diseñadas para otras cosas y con otros actores. La verdadera discusión sobre la integración americana es la que tuvo lugar en la Cumbre extraordinaria del Alba, y no el remedo de reinvención de una suerte de keynesianismo global que se pretende desde los últimos bastiones del sistema. En la Cumbre del ALBA en Cumaná no hubo ni fuegos artificiales ni necesidad alguna de impostar la voz para que pareciera menos discordante. Su lectura es clara: la actual crisis no es una crisis en el capitalismo sino del capitalismo.
Cuatro han sido las posibles respuestas por parte del Estado a la crisis económica que empezó a golpear al mundo a partir de 2007. En primer lugar, no hacer nada, esperando que el tiempo decantase las respuestas. El creciente número de desempleados, las quiebras de empresas y los gritos afectados del mundo financiero no parecían aconsejar esa salida, aunque fue la que primó en 2007 y 2008. La elección de Obama necesitaba también dar la sensación de que algo nuevo iba a suceder. En segundo lugar, pauta rápidamente esgrimida por el establishment económico superada la parálisis inicial, consistía en insistir de manera desnuda en las soluciones neoliberales, a lo sumo acompañada de momentáneas socializaciones de las pérdidas. El reflotamiento del FMI aprobado por el G-20 está afincado en esta opción. La tercera posibilidad traía de regreso a casa la regulación keynesiana, aunque al operar desde un suelo fuertemente neoliberal, tenía necesariamente que coexistir con aquello que la había convocado. Era la salida más mentirosa y es la representada en la reunión de Londres del G-20 y la ofertada por Obama para la región en la V Cumbre de las Américas. La cuarta opción pasaba por inventar nuevas soluciones que superasen los callejones sin salida del capitalismo y rompieran con la dictadura de la alianza Estado-finanzas-complejo militar-industrial. Que diera una respuesta radical a la destrucción de la naturaleza impulsada por el capitalismo. Que finalizara el intercambio desigual, la dominación financiera del Sur por el Norte, la liberalización para unos y la protección para otros. Es la propuesta que ya presentó Evo Morales en la Cumbre de la UNASUR en 2006. Es la propuesta que lleva ofreciendo Venezuela al hemisferio desde 2005. Es la propuesta de la Cumbre extraordinaria del ALBA. Es el futuro. Es el socialismo.
Más de lo mismo con otro formato: la sonrisa del Joker
La opción preferida por Obama –al igual que la socialdemocracia europea, con Zapatero o Gordon Brown coincidiendo con Sarkozy, Merkel o Berlusconi- ha sido una mezcla de ahondamiento neoliberal –concentración en los aspectos bancarios tradicionales, reforzamiento del FMI y confianza en que el mercado se encargaría de reubicar los buenos y malos activos financieros- y de falso regreso a la edad de oro de la regulación estatal, bajo la igualmente falsa suposición de que el colapso del keynesianismo en los años setenta se debió a algún tipo de locura cometida por malas personas y no a la implosión de un sistema que creó sus propios sepultureros.
Las épocas de crisis generan turbación, y es muy fácil mirar al pasado con indulgencia y nostalgia. El keynesianismo no se hundió porque llegaron los terribles neoliberales con su carga de maldad en la mochila de Harward, sino debido a que el capitalismo necesitó exceder el ámbito nacional para mantener su tasa de ganancia –la lógica que anima todo su funcionamiento-. Los Estados nacionales, cargados de referencias de izquierda tras la derrota de la derecha en la Segunda Guerra Mundial, se habían convertido, desaparecido el peligro soviético, en un rígido corsé que molestaba para el logro de ese fin. La respuesta política a las presiones del capital fue permitir que la pasta dentífrica se saliera del tubo. Después, nada más inútil que intentar meterla de nuevo dentro. Mera distracción mediática para aparentar decisión política. Para una tarea tan titánica hacía falta el concurso de mucha ciudadanía en muchos países, algo que, de momento, no estaba en el recibidor. Sin olvidar que el incremento constante del déficit para solventar los recurrentes problemas del capitalismo generaba una igualmente creciente dependencia del principal financiador del mismo, esto es, China, que con un silencioso estruendo ya estaba cambiando el eje de la geopolítica mundial. El intento desesperado de Obama de recuperar la influencia en América Latina es la contracara de la pérdida de influencia mundial motivada por la estabilidad del euro, el poderío chino y el nuevo multilateralismo latinoamericano. El joker sonriendo desde los tejados de Ciudad Gótica.
Bienvenidas sean las buenas palabras del Presidente Obama, que van a permitir rebajar las energías puestas en discutir la anterior hostilidad, que quitan argumentos a las diferentes derechas nacionales que se han apoyado en Estados Unidos para intentar desestabilizar a los gobiernos de izquierda (¡Cuidado con seguir hostigando a Bolivia, Presidente Obama! ¿O también tiene que enseñarle los dientes con más fuerza para que la dejen en paz?). Bienvenidos los gestos de distensión y las promesas de abrir un escenario futuro en pie de igualdad. Pero América Latina ha hecho, por vez primera, sus propios deberes como continente. Se llama la propuesta del ALBA. Quizá pueda empezar el Presidente Obama a discutirla. Si para unos la solución es el capitalismo y para otros el socialismo, difícil va a ser el entendimiento. Conocemos las propuestas capitalistas. Falta que los capitalistas nos demuestren que han entendido las nuestras. Vísteme despacio que tengo prisa: nos encontraremos solamente en la fase de transición. Seguiremos empujando en la dirección correcta: la que presenta ese programa de máximos que se llama socialismo.
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